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Friday, July 18th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
Sinopsis del Nuevo Testamento de Darby Sinopsis de Darby
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
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Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 1 Peter 3". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://studylight.org/commentaries/spa/dsn/1-peter-3.html. 1857-67.
Darby, John. "Comentario sobre 1 Peter 3". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://studylight.org/
Whole Bible (28)New Testament (6)Individual Books (3)
VersÃculos 1-22
Después de esta exhortación general, breve pero importante para los creyentes, el apóstol retoma el andar relativo de los cristianos en un mundo donde por un lado Dios vela por todos, pero donde permite que los suyos sufran, ya sea por la justicia o por la nombre de Cristo, pero donde nunca deben sufrir por haber hecho mal. El camino, pues, del cristiano está trazado. Está sujeto por causa del Señor a las ordenanzas o instituciones humanas.
Ãl da honor a todos los hombres, y a cada uno en su lugar, para que nadie tenga reproche que traer contra él. Es sumiso a sus amos, aunque sean malos hombres, y cede a sus malos tratos. Si estuviera sujeto sólo a los buenos y gentiles, un esclavo mundano harÃa lo mismo; pero si, habiendo hecho bien, sufre y lo soporta con paciencia, esto es agradable a Dios, esto es gracia. Asà actuó Cristo, ya esto estamos llamados.
Cristo sufrió de esta manera, y nunca respondió con reproches o amenazas a los que lo molestaban, sino que se encomendó a Aquel que juzga con justicia. A Ãl pertenecemos. Ãl habÃa sufrido por nuestros pecados, a fin de que, librados de ellos, vivamos para Dios. Estos cristianos de entre los judÃos habÃan sido como ovejas descarriadas; [5] ahora fueron devueltos al Pastor y Obispo de sus almas. Pero cuán enteramente muestran estas exhortaciones que el cristiano es alguien que no es de este mundo, sino que tiene su propio camino a través de él: ¡sin embargo, este camino era el camino de la paz en él!
Asimismo, las mujeres debÃan estar sujetas a sus maridos con toda modestia y pureza, a fin de que este testimonio del efecto de la palabra por sus frutos tomara el lugar de la palabra misma, si sus maridos no la escucharan. DebÃan descansar, con paciencia y mansedumbre, en la fidelidad de Dios, y no alarmarse al ver el poder de los adversarios. (Compare Filipenses 1:28 )
Los maridos debÃan morar de la misma manera con la esposa, siendo sus afectos y relaciones gobernados por el conocimiento cristiano, y no por ninguna pasión humana; honrando a la mujer, y andando con ella como coherederos de la gracia de la vida.
Finalmente, todos debÃan andar en el espÃritu de paz y mansedumbre, llevando consigo, en su relación con los demás, la bendición de la que ellos mismos eran herederos, el espÃritu del cual, en consecuencia, debÃan llevar siempre con ellos. Siguiendo lo que es bueno, teniendo la lengua gobernada por el temor del Señor, evitando el mal y buscando la paz, disfrutarÃan en quietud de la vida presente bajo la mirada de Dios.
Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oÃdos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal. ¿Y quién, además, les harÃa daño, si sólo siguieran lo que es bueno?
Este, entonces, es el gobierno de Dios, el principio sobre el cual Ãl supervisa el curso de este mundo. Sin embargo no es ahora un gobierno directo e inmediato previniendo todo mal. El poder del mal todavÃa actúa sobre la tierra; los que están animados por ella se muestran hostiles a los justos, y actúan por medio de ese temor que Satanás es capaz de producir. Pero al dar al Señor Su lugar en el alma, este temor que el enemigo suscita ya no tiene lugar allÃ.
Si el corazón es consciente de la presencia de Dios, ¿puede ese corazón temblar ante la presencia del enemigo? Este es el secreto de la valentÃa y la paz al confesar a Cristo. Entonces los instrumentos del enemigo buscan desviarnos, y abrumarnos con sus pretensiones; pero la conciencia de la presencia de Dios disipa esas pretensiones y destruye todo su poder. Descansando en la fuerza de su presencia, estamos listos para responder a aquellos que preguntan la razón de nuestra esperanza, con mansedumbre y santa reverencia lejos de toda ligereza.
Para todo esto es necesario tener una buena conciencia. Podemos llevar una mala conciencia a Dios, para que Ãl pueda perdonarnos y tener misericordia de nosotros; pero si tenemos mala conciencia, no podemos resistir al enemigo porque le tenemos miedo. Por un lado, tememos su malicia; por el otro, hemos perdido la conciencia de la presencia y la fuerza de Dios. Cuando caminamos delante de Dios, nada tememos; el corazón es libre: no tenemos que pensar en nosotros mismos, pensamos en Dios; y los adversarios se avergüenzan de haber acusado falsamente a aquellos cuya conducta es intachable, y contra quienes nada se puede traer sino la calumnia de sus enemigos, calumnias que convierten en su propia vergüenza.
Puede ser que a Dios le parezca bien que suframos. Si es asÃ, es mejor que suframos por hacer el bien que por hacer el mal. El apóstol da un motivo conmovedor para esto: Cristo padeció por los pecados una vez por todas; que eso sea suficiente; suframos sólo por la justicia. Sufrir por el pecado era Su tarea; Ãl lo cumplió, y eso para siempre; muerto, en cuanto a su vida en la carne, pero vivificado según el poder del EspÃritu divino.
El pasaje que sigue ha ocasionado dificultades a los lectores de las Escrituras; pero me parece simple, si percibimos el objeto del EspÃritu de Dios. Los judÃos esperaban un MesÃas presente corporalmente, que liberarÃa a la nación y exaltarÃa a los judÃos a la cumbre de la gloria terrenal. Pero Ãl no estaba presente, lo sabemos, de esa manera, y los judÃos creyentes tuvieron que soportar el escarnio y el odio de los incrédulos, a causa de su confianza en un MesÃas que no estaba presente, y que no habÃa obrado liberación para el gente.
Los creyentes poseÃan la salvación de su alma, y ââconocÃan a Jesús en el cielo; pero a los hombres incrédulos no les importaba eso. Por lo tanto, el apóstol cita el caso del testimonio de Noé. Los judÃos creyentes eran pocos en número, y Cristo era de ellos solo según el EspÃritu. Por el poder de ese EspÃritu, Ãl habÃa sido resucitado de entre los muertos. Fue por el poder del mismo EspÃritu que Ãl habÃa ido sin estar corporalmente presente para predicar en Noé.
El mundo fue desobediente (como los judÃos en los dÃas del apóstol), y sólo se salvaron ocho almas; asà como los creyentes eran ahora sólo un pequeño rebaño. Pero los espÃritus de los desobedientes ahora estaban en prisión, porque no obedecieron a Cristo presente entre ellos por Su EspÃritu en Noé. La longanimidad de Dios esperaba entonces, como ahora, con la nación judÃa; el resultado seria el mismo. Ha sido asÃ.
Esta interpretación se confirma (con preferencia a la que supone que el EspÃritu de Cristo predicó en el hades a las almas que habÃan estado allà confinadas desde el diluvio) por la consideración de que en el Génesis se dice: "Mi EspÃritu no contenderá para siempre. hombres, pero sus dÃas serán ciento veinte años". Es decir, Su EspÃritu deberÃa luchar, según el testimonio de Noé, durante ciento veinte años y no más.
Ahora bien, serÃa una cosa extraordinaria que sólo con esas personas (porque sólo habla de ellas) el Señor se esforzara en dar testimonio después de su muerte. Además, podemos observar que, al considerar que esta expresión significa el EspÃritu de Cristo en Noé, solo usamos una conocida frase de Pedro; porque él es, como hemos visto, quien dijo: "El EspÃritu de Cristo que estaba en los profetas".
Estos espÃritus entonces están en prisión, porque no escucharon al EspÃritu de Cristo en Noé. (Compárese con 2 Pedro 2:5-9 .) A esto agrega el apóstol, la comparación del bautismo con el arca de Noé en el diluvio. Noé se salvó por medio del agua; nosotros también; porque el agua del bautismo tipifica la muerte, como el diluvio, por asà decirlo, fue la muerte del mundo.
Ahora Cristo ha pasado por la muerte y ha resucitado. Entramos en la muerte en el bautismo; pero es como el arca, porque Cristo sufrió en la muerte por nosotros, y ha salido de ella en resurrección, como Noé salió del diluvio, para comenzar, por asà decirlo, una nueva vida en un mundo de resurrección. Ahora bien, Cristo, habiendo pasado por la muerte, expió los pecados; y nosotros, al pasar por ella en espÃritu, dejamos en ella todos nuestros pecados, como Cristo lo hizo en realidad por nosotros; porque resucitó sin los pecados que expió en la cruz.
Y fueron nuestros pecados; y asÃ, por la resurrección, tenemos una buena conciencia. Pasamos por la muerte en espÃritu y en figura por el bautismo. La fuerza pacificadora de la cosa es la resurrección de Cristo, después de haber realizado la expiación; por cuya resurrección, pues, tenemos una buena conciencia.
Ahora bien, esto es lo que los judÃos tenÃan que aprender. Cristo habÃa subido al cielo, y todos los poderes y principados le estaban sujetos. Está a la diestra de Dios. Por tanto, no tenemos un MesÃas en la tierra, sino una buena conciencia y un Cristo celestial.
Nota #5
Una alusión, supongo, al último versÃculo de Salmo 119 ( Salmo 119:176 ). El apóstol constantemente pone a los judÃos cristianos en el terreno del remanente bendito, convirtiéndolo únicamente en una salvación del alma.