Lectionary Calendar
Thursday, July 17th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
Comentario Popular de la Biblia de Kretzmann Comentario de Kretzmann
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre John 3". "Comentario Popular de Kretzmann". https://studylight.org/commentaries/spa/kpc/john-3.html. 1921-23.
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre John 3". "Comentario Popular de Kretzmann". https://studylight.org/
Whole Bible (30)New Testament (5)Gospels Only (1)Individual Books (4)
VersÃculo 1
HabÃa un hombre de los fariseos llamado Nicodemo, un gobernante de los judÃos.
VersÃculos 1-3
La visita de Nicodemo.
La llamada de noche:
VersÃculo 2
El mismo se acercó a Jesús de noche y le dijo: RabÃ, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estos milagros que Tú haces si no está Dios con él.
VersÃculo 3
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Aquà hay un incidente de los acontecimientos de esta semana de Pascua que muestra el amor bondadoso y escrupuloso del Salvador. HabÃa cierto hombre en Jerusalén que pertenecÃa a los fariseos, la secta de los judÃos que era particularmente celoso por guardar las tradiciones de los ancianos. Los fariseos eran lÃderes del pensamiento judÃo, muchos de ellos, si no todos, maestros, pero fuertemente imbuidos de la idea de la justicia propia.
Este hombre, Nicodemo, no solo les pertenecÃa, sino que incluso era miembro del SanedrÃn, el consejo más alto de la Iglesia judÃa, Juan 7:50 . Vino a Jesús de noche, en parte porque temÃa a sus colegas, cuya enemistad hacia Jesús era evidente desde el principio, y en parte porque querÃa que no lo molestaran. Sintió una creciente insatisfacción con la forma en que los lÃderes judÃos estaban condenando a Jesús.
CreÃa que este nuevo Maestro tenÃa un mensaje maravilloso y debÃa ser escuchado; tenÃa el deseo de saber más de Su mensaje. Dirigiéndose a Jesús de una manera muy respetuosa, le dice francamente que él mismo y el partido que representaba, probablemente algunas almas serias en el concilio, por lo demás hostil, sabÃan, habÃan llegado a la conclusión, que Jesús era un Maestro venido de Dios. Reconocieron en Ãl a un Maestro comisionado divinamente, lo que no implica una comprensión del origen milagroso de Cristo.
Estos judÃos a los que pertenecÃa Nicodemo simplemente habÃan extraÃdo sus conclusiones de la evidencia que tenÃan ante sus ojos. Dios habÃa confirmado la enseñanza de Jesús mediante milagros que traÃan convicción. No eran trucos ni juegos de manos, sino maravillas que indicaban el poder de Dios más allá de toda duda. No cabÃa duda de que Dios estaba con el hombre que podÃa realizar tales milagros.
El conocimiento de Nicodemo llegó a reconocer en Jesús a un profeta a la altura de los del Antiguo Testamento, pero no llegó a aceptarlo como el MesÃas. La posición de Nicodemo es compartida por muchos de los llamados cristianos de nuestros dÃas. Su confesión de Jesús está totalmente de acuerdo con la razón. Creen que es un gran Maestro, "alaban su doctrina. Pero no quieren reconocerlo como el Salvador del mundo".
La declaración de Nicodemo fue un sentimiento. Indicó que él y su grupo estaban inclinados a ir más lejos en su creencia; sugirió que Jesús deberÃa expresarse en cuanto a su posición e intenciones reales. La idea de un reino mesiánico temporal siempre estuvo en primer plano en la mente de los judÃos. Pero Jesús declara solemnemente que una investigación de esta naturaleza, y con ese probable fin a la vista, era inútil sin una comprensión de la manera de entrar en el reino de Dios.
A menos que una persona nazca, nazca de nuevo, de nuevo, sea enteramente transformada en una nueva criatura, no podrá entrar en el reino de Dios que Jesús está predicando con tanta seriedad. Sin una regeneración tan completa, es imposible participar en los gozos del verdadero reino de Dios. Nadie puede salvarse a menos que sea regenerado. Nicodemo, como todos los fariseos, creÃa que podÃa ser salvo por las obras de la ley.
Hoy en dÃa, millones de personas equivocadas comparten su punto de vista. Ser digno del cielo por los propios méritos, ese es el objetivo de todos los fariseos modernos. Pero la exigencia de Cristo difiere radicalmente de esa suposición. Derrota por completo toda la justicia propia y el orgullo. Insiste en un cambio completo en la condición moral de un hombre, una transformación completa y total del corazón, de la mente, de la voluntad de una persona, que también debe hacerse evidente en una nueva manera de vivir, de modo que tal La persona, en su pensar, querer, sentir, en palabras y en obras, es un hombre nuevo. Sin esa regeneración, nadie puede entrar en el reino de Dios.
VersÃculo 4
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar por segunda vez en el útero de su madre y nacer?
VersÃculos 4-8
El modo de regeneración:
VersÃculo 5
Jesús respondió: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del EspÃritu, no puede entrar en el reino de Dios.
VersÃculo 6
Lo que nace de la carne, carne es; y lo que es nacido del EspÃritu, espÃritu es.
VersÃculo 7
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
VersÃculo 8
El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; asà es todo aquel que es nacido del EspÃritu.
La declaración de Jesús, por simple que fuera, estaba al mismo tiempo tan completamente en desacuerdo con la idea comúnmente aceptada en cuanto a la forma de llegar al cielo que casi le quitó el aliento al fariseo. Su pregunta reaviva su total incapacidad para captar la idea del Señor en toda su extensión. SabÃa, por supuesto, que un renacimiento fÃsico era imposible. Entendió que la referencia de Cristo era a una transformación espiritual.
Pero tal cambio en el campo de la moral le parecÃa imposible, rayano en lo ridÃculo, absurdo. ¿Cómo puede una persona, especialmente una de años avanzados, negar los hábitos y costumbres de los años? Si eso se va a hacer, entonces cada persona debe realmente comenzar su vida de nuevo, tal como vino al mundo. La misma sugerencia es impensable desde el punto de vista de la razón, asà como la idea de conversión, de regeneración, es absurda en la opinión de la persona moralista promedio.
Y por eso Jesús explica, una vez más con énfasis solemne, que el renacimiento del agua y el EspÃritu es absolutamente esencial, es un prerrequisito primordial, para entrar en el reino de los cielos. La regeneración espiritual por el bautismo, a través del cual se da el EspÃritu de Dios, es inevitablemente necesaria. El bautismo es el medio por el cual el EspÃritu Santo obra la regeneración, el nuevo nacimiento. Por tanto, la conversión no es obra del hombre, sino obra de Dios EspÃritu Santo.
Nacer de nuevo o de nuevo es nacer del EspÃritu, recibir de Ãl un corazón nuevo, una mente nueva, una voluntad nueva. Para lograr este objetivo, Dios usa el bautismo como uno de sus instrumentos. Este Sacramento realmente obra y da nueva vida; el agua no es simplemente un sÃmbolo, sino un medio real, a través del poder de la Palabra, para obrar la salvación. Pero aquel que se ha convertido de esta manera, y asà se ha hecho partÃcipe de la gracia de Dios, entra asà en el reino de los cielos, en la Iglesia invisible; porque el reino de Dios y el reino de los cielos son idénticos.
Que esta exigencia de una regeneración absoluta está bien fundada se prueba por el hecho de que todos los hombres, al nacer en el mundo, son carne; la suya es una naturaleza pecaminosa y corrupta, alejada de Dios, hostil a Dios. La mentalidad carnal del hombre natural es enemistad hacia Dios. Es un contraste irreconciliable: todos los hombres nacidos carnalmente, de padres carnales, por naturaleza carne y llenos de los mismos afectos pecaminosos que los padres en su naturaleza, y, por otro lado, el que nace por la obra creadora de los padres. EspÃritu en conversión, el nuevo hombre, lleno de vida divina, con poder divino de arriba, por obra del EspÃritu.
El que es nacido del EspÃritu tiene la manera del EspÃritu; su corazón, mente y voluntad están dirigidos a Dios ya lo que pertenece a Dios; tal, y solo él, es apto para el reino de Dios; solo él puede recibir el reino de Dios con sus dones y bendiciones celestiales. Por lo tanto, no deberÃa ser motivo de asombro que se requiera un nuevo nacimiento para entrar en el reino espiritual. Para el hombre natural, de hecho, es una maravilla, algo que nunca podrá sondear ni comprender, de qué manera obra el EspÃritu de Dios.
Pero este requisito indispensable. representa a todos los que nacen de la carne: deben nacer de nuevo. Ninguna cantidad de sutilezas y discusiones cambiará ese hecho. El Señor trata de aclarar Su significado con un ejemplo, mediante un fenómeno de la naturaleza. Está el viento: sopla donde quiere; viene, se va, y el sonido como concepto fÃsico es bien conocido, pero se desconocen el principio y el final, el por qué y el por qué de las leyes de la naturaleza, asà como es imposible que el simple hombre comprenda el poder creativo.
El soplo del viento se realiza con absoluta independencia de la voluntad de cualquier hombre; nadie puede gobernar y fijar su rumbo. Y lo mismo ocurre con la obra del EspÃritu de Dios: el proceso de regeneración no se puede determinar mediante la aplicación de los sentidos; eso es un misterio de Dios. Solo los resultados son aparentes y, a menudo, son de una naturaleza que nos maravilla. La persona regenerada muestra una forma completamente diferente a la que tenÃa antes de su conversión.
Lo que antes evitaba, ahora lo busca; y lo que buscaba y amaba antes, ahora lo odia. Ãl es de nuevo, una persona diferente, todo por el poder del EspÃritu. âComo el viento es libre, no está ligado a ningún lugar, persona o tiempo, asà también el EspÃritu Santo. Asà como el viento mueve, impulsa, conforta y penetra todo, asà también ocurre con la obra del EspÃritu Santo. "Nota: El EspÃritu Santo hace Su obra cómo y cuando quiere; Ãl hace su trabajo a su propia manera peculiar. Pero los hombres estamos atados por los medios externos que Ãl nos ha dado: debemos usar Su Palabra y Sacramento para obtener los dones de Su gracia.
VersÃculo 9
Nicodemo respondió y le dijo: ¿Cómo pueden ser estas cosas?
VersÃculos 9-13
El testigo de arriba:
VersÃculo 10
Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres dueño de Israel y no sabes estas cosas?
VersÃculo 11
De cierto, de cierto te digo: Hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto; y no recibÃs nuestro testimonio.
VersÃculo 12
Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
VersÃculo 13
Y nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.
Nicodemo aún no podÃa entender, por lo que procedió a pedir una explicación humana de un fenómeno divino. QuerÃa saber cómo podÃan ser estas cosas; querÃa una exposición plausible. Su convicción personal era que era imposible para Dios y Su EspÃritu lograr tales resultados, hacer a un hombre completamente diferente de lo que era antes, realmente regenerarlo. Jesús comienza su explicación con una exclamación de sorpresa ante el desconcierto del fariseo.
Porque Nicodemo era maestro en Israel, ocupaba el puesto de escriba, que se suponÃa que estaba bien versado en la Ley. El tema de la regeneración se trata con tanta frecuencia en los Salmos y en las visiones de los profetas que un maestro del pueblo deberÃa haber estado completamente familiarizado con su significado completo. Ya es bastante malo para el alumno, para el israelita corriente, estar tan ciego; ¡Qué se dirá entonces de un maestro que muestre tanta torpeza! Ver Salmo 51:12 ; Ezequiel 11:19 .
Los escribas anti-fariseos de la época de Jesús ya no entendÃan las Escrituras. Se aferraron a la letra exterior, mientras que el verdadero sentido les estaba oculto. De manera más enfática, por lo tanto, el Señor declara que Su caso no es uno de ignorancia y densa. Tiene un conocimiento profundo de primera mano. Habla las cosas que sabe; y lo que Ãl ha visto y está continuamente "viendo como el Hijo de Dios eterno y omnisciente, del cual Ãl da testimonio.
Habla con autoridad divina del milagro de la regeneración, asà como de los misterios internos del Dios Triuno. Y Jesús sabe de antemano que su palabra no será aceptada, su testimonio no será creÃdo. No solo Nicodemo, sino todos los hombres que son como él en su posición hacia la revelación divina, están tan cegados por su razón que no pueden entender. Jesús habÃa hablado de las cosas pertenecientes a esta vida que desafiaban su atención, de la regeneración y la santificación; y ni siquiera aquellos a quienes les dieron crédito, mucho menos tienen fe en sus palabras.
Pero si no pudieran comprender lo más fácil, lo más tangible, lo que deberÃa llamar su atención de inmediato, cuál serÃa el resultado si Cristo comenzara a enseñar sobre asuntos que no están abiertos a la observación y experiencia humanas, cosas totalmente ocultas, la esencia y los propósitos de Dios? De esas cosas podÃa hablar y testificar de su propia experiencia personal. Ningún ser humano ha vivido jamás en el cielo y, por tanto, ha adquirido el conocimiento de las cosas celestiales.
Uno solo ha habitado allà y es capaz de comunicar el verdadero conocimiento acerca de Dios y todos los asuntos divinos. El Hijo del Hombre, el Dios-hombre, en Su gran obra de expiación, ha descendido del cielo para ser testigo de las cosas celestiales. Y para esto está plenamente calificado, porque todavÃa está en el cielo; Ãl está en la conexión más cercana e Ãntima con las otras dos personas de la Deidad, a pesar de que Su cuerpo camina por la tierra en debilidad y humildad.
Cristo aquà declara expresamente que estuvo en el cielo desde el principio, porque de otro modo no podrÃa haber descendido; que ahora ha descendido con el propósito de testificar de las cosas celestiales; que todavÃa está en el cielo, también según su naturaleza humana, como el Hijo del Hombre. Ver Juan 1:18 . Y finalmente, llegará el momento en que Ãl regresará al cielo, cuando Su naturaleza humana será finalmente y completamente traducida a la gloria y majestad celestiales.
"La carne y la sangre no pueden llegar al cielo; solo Ãl asciende al cielo que descendió del cielo, para que el gobierno sobre todo esté en Su mano. Cualquier vida que Ãl pueda matar; y lo que está muerto, Ãl puede dar vida; es rico, Ãl puede empobrecer. Asà se resuelve aquÃ, todo lo que es nacido de carne no es del cielo. Pero este ascenso y descenso al cielo se hizo para nuestro beneficio, para que nosotros, que somos carnales, también llegar al cielo, pero con esta forma, que el cuerpo mortal primero sea asesinado ".
VersÃculo 14
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, asà es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
VersÃculos 14-17
El propósito de la venida de Cristo:
VersÃculo 15
para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
VersÃculo 16
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
VersÃculo 17
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.
El acto de Moisés en el desierto, al erigir la serpiente de bronce ante los ojos del pueblo herido, fue tÃpico, simbólico, Números 21:1 . Las personas que habÃan sido mordidas por las serpientes ardientes y luego miraron este sÃmbolo con fe fueron sanadas, y el veneno no tuvo ningún efecto sobre ellos, Jesús es el antitipo de la serpiente de bronce.
De acuerdo con el consejo divino del amor, en el que Ãl mismo habÃa participado, el Señor asumió la obligación de que Ãl también fuera elevado a un árbol ante los ojos de todo el mundo. Hay tres puntos de similitud entre tipo y antitipo en esta historia. La serpiente de bronce de Moisés tenÃa la forma y apariencia de los reptiles venenosos a partir de los cuales fue modelada, asà como Jesús se reveló en la forma de nuestra carne de pecado, tenÃa las necesidades y los caminos de un ser humano común, finalmente fue castigado como un criminal. Sin embargo, asà como la serpiente de bronce no tenÃa veneno, era completamente inofensiva, asà Jesús, aunque en apariencia como los hombres pecadores, era sin pecado, santo, inofensivo, sin mancha.
Una extraña maldición descansaba sobre él, y por los pecados de otros, imputados a él, colgaba de la cruz. Y finalmente, asà como el que miró a la serpiente de bronce con fe permaneció vivo, asà también todo pecador que ha sido envenenado por el pecado en sus diversas formas, pero ahora mira a Jesús, el Salvador, con una fe sencilla y confiada, no lo hará. perecerán, no serán castigados con perdición eterna, mas tendrán vida eterna.
Porque en Cristo todo pecado ha sido vencido, toda culpa ha sido quitada: hay completa redención en él. Este pensamiento lo repite Jesús ahora en un estallido de predicación del Evangelio que no tiene igual en la literatura mundial, que, de hecho, resume todo el Evangelio en una frase corta. Con todo el énfasis de la adoración maravillada, Jesús exclama: Porque asà amó Dios al mundo, tanto, tanto, tanto, más allá de todo entendimiento humano.
La grandeza del amor de Dios es tal que suscita este grito de asombro incluso del Hijo de Dios, el Salvador mismo. Dios amó al mundo, Dios es el Autor de la salvación, 1 Timoteo 2:3 . Amaba al mundo, a todas las personas que viven en el mundo, a todo lo que constituye el elemento humano en el mundo; no hay ninguna excepción.
Ãl demostró este amor con un hecho tan maravilloso, tan incomparablemente hermoso, que no puede expresarse con suficiente fuerza en palabras de lenguaje humano, Dios dio a su Hijo unigénito como un regalo gratuito y presente para todo el mundo. Y tal es su voluntad e intención que no hace ninguna excepción: todo el que crea en él no perecerá, no verá destrucción, sino que tendrá vida eterna, la vida en y con Jesús que no tendrá fin, sino que consiste en bienaventuranza y gozo. a través de incontables edades.
¡Qué contraste: el Dios santo y eterno y Su Hijo igualmente santo y eterno dando lo mejor y lo mejor para el mundo, para la humanidad caÃda y corrupta, para el enemigo acérrimo de Dios! La muerte del Hijo de Dios es el castigo por los pecados del mundo; el Hijo de Dios muere para que el mundo, todas las personas del mundo, vivan por toda la eternidad. La muerte de Dios, la sangre de Dios, fue arrojada a la balanza en pago por los pecados del mundo.
Y no hay nada que hacer por parte de los pecadores sino aceptar esta expiación con fe; porque la fe acepta y se apropia de la redención de Cristo. Y el creyente tiene vida eterna incluso ahora, incluso aquà en el tiempo. Está seguro de su salvación, porque se basa en la obra de Jesús el Salvador. "¿Qué hará, qué podrá hacer y dar más? Porque puesto que da a su Hijo, ¿qué retiene que no da? SÃ, se da a sà mismo por completo, como dice Pablo Romanos 8:32: ¿Quién no escatimó ni a su propio Hijo, cómo no nos dará con él todas las cosas? Seguramente todo debe darse con Aquel que es un Hijo amado y unigénito, el Heredero y Señor de todas las criaturas; y todas las criaturas deben estar sujetas a nosotros, ángeles, demonios, muerte, vida, cielo y tierra, pecado, justicia, cosas presentes y futuras, como dice S.
Pablo dice nuevamente, 1 Corintios 3:22 : Todas las cosas son tuyas; y vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios. "Jesús enfatiza el hecho glorioso de la salvación también al exponer la misma verdad en una declaración negativa. La misión de Jesús como don de Dios al mundo no era condenar al mundo, aunque este último merecÃa ricamente tal condenación.
Aunque él mismo es el Santo de Dios, sin embargo, en su calidad de Salvador de los pecadores, no los juzgarÃa ni condenarÃa; El único propósito de su venida fue la salvación del mundo. AsÃ, Nicodemo escuchó de la boca de Jesús el relato completo del camino de la salvación, una salvación que lo abarca todo.
VersÃculo 18
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado porque no ha creÃdo en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
VersÃculos 18-21
El contraste entre la luz y la oscuridad:
VersÃculo 19
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
VersÃculo 20
Porque todo el que hace el mal aborrece la luz, y no viene a la luz, para que no sean censuradas sus obras.
VersÃculo 21
Pero el que hace la verdad viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas, que son hechas en Dios.
Jesús no vino a condenar al mundo y, sin embargo, la mayor parte del mundo está condenado. Sin embargo, esto no es ni la voluntad ni la culpa de Jesús, sino la de los mismos incrédulos. El creyente acepta la redención de Cristo y, por lo tanto, se salva del juicio de condenación. Asà como obtener misericordia es una cuestión de la gracia de Dios, creer es un regalo gratuito de Sus manos. Pero aunque el mismo don se obtuvo y se le ofrece al incrédulo, se niega a creer en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y por eso esta incredulidad lo condena. Por su incredulidad se excluye deliberadamente de la salvación, de la vida eterna. Todos los hombres a quienes golpea el juicio de condenación solo tienen la culpa a sà mismos, ya que se niegan a aceptar al Redentor y Su expiación. La incredulidad es, pues, el pecado de los pecados, porque rechaza la salvación que se ha obtenido y se ofrece por todos los pecados. Hay una marca distintiva, una piedra de toque, para todos los hombres en el hecho de que la verdadera Luz, Jesús el Salvador, ha venido al mundo, está ahora presente ante los ojos de los hombres.
Jesús estaba sentado ante Nicodemo en ese momento, y está presente con la misma verdad ahora, en Su Evangelio. Pero la mayorÃa de los hombres no pasaron, y aún no lo hacen, la prueba. No encuentran placer en la Luz ni en la iluminación de Su Evangelio. Prefieren la oscuridad del pecado y la incredulidad. No tienen amor por la luz y por el Autor de la luz. No quieren nada de Jesús el Salvador. Su pecado ya no es el resultado de la ignorancia, sino de una elección y preferencia deliberadas. Toda su vida y sus obras son malas, son el resultado de su amor por las tinieblas y sus obras.
Se les ofrece luz, pero prefieren permanecer en la oscuridad; se les ofrece la salvación, pero prefieren la condenación. Los incrédulos odian la luz porque sus obras son moralmente podridas, no soportan la exposición. Su objeción torpe, insensata y hosca a la luz es tal que la rechazan con todas sus fuerzas. Temen la revelación de sus actos pecaminosos, vergonzosos, mezquinos, feos y vulgares y la subsiguiente reprimenda.
Quieren continuar su actividad básica en una oscuridad turbia, donde nada del resplandor de arriba pueda alcanzarlos, como piensan. Es una lástima que los hombres prefieran su pecado y sus obras incluso ahora, cuando Jesús ha venido a traerles la liberación de su esclavitud. Esta es una advertencia muy impresionante de no someterse a la tiranÃa del pecado, de no servir al pecado en ninguna forma. Por otro lado, el que hace la verdad, que realiza las obras de la verdad, vive de acuerdo con las exigencias de pureza, honestidad, integridad, hace las obras que brotan de un corazón regenerado, tal viene a la luz.
. Se alegra de que sus obras sean reveladas para que puedan hablar por él. Porque en realidad no son suyos, ni son para su propia glorificación, sino que son hechos y ejecutados en Dios, que da tanto el querer como el hacer según su beneplácito. Esas son obras verdaderamente buenas que se hacen en comunión con Dios. La fuerza, la capacidad para hacerlas debe encontrarse en Dios y provenir de Dios.
Tienen el carácter divino. Es imposible para una persona no regenerada, para un incrédulo, realizar buenas obras. Verdaderamente buenas obras sólo las puede hacer aquel en quien el Señor ha encendido la fe, que vive enfermo y con Dios. Nota: Esta declaración de Jesús es un fuerte argumento para realizar buenas obras. Dios obra la fe, Dios da fuerza para hacer obras verdaderamente buenas, Dios tiene la gloria para ellas, y esto lo comparte con nosotros dándonos una cantidad cada vez mayor de luz de entendimiento.
Ahora bien, nosotros, a nuestra vez, no podemos quedarnos sin obras, como dicen los descarados: Pues ya no haré más obra buena para ser salvo. SÃ, no te atreves a hacer nada más que sirva de salvación; porque perdón de los pecados, para la redención de la conciencia, tienes suficiente en tu fe, pero tu prójimo no tiene suficiente, a él también debes ayudar. Por eso Dios también te deja vivir, de lo contrario la gente pronto se verÃa obligada a quitarte la cabeza. Pero, por tanto, vive de modo que no te sirvas con la vida a ti mismo, sino a tu prójimo ".
VersÃculo 22
Después de estas cosas, vino Jesús y sus discÃpulos a la tierra de Judea; y allà se quedó con ellos y bautizó.
VersÃculos 22-24
Segundo testimonio de Cristo de Juan.
El ministerio de Cristo y el bautismo de Juan:
VersÃculo 23
Y también Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque allà habÃa mucha agua; y vinieron y fueron bautizados.
VersÃculo 24
Porque Juan aún no habÃa sido encarcelado.
Después de la conversación con Nicodemo y después de los dÃas de la Pascua, Jesús salió de Jerusalén, pero no de Judea. Salió a los distritos rurales con sus discÃpulos y allà pasó algún tiempo con ellos. Tuvo la oportunidad en este momento, cuando aún no era tan conocido, de comenzar la instrucción especial de sus discÃpulos. Por cierto, sus discÃpulos realizaron el rito del bautismo en su nombre. El ministerio de Jesús aún no se habÃa llevado a cabo a gran escala, pero la obra del Bautista habÃa dado algunos frutos.
Y Juan también continuó su obra, porque los hombres aún podÃan estar preparados para la recepción del MesÃas mediante su predicación y bautismo. En ese momento se habÃa trasladado rÃo arriba hasta Samaria, casi hasta el lÃmite de Galilea. Aquà estaba la ciudad de Salim, Génesis 33:18 , y unas siete millas al norte de ella, Enón, el lugar lleno de manantiales.
Y la gente siguió viniendo; su ministerio todavÃa fue muy exitoso, todavÃa deseaban ser bautizados por el profeta del desierto. Juan continuó esta obra hasta que Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea, lo encarceló. Sólo entonces comenzó el ministerio público de Cristo en el pleno sentido del término. El Señor ciertamente se habÃa mostrado al pueblo, tanto en Caná como en Jerusalén.
Pero fue solo después de la remoción de Juan que comenzó Su obra como Profeta de Israel a gran escala. Mientras tanto, Su bautismo también fue uno de arrepentimiento para la remisión de los pecados. Los miembros de la Iglesia judÃa deben arrepentirse; necesitaban una purificación de los pecados, que solo podÃan encontrar en Cristo el Salvador.
VersÃculo 25
Entonces surgió una pregunta entre algunos de los discÃpulos de Juan y los judÃos acerca de la purificación.
VersÃculos 25-29
La disputa sobre la purificación:
VersÃculo 26
Y vinieron a Juan y le dijeron: RabÃ, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien das testimonio, he aquÃ, bautiza, y todos vienen a él.
VersÃculo 27
Juan respondió y dijo: Un hombre no puede recibir nada a menos que le sea dado del cielo.
VersÃculo 28
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.
VersÃculo 29
El que tiene esposa es el esposo; pero el amigo del novio, que está de pie y le oye, se regocija mucho por la voz del novio. Por tanto, este es mi gozo. "Entonces", en ese momento, como consecuencia de la proximidad de los dos grandes maestros, surgió un interrogatorio penetrante, una disputa. Por un lado estaban los discÃpulos de Juan, de los cuales muchos todavÃa se aferraban a él a pesar de su primer testimonio acerca de Jesús, y por el otro estaban uno o más judÃos, probablemente algunos que habÃan recibido instrucción y habÃan sido bautizados por los discÃpulos de Jesús en Su presencia.
La pregunta se referÃa al significado del bautismo, la relación de los dos bautismos entre sà y con los lavamientos judÃos, y si el verdadero bautismo y la limpieza de los pecados se encontrarÃa con Juan o con Jesús. Los discÃpulos de Juan llamaron la atención de su maestro sobre el asunto, no sin cierta muestra de celoso resentimiento contra Jesús. No mencionan su nombre, pero lo describen como el que habÃa estado con Juan al otro lado del Jordán, acerca de quien Juan habÃa dado testimonio.
Estaban muy preocupados por el hecho de que este hombre estaba bautizando y que toda la gente mostraba una fuerte inclinación a acudir a él. No podÃan entender que Jesús debÃa bautizar tan bien como Juan. De hecho, deberÃan haberse sorprendido de que Juan continuara bautizando después de que Jesús hizo su aparición pública. Juan continuó su obra solo porque creÃa que predicando y testificando podÃa servir mejor a Cristo que siguiéndolo como discÃpulo suyo.
Y aquà aprovechó la oportunidad de dar testimonio de Cristo una vez más. Un hombre no puede tomar nada, no puede asumir derechos, poderes, privilegios y no puede tener éxito, ningún éxito permanente en sus labores, a menos que le llegue del cielo. Ãsta es una verdad general que encuentra su aplicación tanto en el caso de Cristo como en el de Juan. Dios le ha dado a cada uno su trabajo especial para hacer. Y, por lo tanto, es obra de Dios que tantas personas ahora se estén volviendo a Jesús.
Nota: Si alguien hace algo en el reino de Dios, esa es la bendición de Dios. No es como en el campo del quehacer humano, donde cada persona selecciona el trabajo que más le conviene y luego espera resultados proporcionales al trabajo y la capacidad invertidos. En la obra del Reino solo Dios da el aumento.
Por tanto, Juan pide a sus discÃpulos que den testimonio del hecho de que no ha presumido de los derechos de Cristo. Ãl habÃa dado una respuesta clara e inequÃvoca de que él no era el Cristo, el MesÃas prometido, sino simplemente Su precursor. DeberÃan haber estado preparados para lo que ahora estaba sucediendo ante ellos. John enfatiza esto en un dicho parabólico. Cristo es el Novio; a Ãl le pertenece la Iglesia, la esposa; a Ãl todos los creyentes se volverán y se aferrarán por fe.
No debe sorprender, pero debe considerarse evidente por sà mismo. los pobres pecadores que buscan ayuda y salvación se vuelven a Cristo. A Ãl pertenecen las almas. Ha venido a ganar, a ganar, las almas de los pecadores para sà mismo. John, como amigo del novio, está al lado; está satisfecho con un puesto secundario; se alegra de ser un mero oyente. Se regocija mucho, con gran gozo, porque ahora se oye la voz del Novio en su invitación a todos los pecadores a venir a Ãl, el Redentor.
Ãl tiene la plenitud de este gozo presente en él, desde que Cristo ha venido. El hecho de que los hombres se volvieran a Jesús le demostró a Juan que su difÃcil tarea de preparar el camino para el MesÃas no habÃa sido realizada en vano. Ni siquiera habÃa el indicio de un sentimiento de rivalidad o celos en las palabras de John. Todo fue puro gozo y felicidad sin mezcla por el éxito que fue asistir al ministerio de Cristo.
VersÃculo 30
Debe aumentar, pero debo disminuir.
VersÃculos 30-36
El valor del testimonio de Cristo:
VersÃculo 31
El que de arriba viene, sobre todos está; el que es de la tierra es terrenal, y cosas terrenales habla; El que viene del cielo está sobre todos.
VersÃculo 32
Y lo que vio y oyó, eso testifica; y nadie recibe su testimonio.
VersÃculo 33
El que ha recibido su testimonio, ha puesto su sello de que Dios es veraz.
VersÃculo 34
Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; porque Dios no le da el EspÃritu por medida.
VersÃculo 35
El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su mano.
VersÃculo 36
El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; y el que no cree en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.
La conclusión que saca Juan de los hechos que él mismo declara es simple: Jesús debe crecer; esa es una necesidad relacionada con Su obra. Y en la misma proporción, Juan debe volverse cada vez más pequeño. Juan, el amigo del Novio, señala a Jesús e insta a todos los pecadores a que se aferren solo a Ãl. Este es el lema de todos los verdaderos siervos del Señor. Ven el cumplimiento de todas sus esperanzas y expectativas en el hecho de que las personas en las congregaciones no se aferran a la persona del pastor, sino que aceptan la Palabra que se les predica y confÃan solo en eso.
En lo que respecta al contenido de la declaración, no importa si las últimas palabras del CapÃtulo son dichas por Juan el Bautista o escritas por Juan el Evangelista. Jesús, que se caracteriza por el hecho de que descendió de arriba, del cielo, no solo está sobre Juan el Bautista, sino que es superior a todos. Ãl está por encima de todo, omnipotente; todo se pone en su poder, bajo sus pies.
Juan y todos los predicadores nacidos en la tierra, a pesar de su elevado llamamiento, todavÃa son solo de la tierra, solo pueden hablar con la humildad de la habilidad terrenal. Lo que Juan predicó y testificó, aunque era un testimonio de Cristo y la verdad celestial, era algo que no habÃa obtenido de sà mismo, sino por revelación de Dios. Pero el origen de Cristo debe referirse a una fuente superior, única. Aunque se encuentra en la semejanza de un simple hombre, sin embargo, ha descendido de arriba; Tiene un origen sobrenatural, divino, como resultado de lo cual Su supremacÃa es universal.
Y lo que Jesús habla, no lo declara como el portavoz de otra persona, sino como una verdad celestial de su propia esencia. Su testimonio se refiere a las cosas que ha visto y oÃdo desde la eternidad, que sabe que son verdaderas como el consejo de Dios para la salvación de los hombres. Pero a pesar de este hecho, el testimonio de Cristo comparte el destino de la predicación del Evangelio en general. Tan universal es el desprecio de su testimonio que hasta ahora prácticamente nadie quiere aceptarlo; una declaración relativa.
Pero el hecho de que alguien reciba el mensaje de Jesús es para él un sello y le hace confirmar con absoluta certeza que Dios es la Verdad. El poder inherente de Dios en la Palabra tiene una fuerza de convicción que va más allá de cualquier mera persuasión humana. El que recibe el testimonio de Jesús, cree en Dios. Y para esto tiene buenas razones, porque Cristo, a quien Dios ha enviado, habla las mismas palabras de Dios; el hecho de que Ãl hable en sà mismo contiene la seguridad de que se están hablando las palabras de Dios.
Porque Dios no le ha dado el EspÃritu a Jesús solo en una medida, sino que ha derramado sobre él la plenitud de su EspÃritu, Salmo 45:7 . El EspÃritu de Dios, que vive en Cristo, habla de Ãl y, por lo tanto, no hay medida ni lÃmite para la sabidurÃa celestial que emana de Su boca. Y el amor del Padre por el Hijo lo ha impulsado a darle no solo el EspÃritu, sino a encomendar todas las cosas en Su mano.
Hay una comunicación inconmensurable de toda la plenitud del poder y la autoridad divinos del Padre al Hijo. Aquà tenemos un vistazo al secreto de la Trinidad. El Padre desde la eternidad da al Hijo Su EspÃritu, y el Hijo recibe todas las cosas de Su Padre en Su naturaleza humana, también el EspÃritu. Y, por tanto, el EspÃritu es tanto el del Hijo como el del Padre; Procede tanto del Padre como del Hijo.
Y asÃ, por la obra del Dios Uno y Trino, se da la fe, por la cual, a su vez, la vida eterna es una posesión definitiva y sin duda alguna. Es la fe en el Hijo lo que asegura la vida eterna. Por la fe en el Hijo, todo creyente se apropia de todos los dones y posesiones del Hijo. Pero el que se niega a creer en el Hijo, que no acepta el mensaje del Evangelio para su salvación, no verá la vida ganada y preparada también para él, no se convertirá en participante de esa vida en ninguna forma.
Permanecerá en muerte espiritual, y la ira de Dios, que está sobre todos los hijos de incredulidad, continuará sobre él. Estar bajo la ira de Dios sin cesar, esa es la muerte que hundirá a todos los incrédulos en la condenación eterna en el DÃa del Juicio. Ãsa es la maldición que la incredulidad trae sobre sà misma.
Resumen. Jesús predica la doctrina de la regeneración por el agua y el EspÃritu a Nicodemo, enseña a sus discÃpulos y los hace bautizar, y asà le da a Juan la oportunidad de un último gran testimonio acerca de su misión.