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Friday, July 18th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
Comentario del Pobre Hombre de Hawker Comentario del Pobre Hombre
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto CortesÃa de BibleSupport.com. Utilizado con Permiso.
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Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Corinthians 1". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-corinthians-1.html. 1828.
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Corinthians 1". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://studylight.org/
Whole Bible (30)New Testament (6)Individual Books (6)
VersÃculo 1
CONTENIDO
El Apóstol abre su EpÃstola de la manera habitual, con Saludos. Sostiene a Cristo y muy bienaventurado habla de su Cruz.
VersÃculos 1-3
(1) Pablo llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y nuestro hermano Sóstenes, (2) a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de Jesucristo nuestro Señor, tanto de ellos como nuestro: (3) Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Varias cosas muy importantes y de gran peso nos encontramos al comienzo de esta escritura. Pablo, aunque fue llamado por el mismo Jesús de las tinieblas a la luz, no habrÃa pensado que ésta era una ordenación suficiente para el ministerio, si no hubiera sido también llamado por el Señor a ser un apóstol. Por lo tanto, en el comienzo de su EpÃstola a los Corintios, menciona su llamado al Apostolado. Se une a sà mismo, en prueba de la humildad de su mente y su amor por los hermanos Sóstenes, a quien llama hermano.
Tenemos un relato de un Sóstenes, Hechos 18:17 , en ese momento el gobernante principal de la sinagoga, si esta es una y la misma persona (lo que de hecho parece probable, por ser del mismo lugar, Corinto), es Probablemente, desde ese perÃodo, se habÃa convertido a la fe del Evangelio. Pero lo que ruego que el lector considere más particularmente es la limitación especial que esta epÃstola tiene para la Iglesia de Corinto.
Pablo no escribe a los corintios como a los corintios; ni a los hombres de Corinto como de provincia o lugar; sino a la Iglesia de Dios entonces en Corinto. Es la Iglesia, no el mundo. Y esto es esencialmente necesario tenerlo en cuenta todo el tiempo, y a través de cada parte de esto, y todas las epÃstolas. Porque a la falta de atención a este importante punto, se le atribuye la grosera perversión y mala aplicación de ciertos pasajes aquà y allá esparcidos por los escritos apostólicos, al considerarlos como de significado general, cuando más evidentemente pertenecen, en especial referencia, sólo a la Iglesia de Dios, como por ejemplo.
En esta misma EpÃstola, 1 Corintios 15:22 , el Apóstol dice: Porque en Adán todos morimos, asà también en Cristo todos serán vivificados. Y ninguna verdad puede ser más firme, certera y segura cuando se aplica a los fieles en Cristo Jesús. Porque, como la Iglesia, asà como el mundo, está involucrado en la muerte común con toda la humanidad, a causa del pecado; asÃ, en virtud de la unión de la Iglesia con Cristo, la Iglesia se interesa igualmente en la vida, que es en Cristo Jesús y por Cristo.
Pero, ¿qué tiene esto que ver con los no regenerados y los que no tienen unión con Cristo Jesús? Debe haber una unión con Cristo, antes de que podamos tener comunión con Cristo. La Iglesia, asà como el mundo, prueban nuestra unión con Adán, por razón del pecado, y como tal participan igualmente en la muerte, que es la consecuencia segura del pecado. Y, si podemos igualmente probar nuestra unión con Cristo por medio de la regeneración, como lo hacemos con Adán por generación; entonces, y no más, tomamos para nosotros la bienaventuranza de esta Escritura: porque asà como en Adán todos mueren, asà también en Cristo todos serán vivificados.
Pero sin este testimonio, no tenemos parte ni suerte en el asunto. Ruego que el lector lo advierta especialmente, por su enorme importancia, no sólo en este lugar, sino en todos los escritos apostólicos. Es a la Iglesia que escribe Pablo. Y es de la Iglesia, cuando habla de privilegios en Cristo, habla Pablo.
Pero no debemos detenernos aquÃ. Se dice que la Iglesia está santificada en Cristo Jesús. Lo que significa santificación se muestra en otra parte, particularmente por Judas, cuando dice, santificado por Dios el Padre, preservado en Jesucristo y llamado, Judas 1:1 . La Iglesia de Dios en Cristo ha sido santificada, apartada, escogida y ordenada por Dios Padre antes de la fundación del mundo; y estos actos de Dios Padre en sus benditos oficios del pacto, incluyeron todo lo relacionado con la Iglesia, durante todo el tiempo-estado de la Iglesia, hasta que la gracia sea absorbida en gloria.
Para que Cristo sea hecho, (como lo expresa el cierre de este mismo capÃtulo), de Dios para la Iglesia, sabidurÃa, justicia, santificación y redención: 1 Corintios 1:30 . Véase también 1 Corintios 6:11 . Y qué visión tan bendita y completa lleva consigo esta santificación en Cristo Jesús, a través de todos los departamentos de la Iglesia, desde antes del mundo, a través de todo el perÃodo de tiempo, en y a través de todo el mundo eterno, al que la Iglesia se apresura?
Una palabra más. El Apóstol dice: Llamados a ser santos. ¡SÃ! Porque antes de este llamado, la Iglesia, aunque santificada por Dios el Padre, y desposada con Dios el Hijo, naciendo en la naturaleza de Adán de un estado pecaminoso y caÃdo, está en ese estado de pecado, y debe ser llamada a salir de este estado de la naturaleza a un estado de gracia, por el poder regenerador de Dios el EspÃritu Santo. Y hasta que esto se haga, la Iglesia no es llevada a sus altos privilegios, pero en cada instancia individual del cuerpo mÃstico de Cristo, está viviendo sin Dios y sin Cristo en el mundo.
Pero, cuando este acto soberano de Dios el EspÃritu Santo ha pasado sobre el alma de un pobre pecador, y el Señor el EspÃritu ha vivificado a uno de los pequeños de Cristo, a quien Dios el Padre habÃa escogido para santidad en Cristo antes de que el mundo comenzara, y cuya redención Cristo en el tiempo-estado de la Iglesia habÃa comprado con su sangre; entonces el hijo de Dios es llamado con un llamamiento santo, y de un pecador impÃo es hecho santo santo en Cristo, y trasladado del poder de las tinieblas al reino del amado Hijo de Dios, Efesios 1:4 ; 2 Timoteo 1:9 .
Y este estado bendito al que está llamada la Iglesia (como es de esperar que el lector percibirá), se vuelve eternamente seguro y protegido, siendo obra conjunta y procedente del amor, el propósito y la voluntad conjuntos de la totalidad. Personas de la Deidad. Y, por lo tanto, agrega el Apóstol, que no es a la Iglesia de Dios que está en Corinto solamente, sino a toda la Iglesia de Cristo, y a cada miembro individual de esa Iglesia en todo lugar, que invocan a Cristo, la Cabeza gloriosa común. de toda su Iglesia en el cielo y en la tierra.
Por cierto, una dulce insinuación (y que el lector no la pase por alto) del poder eterno y la divinidad de Cristo. Porque la invocación al Señor Jehová fue hecha por el Profeta como señal de salvación, en el dÃa grande y terrible del Señor). Y el Apóstol no solo en este lugar, sino en otros lugares, aplica esto a Cristo. Compare Joel 2:32 con Romanos 10:12 .
Y asà es la Iglesia de Cristo. Y a tales, y sólo a tales, Pablo envÃa esta EpÃstola, tanto a la de ellos, la Iglesia de Corinto, como a la nuestra, toda la Iglesia de Cristo en todo lugar, a quien el Apóstol envÃa su habitual bendición de gracia y paz, que incluye todas las bendiciones de el Pacto de todas las Personas de la Deidad. Hasta aquà la introducción de esta hermosa EpÃstola de Pablo, escrita a la Iglesia con su pluma, bajo el dictado inmediato de Dios el EspÃritu Santo.
Y he sido más particular en su introducción, para que el lector no sólo vea, que está dirigido a la Iglesia de Cristo, con especial referencia a la Iglesia, y no al mundo; pero también, cómo esa Iglesia es conocida por esas benditas marcas en aquellos que en todo lugar, asà como en Corinto, invocan el nombre de Jesucristo nuestro Señor, tanto el de ellos como el nuestro.
VersÃculos 4-9
(4) Doy gracias a mi Dios siempre por ustedes, por la gracia de Dios que les es dada por Jesucristo; (5) Que en todo sois enriquecidos por él, en toda expresión y en todo conocimiento; (6) Asà como el testimonio de Cristo fue confirmado en vosotros: (7) Para que no os quedéis atrás en ningún don; esperando la venida de nuestro Señor Jesucristo: (8) quien también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el dÃa de nuestro Señor Jesucristo. (9) Fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Lo que aquà se dice es tan claro; como para no necesitar comentarios; y tan bendecido, como cuando se abre al alma del regenerado por el EspÃritu Santo, que no necesita otro cariño. Deje que el lector lo mire una y otra vez, porque vale la pena leerlo todos los dÃas. Observe cómo el corazón mismo de Pablo se dirige en amor a la Iglesia, mientras bendice a Dios por su cuenta. Su misma alma parece estar conmovida en él, como podrÃa ser, que en un lugar como Corinto, Cristo tenÃa una Iglesia.
Y observe cómo se expresa el Apóstol en la ocasión. Doy gracias a Dios, dijo él, siempre en tu nombre. Y observe cómo se detiene en la causa de su acción de gracias. No fue por su número, entre los que profesaban una creencia en Cristo, en Corinto. PodrÃa haber muchos allÃ, como es de temer, y ha habido en todas las épocas de la Iglesia en otros lugares, que profesaban amar a Cristo, en quien no se habÃa producido ningún cambio por gracia.
No es la amplitud de una congregación lo que implica la prosperidad del alma. A veces se encuentra una gran delgadez en medio de pastos gordos de ordenanzas. Pablo no agradeció a su Dios y Salvador porque fueran muchos, sino por la gracia de Dios que les habÃa sido dada, por haber sido enriquecidos por el Señor y por el testimonio de Cristo confirmado en ellos. ¡Lector! busca en tu propia alma estas cosas, porque por ellas (y no por las cosas externas) viven los hombres, y en ellas está la vida del alma.
Y ruego al lector que no pase por alto en este dulce y precioso párrafo, cuán bienaventuradamente habla Pablo de la fidelidad de Dios y la seguridad eterna de la Iglesia en él. ¡Oh! ¡Qué pensamiento arrebatador para el alma es que Aquel que ha llamado a todo el cuerpo la Iglesia a una unión, unidad y comunión con Cristo en la gracia aquÃ, da una sinceridad y garantÃa de la continuidad eterna de ese interés, en todos La gloria comunicable de Cristo en el más allá.
¡Lector! tómalo como tu lema diario y llévalo en tu corazón dÃa a dÃa; Fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. El lector me perdonará; Espero, si invoco una indirecta antes de que él descarte esta parte del CapÃtulo que hemos repasado, que me dé cuenta de cuán dulcemente Pablo habla del nombre de su adorable Señor. No menos de diez veces, en los primeros diez versÃculos de este capÃtulo, ¿ha escrito su hermoso nombre? Parece colgarse de él, como la abeja de una flor dulce, donde la pequeña criatura encuentra tanto alimento para la miel, que aunque está tan cargado de lo que tiene, que apenas puede volar, queda tanto que no puede. Vete. Entonces Pablo se detuvo en el mismo nombre del Señor Jesús.
¡Y lector! PermÃtanme agregar que tal serÃa el amor de cada hijo de Dios, si tuviéramos el mismo conocimiento que tenÃa Pablo. ¡Que tú y yo busquemos ante todo del Señor un espÃritu de sabidurÃa y revelación en el conocimiento de él! Vea la oración de Pablo por la Iglesia, Efesios 1:15 hasta el final.
VersÃculos 10-17
(10) Ahora os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya divisiones entre vosotros; sino que estéis perfectamente unidos en la misma mente y en el mismo juicio. (11) Porque me ha sido declarado de vosotros, hermanos mÃos, por los que son de la casa de Cloé, que hay contiendas entre vosotros. (12) Ahora bien, esto digo, que todos ustedes dicen: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
(13) ¿Está Cristo dividido? ¿Fue crucificado Pablo por ti? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (14) Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de ustedes, sino a Crispo y Gayo; (15) Para que nadie diga que he bautizado en mi propio nombre. (16) Y también bauticé a la casa de Estéfanas; además, no sé si bauticé a algún otro. (17) Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabidurÃa de palabras, para que no se invalide la cruz de Cristo.
Prefiero buscar la gracia de Dios EspÃritu, para mejorar lo que aquà observó el Apóstol sobre las contiendas que estallan en la Iglesia de Corinto, en relación con las actuales debilidades del pueblo del Señor, que entrar en una indagación de la naturaleza de esas contiendas. fueron. Cierto es, que las Iglesias más puras tienen sus manchas, y con demasiada frecuencia, por la imperfección de todas las cosas aquà abajo, los hijos del Señor se caen por el camino.
En lugar de entrar en la discusión, ya sea que esas divisiones se refieran al bautismo de niños o adultos, al arrodillarse o sentarse en los servicios, la parcialidad hacia los ministros o las formas de adoración; Le rogarÃa al lector que observe conmigo el método que tomó Paul para curar esas disputas. Paul, ¿dije? no es asÃ, no es Pablo sino Dios el EspÃritu Santo quien habla por Pablo. El suyo es el oficio de glorificar a Cristo, y aquà lo ha hecho con la mayor bendición.
Todo lo que se hace, o se puede hacer, para bendecir a la Iglesia, sanar las divisiones y unir a todo el cuerpo en amor, solo puede ser en Cristo, la Cabeza gloriosa de quien fluye toda la gracia y en quien se encuentran todas las bendiciones. Y donde la fe en Cristo se basa en verdaderos actos vivos sobre su Persona, sangre y justicia, se encontrará un principio común que une y une a todo el cuerpo. Es digno de nuestra más cercana observación, que en esa dulce oración de recomendación del Señor Jesús, en la que antes de su muerte, el Señor entregó todo el cuerpo de la Iglesia en las manos de su Padre para que lo guardara, y de quien Jesús lo habÃa recibido; esto formó una parte muy seria, y por la cual el Señor repitió una y otra vez su deseo, que su Iglesia se mantuviera en dulce concordia y unión.
Santo Padre, (dijo Jesús), guarda en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Y el Señor repite la misma petición tres veces más en la parte posterior del mismo capÃtulo, Joh_17: 11; Joh_17: 21-23. Y es verdaderamente una bendición observar cómo los Apóstoles de este divino Señor, siguieron los mismos pasos al orar y estudiar fervientemente para lograr la unidad de la Iglesia.
Ver Romanos 15:5 ; Filipenses 2:1 ; Colosenses 3:12 ; 1 Pedro 3:8 ; 1 Juan 4:7 .
VersÃculos 18-29
(18) Porque la predicación de la cruz es locura para los que perecen; pero para nosotros los que somos salvos es poder de Dios. (19) Porque escrito está: Destruiré la sabidurÃa de los sabios, y destruiré la inteligencia de los prudentes. (20) ¿Dónde está el sabio? donde esta el escriba? ¿Dónde está el disputador de este mundo? ¿No ha enloquecido Dios la sabidurÃa de este mundo? (21) Porque después de que en la sabidurÃa de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabidurÃa, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
(22) Porque los judÃos piden señal, y los griegos buscan sabidurÃa. (23) Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, a los judÃos tropiezo ya los griegos locura; (24) pero para los llamados, asà judÃos como griegos, Cristo poder de Dios y sabidurÃa de Dios. (25) Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres; y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres. (26) Porque veis vuestra vocación, hermanos, que no son llamados muchos sabios según la carne, no muchos valientes, no muchos nobles; (27) sino que lo necio del mundo escogió Dios para confundir a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar lo poderoso; (28) Y lo vil del mundo y lo despreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es:
Seguramente, el Apóstol nunca podrÃa haber elegido una forma de palabras más feliz para describir la gran diferencia entre la sabidurÃa divina del Señor, manifestada en la salvación de la Iglesia en Cristo, y lo que se llama la sabidurÃa del mundo, que uniformemente lo rechaza y desprecia. Y lo vemos todos los dÃas. Si estas palabras de Pablo hubieran sido escritas ayer, no podrÃan exponer de manera más sorprendente los diferentes caracteres de los sin Cristo, despreciando la salvación por la cruz; y las almas preciosas, que enseñaron de Dios, lo reciben con los brazos abiertos, sabiendo por experiencia sincera, que es poder de Dios, y sabidurÃa de Dios, para salvación a todo aquel que cree.
¡Lector! esta es una de las muchas evidencias de los creyentes de la verdad del Evangelio. Aficionados como están algunos hombres, que todo el mundo sea creyente; el hijo de Dios perderÃa un testimonio muy sorprendente si fuera asÃ. Debe haber herejÃas entre ustedes, (dijo una que no se podÃa equivocar), para que las aprobadas se manifiesten entre ustedes. 1 Corintios 11:19 .
Nunca debe, nunca puede, cesar la ofensa de la cruz. Los hijos de la esclava siempre odiarán la doctrina de la cruz. El orgullo del corazón humano, la justicia propia de la naturaleza corrupta y sin humildad, siempre se rebelará contra ella. Y, si bien la cosa en sà es la sabidurÃa de Dios, la maravilla de los ángeles y el gozo eterno de los redimidos, tanto en el cielo como en la tierra; a los que perecen les parece necedad, y perecen en su necedad. Y a todos los tales, la palabra de Dios habla: ¡He aquÃ, despreciadores, maravillaos y perecid! porque yo hago una obra en vuestros dÃas, una obra que de ningún modo creeréis, aunque alguien os la declare. Hechos 13:41
¡Lector! ¿Qué misericordia distintiva es hacerse sabio para la salvación mediante la fe que es en Cristo Jesús? Y podemos ver, y de hecho vemos todos los dÃas, bajo cada ordenanza donde Cristo es predicado fiel y completamente, en las glorias de su Persona, y la plenitud de su salvación consumada, como la totalidad del propósito de gracia de Jehová, para el recuperación de su Iglesia y de su pueblo, y donde aquellos a quienes se les ha enseñado a sentir y conocer la plaga de su propio corazón; Cristo se convierte en el todo en todos, y todas sus almas se funden en el gozo santo, la adoración, el amor y la alabanza; No vemos menos a los sabios en su propia opinión, y a los prudentes en su propia opinión, volviéndose con las más amargas miradas de odio contra la doctrina de la cruz, y rechazando el consejo de Dios contra sus propias almas.
Cristo se convierte en piedra de tropiezo y piedra de escándalo, tanto ahora como para los judÃos de antaño. Asà el Señor declaró por medio de sus siervos los profetas que deberÃa ser; y alabado sea el Señor, que no se ha dejado sin testimonio: IsaÃas 29:14 e IsaÃas 33:18 .
Querido Jesús, dirÃa, cuán dulces son tus palabras para mi alma: ¡Bienaventurado el que no se ofende en mÃ! Mateo 11:6
Por las expresiones, la locura de Dios es más sabio que los hombres, y la debilidad de Dios más fuerte que los hombres, no debemos entender, como si implicara locura o debilidad en Dios. Pero el sentido es que lo que los carnales y los impÃos en su visión ciega consideran la locura y la debilidad de Cristo, y la salvación por medio de su cruz, es más alto en sabidurÃa, y más grande en poder que todo lo que el conocimiento humano pueda concebir.
De modo que lo que los hombres llaman necedad es, en la estima de Dios, una rica manifestación de su sabidurÃa y poder, al conquistar el pecado, la muerte, el infierno y la tumba, por los mismos medios que a la sabidurÃa humana les parece más inverosÃmil e improbable; por la muerte de Cristo venciendo a la muerte, y por resucitar de nuevo, abriendo a su pueblo el camino a la vida eterna. Y aquà se demostró la mayor sabidurÃa y poder de Dios.
SabidurÃa, para idear, y poder para lograr, por caminos tan inauditos e impensables; la recuperación de la Iglesia de la caÃda de la naturaleza en Adán; castigar el pecado y, sin embargo, perdonar al pecador; juzgar la fianza y liberar al principal; trayendo alabanza a Dios desde la salvación y dominando el pecado, que tiende a deshonrar al Señor; el mismo medio de producir un mayor ingreso de gloria, en y por la Persona, sufrimientos, muerte, resurrección, ascensión y reinado eterno de gracia aquÃ, y gloria en el más allá, del amado Hijo de Dios.
Ciertamente, todo corazón que conozca la bienaventuranza de estas cosas preciosas, se unirá al Apóstol y dirá, sin embargo, a los que perecen, todo es necedad; sin embargo, para nosotros los que somos salvos, Cristo, poder de Dios y sabidurÃa de Dios.
No debo permitir que la atención del lector se desvÃe de esta visión tan interesante que Dios, por el EspÃritu Santo, ha dado de la cruz de Cristo, como el poder de Dios y la sabidurÃa de Dios; antes de eso, primero le he pedido que me comente lo que también se dice de la gracia distintiva del Señor en el santo llamamiento. Cada parte de la Biblia, de hecho, está llena de lo mismo, porque la totalidad es de amor electivo, de principio a fin.
Pero aquÃ, el Señor el EspÃritu llama más especialmente a la Iglesia para que lo note. Los hermanos, participantes del llamamiento celestial, deben contemplarlo. Y, aunque se les manda que observen, que no son llamados muchos sabios según la carne, no muchos valientes, no muchos nobles; no menos se les enseña de sus propias circunstancias, a considerar, que en su llamado, fue la gracia manifestada a los necios, y a los débiles, y a las cosas viles del mundo.
¡Y lector! Les ruego que hagan una pausa y no se aparten ni un momento de la consideración de la Iglesia de Corinto en aquellos dÃas, en los que Pablo envió esta epÃstola, y que se lleven a casa la misma doctrina ahora, porque es igualmente válida en todas las edades del mundo. Iglesia. Tenemos razón para bendecir a Dios, que mientras él dice, no muchos son llamados de entre los grandes, nobles y sabios de la tierra, que el Señor no dijo, ninguno.
Porque, aunque pocos, ha habido algunos. En los dÃas del mismo Cristo, encontramos a José, un consejero honorable, ya Nicodemo entre los gobernantes de los judÃos. Pero, de hecho, en su mayor parte, encontramos al pueblo del Señor reunido entre los más humildes de la vida, pobres en circunstancias mundanas, asà como pobres en espÃritu, enriquecidos en fe y herederos del reino. Pero también debe observarse que las expresiones que utiliza aquà el Apóstol, cuando dice que no se llaman muchos sabios, ni valientes ni nobles, añade al término, no muchos sabios según la carne; y lo mismo según la carne, se unirá a los poderosos y a los nobles.
Porque su sabidurÃa mundana, su poderÃo y su nobleza son todos terrenales. No la sabidurÃa que hace sabia para la salvación, ni la potencia que se funda en la fuerza divina, ni la nobleza de alma que distingue a la Iglesia de Dios. AsÃ, igualmente, las tonterÃas del mundo, y los débiles y los viles, que son Elegidos, son tontos en la sabidurÃa mundana, y la polÃtica humana débil, y en todos sus propios logros viles y despreciados; pero en lo espiritual son sabios, fuertes y dignos.
El EspÃritu Santo de Pedro, los llama, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo peculiar. Y el Señor Jesús ordenó a Juan que los escribiera a las Iglesias, como hechos reyes y sacerdotes para Dios y su Padre: 1 Pedro 2:9 ; Apocalipsis 1:6 . ¡Lector! que sea tu felicidad y la mÃa; mediante la gracia, ser capacitado para entrar en la debida comprensión de esas palabras por parte del Apóstol, cuando dice: ¡Porque veis, hermanos, vuestra vocación!
VersÃculos 30-31
(30) Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabidurÃa, justicia, santificación y redención; (31) para que, según está escrito: El que se glorÃa, glorÃese en la Señor.
Ruego al lector que observe cuán bienaventuradamente se habla aquà de Cristo por el EspÃritu Santo, como hecho todas estas cosas para su pueblo, y eso por Dios mismo. No solo se dice que Cristo es la sabidurÃa, la justicia, la santificación y la redención de su Iglesia, sino que Dios lo ha hecho asÃ. AquÃ, de hecho, está la bienaventuranza del todo. Porque, cuando Dios el EspÃritu Santo conduce a un pobre pecador a Dios, en las perfecciones de Jesús; si se pregunta cómo, o con qué autoridad, la pobre criatura condenada a sà misma llega a las perfecciones de otro y no a las suyas propias. esta es la respuesta: esta es la garantÃa de la fe, Cristo es hecho por Dios para el alma estas cosas.
De modo que aquà está la autoridad en la que se unen todas las Personas de la Deidad. Dios el EspÃritu Santo, que regenera al pecador y lo convierte en una nueva criatura en Cristo Jesús, lo conduce al trono en la sabidurÃa, la justicia, la santificación y la redención de Cristo Jesús; y, enseñado por Dios el EspÃritu, el pecador regenerado suplica en Cristo, y por Cristo, sobre la base de la persona y obra de Cristo, para ser aceptado ante Dios, y en la palabra del pacto, el juramento y la promesa de Dios el Padre. ¿Y cómo, entonces, puede faltar a la justificación en el trono un alma que asà suplica la gracia de Dios, y la justicia de Cristo, como único medio de aceptación? ¿Quién no ve empañada toda la gloria humana y alabada la gracia divina, cuando como está escrito, el que se glorÃa, asà glorifica al Señor? Jeremias 9:23
¡Lector! deténgase un momento más sobre estos preciosos versÃculos, porque son los más preciosos. Tú y yo, tanto por naturaleza como por práctica, estamos tan perdidos y caÃdos en el estado de pecado y corrupción de Adán, que no solo somos miserablemente ciegos e ignorantes de nuestro estado por naturaleza, sino que no tenemos sentido de nuestra ruina. que hasta que Cristo, el sol de justicia, surgió sobre nuestras almas ignorantes, cuando alguno de nosotros estaba lejos de buscar la redención, ni siquiera sabÃamos que la necesitábamos.
¿Cuán bienaventurado es que Cristo fue hecho por Dios para nosotros sabidurÃa, para abrir a nuestra vista un sentido del pecado y hacernos sabios para la salvación? Pero no hubiera sido suficiente habernos hecho conscientes de nuestra miseria, y habernos instruido en el camino de obtener la salvación por medio de Cristo, si el mismo Señor que nos enseñó estas cosas preciosas, no nos hubiera enseñado también, que El que nos hizo de Cristo sabidurÃa, también a él lo hizo justicia nuestra.
¡Oh! la bienaventuranza, cuando un niño enseñado por Dios, puede decir: El Señor es mi justicia. Pero aquà de nuevo, un alma necesitaba algo más. El hijo de Dios, aunque renovado en alma, no se renueva en cuerpo. La carne codicia contra el espÃritu. Siento, gimo a diario bajo una sensación consciente de corrupción innata, innata. ¡Oh! la gracia, la misericordia, cuando mi Señor me enseñó que Cristo también es hecho de Dios santificación, y el que me justificó, como de gracia me santifica.
Y, finalmente, coronar todo y contrarrestar todos los ejercicios que en cualquier momento el pecado o Satanás, el mundo exterior o los miedos interiores, pudieran sugerir; Cuán bienaventuradamente viene esta escritura en nuestra ayuda, que Cristo no solo es sabidurÃa, justicia y santificación, sino redención, obras de Dios, y no del hombre. Dios provee, no el nuestro. Y el que da la cubierta, se la pone. Primero da una graciosa aceptación a las personas de su pueblo, en su amado Hijo; y luego los bendice con todas las bendiciones espirituales, en Cristo; para que sean santos e irreprensibles delante de él, en amor. ¡Gracias! ¡Gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo! 2 Corintios 2:14 .
VersÃculo 31
REFLEXIONES
¡LECTOR! PermÃtanos que usted y yo, al comenzar la lectura de este Libro inspirado de Dios el EspÃritu Santo, primero hagamos una pausa y bendiga al Autor Todopoderoso por dar una porción tan dulce y preciosa de su santa palabra a la Iglesia. ¡Oh! por la gracia, estar siempre pendiente de las huellas de Dios EspÃritu, que ha estado desde la primera formación de la Iglesia, hasta la hora presente, velando por ella, regándola en cada momento y guardándola, dÃa y noche.
Y, ¡oh! por gracia, mientras bendecimos a Dios por dar a su Iglesia algunos Apóstoles, y algunos Profetas, y algunos Evangelistas, y algunos Pastores y Maestros, para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; tener siempre presente que estos no son más que instrumentos; es el Señor mismo es el Ministro Todopoderoso, que preside su Iglesia: ¡porque todo esto obra que Uno y el mismo EspÃritu reparte a cada hombre individualmente como quiera! ¡Señor! de ti, que mi alma busque bendición en las labores de tu siervo.
Y lector, tampoco perdamos de vista la misericordia distintiva del Señor, en éste y en todos los escritos sagrados e inspirados enviados a la Iglesia. Es a la Iglesia de Cristo, son enviados; no al mundo. Son para los santificados, como muestra la apertura de este CapÃtulo, no para los no santificados: para los llamados a ser santos, no para aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida. ¡Oh! por gracia aquà también, para ver la misericordia del Señor hacia su Iglesia.
¡Y lector! PermÃtanos que usted y yo, al repasar las diversas partes hermosas y reconfortantes de este dulce CapÃtulo, observemos la preciosidad de Jesús en todo, su Persona, oficios, relaciones y carácter para su pueblo; las benditas enseñanzas de Dios el EspÃritu, al glorificar a Cristo Jesús a su vista; y la fidelidad de Dios el Padre, al llamar a su pueblo a la comunión de su Hijo, Jesucristo.
Y, ¡oh! por la dulce comunión y compañerismo con todas las Personas de la Deidad, en y por Cristo, en medio de toda la diversidad de formas y contiendas de las diversas Iglesias, como Corinto; nuestras almas pueden encontrarse descansando enteramente en Cristo. Y mientras la sabidurÃa carnal y el orgullo de los hombres del mundo consideran locura a Cristo y su cruz; podemos saber que el Señor Jesús es para nosotros, el poder de Dios y la sabidurÃa de Dios, para salvación a todo aquel que cree.
Tú a la verdad, oh Señor, en el caso de todos tus redimidos, escogiste al débil y al insensato, sÃ, lo vil, para confundir a los poderosos; pero la fuerza del Señor se manifiesta en la debilidad de las criaturas.Y te bendecimos, Dios nuestro, que como no tenemos nada y no somos nada en nosotros mismos, sÃ, peor que nada, en razón de la ignorancia, el pecado y la impiedad: Cristo. es hecho de Dios para nosotros, todo lo que necesitamos, para la gracia aquà y la gloria en el más allá. Cristo es nuestra sabidurÃa, justicia, santificación y redención: ¡y toda nuestra gloria está en el Señor!