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Thursday, July 17th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
Comentario CrÃtico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar Comentario CrÃtico Sin Abreviar
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en dominio público.
Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Matthew 6". "Comentario CrÃtico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar". https://studylight.org/commentaries/spa/jfu/matthew-6.html. 1871-8.
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Matthew 6". "Comentario CrÃtico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar". https://studylight.org/
Whole Bible (33)New Testament (6)Gospels Only (1)Individual Books (3)
VersÃculos 1-34
CAPITULO 6SERMON DEL MONTE.-Continuación. Vers. 1-18. MAS ILUSTRACIONES ACERCA DE LA JUSTICIA DEL REINO-SU CARENCIA DE OSTENTACION. Advertencia general contra la ostentación en los deberes religiosos (v. 1).
1. Mirad que no hagáis vuestra justicia-En la versión recibida inglesa se usa la palabra âlimosnaâ en vez de âjusticiaâ. La autoridad externa para ambas lecciones es casi igual; pero la evidencia interna favorece decididamente a âjusticiaâ. Siendo el tema del v. 2 la limosna, esa palabra muy parecida a la otra en griego, podrÃa fácilmente ser sustituÃda por ella por el copiador del manuscrito; mientras que lo contrario no serÃa tan probable. Pero favorece aun más la palabra âjusticiaâ, el hecho de que al leer asà el primer versÃculo, âla justiciaâ viene a ser un encabezamiento general para toda esta sección del discurso, que inculca la idea de alejamiento de toda ostentación en todos los hechos de justicia; y la limosna, la oración y el ayuno, en este caso, se presentan como ejemplos seleccionados de esta justicia. Mientras que si leemos âno hagáis vuestras limosnasâ, etc., este primer versÃculo tendrÃa referencia a ese punto unicamente. Debemos entender que âjusticiaâ en este caso significa esa misma justicia del reino de los cielos, cuyos aspectos especiales, en contraste con las perversiones tradicionales de la misma, el objeto de este discuso es hacer destacar, esa misma justicia de la cual dice el Señor: âSi vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielosâ (cap. 5:20). El âhacerâ esta justicia era una expresión bien entendida. Por ejemplo: âDichosos ⦠los que hacen justicia en todo tiempoâ (Psa 106:3). Aquà se hace referencia a los actos de justicia en la vida, las expresiones de una naturaleza bondadosa, y de estos actos el Señor más tarde dijo a sus discÃpulos: âEn esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto; y seáis asà mis discÃpulos (Joh 15:8). delante de los hombres, para ser vistos de ellos-con la idea o intención de ser vistos por ellos. Véase la misma expresión en el cap. 5:28. Es verdad que él les habÃa requerido que dejasen brillar su luz delante de los hombres para que pudiesen ver sus buenas obras y glorificaran al Padre que está en los cielos (cap. 5:16). Pero esto está de acuerdo con la idea de no hacer un despliegue de nuestra propia justicia para nuestra glorificación. En realidad, practicar la justicia implica el no hacer ostentación de ella. de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos-Cuando hacemos todo lo que es nuestro deber para con Dios, quien en primer lugar lo exige y luego lo juzga, él se cuidará de que sea debidamente reconocido; pero cuando se realiza únicamente para hacer ostentación del cumplimiento de tal deber, Dios no lo puede reconocer, ni siquiera se detiene a juzgarlo; pues Dios acepta sólo lo que se hace teniéndolo a él en cuenta. Este versÃculo asiente el principio general, del cual siguen ahora tres ilustraciones.
La Limosna (vv. 2-4).
2. Cuando pues haces limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti-Esta última expresión debe tomarse en sentido figurado y significa publicar la limosna dada. como hacen los hipócritas-Esta palabra, tan frecuentemente usada en nuestras Escrituras, significa primeramente uno que hace el papel de actor, y luego, uno que aparenta ser lo que no es (como aquÃ), o encubre lo que realmente es (como en Luk 12:1-2). en las sinagogas y en las plazas-los lugares de reunión religiosa y secular. para ser estimados de los hombres: de cierto os digo-En solemnes expresiones como esta última, es el Legislador y el Juez quien nos habla. que ya tienen su recompensa-Todo lo que ellos deseaban era el aplauso humano y lo consiguieron; y eso será todo lo que obtendrán jamás.
3. Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha-Lejos de exhibirla en público, ni siquiera te solaces en ella en tus pensamientos, no sea que contribuya al orgullo espiritual.
4. Para que sea tu limosna en secreto: y tu Padre que ve en secreto, él te recompensará en público-Véase 1Ti 5:25; Rom 2:16; 1Co 4:5.
La Oración (vv. 5, 6).
5. cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie [véase v. 2], para ser vistos de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su pago-La postura de pie al orar, era la práctica antigua, tanto de los judÃos como de la iglesia cristiana primitiva, como bien lo saben los que han estudiado este asunto. Pero claro está que esta postura conspicua abrÃa las puertas a la ostentación.
6. Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara [un lugar de retiro], y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público-Es evidente que lo que aquà se condena no es la oración en público. Esta puede ser ofrecida en cualquier circunstancia si no es inspirada por un sentimiento de ostentación, sino que es dictada por el gran principio de la oración en sÃ. Lo que aquà se enseña es el carácter modesto de la verdadera oración.
Indicaciones Suplementarias, y un Modelo de Oración (vv. 7-15).
7. Y orando, no seáis prolijos-âNo seáis charlatanesâ, serÃa una traducción mejor, tanto por la forma de la palabra en el original, la cual trata de imitar el sonido de una charla, como por el sentido, pues expresa no tanto la repetición de las mismas palabras como una absurda multiplicación de ellas, como se ye por lo que sigue. como los Gentiles; que piensan que por su parlerÃa serán oÃdos-Este método de devoción pagana se observa todavÃa por los hindúes y mahometanos. Lightfoot dice que los judÃos tenÃan una máxima que decÃa: âTodo aquel que multiplica la oración, es oÃdoâ. En la Iglesia de Roma no sólo se practica en una forma exagerada, sino que, como Tholuck bien lo observa, la misma oración que el Señor dió como un antÃdoto para las vanas repeticiones, es la más abusada con este propósito supersticioso. Se considera de mayor mérito el mayor número de repeticiones que de ella se hagan. ¿No es precisamente este aspecto caracterÃstico de la devoción pagana el que el Señor condena aquÃ? Pero el orar mucho y el usar algunas veces las mismas palabras, no se condena aquÃ, y cuenta con el mismo ejemplo del Señor.
8. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis-Por lo tanto él no necesita ser informado de nuestras necesidades, ni movido por nuestra incesante oración, para atenderlas. ¡Qué concepto de Dios tenemos aquÃ, en contraste con los dioses de los paganos! Pero téngase bien presente que no se refiere a Dios como el Padre general de la humanidad cuando nuestro Señor dice: âVuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáisâ; porque no es a los hombres como tales a quienes se dirige en este discurso sino a sus propios discÃpulos: los pobres en espÃritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, los que permiten que se diga de ellos toda suerte de mal por causa del Hijo del hombre. En una palabra, se trata de los hijos de Dios, los cuales han sido regenerados y miran los intereses de su Padre como suyos propios, a quienes se les asegura aquà que su Padre, por su parte, hará suyos los intereses de ellos, y no necesita que se le recuerden ni que se le comuniquen las necesidades de ellos. Y, sin embargo, él desea que sus hijos oren, y añade sus provisiones prometidas a la petición que ellos hagan por ellas; y de este modo nos anima a acercarnos a él y a mantenernos a su lado, a hablar y a andar con él, a abrirle a él todos nuestros asuntos y asegurarnos de que pidiendo asÃ, recibiremos, buscando asà hallaremos, llamando asà se nos abrirá.
9. Vosotros pues, oraréis asÃ-El pronombre vosotros lleva énfasis aquÃ, en contraste con las oraciones de los paganos. Que esta incomparable oración fué dada no sólo como modelo sino como forma, se puede entender teniendo en cuenta su propia naturaleza. Si consistiese solamente en sugestiones o direcciones para orar, serÃa usada meramente como un manual; pero, observando que se trata de una oración real, designada para mostrar cuánto podrÃa ser comprimida la verdadera oración en el mÃnimo número de palabras, y. sin embargo, permanecer como oración, tanto más incomparable por eso mismo, es extraño que haya duda sobre si podrÃamos recitar esa misma oración. Ciertamente las palabras con las cuales es introducida la segunda vez, y en forma algo distinta, en Luk 11:2, deben satisfacer este punto: âCuando orareis, decid: Padre nuestroâ. Sin embargo, ya que la segunda forma varÃa considerablemente de la primera, y ya que no se conoce ningún ejemplo de su uso, ni ninguna cita o fraseologÃa de la misma en el resto del Nuevo Testamento, debemos cuidarnos de usarla con espÃritu supersticioso. Cuán temprano empezó a aparecer en los cultos de la iglesia, y a qué extremos más tarde fué llevada, las personas entendidas en historia eclesiástica lo saben. El espÃritu que produjo este abuso tampoco ha desaparecido de algunas ramas del protestantismo, aun cuando el extremo opuesto, igualmente condenable, se halla en algunas otras ramas.
La Oración Modelo (vv. 9-13). De acuerdo con los âpadresâ latinos y la Iglesia Luterana, las peticiones de la oración del Señor son siete; según los âpadresâ griegos, la Iglesia Reformada y los teólogos de West-minster, son solamente seis, considerándose las últimas dos como una, lo que nos parece menos correcto. Las primeras tres tienen que ver exclusivamente con Dios: âSantificado sea tu nombreâ; âvenga tu reinoâ; âhágase tu voluntadâ. Aparecen en escala descendente, pasando de su propia persona a su manifestación en su reino; y de su reino a la plena sujeción de sus súbditos, o la plena ejecución de su voluntad. Las cuatro peticiones restantes tienen que ver con nosotros mismos: âDanos hoy nuestro pan cotidianoâ; âperdónanos nuestras deudasâ; âno nos metas en tentaciónâ; âlÃbranos del malâ. Pero estas últimas peticiones aparecen en una escala ascendente, pasando de las necesidades corporales diarias a la liberación final de todo mal.
La Invocación (v. 9). Padre nuestro que estás en los cielos-En la primera parte de esta cláusula expresamos la cercanÃa de Dios con respecto a nosotros; en la segunda, su lejanÃa de nosotros. (Véase Ecclesiastés 5:2; Isa 66:1). Una familiaridad santa y amorosa expresa la primera parte; una grandiosa reverencia, la segunda. Llamándole âPadreâ, expresamos un parentesco que todos hemos conocido y sentido desde nuestra infancia; pero llamándole âPadre nuestro que estás en los cielosâ, hacemos un contraste entre él y los padres que todos conocemos aquà abajo, y por esto elevamos nuestras almas a aquel âcieloâ donde él mora, y a aquella majestad y gloria que existen allà como en casa propia. Estas primeras palabras de la oración del Señor, esta invocación con que comienza, ¡qué brillantez y qué calor arroja sobre toda la oración, y a qué región tan serena conduce al creyente que ora, al hijo de Dios que se acerca a él! Es cierto que la paternidad de Dios para con su pueblo no es desconocida en el Antiguo Testamento. (Véase Deu 32:6; Psa 103:13; Isa 63:16; Jer 3:4, Jer 3:19; Mal 1:6; Mal 2:10). Pero éstos no son más que vislumbres o, como Exo 33:23 lo expresa, âlas espaldasâ de Dios en comparación con âla cara descubiertaâ de nuestro Padre revelada en Jesús. (Véase Nota, 2Co 3:18). No es por demás decir que la idea que el Señor da a través de este largo discurso suyo, al usar la expresión âPadre nuestro que estás en los cielosâ, empequeñece todo lo que jamás habÃa sido enseñado, aun por la propia palabra de Dios, o concebido por sus santos sobre este tema.
Primera Petición (v. 9). santificado sea-Es decir, sea tenido en reverencia; mirado y tratado como santo. tu nombre-El nombre de Dios significa su misma personalidad revelada y manifestada. En todas partes en las Escrituras, Dios define y señala la fe y el amor y la reverencia y la obediencia que él espera de los hombres, mediante sus manifestaciones a ellos, acerca de lo que él es; tanto para alejar conceptos falsos acerca de él, como para que toda la devoción de su pueblo tome la forma y el matiz de su propia enseñanza.
La Segunda Petición:
10. Venga tu reino-El reino de Dios es aquel reino moral y espiritual que el Dios de la gracia está levantando en este mundo caÃdo, los súbditos del cual son todos aquellos que de corazón han sido sujetos a su glorioso cetro, y del cual su Hijo Jesús es la gloriosa cabeza. En su realidad interna este reino existió siempre desde que hubo hombres que âcaminaron con Diosâ (Gen 5:24), y âesperaron su salvaciónâ (Gen 49:18); que estaban âcontinuamente con él, sostenidos por su diestraâ (Psa 73:23), y que aun en el valle de sombra de muerte, no temÃan mal alguno, cuando él estaba con ellos (Psa 23:4). El advenimiento del MesÃas fué un aviso de que el reino visible se acercaba. Su muerte colocó los profundos cimientos del reino; su ascensión a lo alto, âcautivando la cautividad y tomando dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habitase entre ellos el Señor Diosâ; y la lluvia pentecostal del EspÃritu, mediante la cual esos dones para los hombres descendieron sobre los rebeldes y el Señor Dios fué visto en la persona de miles y miles, âhabitandoâ entre los hombres, fueron aspectos de la gloriosa venida de su reino. Pero todavÃa está por llegar, y esta petición, âvenga tu reinoâ, debe continuar mientras exista un solo súbdito que deba ser introducido en este reino. Pero ¿no se extiende esta oración más adelante todavÃa, hasta âla gloria que ha de ser reveladaâ, hasta la etapa del reino llamada âel reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristoâ (2Pe 1:11)? Quizá no directamente, en vista de que la petición que sigue, âSea hecha tu voluntad, como en el cielo, asà también en la tierraâ. hace referencia a este estado presente de imperfección. Sin embargo, la mente rehusa ser circunscrita por etapas y gradaciones, y en el acto de orar, âvenga tu reinoâ, irresistiblemente extiende las alas de su fe y de su esperanza gozosa hacia la consumación final y gloriosa del reino de Dios.
La Tercera Petición: Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, asà también en la tierra-Que asà como su voluntad es hecha en el cielo, con tanta alegrÃa, tan constante y tan perfectamente, asà también sea hecha en la tierra. Pero alguno preguntará: ¿Ocurrirá esto alguna vez? Contestamos: Si los ânuevos cielosâ y la ânueva tierraâ han de ser solamente nuestro actual sistema material purificado por el fuego y transfigurado, claro que sÃ. Pero nos inclinamos a pensar que la aspiración en esta hermosa súplica no tiene referencia directa a un cumplimiento orgánico semejante, y no es más que el anhelo espontáneo e irresistible del alma renovada, puesto en palabras, de ver toda la tierra habitada en plena conformidad con la voluntad de Dios. No es necesario saber si eso sucederá alguna vez, o si puede suceder, para que se pueda ofrecer esta oración. Ella debe dar salida a sus santos deseos, y esto no es más que la atrevida y simple expresión de ellos. El Antiguo Testamento no carece de oraciones que se asemejan a ésta (Psa 7:9; Psa 7:67; Psa 72:19, etc.).
La Cuarta Petición:
11. Danos hoy nuestro pan cotidiano-La palabra compuesta que aquà se traduce âcotidianoâ, no aparece en ningún otro lugar, ya sea en el griego clásico o sagrado; de modo que tiene que ser interpretada por la analogÃa de sus partes componentes. Pero en este punto los criticos están divididos. A los que dicen que significa, âDanos hoy el pan de mañanaâ, como si el sentido de esta manera concordara con el de Lucas (Psa 11:3), âde cada dÃaâ, o âdÃa por dÃaâ (según Bengel, Meyer, etc.), se les puede contestar que el sentido que de esta manera se sugiere es apenas inteligible; que la expresión âel pan de mañanaâ no es lo mismo que âel pan de cada dÃaâ, y que entenderlo asà parecerÃa contradecir el v. 34. La gran mayorÃa de los mejores crÃticos (que miran esta palabra como compuesta de ousÃa, que significa âsubstanciaâ, o âexistenciaâ) por ella entienden âel sostén de la vidaâ, el pan de subsistencia; y entonces el sentido será: âDanos hoy el pan que las necesidades de hoy requieranâ. En tal caso, la traducción de nuestra versión (según la Vulgata, Lutero y algunos de los mejores crÃticos modernos), ânuestro pan cotidianoâ, es. en ese sentido, bastante correcta. (Véase Pro 30:8). Entre los comentadores, desde el principio, se manifestaba una tendencia a entender ésta como una petición por el pan celestial, o alimentación espiritual; y con ellos han estado de acuerdo muchos competentes expositores modernos, aun hasta nuestros tiempos. Pero esto es antinatural, pues priva a los creyentes de uno de sus privilegios más hermosos: el de echar sus necesidades corporales sobre el Padre celestial por medio de una petición sencilla. Sin duda, la mente espiritual se elevará naturalmente, en pensamiento, de âla comida que pereceâ a aquella âcomida que a vida eterna permaneceâ. Pero que baste concluir que esta petición acerca de nuestras necesidades corporales sugiere irresistiblemente una petición superior; y no nos privemos, mediante una espiritualidad mórbida, de la única petición que aparece en la oración modelo, por aquella provisión corporal que, según lo muestra en lo que sigue de este discurso, nuestro Padre celestial guarda en lo más recóndito de su corazón. Al limitar nuestras súplicas, sin embargo, a la provisión para cada dÃa, ¡qué espÃritu de dependencia infantil, exige e inspira nuestro Señor!
La Quinta Petición:
12. Y perdónanos nuestras deudas-He aquà una interpretación del pecado de vital importancia, pues hace que él sea una ofensa contra Dios que demanda una reparación a sus violados derechos a nuestra absoluta sujeción. Como el deudor en manos del acreedor, asà es el pecador en las manos de Dios. Este concepto del pecado, en efecto, se habÃa presentado ya en este discurso, en la advertencia de que nos reconciliásemos con nuestro adversario pronto, a fin de que no se pronunciara contra nosotros sentencia, condenándonos a encarcelamientos hasta pagar el último maravedà (cap. 5:25, 26). Esta advertencia aparece repetidas veces en las enseñanzas subsiguientes de nuestro Señor, como en la parábola del Acreedor y sus Dos Deudores (Luk 7:41, sig.), en la del Deudor Despiadado (cap. 18:23, sig.). Pero al agregarla a este breve modelo de oración, y como la primera de estas tres peticiones que tienen que ver con el pecado, nuestro Señor nos enseña, de la manera más enfática concebible, a considerar como principal y fundamental este concepto del pecado. Dicho concepto nos impele a buscar el perdón, el cual no quita la mancha del pecado de nuestro corazón, ni tampoco nos quita el justo temor de la ira de Dios ni las indignas sospechas de su amor (lo cual es todo lo que, según dicen algunos, nos preocupa), sino que aparta de la mente de Dios mismo, su desagrado contra nosotros por causa del pecado, o, para retener la comparación, borra o cancela de su âlibro de memoriasâ todo registro contra nosotros por el pecado. como también nosotros perdonamos a nuestros deudores-Aquà hallamos el mismo concepto tocante al pecado; solamente que ahora es transferido a la región de las ofensas hechas y recibidas entre hombre y hombre. Después de lo dicho en cap. 5:7, no se pensará que el Señor enseñe aquà que nuestro ejercicio del perdón para con nuestro prójimo absolutamente preceda y sea la base propia del perdón de Dios para nosotros. Su enseñanza, como la de todas las Escrituras, es del todo contrario a esto. Pero asà como nadie razonablemente puede imaginarse ser el objeto del perdón divino, si deliberada y habitualmente no tiene espÃritu perdonador para con sus semejantes, asà es una hermosa provisión el hacer que el derecho nuestro de pedir y esperar diariamente el perdón de nuestras faltas, y nuestra absolución final al entrar al reino en el gran dÃa, sean dependientes de nuestra disposición para perdonar a nuestros semejantes, y nuestra prontitud para protestar ante el Escudriñador de corazones de que en realidad los hemos perdonado (Véase Mar 11:25-26). Dios ve su propia imagen reflejada en sus hijos perdonadores; asà que, pedir a Dios lo que nosotros no concedemos a los hombres, serÃa lo mismo que insultarle. Tanto énfasis hace nuestro Señor en esto, que inmediatamente al terminar esta oración, es éste el único punto de la oración al cual vuelve (v. 14, 15), con el fin de asegurarnos de que la actitud de Dios hacia nosotros en este asunto del perdón, será exactamente como haya sido la nuestra.
La Sexta Petición:
13. Y no nos metas en tentación-Quien sinceramente busca el perdón de sus pecados pasados, y tiene la seguridad del perdón, se esforzará por evitar el cometerlos en el futuro. Pero conscientes de que, âqueriendo yo hacer el bien,⦠el mal está en mÃâ, se nos enseña a hacer esta sexta petición, que viene naturalmente al final de la anterior y, en efecto, fluye de ella instintivamente en el corazón de todo creyente sincero. Hay alguna dificultad al interpretar esta petición, ya que es cierto que Dios conduce a su pueblo, como en el caso de Abrahán y de Cristo mismo, a circunstancias diseñadas para tentarlos, o para probar la firmeza de su fe. Algunos comentaristas consideran esta petición como sencillamente una expresión humilde de nuestra desconfianza en nosotros mismos, y como nuestro temor instintivo ante el peligro; pero esta opinión nos parece demasiado débil. Otros la entienden como una oración para no ceder a la tentación y, por lo tanto, equivalente a un pedido de apoyo y libramiento cuando somos tentados; pero esto parece ir más allá del fin indicado. Nosotros nos inclinamos a entenderla como una oración para no ser inducidos o arrastrados, por nuestra voluntad propia, a la tentación, a lo cual la palabra aquà empleada parece dar algún apoyo: âno nos metasâ. Esta interpretación mientras que no pone en nuestra boca una oración para no ser tentados, lo cual es algo que el proceder divino no garantiza, tampoco cambia el sentido de la petición a una súplica por apoyo al estar bajo la tentación, lo que estas palabras difÃcilmente significarÃan; pero nos da un objeto definido para la oración, en cuanto a la tentación, que entre todos los ruegos es el más necesario. Fué precisamente esto lo que necesitaba y dejó de pedir Pedro, cuando de su propia iniciativa v a pesar de las dificultades se metió en el palacio del sumo sacerdote, y donde, una vez absorbido en el escenario y ambiente de la tentación, cayó tan miserablemente. Si es asÃ, ¿no parece bien claro que fué exactamente esto por lo cual el Señor querÃa que sus discÃpulos orasen, cuando en el huerto les dijo: âVelad y orad, para que no entréis en tentaciónâ? (cap. 26:41).
La Séptima Petición: mas lÃbranos del mal-No vemos motivo justo para considerar ésta como la segunda mitad de la sexta petición. Con mucha más razón podrÃan considerarse la segunda y la tercera peticiones como una sola. La conjunción âmasâ que une las peticiones sexta y séptima, es motivo insuficiente para considerarlas como una sola, aunque sà es suficiente para mostrar que el un pensamiento sigue naturalmente al otro. Como la frase âdel malâ también puede traducirse âdel maloâ, un buen número de crÃticos competentes creen que se hace referencia al diablo, especialmente porque sigue inmediatamente después de mencionar la âtentaciónâ. Pero el carácter amplio de estas peticiones breves, y el lugar donde aparece ésta, como si en ella todos nuestros deseos se extinguen, nos parece contrario a una interpretación tan limitada. Asimismo, no puede haber alguna duda razonable de que el apóstol Pablo, en algunas de las últimas frases que escribió antes de ser sacado de la cárcel para sufrir por su Señor, se refiere a esta misma petición al usar un lenguaje de tranquila seguridad: âY el Señor me librará de toda obra mala (compárese el griego de los dos pasajes), y me preservará para su reino celestialâ (2Ti 4:18). Esta petición final, pues, se entiende correctamente sólo cuando es considerada como una oración por el libramiento de todo mal, de cualquier clase que sea, no sólo del pecado, sino de todos los efectos de él, plena y finalmente. Con esta petición nuestras oraciones terminan propiamente, pues ¿qué podemos desear que no incluya esta petición? porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén-Si se pudiera confiar en la evidencia externa, creemos que esta doxologÃa difÃcilmente puede considerarse como parte del texto original. Falta en todos los manuscritos más antiguos; falta en la versión Vieja Latina y en la Vulgata: la primera que se remonta hasta mediados del segundo siglo, y la segunda que es una revisión de aquélla hecha por Jerónimo en el siglo cuarto, quien era un crÃtico muy reverencial y conservador como también competente e imparcial. Debido a esto, es de esperarse que esta doxologÃa fuese pasada por alto por los comentadores latinos más antiguos; pero aun los comentadores griegos, cuando comentaban esta oración, hacÃan caso omiso de esta doxologÃa. Por otra parte esta doxologÃa se halla en la mayorÃa de los manuscritos, aunque no en los más antiguos; se encuentra en todas las versiones sirÃacas, aun en la Péshita (que se remonta tal vez hasta el siglo segundo, aunque en esta versión falta el âaménâ, del cual la doxologÃa, en caso de ser genuina, difÃcilmente habrÃa carecido; se halla en la versión SahÃdica, o Tebaica, hecha por los cristianos del Egipto Superior, posiblemente tan temprano como la versión Vieja Latina; y se halla en la mayorÃa de las versiones posteriores. Pesando todas las evidencias a favor y en contra, nos parece que es más probable que la doxologÃa no formara parte del texto original.
14. Porque si perdonareis a los hombres, etc. 15. Mas si no perdonareis, etc.-Véase Nota, v. 12.
El Ayuno (v. 16-18). Habiendo terminado sus indicaciones suplementarias sobre el tema de la Oración con este Modelo Divino, nuestro Señor ahora vuelve al tema de la ostentación al efectuar nuestras obras de justicia, para dar una ilustración más de ella con respecto a los ayunos.
16. Y cuando ayunáis-refiriéndose probablemente al ayuno privado y voluntario, el cual habÃa de ser regulado por cada persona para sà misma, aunque en espÃritu las indicaciones del Señor serÃan aplicables a todo ayuno. no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros-literalmente, âhacen invisiblesâ; bien traducido también âdesfiguradosâ, o âafeadosâ. SolÃan andar desalinados y con cenizas en la cabeza. para parecer a los hombres que ayunan-No era el hecho, sino el crédito por el hecho, lo que ellos buscaban, y con este propósito aquellos hipócritas multiplicaban sus ayunos. Y ¿están libres de corrupción los ayunos agotadores de la Iglesia de Roma y de los protestantes romanizantes? de cierto os digo, que ya tienen su pago. 17. Mas tú, caundo ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro-como solÃan hacer los judÃos, excepto cuando estaban de luto (Dan 10:3); de modo que el sentido es: âPreséntate como de costumbreâ, para no atraer la atención.
18. Para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público-La expresión âen públicoâ parece evidentemente una añadidura posterior al texto de este versÃculo, tomada de los vv. 4, 7, aunque sà se da a entender esta idea.
19-34. ILUSTRACIONES FINALES DE LA JUSTICIA DEL REINO-LA PROPENSION CELESTIAL Y LA CONFIANZA FILIAL.
19. No os hagáis-no amontonéis con un espiritu de mezquindad. tesoros en la tierra, donde la polilla-insecto que come la ropa. Los tesoros orientales, que consistÃan en parte en ropas costosas guardadas ( Job 27:16), corrÃan el peligro de ser consumidas por la, polilla ( Job 13:28; Isa 50:9; Isa 51:8). En Jam 5:2 hay una evidente referencia a estas palabras del Señor. y el orÃn-cualquier proceso de carcomer o consumir. corrompe-âhace desaparecerâ. Por esta referencia a la polilla y al orÃn el Señor querÃa enseñar lo perecedero de tales tesoros terrenales. y donde ladrones minan y hurtan-¡Cuán precarios son estos tesoros!
20. Mas haceos tesoros en el cielo-El lenguaje en Luk 12:33 es muy atrevido: âVended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca faltaâ, etc. donde ni polilla ni orÃn corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan-¡Tesoros estos imperecederos e inexpugnables (compárese Col 3:2).
21. Porque donde estuviere vuestro tesoro-lo que más apreciáis-allà estará vuestro corazón-âTu tesoroâ, âtu corazónâ es probablemente la lección correcta aquÃ. La palabra âvuestroâ parece haber sido traÃda de Luk 12:34. Aunque es obvia la verdad de esta máxima, es prácticamente desatendida por las multitudes que profesan acatar las enseñanzas de Cristo. âLo que el hombre ama,â dice Lutero, âaquello es su Dios, porque lo lleva en su corazón, anda con ello dÃa y noche, duerme con ello y despierta con ello; sea lo que fuere: riqueza o dinero, placer o renombreâ. Pero el âatesorarâ en sà no es pecaminoso, más bien en algunos casos es recomendado (2Co 12:14), y como la industria legÃtima y el espÃritu emprendedor son recompensados por la prosperidad, muchos se halagan creyendo que todo está bien entre ellos y Dios, mientras dedican su atención más cuidadosa, sus ansias, su celo y su tiempo a estas ocupaciones. Para poner en claro esto, el Señor agrega lo que sigue, en lo cual hay una profunda sabidurÃa práctica.
22. La lámpara del cuerpo es el ojo: asà que, si tu ojo fuere sincero-âsimpleâ, âclaroâ. Con referencia al ojo externo, esto quiere decir sanidad; especialmente, que no mira en dos direcciones. AquÃ, como en el griego clásico, se usa figuradamente para indicar la sencillez del ojo interior, que tiene un solo objetivo, al cual mira directamente, como contrario al hecho de tener dos fines en vista. (Véase Pro 4:25-27). todo tu cuerpo será luminoso-âiluminadoâ, o âalumbradoâ. Asà como con la vista material, el hombre que mira con ojos buenos y sanos, camina en la luz, viendo claramente todo objeto, asà un propósito simple y persistente de servir y agradar a Dios en todo, hará que todo el carácter sea consistente y luminoso.
23. Mas si tu ojo fuere malo-âenfermoâ-todo tu cuerpo será tenebroso-âobscurecidoâ. Asà como el ojo enfermo, o un ojo que no mira derecho a su objeto, no ve nada tal como es, asà una mente y un corazón divididos entre el cielo y la tierra, están entenebrecidos. Asà que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?-La conciencia es la facultad reguladora en el hombre, y el propósito Ãntimo que hay en él, el alcance y meta de su vida, son los que determinan su carácter; y si éstos no son simples y dirigidos hacia el cielo, sino torcidos y dobles, ¿qué han de ser las demás facultades y principios de nuestra naturaleza, los cuales toman su dirección y carácter de aquéllos? ¿Y qué ha de ser el hombre todo y la vida toda sino una masa de obscuridad? En Luk 11:36, encontramos esta misma enseñanza presentada de manera opuesta y las percepciones más puras, hermosas y amplias impartidas por la claridad del ojo interior: âAsà que, siendo todo tu cuerpo resplandeciente, no teniendo ninguna parte de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una antorcha de resplandor te alumbra.â Ahora, he aquà la aplicación de esto.
24. Ninguno puede servir-La palabra quiere decir, âpertenecer enteramente a alguien y estar completamente bajo sus órdenesâ-a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro-Aunque los dos señores sean de un mismo carácter y tengan un solo propósito, el siervo tendrá que recibir órdenes o del uno o del otro; aunque él haga lo que es agradable a ambos, no podrá, por la misma naturaleza de la situación, ser siervo para más de uno. Mucho menos si, como en el caso presente, los intereses de ellos son bien distintos, y aun opuestos. En tal caso, si nuestros afectos están en el servicio del uno-âsi amamos al unoâ-necesariamente tendremos que âaborrecer al otroâ; si decidimos resueltamente âllegarnos al unoâ, al mismo tiempo tendremos que desatender al otro; y si él insiste en sus derechos sobre nosotros, aun tendremos que âmenospreciar al otroâ. no podéis servir a Dios y a Mammón-La palabra âmamónâ-mejor escrita con una sola âmâ-es palabra extranjera, cuya derivación exacta no podemos fijar, aunque la definición más probable le da el sentido de âaquello en lo cual confiamosâ. Aquà no puede haber duda de que este término se usa en lugar de âriquezasâ, consideradas como un Ãdolo, o un dios del corazón. El servicio de este dios juntamente con el del Dios verdadero, es aquÃ, con cierta brusquedad, pronunciado imposible. Pero como la enseñanza de los versÃculos anteriores podrÃa parecer hacer peligrar la vida presente y, por tanto, quedarÃamos desamparados, nuestro Señor ahora pasa a hablar sobre este punto.
25. Por tanto os digo: No os congojéis-âNo seáis solÃcitosâ. Aquà se condena aquella ansiedad, aquella preocupación que nace de la incredulidad y la desconfianza. (Véase Phi 4:6). por vuestra vida, qué habéis de comer, o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir-En Luk 12:29 el Señor añade: âNi estéis en ansiosa perplejidadâ. El apóstol Pablo nos asegura que cuando estamos âpor nada afanososâ, mas lo encomendamos todo âen oración y ruego, con hacimiento de graciasâ a Dios, âla paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros entendimientos en Cristo Jesúsâ (Phi 4:6-7); es decir, librará tanto nuestros sentimientos como nuestros pensamientos de agitaciones indebidas, y los guardará en santa calma. Mas cuando encomendamos nuestra condición temporal a nuestro propio criterio, nos metemos en aquel estado inestable contra el cual nuestro Señor exhorta a sus discÃpulos. ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?-Si Dios, por tanto, da y cuida lo que es de mayor importancia: la vida y el cuerpo, ¿detendrá lo que es de menor importancia, como lo son el alimento y el vestido que sirven para sostener la vida y proteger el cuerpo?
26. Mirad las aves del cielo-en el v. 28, dice: âreparadâ, observad bien; y en Luk 12:24 : âconsideradâ, como para aprender de ellas la sabidurÃa. que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolÃes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?-más nobles en vosotros mismos y más queridos delante de Dios. El argumento aquà es de lo menor a lo mayor; pero ¡qué rico en detalle! Las aves, como criaturas irracionales desprovistas de la facultad de raciocinar, son incapaces de sembrar, cosechar y almacenar; sin embargo, vuestro Padre celestial no permite que perezcan, mas las sostiene sin que ellas tengan que seguir estos procedimientos. ¿Permitira, pues, Dios que sus mismos hijos, quienes procuran todas las cosas necesarias para su sustento, confiando en él a cada paso, perezcan de hambre?
27. Mas ¿quién de vosotros podrá, congojándose-con ansiosa preocupación-añadir a su estatura un codo?-âEstaturaâ difÃcilmente serÃa la traducción indicada aquÃ. Primero, porque el tema es la prolongación de la vida, mediante la provisión de los alimentos y ropas necesarios; segundo, porque nadie soñarÃa con añadir un codo, como cuarenta centÃmetros, a su estatura, mientras que en Lucas (Luk 12:25-26) lo que aquà se indica está representado con las palabras âlo que es menosâ. Pero si tomamos la palabra en su sentido primario de âedadâ (porque âestaturaâ es sólo un sentido secundario), la idea será ésta: â¿Cuál de vosotros, aunque ansiosamente os congojéis por ello, podrá agregar tanto como un paso a lo largo del camino de la vida?â Comparar lo largo de la vida con medidas de esta clase no es ajeno al lenguaje de las Escrituras (compárese Sálmo 39:5; 2Ti 4:7, sig.). Si se entiende asà este versÃculo, el sentido es claro y el enlace natural. En esto están de acuerdo los mejores crÃticos.
28. Y por el vestido, ¿por qué os congojáis? Reparad-observad bien-los lirios del cámpo, cómo crecen; no trabajan-como los hombres, sembrando y preparando el lino. ni hilan-como las mujeres.
29. Mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fué vestido asà como uno de ellos-¡Qué enseñanza más incomparable! Mejor es que lo dejemos sin comentario, en su claridad trasparente y rica sencillez.
30. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste asÃ-aquà se hace referencia a las flores silvestres que son cortadas con el pasto, el cual habiendo sido secado por el calor sirve como combustible. (Véase Jam 1:11). ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?-El argumento aquà es hermosÃsimo. âAunque es muy esplendoroso el despliegue de las flores que cubren los campos, el cual es superior a toda la grandeza artificial de los hombres, éste dura sólo por un momento; sois encantados por él hoy, y mañana se va; vuestras mismas manos lo han echado al horno. ¿Podrán entonces los hijos de Dios quedar desnudos, si Dios los ama tanto y los ha investido de una vida que no perece? El no dice: â¿No serán ellos vestidos con ropajes más hermosos?â sino â¿No los vestirá más a ellos?â siendo sólo esto lo que él desea que tengan ellos asegurando (compárese Heb 13:5). La expresión âhombres de poca feâ, que nuestro Señor usa repetidas veces al dirigirse a sus discÃpulos (cap. 8:26; 14:31; 16:8), difÃcilmente se considerará como una reprensión por causa de alguna manifestación de incredulidad de parte de ellos, en aquella fecha tan temprana, y delante de semejante concurrencia. és sólo su manera de reprender suavemente el espÃritu de incredulidad, tan natural, aun en los mejores de los hombres, quienes están rodeados por un mundo materÃalista, y asà despertar en ellos un deseo sano de deshacerse de este espÃritu.
31. No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? 32. Porque los Gentiles buscan todas estas cosas-más bien, âpersiguenâ. Como los gentiles no conocen nada de concreto más allá de la vida presente que despierte sus aspiraciones ni ocupe su suprema atención, ellos naturalmente persiguen los objetos presentes como su principal y único bien. ¡A qué altura por encima de ellos eleva Jesús aquà a sus discÃpulos! que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester-¡Qué preciosa es esta expresión! El alimento y la ropa son reconocidos como necesarios a los hijos de Dios; y el que pudo decir: âNadie conoció al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoció alguno, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo lo quisiere revelarâ (cap. 11:27), también dice con una autoridad que nadie más que él podrÃa pretender: âVuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menesterâ. ¿No os bastará esto, vosotros los necesitados de la familia de la fe?
33. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas-Este es el gran resumen del discurso. En un sentido estricto, estas palabras tienen que ver solamente con el tema de la presente sección, o sea el estado correcto del corazón respecto a las cosas celestiales y terrenales; pero como se presentan en la forma de una breve exhortación. son tan comprensivas en su alcance como para abarcar todo el tema de este discurso. Y, como para hacer más evidente esto, las dos notas claves de este gran sermón: âel reinoâ y âla justiciaâ del reino, parecen ser incluÃdas a propósito, como los dos grandes objetos en cuya búsqueda suprema todas las cosas necesarias para esta vida nos serán añadidas. El sentido exacto de cada palabra en este versÃculo áureo debe ser pesado con cuidado. âEl reino de Diosâ es el tema primario del Sermón del Monte; aquel reino que el Dios del cielo está levantando en este mundo caÃdo, en el cual se encuentra toda aquella porción de la familia de Adán que ha sido espiritualmente recuperada, los cuales son súbditos del MesÃas quien es su Cabeza y Rey. âSu justiciaâ, tan ampliamente descrita e ilustrada de varias maneras en las porciones anteriores de este discurso, se refiere al carácter de los súbditos del reino. La âbúsquedaâ de estas cosas significa el acto de hacer de ellas el objeto de su suprema elección y afán; y el buscarlas âprimeramenteâ es buscarlas antes y por encima de todo lo demás. âTodas estas cosasâ que nos serán añadidas si buscamos el reino de Dios y su justicia, son justamente âtodas estas cosasâ que las últimas palabras del versÃculo anterior nos aseguraron de que ânuestro Padre celestial sabe que habemos menesterâ; es decir, todo lo que necesitamos para la vida presente. Y cuando nuestro Señor dice que serán âañadidasâ, se da a entender, como cosa natural, que los buscadores del reino y su justicia tendrán estas cosas como su porción lÃcita y primaria: siendo lo demás su recompensa gratuita por no haberlas buscado. (Véase ilustración de esto en 2Ch 1:11-12). Lo que sigue no es sino una reducción de esta enseñanza general en una forma práctica y lista para el uso diario.
34. Asà que, no os congojéis por el dÃa de mañana: que el dÃa de mañana traerá su fatiga-(o, según algunas autoridades textuales, âtraerá para sÃâ)-tendrá sus motivos propios de ansiedad. basta al dÃa su afán-¡Una máxima admirable y práctica! Cada dÃa trae sus propios cuidados; y el anticiparlos es sólo duplicarlos.