Lectionary Calendar
Tuesday, November 5th, 2024
the Week of Proper 26 / Ordinary 31
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Bible Commentaries
Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia Comentario Crítico
Declaración de derechos de autor
Estos archivos son un derivado de una edición electrónica preparada a partir de texto escaneado por Woodside Bible Fellowship. Esta edición expandida del Comentario Jameison-Faussett-Brown está en el dominio público y puede ser utilizado y distribuido libremente.
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Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Romans 1". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/commentaries/spa/jfb/romans-1.html. 1871-8.
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Romans 1". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/
Whole Bible (32)New Testament (6)Individual Books (4)
Versículos 1-32
CAPITULO 1
INTRODUCCION (vv. 1-17).
1. Pablo—(Véase nota, Hechos 13:9.) siervo de Jesucristo—La palabra aquí traducida “siervo” significa “esclavo”, uno que está sujeto a la voluntad de otro y completamente a la disposición del mismo. En este sentido se aplica a los discípulos de Cristo en general ( 1 Corintios 7:21), así como en el Antiguo Testamento se aplica a todo el pueblo de Dios ( Isaías 66:14). Pero además de esto, como los profetas y los reyes de Israel eran oficialmente “los siervos del Señor” ( Josué 1:1; Salmo 18, título), los apóstoles se llamaban a sí mismos, en este sentido oficial, “los siervos de Cristo” (como aquí, y en Filipenses 1:1; Santiago 1:1; 2 Pedro 1:1; Judas 1:1), para expresar una absoluta sujeción y consagración al Señor Jesús las cuales nunca hubieran mostrado a criatura alguna. (Véase Nota, v. 7, Juan 5:22). llamado a ser apóstol—cuando primero “vió al Señor”; la condición indispensable para el apostolado. Véanse notas, Hechos 9:5; Hechos 22:14; 1 Corintios 9:1. apartado para [la predicación de] el evangelio—ni tan tarde como cuando “el Espíritu dijo: Separadme a Bernabé y a Saulo” ( Hechos 13:2), ni tan temprano como cuando “le apartó desde el vientre de su madre” ( Gálatas 1:15). Fué llamado en el mismo momento a la fe y al apostolado de Cristo ( Hechos 26:16). de Dios—Es decir, el evangelio del cual Dios es el glorioso Autor. Así el cap. 15:16; 1 Tesalonicenses 2:2, 1 Tesalonicenses 2:8; 1 Pedro 4:17.
2. Que él había antes prometido … en las santas Escrituras—Aunque la iglesia romana era gentil de nacionalidad (véase nota, v. 13), sin embargo, consistía mayormente en prosélitos de la fe judaica (véase Introducción). Aquí se les recuerda que al abrazar a Cristo, no habían arrojado de sí a Moisés y a los profetas, sino que se habían entregado más completamente a ellos ( Hechos 13:32).
3, 4. Acerca de su Hijo … Jesucristo Señor nuestro—la gran carga de este “Evangelio de Dios.” hecho de la simiente de David—como “de conformidad con las Santas Escrituras” fué menester que lo fuese. (Véase nota, Mateo 1:1.) según la carne—Es decir en su naturaleza humana (comp. cap. 9:5, y Juan 1:14, quedando entendido, por cierto, que tenía otra naturaleza, de la que el apóstol en seguida habla. fué declarado—lit., “señalado,” “definido,” “determinado,” esto es, “demostrado” o “probado.” Hijo de Dios—Nótese cuán estudiosamente el lenguaje cambia aquí. “Fue hecho (dice el apóstol) de la simiente de David, según la carne;” pero no fué hecho, sino solamente “declarado (o comprobado) ser Hijo de Dios.” Como vemos en Juan 1:1, Juan 1:14 : “En el principio era el Verbo … y el Verbo fué hecho carne;” y en Isaías 9:6 : Un niño nos es nacido, hijo nos es dado.” Así que la filiación de Cristo con respecto a Dios no es en el sentido correcto una relación que se originó al nacer Cristo, como algunos, que en otros respectos son ortodoxos, la conciben. Por su nacimiento en la carne, aquella filiación que era esencial e increada, meramente floreció en manifestación palpable. (Véanse notas, Lucas 1:35; Hechos 13:32.) con potencia—Esta frase puede ser que vaya unida a la anterior,” “fué declarado,” siendo el sentido: “declarado poderosamente” [Lutero, Beza, Bengel, Fritzsche, Alford, etc.]; o (como creemos más correctamente) unida a “Hijo de Dios,” y entonces el sentido es: “Fué declarado Hijo de Dios en posesión de aquella potencia que le pertenecía como el unigénito del Padre, ya no ataviado como en los días de su carne, sino manifestando gloriosamente su potencia en su resurrección de entre los muertos la cual de allí en adelante se manifestaría en nuestra propia naturaleza.” [La Vulgata, Calvino, Hodge, Philippi, Mehring, etc.] según el espíritu de santidad—Si “según la carne” significa aquí “en su naturaleza humana,” esta expresión no común debe significar “en su otra naturaleza,” la que ya hemos visto que es la “de Hijo de Dios:” una naturaleza eterna, increada. Aquí esta naturaleza es denominada el “espíritu,” como una naturaleza impalpable e inmaterial ( Juan 4:24), y se llama también “el espíritu de santidad,” probablemente en contraste absoluto con aquella “semejanza de la carne de pecado” que él asumió. Uno querrá preguntarse por qué, si éste es el sentido, no está expresado en forma más sencilla. Pero si el apóstol hubiese dicho: “Fué declarado ser Hijo de Dios según el Espíritu Santo,” el lector hubiera pensado que él quería decir la tercera Persona de la Trinidad. Y parece que a fin de evitar precisamente esta comprensión errónea, usó la expresión rara de “espíritu de santidad.”
5. Por el cual [como medio ordenado] recibimos la gracia (toda la “gracia que trae salvación”) y el apostolado—Para la propagación de dicha gracia, y para la constitución, de cuantos la recibiesen, en iglesias de discipulado visible. (Preferimos distinguir entre las dos cosas, y no tenerlas, como algunos buenos intérpretes, por una sola expresión: “la gracia del apostolado.”) para la obediencia de la fe—Es decir, para que los hombres se sometan a la creencia del mensaje salvador de Dios, lo cual es el más perfecto tipo de obediencia. en su nombre—mejor, “por su nombre:” para que él sea glorificado.
6. Entre las cuales sois también—Esto es, junto con los demás; porque el apóstol no atribuye nada especial a la iglesia de Roma (véase 1 Corintios 14:36). [Bengel.] Llamados—(véase nota, cap. 8:30.) de Jesucristo—Es decir, llamados “por él” ( Juan 5:25), o los llamados “pertenecientes a él:” “los llamados de Cristo.” Acaso este último sentido es el mejor apoyado, pero uno apenas sabe cuál preferir. [La forma sustantival de “llamados” y la omisión de la preposición “por” en el griego requieren la segunda interpretación. Véase el ejemplo idéntico, “amados de Dios.” v. 7. Nota del Trad.] amados de Dios—(Véase Deuteronomio 33:12; Colosenses 3:12.) Gracia—(véase Nota, Juan 1:14.) y paz—La paz que Cristo hizo por la sangre de su cruz ( Colosenses 1:20), y que refleja en el seno del creyente “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento (Refiérase Filipenses 4:7) de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo—“Nada habla más decisivamente a favor de la divinidad de Cristo que está yuxtaposición de Cristo con el eterno Dios, que se haya en todo el lenguaje de la Escritura, así como la derivación de influencias puramente divinas de parte de él. No se puede colocar el nombre de ningún hombre al lado del Todopoderoso. Aquel solo, en el cual el Verbo del Padre, quien es el mismo Dios, fué hecho carne, puede ser nombrado al lado de él; pues se ordena a los hombres que le honren a él, así como honran al Padre ( Juan 5:23). [Olshausen.]
8. vuestra fe es predicada en todo el mundo—Esto era bien posible por medio de las frecuentes visitas hechas a la capital desde todas las provincias; y el apóstol, conocedor de la influencia que estos ejercerían en otros, así como la bienaventuranza que ellos mismos poseían, gracias da por semejante fe “a su Dios por Jesucristo,” la fuente, según su teología de la fe, de toda gracia en los hombres.
9. testigo me es Dios, al cual sirvo [en ministración religiosa] en mi espíritu—[en lo más íntimo de mi alma] en el evangelio de su Hijo [al que estaban consagradas toda la vida y actividad religiosas de Pablo], que sin cesar me acuerdo de vosotros en mis oraciones—Lo mismo por los efesios ( Efesios 1:15), y por los Filipenses ( Filipenses 1:3); y por los Colosenses ( Colosenses 1:3); y por los Tesalonicenses ( 1 Tesalonicenses 1:2). ¡Qué amor más universal, qué espiritualidad más comprensiva, qué devoción más apasionada a la gloria de Cristo entre los hombres!
10. Rogando, si al fin algún tiempo haya de tener, por la voluntad de Dios, próspero viaje para ir a vosotros—Pablo había anhelado desde hacía mucho tiempo visitar la capital, pero se había encontrado con un número de impedimentos providenciales (v. 13; cap. 15:22; y véase nota Hechos 19:21; Hechos 23:11; Hechos 28:15); de modo que casi un cuarto de siglo pasó, después de su conversión, antes que se realizara su deseo, y eso solamente como “preso de Jesucristo.” Sabiendo pues que todo su futuro estaba en las manos de Dios, continúa orando siempre para que sean quitados los obstáculos que impedían una feliz y próspera reunión.
11, 12. Porque os deseo ver, para repartir con vosotros algún don espiritual—No algún don sobrenatural, como lo comprueba la frase que sigue (véase nota, 1 Corintios 1:7). para ser juntamente consolado con vosotros por la común fe vuestra y juntamente mía—No deseando “señorearse de la fe de ellos,” sino ser más bien “ayudante del gozo de ellos,” el apóstol corrige sus expresiones anteriores: mi deseo es de instruiros y haceros bien; esto es, que nos instruyamos y nos hagamos bien mutuamente; pues, al dar, yo también recibiré [Jowett.] “Ni es insincero al hablar así, porque no hay ninguno en la iglesia de Cristo tan pobre que no nos pueda impartir algo de valor; es sólo nuestra malignidad y nuestro orgullo lo que nos impide sacar algún fruto de cualquier fuente.” [Calvino.] ¡Cuán “marcadamente diferente es el estilo apostólico del estilo de la corte de la Roma Papal”! [Bengel.]
13. muchas veces me he propuesto ir a vosotros … he sido estorbado—Principalmente por su deseo de ir primero a los lugares donde Cristo era desconocido (cap. 15:20-24). para tener también entre vosotros algún fruto [de mi ministerio] como entre los demás Gentiles—El origen gentílico de la iglesia Romana está aquí aseverado tan explícitamente, que los que concluyen, meramente por el tono judaico del argumento, que en ella predominaba el elemento israelita, lo hacen en oposición al apóstol mismo. (Pero véase la Introducción a esta Epístola.)
14, 15. A Griegos [los instruídos] y a bárbaros [los iletrados] … soy deudor. Así que, cuanto a mí, presto estoy a anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma—Se siente bajo la obligación ineludible de llevar el evangelio a todas las clases de la humanidad, adaptado como era a todos y ordenado para todos ( 1 Corintios 9:16).
16. Porque no me avergüenzo del evangelio—Este lenguaje indica que era menester tener bastante coraje para llevar a Roma, “la Señora del mundo”, lo que era “a los judíos un tropiezo y a los griegos insensatez.” Pero su gloria inherente por ser el mensaje vivificador de Dios para el mundo moribundo, tanto le llenaba el alma que, como su bendito Maestro, él también “menospreció la vergüenza.” por que es potencia de Dios para salud [salvación] a todo aquel que cree—En éste y el siguiente versículo el apóstol anuncia el gran tema del argumento que sigue: LA SALVACION, la imprescindible necesidad de la perdida humanidad revelada en el mensaje evangélico; mensaje que es reconocido y honrado de tal manera por Dios que lleve en sí, al ser proclamado, el mismo poder de Dios para salvar a toda alma que lo recibe, así griego como bárbaro, así sabio como ignorante.
17. Porque en él [el evangelio] la justicia de Dios se descubre—Es decir (como lo demuestra todo el argumento de la epístola), la justicia justificadora de Dios. de fe en fe—una frase difícil. La mayoría de los intérpretes (juzgando del sentido de otras frases similares que se hallan en otras partes) la entienden como “de un grado de fe a otro.” Pero esto concuerda mal con el designio del apóstol, el que nada tiene que ver con grados progresivos de la fe, sino solamente con la fe misma como la manera ordenada para recibir la “justicia” que es de Dios. Por tanto preferimos entenderla así: “La justicia de Dios es revelada, en el mensaje evangélico de (o por) fe, a (o para) fe,” esto es, “a fin de que sea por la fe recibida,” [Así creen substancialmente, Melville, Meyer, Stuart, Bloomfield, etc.] como está escrito [ Habacuc 2:4]: Mas el justo vivirá por la fe—Esta máxima del Antiguo Testamento se cita tres veces en el Nuevo Testamento: aquí, en Gálatas 3:11 y en Hebreos 10:38, lo que demuestra que el camino evangélico de “vida por la fe,” lejos de anular el método antiguo sólo era una continuación del mismo. En cuanto a los versículos anteriores, nótese (1) ¡Qué manera de personas deben ser los ministros de Cristo, según la norma aquí establecida: absolutamente sujetos y oficialmente dedicados al Señor Jesús; separados para el evangelio de Dios que contempla la subyugación de todas las naciones a la fe de Cristo: deudores a todas las clases, a los eruditos y a los rudos, para llevar el evangelio asimismo a todos, haciendo desaparecer toda vergüenza en la presencia de aquéllos, así como todo orgullo delante de éstos, por la gloria que ellos sienten en su mensaje; suspirando por todas las iglesias fieles, sin enseñorearse de ellas, sino gozándose de la prosperidad de ellas, y hallando refrigerio y fortaleza en la comunión con ellas! (2) Los rasgos peculiares del evangelio aquí destacados debieran ser estudiados fielmente por todos los que lo predican, y debieran guiar los puntos de vista y el discernimiento de todos los que tienen el privilegio de escucharlo regularmente: así entenderán que “el Evangelio de Dios” es un mensaje del cielo, pero no absolutamente nuevo, antes al contrario, sólo el cumplimiento de la promesa del Antiguo Testamento; que no sólo es Cristo el gran tema de él, sino que lo es en la misma naturaleza de Dios como Hijo suyo propio, y en la naturaleza de los hombres como participante de ellos: el Hijo de Dios que ahora ha resucitado con poder y ha sido investido de la autoridad para dispensar toda gracia a los hombres y todos los dones para el establecimiento y la edificación de la iglesia: Cristo la justicia proveída por Dios para la justificación de todos los que creen en su nombre; y que en este glorioso evangelio, cuando se predica como tal, reside el mismo poder de Dios para salvar al judío así como al gentil que lo acepte. (3) Que, mientras que Cristo ha de ser considerado como el conducto ordenado de toda gracia de Dios a los hombres (v. 8), nadie se imagine que la propia divinidad de él sea en ningún respecto comprometida por este arreglo, puesto que está él expresamente asociado con “Dios el Padre,” en la oración (v. 7) porque la “gracia y paz” (inclusive todas las bendiciones espirituales) reposen sobre esta iglesia de Roma. (4) Mientras que esta epístola enseña, de conformidad con la enseñanza de nuestro Señor mismo, que toda la salvación depende de la fe, esto es sólo una verdad a medias, y sin duda dará aliento a la autojustificación, si se desasocia con otro rasgo de la misma verdad aquí explícitamente enseñado, a saber, que esta fe es el propio don de Dios, por lo cual conformemente, en el caso de los creyentes romanos, él “da gracias a su Dios por Jesucristo” (v. 8). (5) La comunión cristiana, así como toda comunión verdadera, es un beneficio mutuo, y como no es posible que ni los más eminentes santos y siervos del Señor impartan refrigerio o provecho alguno al más indigno de sus hermanos sin experimentar una rica recompensa dentro de ellos mismos, así exactamente en proporción a su humildad y su amor sentirán ellos su necesidad de la comunión cristiana y se gozarán en ella.
POR QUE ESTA GRACIA PROVISTA DIVINAMENTE HACE FALTA A TODOS LOS HOMBRES (v. 18).
18. Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo—Su santo desagrado y su justa venganza contra el pecado “están revelados” en la conciencia de los hombres, y atestiguados por innumerables evidencias externas de un gobierno moral. contra toda impiedad—Es decir contra toda su irreligiosidad, que significa el vivir sin estar conscientes de la existencia de Dios, y sin tener los debidos sentimientos para con él. e injusticia de los hombres—todas sus desviaciones de la rectitud moral en el corazón, el habla y la conducta. (Así deben ser distinguidos estos términos cuando se usan juntos, aunque, estando solos, cualquiera de ellos puede incluir el otro.)
ESTA IRA DE DIOS, REVELADA CONTRA TODA INIQUIDAD, SE CIERNE SOBRE TODO EL MUNDO PAGANO. (vv. 18-32).
18. que detienen la verdad con injusticia—El apóstol, aunque empezó este versículo con el propósito de incluir a todos los hombres en general, se limita en la última parte del mismo a una sola de las dos grandes divisiones de la humanidad, a quien quería aplicarla, entrando así suavemente a su argumento. Pero antes de enumerar las iniquidades de ellos, vuelve al origen de les mismas: el tratar de sofocar la luz que aun les quedaba. Como las tinieblas les ensombrecen la mente, así la impotencia toma posesión del corazón, cuando la “voz apacible” de la conciencia primero es desoída, luego contrariada, y por fin sistemáticamente queda adormecida. Así pues, “la verdad” que Dios dejó con el hombre y en el hombre, en vez de tener libre espacio para desarrollarse, en este caso es obstruida (comp. Mateo 6:22; Efesios 4:17).
19. Porque lo que de Dios se conoce, a ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó—En el siguiente versículo el apóstol explica el significado de esta aseveración.
20. las cosas invisibles de él … se echan de ver—es decir la mente contempla con claridad lo que el ojo no puede discernir. su eterna potencia y divinidad—Ve que hay un Eterno Poder, y que éste no es la mera fuerza ciega, ni el panteísta “espíritu de Natura,” sino el poder de la Divinidad viviente. siendo entendidas por las cosas que son hechas—Así que la creación externa no es la progenitora, sino la intérprete de nuestra fe en Dios. Dicha fe tiene su origen primordial dentro de nosotros mismos (v. 19); pero viene a ser una convicción inteligible y articulada sólo por medio de lo que observamos en nuestro derredor (“por las cosas que son hechas,” v. 20). En esta forma, la revelación interna y la externa de Dios se complementan la una con la otra, y ambas producen la convicción universal e inmutable de que Dios existe. (Con esta notable declaración apostólica están de acuerdo las más recientes conclusiones hechas por los más profundos estudiantes especulativos del Teísmo.) de modo que son inexcusables—Siendo toda su depravación un alejamiento voluntario de la verdad así tan brillantemente revelada al espíritu no sofisticado.
21. Porque habiendo conocido a Dios—[esto es, mientras aun retenían algún conocimiento real de él, y antes de que se hundieran hasta la condición que se describe en seguida] no le glorificaron como a Dios, ni dieron gracias—Ni le rindieron la adoración que le era debida, ni le mostraron la gratitud que su beneficencia demandaba—antes se desvanecieron [comp. Jeremias 2:5] en sus discursos—en sus pensamientos, especulaciones, acerca de Dios: véase Mateo 15:19; Lucas 2:35; 1 Corintios 3:20, griego—y el necio [“insensato,” “estúpido”] corazón [esto es, todo el hombre interior] de ellos fué entenebrecido—¡Con cuanta erudición se traza aquí la degeneración progresiva del alma humana!
22, 23. Diciéndose [jactándose, pretendiendo] ser sabios, se hicieron fatuos—“Es la naturaleza invariable de la idea errónea en la moral y la religión, que los hombres se jactan de haberla inventado y que la ensalzan por sabiduría.” Así como los paganos,” 1 Corintios 1:21. [Tholuck.] Y trocaron la gloria del Dios incorruptible en [o “por”] semejanza de imagen de hombre corruptible—La alusión aquí es sin duda al culto griego, y puede ser que el apóstol tuviese presente aquellas exquisitas cinceladuras en forma humana que yacían tan profusamente en su derredor cuando él estaba en el Areópago y “miraba sus santuarios.” (véase nota, Hechos 17:29.) Pero como si aquélla no fuera degradación bastante profunda del Dios viviente, se encontró con una aún más baja. y de aves, y de animales de cuatro pies, y de serpientes—“cuadrúpedos y reptiles” refiriéndose ahora al culto egipcio y oriental. Frente a estas declaraciones del descenso de la creencia religiosa del hombre, desde conceptos superiores del Ser Supremo hasta los más bajos y degradantes, hay expositores de esta misma Epístola (como Reiche y Jowett) que, no creyendo ni en la caída de la inocencia original, ni en las nobles huellas de aquella inocencia que permanecieron aun después de la caída y que fueron sólo gradualmente borradas por la violencia temeraria contra los dictados de la conciencia, sostienen que la historia religiosa del hombre ha sido siempre una lucha por ascender, desde las formas más bajas del culto a la naturaleza, propias de la niñez de la raza, hasta la que es más racional y espiritual.
24. Por lo cual también Dios [en justa retribución] los entregó—Este abandono divino del hombre está notablemente trazado en tres grados sucesivos, señalado cada paso con la misma palabra, que se traduce por “entregó” (v. 24; v. 26; y v. 28). “Como ellos desertaron de Dios, Dios a su vez los abandonó a ellos: no dándoles leyes divinas (esto es, sobrenaturales), y dejándolos que corrompiesen aun las que eran humanas; no enviándoles profetas, y permitiendo a los filósofos que siguiesen los mayores absurdos. Los dejó obrar según sus propias deseos, hasta que llegaron al grado más vil, de modo que los que no habían honrado a Dios se deshonraron a sí mismos.” [Grocio.]
25. Los cuales mudaron la verdad de Dios en mentira [es decir, la verdad tocante a Dios la cambiaron en mentira idolátrica] honrando y sirviendo a las criaturas antes que al Criador [“Creador”]—Pretendiendo meramente adorar al Creador por medio de la criatura, pronto llegaron a perder de vista al Creador en la criatura. ¡Cuán agravante es la culpa de la iglesia de Roma, que, bajo este fútil pretexto, hace desvergonzadamente aquello por lo cual aquí se condena a los paganos, y lo hace teniendo la luz que los paganos nunca tuvieron! el cual es bendito por los siglos. Amén—Con esta doxología el apóstol instintivamente alivia el sentido de horror que al escribir tales cosas se encendió en su pecho; ejemplo que debiera ser emulado por los que son llamados para condenar tal deshonra hecha al bendito Dios.
26, 27. Por esto Dios los entregó—Véase nota, v. 24. pues aun sus mujeres—Aquel sexo cuya sin par joya y adorno más hermoso es la modestia, y que, perdida ésta, no sólo se vuelve más desvergonzado que el otro sexo, sino que ya vive solamente para arrastrar al otro sexo hasta su nivel. mudaron el natural uso—Las prácticas aquí aludidas, abundantemente atestiguadas por los escritores clásicos, no pueden ser ilustradas más que con lo dicho, sin tocar aquellas cosas que “ni deben nombrarse entre nosotros, como conviene a los santos.” Pero nótese cómo el vicio mismo está aquí consumiéndose y gastándose. Cuando las pasiones, azotadas por la violenta y continuada indulgencia en los vicios naturales, se volvieron impotentes para dar el goce deseado, se aprovecharon de los estímulos artificiales para la práctica de vicios antinaturales y monstruosos. Cuán temprano estas cosas se desarrollaron plenamente en la historia del mundo, el caso de Sodoma lo revela patéticamente; y a causa de tales abominaciones, siglos después, la tierra de Canaán “vomité” a sus antiguos habitantes. Muchísimo tiempo antes que fuera escrito este capítulo, los lesbios y otros de la refinada Grecia estuvieron lozaneando en semejantes corrupciones; en cuanto a los romanos, Tácito, hablando del emperador Tiberio, nos dice que se tenían que inventar palabras nuevas para expresar las nuevas formas inventadas para estimular las pasiones debilitadas. ¡No es de extrañarse que, enferma y moribunda así como estaba esta pobre humanidad nuestra, bajo la más adelantada cultura terrenal, su universal clamor por el bálsamo de Galaad, y el llamado macedónico, “Pasa acá y ayúdanos,” conmoviera el corazón de los misioneros de la cruz, e hiciera que no se avergonzasen del Evangelio de Cristo! recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío—Aludiendo a las muchas maneras físicas y morales en que, bajo el justo gobierno de Dios, el vicio se vengaba de sí mismo.
28-31. los entregó (véase nota, v. 24) … para hacer lo que no conviene—es decir, “lo indecoroso”, “lo vergonzoso”. aborrecedores de Dios—El vocablo comúnmente significa “aborrecidos de Dios,” sentido que algunos prefieren ya que expresa lo detestable que es el carácter de ellos delante de Dios (comp. Proverbios 22:14; Salmo 73:20). Pero el sentido activo de la palabra, adoptado en nuestra versión y por la mayoría de los expositores, si bien raro, concuerda mejor acaso con el contexto.
32. habiendo entendido [por la voz de la conciencia, cap. 2:14, 15] el juicio de Dios [la severa ley del proceder divino] que los que hacen tales cosas son dignos de muerte—Expresión usada aquí en su más amplio sentido conocido, como el clímax de la venganza divina contra el pecado: véase Hechos 28:4. no sólo las hacen—aquellas acciones que podrían haber hecho bajo la presión de la tentación y en el calor de la pasión. mas aun consienten [“se complacen”] a los que las hacen—Poniendo deliberadamente su sello de aprobación en tales acciones animando y aplaudiendo el hecho de que otros las hagan. Este es el punto culminante de las acusaciones del apóstol contra los paganos; y si las cosas llegan al clímax de su negrura, esta determinada y vergonzosa satisfacción, aparte de todos los efectos cegadores de la pasión presente, debe ser considerada como el rasgo más negro de la depravación humana. En cuanto a esta sección, nótese: (1) “La ira de Dios” contra el pecado tiene toda la terrible realidad de una “revelación del cielo”, la cual resuena en la conciencia de los hombres al contemplar las miserias en que se hunden los impíos, y la venganza que el gobierno moral de Dios, tarde o temprano, enviará sobre todos los que lo violan; así que esta “ira de Dios” no se limita a los crímenes flagrantes, ni a las más crasas manifestaciones de la depravación humana, sino que “se revela” contra todas las violaciones de la ley divina de cualquier naturaleza: “contra toda impiedad”, así como contra toda “injusticia de los hombres,” contra cualquier caso omiso que se haga de Dios en el transcurso de la vida, así como contra toda desviación de la rectitud moral; y por tanto, puesto que ningún hijo de Adán puede pretender que no haya practicado la “impiedad” ni la “injusticia,” se sigue que, aunque en diferentes grados, todo ser humano está implicado en el terrible alcance de “la ira de Dios” (v. 18). El apóstol coloca esta tremenda verdad a la cabeza de su argumento sobre la justificación por la fe, a fin de que sobre la base de la condenación universal pueda levantar el edificio de una libre salvación universal; ni puede el evangelio ser predicado ni aceptado, salvo en su carácter de buenas nuevas de salvación a los que están igualmente “perdidos”. (2) No debemos engrandecer la revelación sobrenatural que a Dios plugo hacer de sí mismo, por medio de la familia de Abrahán, a la raza humana, en menoscabo de aquella revelación anterior y, en sí, lustrosa que Dios hizo a toda familia humana por medio de la misma naturaleza de ellos y la creación que los rodeaba. Sin esta revelación aquélla hubiera sido imposible y los que fueron favorecidos con la primera revelación se hallarán sin excusa si son sordos a la voz, y ciegos a la gloria de la segunda (vv. 19, 20). (3) La tercera oposición a la luz tiene una tendencia retributiva de entorpecer las percepciones morales y de debilitar la capacidad para entender y aprobar la verdad y la bondad; y de este modo se prepara el alma para entregarse, hasta un grado indeterminado, al error y al pecado (v. 21, etc.). (4) El orgullo de la sabiduría—el que es una evidencia convincente de la falta de ella—de suyo hace imposible la recepción de la misma (v. 22; y véase Mateo 11:25; 1 Corintios 3:18). (5) Así como la idolatría, aun en sus formas más plausibles, es el fruto de conceptos indignos de la divinidad, así sus efectos naturales son el viciar y rebajar aun más los conceptos religiosos; y no hay profundidades de degradación demasiado bajas y repugnantes para que las ideas humanas de la divinidad no se degeneren hasta ellas, si su temperamento natural y las circunstancias que les rodean son favorables a su desarrollo sin freno (vv. 23, 25). El apóstol estaba pensando en Grecia y en Egipto mientras redactaba esta descripción. Pero todos los paganismos del oriente en este día atestiguan la exactitud de ella, desde la idolatría más refinada de la India y la practicada en China, que es más simple y torpe, hasta los infantiles rudimentos del culto a la naturaleza predominante entre los salvajes. ¡Ay! El cristianismo mismo ofrece una ilustración melancólica de esta verdad; el constante uso de imágenes materiales en la iglesia de Roma y el carácter materialista y sensual de su culto entero (para no decir nada del servicio aun más ofensivo y estúpido de la iglesia griega), que adulteran las ideas religiosas de millones de cristianos nominales, rebajando todo el carácter y el tono moral del cristianismo así representado entre su inmenso gremio. (6) La corrupción invariablemente sigue a la degeneración religiosa. La grosería de la idolatría pagana está igualada solamente por el carácter repugnante y la extensión asombrosa de las inmoralidades que ella propagaba y consagraba (vv. 24, 26, 27). Y tan marcadamente se ve todo esto en el oriente hoy en día en todos sus rasgos esenciales, que (como dice Hodge) los misioneros muchas veces han sido acusados por los nativos de haber falsificado toda la última parte de este capítulo, pues no podían creer que fuese posible que se escribiera dieciocho siglos antes una descripción tan exacta de ellos mismos. Los reinos de Israel y de Judá dan una ilustración notable de la conexión inseparable entre la religión y la moral. Israel corrompió y rebajó el culto rendido a Jehová, y los pecados de que fueron acusados fueron mayormente de la clase más grosera incluyendo la intemperancia y la sensualidad. A Judá, que permaneció fiel al culto puro por largo tiempo, se le reprochó mayormente el formalismo y la hipocresía; y sólo cuando hubieron caído en la idolatría que practicaban sus vecinos idólatras, se hundieron en los vicios de ellos. ¿Y no se puede hacer una distinción similar entre las dos grandes divisiones del cristianismo, la papista y la protestante? Para hacer la prueba de esto, no debemos mirar al papismo, rodeado como está de la presencia y el poder del protestantismo e influído del mismo; ni al protestantismo bajo toda suerte de desventaja interna y externa. Pero examínese el romanismo desde el punto de vista de la libertad sin freno de que goza para desarrollar su verdadero carácter, a fin de ver si la impureza no contamina a la sociedad hasta el corazón, penetrando así a las clases más altas como a las más bajas; y luego que se mire al protestantismo desde este mismo punto de vista allá donde goza de las mismas ventajas para ver si no se distingue por su norma comparativamente alta de virtud social. (7) El tomar placer en lo que es pecaminoso y vicioso, por amor a lo mismo, y sabiendo que lo es, es el plano último y más bajo de la temeridad humana (v. 32). Pero (8) este conocimiento nunca quedó del todo apagado en el pecho del hombre. Mientras le quede el poder del raciocinio, todavía hay una voz apacible en el peor de los hombres, que protesta, en nombre de aquel Poder que la implantó, diciendo: “Que los que hacen tales cosas son dignos de muerte” (v. 32).