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Thursday, July 17th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
Comentario del Pobre Hombre de Hawker Comentario del Pobre Hombre
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto CortesÃa de BibleSupport.com. Utilizado con Permiso.
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Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 John 4". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-john-4.html. 1828.
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 John 4". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://studylight.org/
Whole Bible (30)New Testament (6)Individual Books (2)
VersÃculo 1
CONTENIDO
Aquà se incluyen los comandos para probar los espÃritus y las reglas para descubrirlos. Algunas cosas benditas se hablan de Cristo. El CapÃtulo concluye con un relato del amor de Dios.
VersÃculos 1-6
Amados, no crean a todo espÃritu, sino probad los espÃritus si son de Dios: porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. (2) En esto conocéis el EspÃritu de Dios: Todo espÃritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; (3) Y todo espÃritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espÃritu del anticristo, del cual habéis oÃdo que vendrÃa; e incluso ahora ya está en el mundo.
(4) Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. (5) Son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. (6) Somos de Dios: el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos escucha. En esto conocemos el espÃritu de verdad y el espÃritu de error.
Esta es una dirección muy bendecida de Dios el EspÃritu Santo, por Juan. El lector debe recordar, mientras lo lee, que el Señor el EspÃritu está a punto de cerrar el canon sagrado de las Escrituras. Y como las herejÃas de los últimos dÃas, de las cuales el EspÃritu habÃa hablado expresamente por Pablo ( 1 Timoteo 4:1 ) estaban comenzando a aparecer ahora de una manera más atrevida y abierta en el mundo, el EspÃritu Santo aquà da una marca infalible: por el cual el hijo de Dios puede probar todo.
Ruego al lector que lo atienda con la diligencia que exige. Nunca hubo un dÃa que lo necesitara más. Nunca más espÃritus falsos saliendo al frente con rostro insolente, con el pretexto de convertir a toda la tierra, mientras multitudes de ellos niegan abiertamente la Deidad de Cristo y repudian la persona y obra de Dios el EspÃritu Santo.
Dejemos que el lector preste atención a lo que Dios el EspÃritu dice aquÃ, del método por el cual la Iglesia ha de probar la verdad desde el error. Todo espÃritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios. Y, por el contrario, todo espÃritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios. Seguramente, un volumen no podrÃa haber decidido el punto más claramente. ¿Y qué es la confesión de que Jesucristo fue hecho carne, sino la convicción obrada en el alma, por el poder regenerador de Dios el EspÃritu Santo, de que Ãl, que en su naturaleza divina es Uno con el Padre, sobre todos los Dios bendito? para siempre, es, en su naturaleza humana, Uno con su Iglesia y su pueblo, y en la plenitud de los tiempos, ha venido y ha establecido su tabernáculo entre ellos.
¿Qué expresión corresponde a todo el sentido de la revelación sobre este punto, y que el mismo amado Apóstol ha declarado muy dulcemente, en un solo versÃculo del Evangelio que lleva su nombre? El Verbo (dice él) se hizo carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, la gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad; Juan 1:14
¡Lector! cuando escuche estas palabras muy claras de Dios el EspÃritu Santo, concernientes a la persona y venida del Hijo de Dios, en la sustancia de nuestra carne, y contemple todo el cuerpo de Escritura, en ambos Testamentos, dando testimonio de lo mismo; tal vez se sorprenda de cómo es que se levanten hombres tales que niegan la Deidad de Cristo y la Persona y Ministerio del EspÃritu Santo. ¡Yo tampoco! La palabra de Dios, en muchas partes, informa a la Iglesia de tales herejÃas, y especialmente en los últimos tiempos.
Y la misma bendita palabra habla también de los herejes que los traerán, que fueron ordenados en la antigüedad para esta condenación; Judas 1:4 . Por lo tanto, los estoy buscando. Y si tales herejÃas no surgieran, perderÃa un bendito testimonio en la Palabra de Dios, que ha predicho a la Iglesia acerca de ellas y ha armado a la Iglesia contra ellas. Y si tales herejes no aparecieran entre nosotros, no podrÃamos descubrir qué falsos espÃritus son, que la Iglesia tiene que esperar y con los que lidiar.
Pero todavÃa tal vez dirás, ¿con qué argumentos engañosos apoyan tales hombres su miserable causa, para dar incluso una plausibilidad a su sistema de infidelidad? La respuesta está al alcance de la mano. El espÃritu (del que habla otro Apóstol en otra parte; Efesios 2:2 ) que ahora obra en los hijos de desobediencia, puede y fácilmente les proporciona armas para la causa.
Con elogios a la razón humana y halagos al orgullo del saber humano, trabajan en mentes como la suya para negar al Señor que los compró; ( 2 Pedro 2:1 ) y traer sobre sà mismos destrucción rápida. Por lo tanto, al dar diferentes interpretaciones a esas escrituras, que hablan demasiado claramente en contra de ellos a los puntos principales de la verdad, y al acusar a otros de ser interpolaciones, y cosas por el estilo; dan cubierta a su herejÃa, y adormecen a los infieles, como ellos, dormidos, hasta su ruina eterna.
Pero, aunque ni las herejÃas en sà mismas, ni los herejes que las traen deben sorprender a los fieles, a quienes se les enseña a esperarlas, confieso que es motivo de asombro para mà que se encuentre alguna, de la creyentes en Cristo verdaderamente regenerados, que pueden manifestar tan poca consideración por la persona y la gloria del Señor Jesucristo, como para mezclarse con aquellos que abiertamente desprecian a ambos, en la negación de su Deidad.
Ãsta fue una peculiaridad de conducta reservada para el siglo XIX. Y, cualesquiera que sean las razones plausibles que puedan aducirse para tal unión, es cierto que se trata de una desobediencia directa al mandamiento positivo del Señor, sobre el tema de la herejÃa; Oà otra voz del cielo que decÃa: Salid de ella, pueblo mÃo, para que no seáis partÃcipes de sus pecados, ni recibáis de sus plagas; Apocalipsis 18:4
Pero, ¿cuál es la gran e infalible seguridad en contra de dejarse llevar por las herejÃas y el descubrimiento de los espÃritus falsos que vienen a engañar? Solo hay uno, y seguro que es, que nunca ha fallado, ni puede fallar, en medio de todos los errores presentes del dÃa, o de todos los que puedan surgir; es decir, la regeneración del corazón o el nacimiento de Dios. Donde Dios el EspÃritu ha vivificado a un pecador que antes estaba muerto en delitos y pecados, este precioso hijo de Dios tiene en sà mismo un testimonio pleno de su filiación, al nacer de Dios, y también una confirmación de que Jesucristo ha venido en la carne, siendo Dios y Hombre en una Persona, el Cristo de Dios.
¡Lector! mire en su propio corazón, y vea si no es una seguridad más firme e incuestionable contra este y cualquier otro error, ya sea de herejÃa o herejÃa antigua o moderna. Si asà es el Señor, el EspÃritu Santo te ha regenerado, y el EspÃritu testifica con tu espÃritu, que eres nacido de Dios. Pues entonces te ha enseñado la plaga de tu propio corazón. ¡Y qué artificio de hombres, o demonios, pueden soportar esta enseñanza divina, cuando tú también sientes a diario, y sabes cómo ese corazón está interrumpiendo para siempre tus búsquedas espirituales y luchando contra tu alma! AsÃ, de la misma manera, cuando Dios el EspÃritu Santo les ha enseñado quién es Cristo, y la eficacia de su sangre y justicia; cuando hayas sentido la soberanÃa de su gracia, la plenitud y plenitud de su salvación consumada; has conocido el amor de Dios, la dulzura y conveniencia de sus promesas, y haber sido alimentadas por ellas dÃa a dÃa, ¿puede una multitud de herejes persuadirte de que estas cosas preciosas son falsas, y que Jesucristo, el Hijo de Dios no ha venido en carne? ¡Oh! ¡Cuán misericordioso ha sido nuestro Dios al proporcionar tan benditas seguridades a su pueblo contra todos los tiempos peligrosos como el presente!
VersÃculos 7-21
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. (8) El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor. (9) En esto se manifestó el amor de Dios para con nosotros, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él. (10) En esto hay amor, no que amáramos a Dios, sino que él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
(11) Amados, si Dios nos amó asÃ, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. (12) A Dios nadie ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios habita en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. (13) En esto sabemos que habitamos en él y él en nosotros, porque nos ha dado de su EspÃritu. (14) Y hemos visto y testificamos que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. (15) Cualquiera que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios habita en él y él en Dios.
(16) Y hemos conocido y creÃdo el amor que Dios nos tiene. Dios es amor; y el que vive en el amor, en Dios permanece, y Dios en él. (17) En esto se perfecciona nuestro amor, para que tengamos confianza en el dÃa del juicio; porque como él es, asà somos nosotros en este mundo. (18) No hay miedo en el amor; pero el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor tiene tormento. El que teme, no se perfecciona en el amor.
(19) Lo amamos, porque él nos amó primero. (20) Si alguno dice: Amo a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (21) Y este mandamiento tenemos de él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.
Incluyo todo esto en una sola lectura, para que en el comentario de un pobre no pueda transgredir. Los dos grandes puntos en los que aquà hablamos son, primero, el amor de Dios por su pueblo. Y, en segundo lugar, nuestro amor por él, y por los demás, los miembros del cuerpo de Cristo, la Iglesia, como fluyendo de él el amor de Dios la causa. Nuestro amor el efecto. Una palabra o dos quisiera ofrecer sobre cada uno.
Y primero. El amor de Dios a la Iglesia en Cristo. En el cual está incluido el amor de todas las Personas de la Deidad. Puesto que la fuente está en Dios, y como resultado total de él mismo; es imposible rastrearlo sino en los efectos. Lo que el Apóstol dice aquÃ, de nuestra ignorancia de Dios, es una prueba muy alta. Nadie ha visto a Dios jamás. ¿Y cómo, entonces, describirá la fuente del amor de Dios? De hecho, nunca se intenta mostrarlo, sino mediante efectos.
En esto se manifestó el amor de Dios. ¿En que? Dio a su Hijo unigénito. Aquà está el amor. No es que lo amáramos; pero que nos amaba. De modo que lo primero que ponemos para nuestra contemplación, es el amor de Dios. Dios es amor. Y, desde toda la eternidad, ha estado dando demostraciones de ese amor, en las corrientes y efectos de él, Cristo es la primera edición de ese amor: y todas las obras posteriores están con él, y en él, y a través de él, y por el.
Nuestra caÃda de Adán dio ocasión para una mayor demostración de ese amor. Pero Cristo y su Iglesia eran uno en el vientre del amor de Dios, antes de la caÃda de Adán, o incluso de la fundación de la tierra.
Hay dos versÃculos en las Escrituras, uno en el Antiguo Testamento y el otro en el Nuevo, que, si se leen juntos, mostrarán más de este amor de Dios en su antigüedad y eternidad, y en todos sus aspectos a través del tiempo y la eternidad. de lo que toda la sabidurÃa de los hombres en todas las edades del mundo puede llegar a la descripción, si se unieran, para proporcionar volúmenes para este propósito. El primero es Jeremias 31:3 .
El Señor me apareció desde la antigüedad, diciendo: SÃ, te he amado con amor eterno; por tanto, con misericordia te he atraÃdo; o como lo deja el margen, por eso te he extendido misericordia. AquÃ, tenemos a Dios mismo declarando, que su amor a la Iglesia ha sido desde la eternidad; eso es como Dios mismo. Porque su amor, como él mismo, es eterno. Ningún espacio podrÃa haber existido antes tampoco; porque en ese caso no se podrÃa decir que haya sido para siempre.
Para que Dios mismo, y su amor a la Iglesia, se expresen con las mismas palabras, desde la eternidad. El segundo verso está en Efesios 2:7 . Para que en los siglos venideros muestre las abundantes riquezas de su gracia, en su bondad para con nosotros por medio de Cristo Jesús. Aquà hemos declarado, el objeto último de ese amor; y lo cual prueba, que como comenzó desde la eternidad, asà ha atravesado, y aún continúa atravesando, todo el estado de tiempo de la iglesia, hasta la eternidad; como rÃos que surgen del océano y vuelven a entrar en él, conectados eternamente y fluyendo para siempre.
Al unir estas gloriosas escrituras en un solo punto de vista, forman un cÃrculo completo, para mostrar que el amor de Dios a la Iglesia en Cristo desde la eternidad ha sido uno y el mismo; y su primer designio, y última ejecución, es manifestar ese amor, o, como se llama aquÃ, las riquezas extraordinarias de su gracia, en esa gloria que resulta de ese amor, en el cual la Iglesia debe ser llevada, y continuar. eternamente. Bien podrÃa decir el Apóstol: ¡Aquà está el amor! porque todo lo demás, en comparación, ¡no es nada!
En segundo lugar. Nuestro amor a Dios en Cristo y a la Iglesia por cuenta de Cristo. Apenas es necesario observar que todo lo que podemos llamar amor o afecto en nosotros, ya sea hacia Dios o su pueblo, son meros efectos de él, y su amor por nosotros como la causa. Lo amamos (dice el Apóstol en esta misma escritura), porque él nos amó primero. SÃ, no es simplemente porque él nos ama, que lo amamos; porque esto por sà solo nunca hubiera hecho que nuestros corazones de piedra se volvieran susceptibles al amor; pero el Señor lo logró por su gracia vivificante, derramando ese amor en nuestros corazones, quitando el corazón de piedra y dándonos un corazón de carne; Ezequiel 36:26 .
Al calentar nuestros afectos congelados, someter y conquistar absolutamente nuestra enemistad natural contra él, y conquistarnos con las cuerdas del amor y las ligaduras de un hombre, llegamos a amar a Aquel que nos amó primero. ; o hubiéramos permanecido enemigos de Dios por obras inicuas por toda la eternidad. ¡Lector! detente en la maravillosa misericordia y gracia, sÃ, las abundantes riquezas de su gracia; y fÃjense en el todo, en el propósito, el consejo, la voluntad y el placer eternos del Padre, el amor del Hijo al desposar y redimir la misericordia; y el favor regenerador y renovador del EspÃritu Santo; ¡Cuán infinitamente grande debe ser la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de ese amor de Dios, que sobrepasa el conocimiento!
VersÃculo 21
REFLEXIONES
Qué alivio es para el hijo de Dios, en medio de todos los anticristos, y falsos profetas y maestros, que la dispensación de los últimos dÃas ha de producir, que Jesús haya dicho, aunque si fuera posible, engañarÃan a los mismos elegidos; sin embargo, esta seguridad confirma su seguridad en Jesús, no lo harán. ¿Adónde, sino por esto, podrÃa un creyente ser arrojado, con todo viento de doctrina y la astuta astucia de los hombres, con la cual acechan para engañar? ¡Bendito Dios EspÃritu! ¡Sé eternamente alabado, amado y adorado por lo que has enseñado a la Iglesia en este precioso CapÃtulo! Aquà de ti, tu pueblo regenerado aprende, que el conocimiento de que Cristo ha venido en carne, habiendo proclamado la redención en su sangre, y regenerando las almas de sus redimidos, por su EspÃritu Santo; se convierte en una seguridad infalible,
¡Señor! deja saber a tus hijos, y especialmente a tus pequeños, que hemos vencido a todos los enemigos de nuestra salvación en nuestro nuevo nacimiento. Mayor es el que está en nosotros, que todo lo que hay en el mundo. Y ¡oh! para que el Señor derrame su amor en nuestros corazones, para que amemos al que nos amó primero. Y concede, Dios misericordioso, que en tu fuerza tengamos confianza, esperando ese gran dÃa de nuestro Dios, que cuando él aparezca, quien es nuestra vida, nuestra porción, nuestra justicia y completa justificación; podemos confiar y no avergonzarnos ante él en su venida. ¡Porque como él es, asà somos nosotros en este mundo!