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Thursday, July 17th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
El Comentario BÃblico del Expositor El Comentario BÃblico del Expositor
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ephesians 5". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/commentaries/spa/teb/ephesians-5.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ephesians 5". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/
Whole Bible (31)New Testament (6)Individual Books (5)
VersÃculos 1-32
CapÃtulo 22
DOCTRINA Y ÃTICA
Efesios 4:25 ; Efesios 5:1
La homilÃa que hemos revisado brevemente en el último capÃtulo requiere una mayor consideración. Ofrece un ejemplo sorprendente e instructivo del método de San Pablo como maestro de moral y hace una importante contribución a la ética evangélica. Los vicios comunes están aquà prohibidos por motivos especÃficamente cristianos. La nueva naturaleza formada en Cristo los arroja como extraños y muertos; son la piel desprendida de la vida anterior, el vestido desechado del anciano que fue asesinado por la cruz de Cristo y yace enterrado en su tumba.
El apóstol no condena estos pecados por ser contrarios a la ley de Dios: eso se da por sentado. Pero la condena legal fue inútil. Romanos 8:3 La ira revelada desde el cielo contra la injusticia del hombre habÃa dejado esa injusticia sin castigo y desafiante. La revelación de la ley, aprobada y repetida por la conciencia, enseñó al hombre su culpabilidad; no podÃa hacer más. Todo esto asume San Pablo; se basa en el derecho y sus reconocidos hallazgos.
El apóstol tampoco hace uso de los principios de la ética filosófica, que en su forma general le eran familiares a él como a todos los hombres educados de la época. No dice nada sobre la regla de la naturaleza y la justa razón, sobre la idoneidad intrÃnseca, la armonÃa y la belleza de la virtud; nada de conveniencia como guÃa de la vida, del contentamiento interior que proviene del bien hacer, del sabio cálculo por el cual se determina la felicidad y se subordina lo inferior al bien superior.
San Pablo en ninguna parte descarta motivos y sanciones de este tipo; no contraviene ninguna de las lÃneas de argumentación por las que la razón es llevada al auxilio del deber, y la conciencia se reivindica contra la pasión y el falso interés propio. De hecho, hay máximas en su enseñanza que nos recuerdan cada una de las dos grandes escuelas de la ética y que dejan espacio en la teorÃa cristiana de la vida tanto a la filosofÃa de la experiencia como a la de la intuición. La verdadera teorÃa reconoce, de hecho, lo experimental y evolutivo, asà como lo fijo e intrÃnseco en la moralidad, y proporciona su sÃntesis.
Pero no es asunto del apóstol ajustar su posición a la de los estoicos y epicúreos, o desarrollar una nueva filosofÃa; sino para enseñar el camino de la nueva vida. Sus discÃpulos gentiles habÃan sido falsos, de temperamento apasionado, codiciosos, licenciosos: el evangelio que él predicaba los habÃa apartado de estos pecados a Dios; del mismo evangelio extrae los motivos y convicciones que han de moldear su vida futura y dar al nuevo espÃritu que hay en ellos su expresión adecuada.
San Pablo no tiene nada que ver con la ciencia ética, mucho menos con la ley inspirada de sus padres; pero ambos habÃan resultado ineficaces para proteger a los hombres de la iniquidad o para redimir a los caÃdos en ella. Por encima de ambos, sobre todas las teorÃas y todas las reglas externas, él pone la ley del EspÃritu de vida en Cristo.
La originalidad de la ética cristiana, repetimos, no reside en sus preceptos detallados. Puede que no haya ni una sola de las máximas más nobles de Jesús que no haya sido pronunciada por algún moralista anterior. Con el Nuevo Testamento en nuestras manos, puede ser posible recopilar de fuentes no cristianas, de filósofos griegos, del Talmud judÃo, de sabios egipcios y poetas hindúes, de Buda y Confucio, una antologÃa moral que asà se separó de la Los desechos de la antigüedad, como partÃculas de hierro atraÃdas por el imán, pueden compararse con la ética del cristianismo.
Si Cristo es en verdad el Hijo del Hombre, debemos esperar que reúna en uno todo lo que es más elevado en los pensamientos y aspiraciones de la humanidad. Dirigiéndose a los atenienses en la colina de Marte, el apóstol podrÃa apelar a "algunos de sus propios poetas" en apoyo de su doctrina de la paternidad de Dios. Las mentes más nobles de todas las épocas dan testimonio de Jesucristo y demuestran ser, de alguna manera, de su parentela.
"No son más que luces rotas de ti; ¡y tú, oh Señor, eres más que ellos!"
Es Cristo en nosotros, es la comunión personal del alma con Ãl y con el Dios vivo a través de Ãl, lo que forma el factor vital y constitutivo del cristianismo. Aquà está el secreto de su eficacia moral. El Cristo es la raÃz central de la raza; Ãl es la imagen de Dios en la que fuimos hechos. La sangre de la humanidad fluyó en Ãl como en Su corazón, y brotó de Ãl como de su fuente en sacrificio por el pecado común.
Jesús recogió en sà mismo y restauró la virtud de la humanidad rota en mil fragmentos; pero hizo mucho más que esto. Mientras recreaba en su carácter personal nuestra virilidad perdida, por su muerte y resurrección ha ganado para ese ideal un poder trascendente que se apodera de los hombres y los regenera y transforma. "Con el rostro descubierto, mirando en el espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen" (recibiendo la gloria que vemos), "como del Señor del EspÃritu". 2 Corintios 3:18
Hay, por tanto, una ética evangélica, una ciencia cristiana de la vida. "La ley del EspÃritu de vida en Cristo Jesús" tiene un sistema y un método propios. Tiene una solución racional y una explicación para nuestros problemas morales. Pero su solución se da, como a San Pablo ya su Maestro le encantaba darla, en la práctica, no en la teorÃa. Enseña el arte de vivir a multitudes para quienes se desconocen los nombres de la ética y la ciencia moral.
Aquellos que entienden mejor el método de Cristo comúnmente están demasiado ocupados en su práctica para teorizar al respecto. Son médicos que atienden a enfermos y moribundos, no profesores de alguna facultad de medicina. Sin embargo, tanto los profesores como los practicantes tienen su utilidad. La tarea de desarrollar una ciencia cristiana de la vida, de exhibir la verdad de la revelación en sus fundamentos teóricos y sus relaciones con el pensamiento de la época, forma parte de los deberes prácticos de la Iglesia y toca profundamente el bienestar de las almas.
En otras ocasiones, este trabajo ha sido realizado noblemente por pensadores cristianos. ¿No rogaremos al Señor de la mies que envÃe a este campo obreros aptos? ¿Que engañará a hombres poderosos por medio de Dios para derribar todo lo elevado que se exalta contra su conocimiento, y que sea sabio para edificar al nivel de los tiempos el gran tejido de la ética y la disciplina cristianas?
En esta exhortación surgen cuatro principios distintos, que se encuentran en la base de la visión de la vida y la conducta de San Pablo.
I. En primer lugar, la verdad fundamental de la Paternidad de Dios. "Sed imitadores de Dios", escribe, "como hijos amados". Y en Efesios 4:24 : " Efesios 4:24 del nuevo hombre, que fue creado según Dios".
La vida del hombre tiene su ley, porque tiene su fuente, en la naturaleza del Eterno. Detrás de nuestros instintos raciales y las leyes que se nos impusieron en la larga lucha por la existencia, detrás de esos imperativos de la razón práctica involucrados en la estructura de nuestra inteligencia, está la presencia y la voluntad activa del Dios Todopoderoso, nuestro Padre celestial. Su imagen la vemos en el Hijo del Hombre.
Aquà está la fuente de la verdad, de la que han divergido las dos grandes corrientes del pensamiento filosófico sobre la moral. Si el hombre es hijo de un Ser absolutamente bueno, entonces la bondad moral pertenece a la esencia de su naturaleza; se puede descubrir en los instintos de su razón y voluntad. Si nuestra naturaleza no estuviera deformada por el pecado, tal razonamiento debe haber exigido un asentimiento inmediato y haber conducido a resultados consistentes y evidentes por sà mismos.
Una vez más, si el hombre es hijo de Dios, lo finito del Infinito, su carácter moral debe, presumiblemente, haber sido al principio germinal en lugar de completo, necesitando -aún aparte del pecado y sus malformaciones- desarrollo y educación, la disciplina de la vida. una providencia paternal, inculcando las lecciones y formando los hábitos que pertenecen a su madurez y estatura. La moral intuitiva da testimonio del Dios de la creación; moral experimental al Dios de la providencia y la historia. La Paternidad Divina es la piedra angular del arco en el que se encuentran.
El mandamiento de "ser imitadores de Dios" hace de la personalidad el elemento soberano de la vida. Si la conciencia es un fenómeno finito y pasajero, si Dios no es más que un nombre para la suma de las leyes impersonales que regulan el universo, para la "corriente de tendencia" en los mundos, Padre y amor son términos sin sentido aplicados al Supremo y a la religión. se disuelve en una niebla impalpable. ¿Está el universo gobernado por la voluntad personal o por la fuerza impersonal? ¿Es la razón o la gravitación el Ãndice de la naturaleza del Absoluto? Ãsta es la cuestión vital del pensamiento moderno.
Esta última es la respuesta dada por un amplio, si no preponderante cuerpo de opiniones filosóficas en nuestros dÃas, tal como lo dieron, virtualmente, los filósofos naturales de Grecia en los albores de la ciencia. Los triunfos del hombre sobre la naturaleza y el esplendor de sus descubrimientos en el ámbito fÃsico confunden su razón. Los cientÃficos, como otros conquistadores, se han embriagado con la victoria. El universo, al parecer, estaba a punto de entregarles sus últimos secretos; estaban preparados para analizar el alma humana y resolver la concepción de Dios en sus elementos materiales.
La religión y la conciencia, sin embargo, resultan ser temas intratables en el laboratorio fÃsico; salen del crisol sin cambios y refinados. En este momento podemos tomar una medida más sobria de las posibilidades del método cientÃfico y ver qué pueden hacer la lógica inductiva y la selección natural por nosotros y qué no pueden hacer. Podemos caminar a la luz de la nueva revelación, sin dejarnos deslumbrar por ella.
Las cosas están menos alteradas de lo que pensábamos. Reaparecen los viejos lÃmites. El espÃritu vuelve a ocupar su lugar y gobierna un reino más amplio que antes. La razón se niega a ser vÃctima de su propio éxito ya inmolarse para la deificación de la ley material. "Puesto que somos linaje de Dios", no debemos pensar, y no pensaremos, que la Deidad es como fuerzas ciegas y propiedades sin razón de la materia. El amor, el pensamiento, elevará en nosotros nuestro ser por encima del reino de lo impersonal; y estas facultades nos apuntan hacia arriba, a Aquel de quien vinieron, el Padre de los espÃritus de toda carne.
La gran marea de gozo, la energÃa victoriosa que el sentido del amor de Dios trae a la vida de un cristiano, es evidencia de su realidad. El creyente es un niño que camina a la luz de la sonrisa de su Padre, ignorante, dependiente, pero objeto de un amor Todopoderoso. Mil fichas le hablan del cuidado Divino; sus tareas y pruebas se endulzan con la confianza de que están destinadas a fines sabios más allá de su conocimiento actual.
Para otro en esa misma casa no hay Padre celestial, ninguna mano invisible que guÃe, ningún destello de un dÃa más brillante y más puro iluminando sus cámaras opacas. Hay compañeros humanos, débiles, errantes y fatigados como uno mismo. Hay trabajo que hacer, y la noche se acerca rápidamente; y el corazón valiente se ceñÃa al deber, encontrando en el servicio del hombre su motivo y empleo, pero, ¡ay, qué pobre éxito y qué débil esperanza! No es la pérdida de fuerza para el servicio humano, ni la muerte de gozo que conlleva la incredulidad, lo que es su principal calamidad; sino la incredulidad misma.
Se apaga el sol en el cielo del alma. La relación personal con el Supremo que dio dignidad y valor a nuestro ser individual, que impartió santidad y poder duradero a todos los demás lazos, se destruye. El corazón queda huérfano; el templo del espÃritu está desolado. La fuente principal de la vida está rota.
"¡Date prisa en responderme, oh Jehová; mi espÃritu se ha agotado! ¡No escondas de mà tu rostro, para que no sea como los que descienden a la fosa!"
II. La solidaridad de la humanidad en Cristo proporciona al apóstol una palanca poderosa para elevar el nivel ético de sus lectores. La idea de que "somos miembros unos de otros" prohÃbe el engaño. Que "tenga de qué dar a los necesitados" es el propósito que provoca al ladrón a la industria. El deseo de "dar gracia" a los oyentes y "edificarlos" en la verdad y la bondad imparte seriedad y elevación a las relaciones sociales.
Las irritaciones y heridas que nos infligimos unos a otros, con o sin propósito, nos dan ocasión de "ser bondadosos los unos con los otros, de buen corazón, perdonándose a sà mismos", porque esta es la expresión que el apóstol usa Efesios 4:32 , y en Colosenses 3:13 .
El yo está tan fusionado en la comunidad, que al tratar de censurar o perdonar a un hermano ofensor, el cristiano se siente como si estuviera tratando consigo mismo, como si fuera la mano que perdonó el pie por tropezar, o la oreja que perdonó algún error. del ojo. Mostrar gracia es lo que el apóstol dice literalmente aquÃ, hablando tanto del perdón humano como del perdón divino. En esto reside el encanto y el poder del verdadero perdón.
El que perdona según el orden de la gracia no perdona como un juez movido por la magnanimidad o la compasión por los transgresores, sino enamorado de los de su propia especie y con el deseo de enmendarlos. Se identifica con el malhechor, sopesa su tentación y todo lo que lo llevó al error. Tal perdón, aunque nunca ignora el mal, admite cada circunstancia calificativa y justa atenuación. Este es el tipo de perdón que toca el corazón del pecador; porque va al corazón del pecado, aislándolo de todos los demás sentimientos y condiciones que no son pecado; toma el mal sobre sà mismo en comprensión y percepción; pone su dedo sobre el lugar dolorido y supurante donde reside la criminalidad y aplica su bálsamo curativo.
"Asà como Dios en Cristo te perdonó". ¿Y cómo perdonó Dios? No por un gran decreto imperial, como por algún monarca demasiado exaltado para resentirse por las injurias de los hombres o para investigar sus inútiles procedimientos. Si tal perdón hubiera sido posible para la justicia divina, no podrÃa haber producido en nosotros una salvación real. Nuestro perdón es el de Dios en Cristo. El Perdonador se ha sentado al lado del prisionero, ha sentido su miseria y la fuerza de sus tentaciones, y en todo menos en el pecado actual se ha hecho uno con el pecador, hasta llevar la pena extrema de su culpa.
En el acto de hacer el sacrificio, Jesús oró por los que lo mataron: "Padre, perdónalos, ¡no saben lo que hacen!" Esta intercesión inspiró el espÃritu del nuevo perdón. Hay una remisión real de los pecados, una liberación concedida con justicia y con la debida satisfacción; pero es el acto de la justicia cargada de amor, de una justicia tan tierna y considerada como fuerte, y que toma en cuenta con avidez todo lo que se manifiesta en el. delincuente una posibilidad de cosas mejores. Es un perdón que hace justicia tanto a la humanidad como a la criminalidad del pecador.
Proclamar de palabra y de obra este perdón de Dios al mundo pecador es vocación de la Iglesia. Y donde ella lo declara asÃ, por cualquier medio o ministerio, se verifica la promesa de Cristo a ella: "A quienes remitáis los pecados, les son remitidos". Podemos reconciliar a los hombres con nosotros mismos para traerlos de regreso a Dios. ¿Alguien te ha hecho algo malo? Existe la oportunidad de salvar un alma de la muerte y esconder una multitud de pecados.
AsÃ, Cristo usó el gran mal que todos le hicimos. Es su privilegio mostrarle al malhechor que usted y él son hechos uno por la sangre de Cristo. "Camina en amor", dice San Pablo, "como también Cristo nos amó y se dio a sà mismo por nosotros en sacrificio". Cuando el apóstol escribe sobre el Cristo, nos señala a lo largo de toda la lÃnea 'de la revelación de la cruz'. Pensamos en el cristianismo de Jesús, en el cristianismo de un amor como este.
El de Cristo fue un amor representativo y ejemplar, con sus precursores y sus seguidores caminando todos en un mismo camino. "El Cristo amó y dio"; porque el amor que no da, que no pide esfuerzo y no se sacrifica, no es más que un lujo del corazón, inútil y hasta egoÃsta. Y "se entregó a sà mismo", el único regalo que podÃa ser suficiente. Los ricos que otorgan muchos dones para promover el trabajo humanitario y religioso y aún no se otorgan a sà mismos, su pensamiento comprensivo, su presencia y ayuda personal, están reteniendo lo mejor, lo único que se requiere para que sus dádivas sean eficaces.
En lo que damos y perdonamos, es el acento de la simpatÃa, la entrega del corazón lo que agrega gracia al acto. "Aunque reparto todos mis bienes, aunque doy mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me aprovecha". Hacemos mil cosas para servir y beneficiar a nuestros semejantes y, sin embargo, evadir el verdadero sacrificio, que es simplemente amarlos.
Al estudiar esta epÃstola, hemos sentido cada vez más que la Iglesia es el centro de la humanidad. El amor que nace y se nutre en la casa de la fe sale al mundo con una misión universal. La solidaridad de los intereses morales que se realiza allÃ, abarca a todos los linajes de la tierra. La encarnación de Cristo une a toda carne en una sola familia redimida. Los continentes y las razas de la humanidad son miembros unos de otros, con Jesucristo por cabeza.
Somos hermanos y hermanas de la humanidad: Ãl nuestro hermano mayor y Dios nuestro común Padre en el cielo, Su Padre y nuestro. Auguste Comte escribe en su "Sistema de polÃtica positiva": "Las promesas de la religión sobrenatural apelaron exclusivamente a los instintos egoÃstas del hombre. Los instintos de simpatÃa no encontraron lugar en la sÃntesis teológica". SerÃa imposible afirmar algo más completamente contrario a la verdad, algo más absolutamente opuesto a la doctrina de Cristo y la sÃntesis teológica de los apóstoles.
¡Y, sin embargo, fue sobre esta base que el gran pensador francés renunció al cristianismo, proponiendo su nueva religión de la humanidad como sustituto de un sobrenaturalismo egoÃsta y decadente! ¿Por qué no fue al Nuevo Testamento para averiguar qué significa el cristianismo? "Combinar permanentemente el concierto con la independencia", dice excelentemente Comte, "es el problema capital de la sociedad, un problema que sólo la religión puede resolver, principalmente por el amor, luego por la fe sobre la base del amor.
"Precisamente asÃ; y esta es la solución ofrecida por Jesucristo. Su amor abnegado es la base sobre la que descansa nuestra fe; y esa fe obra por el amor en todos aquellos que verdaderamente la poseen. Esta es la teorÃa evangélica. La moral de la Iglesia, es cierto, ha caÃdo vergonzosamente por debajo de su doctrina; pero esta doctrina es, después de todo, la única fuerza moral fecunda y progresiva en el mundo; y es seguro que se llevará a cabo.
En la hora más oscura de la opresión de Israel y del odio internacional, uno de sus grandes profetas describió asà el triunfo de la religión sobrenatural: "En aquel dÃa Israel será el tercero con Egipto y Asiria, una bendición en medio de la tierra; porque Jehová de los ejércitos los ha bendecido, diciendo: Bendito sea Egipto mi pueblo, y Asiria obra de mis manos, e Israel mi heredad â. IsaÃas 19:24 Este es nuestro programa todavÃa.
III. Otra de las ideas dominantes de San Pablo que se encuentran en la base de la ética cristiana es su concepción del destino futuro del hombre. El apóstol advierte a sus lectores que "no contristéis al EspÃritu Santo, en quien fueron sellados hasta el dÃa de la redención". Les dice que "los impuros y los codiciosos no tienen herencia en el reino de Cristo y de Dios".
Asà se revela un mundo más allá del mundo, una vida que surge de la vida, un reino eterno e invisible de cuya posesión el EspÃritu que vive en los hombres cristianos es la fervorosa y primicia. Este reino es la herencia conjunta de los hijos de Dios, hermanos con Cristo y en Cristo, quienes son conformados a Su imagen y dignos de "estar delante del Hijo del Hombre". Quedan excluidos de la herencia los que por su naturaleza moral le son ajenos: "Fuera están los perros, los hechiceros, los fornicarios, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.
"Esta revelación ha tenido una influencia muy poderosa en el progreso de la ética. Le ha dado una importancia trascendental a la conducta individual, una nueva grandeza a las cuestiones morales de la vida presente." La vida del hombre ", vista a la luz del evangelio cristiano , "tiene deberes que solo son grandes, que suben al cielo y bajan al infierno". La madeja enredada finalmente se desenredará, el misterioso problema de la vida mortal tendrá su solución en el tribunal de Jesucristo.
Es cierto que los malvados florecen y se extienden como árboles verdes al sol; y los codiciosos se jactan del deseo de su corazón. Ver esto fue la prueba de la fe antigua; y el hombre bueno tenÃa que acusarse constantemente de no preocuparse por los malhechores. Se requerÃa una fe heroica para creer en el reino y la justicia de Dios, cuando el curso visible de las cosas los ponÃa todo en contra y no habÃa una luz clara más allá.
Los santos de Dios tuvieron que aprender primero que Dios mismo es el bien suficiente, y se debe confiar en que hará lo correcto. Pero esta era la fe de defensa más que de victoria, de resistencia, no de entusiasmo. En el conocimiento de la victoria de Cristo sobre la muerte y la entrada en nuestro nombre en el mundo celestial, "en la esperanza de la vida eterna que Dios, que no puede mentir, ha prometido", los hombres han luchado contra sus propios pecados, han luchado por la justicia y se han dedicado a salvar a sus semejantes con un vigor y un éxito nunca antes visto, y en números que superan con creces a los que todos los demás credos y sistemas se han alistado en la santa causa de la humanidad.
La razón humana habÃa adivinado y la esperanza habÃa soñado con la inmortalidad del alma. El cristianismo da certeza a esta esperanza y le añade la seguridad de la resurrección de la carne. Asà se redime toda la naturaleza del hombre. La castidad ocupa el lugar que le corresponde entre las virtudes y se convierte en la marca de un cristiano a diferencia de una vida pagana. "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.
Dios, que resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará a nosotros mediante su poder. Vuestros cuerpos son miembros de Cristo, un templo del EspÃritu Santo que tenéis de Dios. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo. "Asà que San Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, 1 Corintios 6:1 viven en el centro y santuario del vicio pagano. Esta doctrina de la santidad del cuerpo ha sido la salvación de la familia.
Ha salvado a la civilización de perecer a causa de la corrupción sexual y sigue siendo nuestra principal defensa contra este terrible mal. Nuestro vestido corporal, ahora aprendemos, es uno con el espÃritu que infunde. Lo dejaremos a un lado sólo para reanudarlo, transfigurado, pero con una forma e impresión continuas con su ser presente. Este yo idéntico, el mismo tanto en su personalidad externa como interna, comparecerá ante el tribunal de Cristo, para que pueda "recibir las cosas hechas en el cuerpo".
"Este anuncio da razonabilidad y claridad a la expectativa de un juicio futuro. El juicio asume, con su solemne grandeza, una realidad práctica, una influencia inmediata en la conducta diaria de la vida, que presta un poderoso refuerzo a la conciencia, mientras que proporciona una conclusión adecuada y gloriosa a nuestro curso como seres morales.
IV. Finalmente, la expiación de la cruz imprime su propio carácter y espÃritu en toda la ética del cristianismo. La Paternidad de Dios, la unidad y solidaridad de la humanidad, los asuntos de la vida eterna o la muerte que nos esperan en el mundo invisible, todos los grandes factores y fundamentos de la religión revelada se reúnen alrededor de la cruz de Cristo; le prestan su augusto significado, y obtienen de él un nuevo significado e impresionante.
El hecho de que Cristo "se entregó a sà mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio a Dios" -se dio a sà mismo, como se dice en otra parte, "por nuestros pecados" - arroja una luz terrible sobre la naturaleza de la transgresión humana. La sangre derramada en la contienda con nuestro pecado y derramada para lavar su mancha, revela su inmundicia y maldad. Todo lo que han enseñado los hombres inspirados, que los buenos hombres han creÃdo y sentido, y los penitentes confesados ââacerca de la maldad del pecado humano, está más que verificado por el sacrificio que el Santo de Dios ha sufrido para eliminarlo.
Se consideró que la sangre de toros y cabras nunca podrÃa quitar los pecados, que los sacrificios que el hombre podÃa ofrecer por sà mismo, o por las criaturas en su nombre, eran ineficaces; la culpa era demasiado real para ser expiada de esta manera, la herida demasiado profunda para ser curada por esos pobres aparatos. Pero, ¿quién habÃa sospechado que un remedio como este era necesario y estaba próximo? ¡Cuán profundo es el resentimiento de la Justicia eterna contra las transgresiones de los hombres, si sólo la sangre del propio Hijo de Dios pudiera hacer propiciación! ¡Cuán grave es la ofensa contra la santidad divina, si para purgar su abominación debe romperse la vasija que contiene la más dulce fragancia de su naturaleza sin pecado! ¡Qué lágrimas de contrición, qué fuegos purificadores de odio contra nuestros propios pecados, qué desprecio de su bajeza,
Este lado negativo del comportamiento ético del sacrificio de Cristo está implÃcito en las palabras del apóstol en el segundo versÃculo, y en el contraste indicado entre su olor grato y esas cosas inmundas cuyos mismos nombres deberÃa desterrar de entre nosotros ( Efesios 5:3 ). Sobre sus efectos positivos -el amor y la auto-devoción que inspira, la conformidad de nuestra vida con su ejemplo- ya hemos hablado.
Agreguemos, sin embargo, que el sacrificio de Cristo exige de nosotros, sobre todo, la devoción a Cristo mismo. Nuestro primer deber como cristianos es amar a Cristo, servir y seguir a Cristo. "Por todos murió", dice el apóstol, "para que los vivos no vivan más para sà mismos, sino para Aquel que murió por ellos y resucitó". Cuando MarÃa de Betania derramó sobre la cabeza del Salvador su caja de ungüento precioso, el Maestro aceptó el tributo y aprobó el acto; y los pobres se han beneficiado de ella mil veces el centavo que Judas consideraba gastado en la cabeza que estaba mirando para traicionar.
No hay conflicto entre los reclamos de Cristo y los de la filantropÃa, entre las necesidades de Su adoración y las necesidades de los desamparados y los que sufren en nuestras calles. Cada nuevo súbdito ganado para el reino de Cristo es otro ayudante ganado para sus pobres. Cada acto de amor que se le rinde profundiza el canal de simpatÃa por el cual el alivio y la bendición llegan a la humanidad afligida.
Que el evangelio del reino de Cristo sea predicado de palabra y de hecho a todas las naciones, que el amor de Cristo sea llevado a las grandes masas de la humanidad, y llegará el tiempo de la salvación del mundo. Su pecado será odiado, abandonado y perdonado. Sus males sociales serán desterrados; sus armas de guerra se convirtieron en rejas de arado y podaderas. Sus razas y naciones dispersas serán reunidas en la obediencia de la fe y formadas en una confederación cristiana y comunidad de pueblos, un reino pacÃfico del amor del Hijo de Dios.
VersÃculos 7-14
Capitulo 23
LOS HIJOS DE LA LUZ
Efesios 5:7
El contraste entre la forma de vida cristiana y pagana se presentará ahora, finalmente, bajo la figura familiar de San Pablo de la luz y las tinieblas. Ãl les pide a sus lectores gentiles que no sean "copartÃcipes con ellos" -con los hijos de la desobediencia sobre quienes viene la ira de Dios ( Efesios 5:6 ) - porque ya los ha saludado, en Efesios 3:6 , como "copartÃcipes de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio ". "Una vez" de hecho compartieron la suerte de los desobedientes; pero para ellos las tinieblas han pasado, y ahora brilla la luz verdadera.
En la ira o en la promesa, en la esperanza de la vida eterna o en la temerosa espera del juicio, ellos y nosotros debemos participar. Esta participación futura depende del carácter presente. El apóstol ruega: "No vuelvas a echar tu suerte con los inmundos y codiciosos. Has renunciado a sus caminos, y has cambiado su condenación por la herencia de los santos. No dejes que palabras vanas te engañen para pensar que puede conservar su nueva herencia y, sin embargo, volver a sus antiguos pecados.
Muéstrate dignos de tu vocación. Caminen como hijos de la luz, y poseerán el reino eterno. "Cada hombre lleva consigo al siguiente estado de ser el vÃnculo de su vida pasada. Esa herencia depende de su propia elección; pero no de su voluntad individual obrando por en sà mismo, sino en la gracia y la voluntad de Dios obrando con él, ya que esa gracia es aceptada o rechazada. Ãl tiene luz: debe caminar en ella; y alcanzará el reino de la luz. Asà el apóstol, en Efesios 5:7 , concluye su advertencia contra la recaÃda en el pecado pagano.
Efesios 5:9 delinean el carácter de los hijos de la luz: Efesios 5:11 establece su influencia sobre la oscuridad circundante. En estas dos divisiones cae naturalmente la exposición de este párrafo.
I. "El fruto de la luz" (no del EspÃritu) es el texto verdadero de Efesios 5:9 , tal como aparece en las copias griegas más antiguas, Versiones y Padres. Calvino mostró su juicio e independencia al preferir esta lectura a la del texto griego recibido. De manera similar, Bengel y la mayorÃa de los crÃticos posteriores. La oración es entre paréntesis y contiene una figura singular e instructiva.
Es una de esas chispas del yunque, en las que los grandes escritores nos brindan con frecuencia sus más finas expresiones, frases que adquieren un punto peculiar por el afán con que son arrancadas en el calor y el choque del pensamiento, a medida que la mente llega. adelante a algún pensamiento que yace más allá. La cláusula es un epÃtome, en cinco palabras, de la virtud cristiana, cuyas cualidades, origen y método están todos definidos.
Resume exquisitamente la enseñanza moral de la epÃstola. Gálatas 5:22 (el fruto del EspÃritu) y Filipenses 4:8 (Todo lo que es verdadero, etc.) son paralelos a este pasaje, como definiciones paulinas, igualmente perfectas, de las virtudes del hombre cristiano. Esto tiene la ventaja de los demás en brevedad y punto epigramático.
"Vosotros sois luz en el Señor", dijo el apóstol; "andad como hijos de la luz". Pero sus lectores podrÃan preguntar: "¿Qué significa esto? Es poesÃa: hagamos que se traduzca en prosa simple. ¿Cómo caminaremos como hijos de la luz? Muéstranos el camino". El apóstol responde: "El fruto de la luz está en toda bondad, justicia y verdad. Andad por estos caminos; deja que tu vida dé este fruto, y serás verdaderos hijos de la luz de Dios".
Viviendo asÃ, descubrirás qué es lo que agrada a Dios, y cuán gozoso es agradarle ( Efesios 5:10 ). Entonces tu vida quedará libre de toda complicidad con las obras de las tinieblas. Brillará con un brillo claro y penetrante, que avergonzará las obras de las tinieblas y transformará la oscuridad misma. Hablará con una voz que todos deben escuchar, invitándoles a despertar del sueño del pecado para que vean en Cristo la luz de su vida. âEste es el escenario en el que se encuentra esta deliciosa definición.
Pero es más que una definición. Si bien esta oración declara qué es la virtud cristiana, también significa de dónde viene, cómo se genera y se mantiene. Afirma la conexión que existe entre el carácter cristiano y la fe cristiana. La fruta no se puede cultivar sin el árbol, como tampoco el árbol puede crecer sólidamente sin producir su fruto apropiado.
Lo correcto es el fruto de la luz.
El principio de que la religión es la base de la virtud moral es uno que muchos moralistas disputaron en la época de San Pablo; y ha caÃdo en algún descrédito en el nuestro. En la teorÃa filosófica, y en gran medida en las máximas y creencias populares, se asume que la fe y la moral, el carácter y el credo, no solo son cosas distintas, sino independientes, y que no existe una conexión necesaria entre las dos.
Los cristianos mismos son los culpables de esta falacia, debido a la discrepancia que no pocas veces es visible entre su credo y su vida. Nuestra estrechez de miras y la dureza de nuestros juicios éticos han contribuido a fomentar este grave error.
Grandes maestros cristianos se han referido a las virtudes de los paganos como "pecados espléndidos". Pero Cristo y Sus Apóstoles nunca lo dijeron. Dijo: "Tengo otras ovejas que no son de este redil". Y dijeron: "En toda nación, el que teme a Dios y obra justicia, es aceptado por él". El credo cristiano no tiene celos con respecto a la excelencia humana. "Todas las cosas que son verdaderas, honorables, justas y puras", dondequiera y en quienquiera que se encuentren, nuestra fe las honra y se deleita en ellas, y las acepta en la medida de su valor.
Pero luego los reclama a todos por sà mismos, como el fruto de la única "luz verdadera que ilumina a todo hombre". Dondequiera que aparezca este fruto, sabemos que esa luz ha existido, aunque sus caminos son indescifrables. A través de grietas secretas, refracciones sutiles y reflejos multiplicados, la luz verdadera llega a muchas vidas que se encuentran lejos de su curso visible.
Toda bondad tiene una fuente; porque, dijo Jesús, "no hay nada bueno sino uno, que es Dios". Los canales pueden ser tortuosos, obstruidos y oscuros: la corriente es siempre una. No hay nada más conmovedor, y nada más alentador para nuestra fe en el amor universal de Dios y su voluntad de que todos los hombres sean salvos, que ver, como lo hacemos a veces en las condiciones más adversas y en los puntos más inverosÃmiles, los rasgos de la belleza moral. y la bondad de Cristo que aparece como manantiales en el desierto o flores que brotan en las nieves alpinas, signos de la luz universal,
"¡Que aún en la más absoluta lluvia de oscuridad Ne'er quiere su testigo, algún rayo de belleza perdido para la desesperación del infierno!"
La acción de la gracia de Dios en Cristo no se limita de ninguna manera a la esfera de su acción reconocida. Por este motivo, reivindicamos esta gracia con mayor seriedad contra aquellos que niegan su necesidad o la permanencia de su influencia moral. La fruta, en general, aprueban. Pero cortarÃan la planta de la que provenÃa; buscan apagar la luz bajo la cual creció. Son como hombres que deberÃan llevarte a algún árbol alto que ha florecido durante siglos enraizado en la roca, y que deberÃan decir: "¡Mira qué anchas sus ramas y qué robusto su tallo, qué firmeza se sostiene sobre su tierra nativa! córtalo de esas raÃces oscuras y feas, esa teologÃa misteriosa, esas supersticiones del pasado.
La mente humana los ha superado. La virtud puede sostenerse a sà misma por sà misma. Ha llegado el momento de afirmar la dignidad del hombre y proclamar la independencia de la moral. "Si estos hombres se salen con la suya, y si la sociedad europea renuncia a la autoridad de Dios, ¿qué tan rápido lo hará ese árbol plantado por el Señor, el vasto crecimiento de La virtud y la beneficencia cristianas se marchitarán hasta su rama más alta, y la próxima tormenta lo hará caer al suelo, con toda su majestuosa fuerza y ââbelleza veraniega.
La incredulidad en Dios pone el hacha en la raÃz de la sociedad humana. Nuestra vida, la vida de los individuos, las familias y las naciones, tiene sus raÃces en lo invisible y está escondida con Cristo en Dios. De allà saca su vitalidad y virtud, a través de esas fibras espirituales por las que estamos vinculados a Dios y nos aferramos a la vida eterna. Desde que Cristo Jesús, nuestro precursor, entró en los lugares celestiales, el ancla de la esperanza humana se ha echado dentro del velo; si ese ancla se arrastra, no hay otra que aguante. Las rocas son fáciles de ver en las que nuestro barco de la vida, ricamente cargado de mercancÃas, se hundirá. Sin la religión de Jesucristo, nuestra civilización no vale la pena comprarla en cien años.
Los efectos morales no siguen a sus causas tan rápidamente como los efectos fÃsicos: siguen con la misma certeza. Vivimos en gran parte del capital ético acumulado de nuestros antepasados. Cuando eso se gasta, quedamos abandonados a nuestra intrÃnseca pobreza de alma, a nuestra infidelidad y debilidad. El escepticismo de una generación da fruto en la inmoralidad de la siguiente, o de la siguiente; la incredulidad y el cinismo del maestro en el vicio de su discÃpulo. Tal fruto de explosión y moho que la decadencia de la fe nunca ha dejado de producir.
La verdad correspondiente será reconocida de inmediato. No hay religión real sin: virtud. Si el piadoso no es un buen hombre, si no es un hombre sincero y de corazón puro, "la religión de ese hombre es vana": no importa cuáles sean sus profesiones o sus emociones, no importa cuáles sean sus servicios a la Iglesia. Ãl es uno de aquellos a quienes Jesucristo dirá: "No os conozco; apartaos de mà todos los que obramos iniquidad". Hay un defecto en él en alguna parte, una grieta dentro del laúd que estropea toda su música. "Un buen árbol no puede dar frutos corruptos".
En el huerto de Cristo se forma en racimos de belleza y perfección el maduro crecimiento de la virtud, que en el sol de Su amor y bajo el soplo refrescante de Su EspÃritu envÃa sus especias y "da su fruto todos los meses". En él habita la bondad. , justicia, verdad - estos tres; ¿Y quién dirá cuál de ellos es el mayor?
I. La bondad está en primer lugar, como la forma más visible y evidente de la excelencia cristiana, lo que todo el mundo busca en un hombre religioso y todo el mundo admira cuando se ve. La justicia, considerada en sà misma, no se aprecia tan fácilmente. Hay algo austero e imponente en ello. "Porque un justo difÃcilmente muere uno", lo respetas, incluso lo reverencia; pero no lo amas: "si no fuera por el buen hombre, tal vez, uno se atreverÃa incluso a morir".
"La bondad cristiana es la santificación del corazón y de sus afectos, renovados y regidos por el amor de Dios en Cristo. No obstante, rara vez se inculca en el Nuevo Testamento, porque se refiere a su fuente y principio en el amor. Bondad es el amor encarnado. "Ahora ámanos, Ãl nos amó, e inclinó a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados." Esta es la fe que hace a los hombres buenos, lo mejor que el mundo haya conocido, lo mejor que tiene ahora.
La vanidad, el egoÃsmo, el mal genio y el deseo son avergonzados y quemados del alma por el fuego santo del amor de Dios en Jesucristo nuestro Señor. A la luz cálida y tierna de la cruz, el corazón se ablanda y se limpia, y se expande a la caridad más amplia, se convierte en el hogar de todos los instintos generosos y afectos puros. De modo que "el fruto de la luz está en todo bien".
II. Y justicia.
Esta segunda y central definición aplica una prueba escrutadora a todas las formas espúreas de bondad, superficiales o sentimentales, a la bondad de los simples buenos modales o la buena naturaleza. El principio de justicia, entendido en su totalidad, incluye todo en valor moral y se usa a menudo para denotar en una palabra todo el fruto de la gracia de Dios en el hombre. Porque la justicia es la santificación de la conciencia.
Es lealtad a la santa y perfecta ley de Dios. No es una mera observancia exterior de reglas formales, como la justicia legal del judaÃsmo, ni una sumisión a la necesidad o al cálculo de ventajas: es un amor a la ley en el espÃritu más Ãntimo de un hombre; es la cualidad de un corazón uno con esa ley, reconciliado con ella como se reconcilia con Dios mismo en Jesucristo.
En el fondo, por lo tanto, la justicia y la bondad son uno. Cada uno es la contracara y el complemento del otro. La justicia es para la bondad como la fuerte columna vertebral de los principios, la mano firme y el dominio vigoroso del deber, el pie firme que se planta en el suelo eterno de la rectitud y la verdad y se opone al asalto del mundo. La bondad sin la justicia es un sentimiento débil e irregular: la justicia sin la bondad es una formalidad muerta. No puede amar verdaderamente a Dios ni a su prójimo, quien no ama la ley de Dios; y nada sabe bien de esa ley, quien no sabe que es la ley del amor.
Este también, este sobre todo es "el fruto de la luz". Dos consignas que tenemos de los labios de Jesús, dos lemas de su propia vida y misión, uno que se da al final, el otro al principio de su carrera: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida. para sus amigos "; y "Asà conviene que cumplamos toda justicia". Por una llama doble consumió un sacrificio en la cruz, por la pasión de su celo por la justicia de Dios y por la pasión de su piedad por la humanidad. En esa doble luz, vemos la luz y nos convertimos en "luz en el Señor". Por lo tanto, el fruto de la luz, el producto moral de una verdadera fe en el evangelio, está en toda bondad y justicia.
Existe el peligro de fusionar este último con el primero de estos atributos. A la piedad evangélica se le atribuye un exceso de disposición sentimental y emocional, cultivada a expensas de los elementos más importantes del carácter. Los principios elevados, el honor escrupuloso y la estricta fidelidad al deber no son menos esenciales para la imagen de Cristo en el alma que el sentimiento cálido y la devoción celosa a su servicio, Jesucristo el justo, como a sus apóstoles les encantaba llamarlo, es el modelo. de una fe viril, hasta la cual debemos crecer en todas las cosas.
"Ãl es la propiciación por nuestros pecados". Nunca hubo un acto de tan inquebrantable integridad y absoluta lealtad a la ley del derecho como el sacrificio del Calvario. No permita Dios que magnifiquemos el amor a expensas de la ley, o que los buenos sentimientos sustituyan al deber.
III. La verdad ocupa el último lugar en esta enumeración, porque significa la realidad interior y la profundidad de las otras dos.
Verdad no significa solo veracidad, la mera verdad de los labios. La honestidad pagana llega tan lejos. Los hombres del mundo esperan tanto unos de otros y tildan al mentiroso con su desprecio. La verdad de las palabras requiere una realidad detrás de sà misma. Se excluye la falsedad actuada, la mentira insinuada y pretendida no menos que la expresamente dicha. Más allá de todo esto está la verdad del hombre que Dios requiere: habla, acción, pensamiento, todo consistente, armonioso y transparente, con el.
luz de la verdad de Dios brillando a través de ellos. La verdad es la armonÃa de lo interior y lo exterior, la correspondencia de lo que el hombre es en sà mismo con lo que parece y desea parecer.
Ahora, solo los Hijos de la luz, solo los hombres completamente buenos y rectos, que pueden, en este sentido estricto, ser hombres de verdad. Mientras quede alguna malicia o iniquidad en nuestra naturaleza, tenemos algo que ocultar. No podemos permitirnos ser sinceros. Nos vemos obligados a pagar, por vergüenza, el degradante tributo que el vicio rinde a la virtud, el homenaje de la hipocresÃa. Pero encuentra un hombre cuyo intelecto, cuyo corazón y voluntad, ensayados en cualquier momento, suenen sólidos y verdaderos, en quien no haya afectación, ni fantasÃa, ni pretensión ni exageración, ni discrepancia, ni discordia en la música de su vida. y pensó, "un israelita en verdad, en quien no hay engaño" - hay un santo para ti, y un hombre de Dios; hay uno a quien puedes "sujetar a tu alma con ganchos de acero".
"La verdad es el sello distintivo de la entera santificación; es el logro más alto y más raro de la vida cristiana. Es igualmente el encanto de una infancia inocente y virgen, y de una vejez madura y purificada. El apóstol Juan," el discÃpulo a quien Jesús amaba ", es la encarnación más perfecta, después de su Maestro, de esta gracia consumadora. En él, la justicia y el amor se mezclaron en la transparencia de una absoluta sencillez y verdad.
Debemos cuidarnos de darle un aspecto subjetivo y meramente personal a esta cualidad divina. Si bien la verdad es la unidad de lo externo y lo interno, del corazón y el acto y la palabra en el hombre, es al mismo tiempo el acuerdo del hombre con la realidad de las cosas tal como existen en Dios. La primera clase de verdad descansa sobre la segunda; lo subjetivo sobre el orden objetivo. La verdad de Dios nos hace verdaderos. Magnificamos nuestra propia sinceridad hasta que se vuelve viciada y pretenciosa.
En nuestro afán por realizar y expresar nuestras propias convicciones, nos esforzamos muy poco por formarlas sobre una base sólida; hacemos una gran virtud al hablar lo que está en nuestro corazón, pero prestamos poca atención a lo que llega al corazón, y hablamos con una vaga confianza en nosotros mismos y la idolatrÃa de nuestras propias opiniones. Por eso los fariseos eran verdaderos, que llamaban a Cristo un impostor. AsÃ, todo calumniador descuidado y escandaloso crédulo del mal, que cree las mentiras que propaga.
"La imaginación se ha imaginado a sà misma un dominio en el que todo el que entra deberÃa verse obligado a decir sólo lo que pensaba, y se complacÃa en llamar a ese dominio el Palacio de la Verdad. Un palacio de la veracidad, por asà decirlo; pero ningún templo del Un lugar donde cada uno estarÃa en libertad de expresar sus propias irrealidades crudas, de sacar a relucir sus delirios, errores, juicios a medio formar, apresurados; donde el oÃdo depravado considerarÃa la discordia la armonÃa, y el ojo depravado confundir el color; el El gusto moral depravado toma a Herodes o Tiberio por rey, y grita bajo la cruz del Redentor: "¡Ãl no puede salvarse a sà mismo!" ¿Un templo de la verdad ?, no, sólo un palacio que resuena con veraces falsedades, una Babel de sonidos confusos, en la que el egoÃsmo rivalizarÃa con el egoÃsmo, y la verdad serÃa la mentira de cada uno.
"En el orgullo de nuestra veracidad, perdemos la verdad de las cosas; somos fieles sólo a nuestro yo ciego, falsos a la luz de Dios." Todo el que es de la verdad oye mi voz ": asà dijo el que era la verdad encarnado, haciendo de su palabra una ley para todos los hombres verdaderos. "Con toda bondad, justicia y verdad", dice el apóstol. Busquémoslas todas. Somos aptos para convertirnos en especialistas en la virtud, como en otros aspectos de la vida.
Los hombres se esforzarán incluso por compensar con esfuerzos extremos en una dirección las deficiencias en otra dirección, que apenas desean subsanar. Entonces crecen fuera de forma, en rarezas y malformaciones morales. Hay una falta de equilibrio y de terminación en una multitud de vidas cristianas, incluso de aquellos que han seguido larga y firmemente el camino de la fe. Tenemos dulzura sin fuerza y ââfuerza sin dulzura, y la verdad dicha sin amor, y palabras de celo apasionado sin precisión y atención.
Todo esto es infinitamente triste e infinitamente dañino para la causa de nuestra religión.
"Es la pequeña grieta dentro del laúd que poco a poco hará que la música se enmudezca y que cada vez se ensanche lentamente silencie todo; la pequeña grieta dentro del laúd del amante, o la pequeña mancha picada en la fruta cosechada, que pudriéndose hacia adentro lentamente lo moldea todo. "
Juzgámonos a nosotros mismos, para que no seamos juzgados por el Señor. No consideremos ningún mal ni una pizca. Nunca imaginemos que nuestros defectos en un pariente serán reparados por las excelencias en otro. Nuestros amigos pueden decir esto, en caridad, por nosotros; es fatal cuando un hombre comienza a decirse eso a sà mismo. "Que el Dios de paz os santifique plenamente. Que todo vuestro espÃritu, alma y cuerpo en integridad intachable sean preservados hasta la venida del Señor Jesucristo". 1 Tesalonicenses 5:23
I. El efecto sobre la oscuridad circundante de la luz de Dios en las vidas cristianas se describe en Efesios 5:11 , en palabras que nos queda por examinar brevemente.
Efesios 5:12 distingue "las cosas hechas en secreto" por los gentiles, "de las cuales es vergonzoso incluso hablar", de las formas abiertas y manifiestas del mal en las que invitan a sus vecinos cristianos a unirse ( Efesios 5:11 ). . En lugar de hacer esto y tener comunión con las "obras infructuosas de las tinieblas", deben "reprenderlas".
"La ausencia silenciosa, o la abstinencia no es suficiente. Donde el pecado está expuesto a la reprimenda, debe ser reprendido a cualquier riesgo. Por otro lado, San Pablo no garantiza que los cristianos indaguen en los pecados ocultos del mundo que los rodea y jueguen El detective moral. La publicidad no es un remedio para todos los males, sino un gran agravamiento de algunos, y el medio más seguro de difundirlos. "Es una vergüenza", una vergüenza para nuestra naturaleza común y un grave peligro para los jóvenes y inocente, para llenar las impresiones públicas con los nauseabundos detalles del crimen y para manchar el aire con sus putrefacciones.
"Pero todas las cosas", dice el apóstol, ya sean las obras abiertas de las tinieblas, sin provecho del bien, que se exponen a la convicción directa, o las profundidades de Satanás que ocultan su infamia a la luz del dÃa, "todas las cosas son reprendidas por la luz, se manifiestan "( Efesios 5:13 ). El fruto de la luz convence a las obras infructuosas de las tinieblas.
La vida cotidiana de un cristiano entre los hombres del mundo es una reprimenda perpetua, que habla de los pecados secretos de los que no se habla una palabra, de los que el reprobador nunca adivina, asà como de los vicios abiertos y descarados.
"Esta es la condenación", dijo Jesús, "que la luz ha venido al mundo". Y esta condenación, todo aquel que camina en los pasos de Cristo, y respira su EspÃritu en medio de las corrupciones del mundo, la está llevando a cabo, más frecuentemente en silencio que con argumentos hablados. Nuestra influencia inconsciente y espontánea es la parte más real y efectiva de ella. La vida es la luz de los hombres; sólo las palabras son el Ãndice de la vida de la que brotan.
En la medida en que nuestras vidas toquen la conciencia de los demás y revelen la diferencia entre las tinieblas y la luz, hasta ahora mantenemos la palabra de vida y continuamos con la obra del EspÃritu Santo de convencer al mundo del pecado. "Deja que tu luz brille".
Esta manifestación conduce a una transformación: "Porque todo lo que se manifiesta es luz" ( Efesios 5:13 ). "Vosotros sois luz en el Señor", dice San Pablo a sus lectores gentiles convertidos, "vosotros que fuisteis" una vez tinieblas ", que una vez vagabas en las concupiscencias y los placeres de los paganos que te rodeaban, sin esperanza y sin Dios.
La luz del evangelio reveló y luego disipó las tinieblas del pasado sábado; y lo mismo puede suceder con tus parientes aún paganos, a través de la luz que les traes. Asà será con la noche del pecado que se extiende por el mundo. La luz que brilla sobre corazones cargados de pecado y afligidos brilla sobre ellos para transformarlos en su propia naturaleza. Lo manifestado es luz: en otras palabras, si se puede hacer que los hombres vean la verdadera naturaleza de su pecado, lo abandonarán. Si la luz puede penetrar su conciencia, los salvará ". Por eso dice:
"¡Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos! ¡Y el Cristo amanecerá sobre ti!"
El hablante de este versÃculo no puede ser otro que Dios, o el EspÃritu de Dios en las Escrituras. La oración no es una mera cita. Repite, al estilo de la canción de MarÃa o ZacarÃas, la promesa del Antiguo Pacto de labios del Nuevo. Reúne la importancia de las profecÃas acerca de la salvación de Cristo, tal como sonaron en los oÃdos del apóstol y las transmitió al mundo. IsaÃas 60:1 proporciona la base de nuestro pasaje, donde el profeta despierta a Sión del sueño del exilio y la invita a brillar una vez más en la gloria de su Dios y mostrar Su luz a las naciones: "Levántate", clama, "brilla, porque tu luz es.
¡Ven! âHay ecos en el verso, además, de IsaÃas 51:17 , IsaÃas 26:19 ; quizás incluso de Juan 1:6 :â ¿Qué te propones, durmiente? ¡ Efesios 4:4 a tu Dios! âParece que tenemos aquÃ, como en Efesios 4:4 , un fragmento de los primeros himnos cristianos.
Las lÃneas son una paráfrasis libre del Antiguo Testamento, formada entretejiendo pasajes mesiánicos, pertenecientes a un himno como el que podrÃa cantarse en los bautismos en las Iglesias Paulinas. Ciertamente, esas Iglesias no esperaron hasta el siglo II para componer sus himnos y cánticos espirituales (comp. Efesios 5:19 ). El anuncio sublime de nuestro Señor, ya verificado Juan 5:25 , de que "habÃa llegado la hora en que los muertos oirÃan la voz del Hijo de Dios, y los que la oÃan vivirÃan", dio la clave de los dichos proféticos que se prometieron a través de Israel. la luz de la vida a todas las naciones.
Con este cántico en los labios, la Iglesia salió, vestida con la armadura de la luz, fuerte en el gozo de la salvación; y las tinieblas y las obras de las tinieblas huyeron ante ella.
VersÃculos 15-21
CapÃtulo 24
EL VINO NUEVO DEL ESPÃRITU
Efesios 5:15
Muy solemnemente comenzó la homilÃa moral a los cristianos asiáticos en Efesios 4:17 : "Esto, pues, digo y testifico en el Señor, que no debéis andar más como andan los gentiles". Tanto se ha dicho y testificado ahora en los párrafos intermedios, tanto a modo de deshortación como de exhortación. Aquà el apóstol hace una pausa; y echando un vistazo a todo el camino de la vida que ha marcado en este discurso, invita a sus lectores: "Miren entonces con atención cómo caminan.
Demuestra que no eres tonto, sino sabio para observar tus pasos y aprovechar tus oportunidades en estos tiempos malos, dÃas tan peligrosos que necesitas tu mejor sabidurÃa y conocimiento, de la voluntad de Dios para salvarte de un fatal tropiezo ".
Hasta ahora, la renovada exhortación de San Pablo, en Efesios 5:15 , inculca el cuidado y la cautelosa discreción, la habilidad que en la estrategia de la vida encuentra su ventaja en un terreno desigual, que hace que los vientos contrarios ayuden a avanzar al marinero. En esta sobria sabidurÃa es probable que los cristianos asiáticos fueran deficientes. De muchas formas, tanto directa como indirectamente, se ha indicado la necesidad de una mayor consideración por parte de los lectores.
Pero hay otro aspecto de la naturaleza cristiana: tiene sus estados de ánimo de regocijo, asà como de cautela y reflexión; La emoción ardiente, el habla ávida y el canto exultante son cosas propias de una elevada vida religiosa. Para estos el apóstol les da cabida en Efesios 5:18 , mientras que los tres versÃculos anteriores ( Efesios 5:15 ) prescriben la circunspección y la vigilancia que se convierte en el buen soldado de Cristo Jesús.
Surge asà un sorprendente contraste entre la sobriedad y la emoción que marcan la vida de la gracia. Vemos con qué rigor debemos cuidarnos y cuidar el carácter y los intereses de la Iglesia; y con qué alegrÃa y santa libertad podemos participar en su comunión. El temperamento y la constitución modifican estos mandatos en su aplicación personal. El EspÃritu Santo no nos permite a todos hablar con igual fervor y libertad, ni cantar con la misma melodÃa.
Su poder opera en los miembros del cuerpo de Cristo "según la medida de cada parte". Pero el mismo EspÃritu actúa de estas dos formas contrastadas: en la disposición optimista y melancólica, en la demostrativa y en la reservada, en el rápido juego de la fantasÃa y el brillo e impulsividad de la juventud, no menos que en el andar sobrio. y sentido sólido de una edad más madura. Veamos cómo se exponen los dos aspectos opuestos de la experiencia cristiana en las palabras del apóstol.
I. En primer lugar, por un lado, se impone la atención. Los hijos de la luz deben usar la luz para ver su camino. "Tropezar al mediodÃa" es una prueba de locura o ceguera. Asà que si hacemos un mal uso de nuestra luz, la perderemos rápidamente y regresaremos a los senderos de las tinieblas.
De acuerdo con el orden preferido (revisado) de las palabras, el adverbio calificativo "cuidadosamente" pertenece al "mirar", no al "caminar". La mirada circunspecta precede al sabio paso. Se marca el lugar en el que se va a plantar el pie; el ojo se desplaza hacia la derecha y hacia la izquierda y capta los rumbos de la nueva posición, pronosticando sus posibilidades. "Mira antes de saltar", dice nuestro sabio proverbio. Según el cuidado de la mirada, es probable que el éxito del salto sea.
No hay palabra en la epÃstola más apropiada que ésta para
"Nuestro dÃa de prisa, medio trabajo y desorden".
Estamos demasiado inquietos para pensar, demasiado impacientes para aprender. Todo se sacrifica por la velocidad. El telégrafo y el diario simbolizan la época. Al oÃdo del público le encanta que lo atrapen rápidamente y con nuevas sensaciones: se prima el descuido y la prisa. Hombres serios, ansiosos por el triunfo de una buena causa, avanzan con declaraciones ineficaces y denuncias sin peso, que desacreditan la defensa cristiana y hieren la causa de la verdad y la caridad.
El tiempo, asà agraviado y llevado más allá de su ritmo, tiene su venganza; apenas se ocupa de estos ligeros juicios de la hora. Son como la paja que se lleva el viento. Después de todo, todavÃa es la verdad la que vive; trabajo minucioso que perdura; precisión que da en el blanco. Y los servidores del tiempo son "imprudentes", tanto intelectual como moralmente. Son los más insensatos los que piensan tener éxito en la alta vocación de la vida sin desconfianza en sà mismos, y sin escrupulosos cuidados y dolores en todo el trabajo que hacen por el reino de Dios.
En la maldad de su propio tiempo, San Pablo ve una razón especial para la atención: "No andes como insensato, sino como sabio, aprovechando la oportunidad, porque los dÃas son malos". En Colosenses 4:5 la oración paralela muestra que al dar esta advertencia, él está pensando en la relación de los cristianos con el mundo exterior: "Camina con sabidurÃa hacia los de afuera, aprovechando la oportunidad.
"Fueron dÃas malos, cuando Pablo yacÃa en la prisión de Nerón; cuando esa bestia salvaje se enfurecÃa contra todo lo que se resistÃa a su loca voluntad o reprendÃa sus monstruosos vicios. Con poder supremo en manos de tal criatura de Satanás, ¿quién podrÃa decir qué incendios de persecución estaban encendiendo para el pueblo de Cristo, o qué terrible revelación de la ira de Dios contra el presente mundo malo podrÃa ser inminente.
En Ãfeso, el espÃritu del paganismo se habÃa mostrado peculiarmente amenazador. También aquÃ, en la rica y cultivada provincia de Asia, donde se encontraban las corrientes de los pensamientos orientales y occidentales, la herejÃa y sus corrupciones hicieron su primera aparición decidida ante las Iglesias de los gentiles. Se acercan conflictos que intentarán al máximo la fuerza de la fe cristiana y el temple de sus armas. Efesios 6:10
Como sabios, leyendo atentamente las señales de los tiempos, los cristianos asiáticos "redimirán la temporada [presente]". Utilizarán al máximo la luz que se les dé. Emplearán todos los medios para aumentar su conocimiento de Cristo, para confirmar su fe y los hábitos de su vida espiritual. Son como hombres que esperan un asedio, que fortalecen sus fortificaciones y mejoran sus armas y practican sus ejercicios y acumulan provisiones para poder "resistir el dÃa malo". Tal sabidurÃa predica el Eclesiastés al joven: "Acuérdate ahora de tu Creador en los dÃas de tu juventud, o siempre vendrán dÃas malos".
Un año después de la redacción de esta epÃstola, Roma fue incendiada y el crimen de su quema se lavó, a capricho de Nerón, con sangre cristiana. En cuatro años más, San Pablo y San Pedro habÃan muerto como mártires en Roma; y Nerón habÃa caÃdo de la mano del asesino. Inmediatamente el imperio se convulsionó con la guerra civil; y el año 68-69 fue conocido como el de los Cuatro Emperadores. En medio de las tormentas que amenazaban con la ruina del Estado romano, prosiguió la guerra judÃa contra Roma, que finalizó en el año 70 con la toma de Jerusalén y la destrucción del templo y la nacionalidad judÃa.
Estos fueron los dÃas de tribulación de los que habló nuestro Señor, "como no habÃa sido desde el principio del mundo". Mateo 24:21 Todo el tejido de la vida se estremeció; y en medio de terremotos y tempestades, sangre y fuego, Israel encontró su dÃa de juicio y la era anterior pasó. En el año 63, cuando el apóstol escribió, el cielo estaba rojo por todas partes y descendÃa con señales de tormenta que se avecinaba. Nadie sabÃa dónde o cómo podrÃa estallar la tempestad, o cuál serÃa su resultado.
Cuando a los hombres en medio de dÃas malos y presagios de peligro se les debe decir que no sean "tontos" ni "ebrios de vino", uno está dispuesto a gravarlos con ligereza. A estos griegos asiáticos les resultó difÃcil tomarse la vida en serio y darse cuenta de la gravedad de su situación. San Pablo les llama por su deber, aún más que por su peligro: "No seas tonto, sino entiende cuál es la voluntad del Señor". Como les pidió a los tesalonicenses que consideraran que la castidad no era una cuestión de elección y solo para su propio beneficio, era "la voluntad de Dios", 1 Tesalonicenses 4:3 por lo que los efesios deben entender que Cristo no es un mero consejero, ni la vida cristiana es una opción. sistema que los hombres pueden adoptar cuando y en la medida que les convenga.
El es nuestro Señor; y es nuestro deber comprender, para que podamos ejecutar, Sus designios. Para esto, los siervos de Cristo requieren un ojo atento y una inteligencia alerta. No deben ser tontos ni tontos, que entrarÃan en los planes del Divino Maestro; no hay insignificantes, no hay criaturas de sentimiento e impulso, que han de ser los agentes de su voluntad. Ãl puede emplear y emplea todo corazón sincero que se entregue en amor a Ãl.
Pero Sus tareas más nobles son para los sabios enseñados por Su EspÃritu, para aquellos que pueden "entender", con penetrante simpatÃa y amplitud de comprensión, "cuál es la voluntad del Señor". De ahà la distinción de San Pablo mismo, y de Juan el discÃpulo amado, entre Sus ministros y testigos, hombres grandes de mente como de corazón, cuyos pensamientos acerca de Cristo eran tan grandiosos como ferviente su amor por Ãl.
En ninguna parte el apóstol dice tanto de "la voluntad de Dios" con respecto a la dispensación de la gracia como lo hace en esta epÃstola. Porque él ve la vida y la salvación aquà en sus mayores proporciones. Oró desde el principio para que los lectores gentiles se dieran cuenta del valor que Dios les asigna, y de las poderosas fuerzas que ha puesto en acción para su salvación; Efesios 1:18 y nuevamente, para que pudieran comprender las vastas dimensiones de Su plan para la edificación de la Iglesia.
Efesios 3:18 Ahora que ha mostrado la relación de este propósito eterno con el carácter y la vida cotidiana de los gentiles convertidos, "la voluntad de Dios" se convierte en un asunto de importancia inmediata; se revela en su relación con la conducta, con los asuntos comerciales y sociales. No es el propósito, las promesas, la doctrina del Señor solamente, sino "la voluntad del Señor" lo que tienen que entender, ya que toca su espÃritu y comportamiento dÃa a dÃa.
Deben darse cuenta de las exigencias prácticas de su religión: cómo hacerlos fructÃferos, bondadosos, puros y sabios. Deben traducir el credo en vida y actuar. Tal es la sabidurÃa que su apóstol se esfuerza por inculcar a los cristianos asiáticos. Su primera necesidad fue la iluminación espiritual; su segunda necesidad era la inteligencia moral. ¿Ojalá sólo tuvieran sentido común para comprender y lealtad para obedecer la voluntad de Cristo? ¡Y, oh, nosotros!
II. HabÃa ladrones convertidos en la Iglesia de Ãfeso, que todavÃa necesitaban ser advertidos contra sus viejas propensiones; Efesios 4:28 habÃa hombres que habÃan sido hechiceros y adivinos. Hechos 19:18
Parece que también habÃa en este cÃrculo borrachos convertidos, hombres a quienes el apóstol está obligado a decir: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay alboroto".
En vista del siguiente contexto ( Efesios 5:19 ), y recordando cómo la mesa del Señor fue contaminada por el exceso en Corinto, 1 Corintios 11:17 nos parece probable que la advertencia de Efesios 5:18 tuviera especial referencia a las asambleas cristianas.
La institución de la comida común, el ágape o fiesta del amor que acompaña a la Cena del Señor, se adaptaba a los modales de los primeros cristianos y se prolongó durante mucho tiempo. Las ciudades de Asia Menor estaban llenas de gremios y clubes comerciales para diversos fines sociales y religiosos, en los que la cena común, o fiesta del club, que generalmente ofrecÃa cada miembro que traÃa su contribución a la mesa, era un vÃnculo familiar de compañerismo. Esto proporcionó a la Iglesia un medio natural y agradable de intercambio; pero debe purificarse de la indulgencia sensual. El vino era su principal peligro.
La costa oriental del Egeo es un antiguo hogar de la vid. Y los griegos de las ciudades asiáticas, en aquellas costas luminosas y bajo su cielo afable, eran una raza alegre y sociable. Buscaban la copa de vino, no para la complacencia animal, sino como un entusiasmo por el buen compañerismo y para dar un flujo más libre a las alegrÃas sociales. Esta fue la influencia que gobernó sus fiestas, que soltó sus lenguas e inspiró su alegrÃa.
Por tanto, su ingenio era propenso a volverse obsceno ( Efesios 5:4 ); y sus cánticos eran lo contrario de los "cánticos espirituales" que alegran las fiestas de la Iglesia ( Efesios 5:19 ). La rápida imaginación y los instintos sociales de los griegos jónicos, la aptitud para el habla y el canto nativa de la tierra de Homero y Safo, eran dones que no debÃan reprimirse, sino santificarse.
La lira debe sintonizarse con otros acordes; y la poesÃa debe inspirarse en una fuente superior. Dioniso y sus tambaleantes faunos dan lugar al puro EspÃritu de Jesús y del Padre. "El monte Aonian" ahora debe rendir tributo a "Sion hill"; y la fuente de Castalia rinde sus honores a
"Arroyo de Siloa que fluÃa Rápido por el oráculo de Dios".
Nuestra naturaleza anhela la excitación, algún estÃmulo que haga bailar el pulso y emocionar el cuerpo hastiado, y elevar el espÃritu por encima de la tarea-trabajo de la vida y las condiciones lúgubres y duras que conforman el dÃa a dÃa de las multitudes. Es este anhelo lo que da a la bebida fuerte su cruel fascinación. El alcohol es un mago poderoso. El trabajador cansado, el esclavo doméstico encerrado en los patios de la ciudad, refrescado por ninguna vista agradable o una voz alegre, con su ayuda puede dejar atrás los nervios nerviosos y los miembros doloridos y los cuidados aburridos, y saborear, aunque sea por un momento febril, de el gozo de saltar de la vida.
¿Se puede impedir que tales ansias busquen su alivio? La eliminación de la tentación logrará poco, a menos que se formen gustos más elevados y se abran manantiales de placer más puro a las masas para quienes nuestra civilización hace la vida tan monótona e incolora. "Se encuentran huellas de la grandeza primitiva de nuestra naturaleza incluso en sus errores más deplorables. Asà como la impureza procede en el fondo del abuso del ansia de amor, asà la embriaguez delata una cierta exigencia de ardor y entusiasmo, que en sà misma es natural. e incluso al hombre noble le encanta sentirse vivo, le gustarÃa vivir el doble de su vida a la vez, y preferirÃa entusiasmarse con cosas horribles que no tener ninguna emoción en absoluto "(Monod).
Para los borrachos de Ãfeso, el apóstol encuentra una cura en los gozos del EspÃritu Santo. La fuente de sentimiento más poderosa y conmovedora está en el espÃritu del hombre afÃn a Dios. Hay una profunda excitación y refresco, una "alegrÃa que trasciende el pensamiento humano", en el amor de Dios derramado en el corazón y en la comunión de los verdaderos santos, que hace que los placeres sensuales sean baratos y pobres. El trabajo y los cuidados se olvidan, la enfermedad y los problemas parecen nada; podemos gloriarnos en la tribulación y reÃrnos ante la muerte, cuando el fuerte vino de la consolación de Dios se derrama en el alma.
"Sed llenos del EspÃritu", dice el apóstol, o más estrictamente, "llenos del EspÃritu"; ya que el EspÃritu Santo de Dios es el elemento de la vida del creyente, rodeando mientras penetra "su naturaleza: es la atmósfera que respira", el océano en el que está inmerso. Como una inundación llena las riberas de los rÃos, como el borracho se llena con el vino que drena sin lÃmite, asà el apóstol quiere que sus lectores se rindan a la marea de la venida del EspÃritu y sumerjan su naturaleza en Su influencia.
El imperativo griego, además, está presente y "describe esta influencia como siempre saliendo del EspÃritu" (Beet). Esta será una reposición continua. Pablo ha orado para que podamos "ser llenos hasta toda la plenitud de Dios", Efesios 3:19 y nos ha pedido que crezcamos "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" Efesios 4:13 en quien "somos llenos" ": Colosenses 2:9 en la Colosenses 2:9 del EspÃritu se imparte sensiblemente la plenitud de Dios en Cristo.
La plenitud de Dios es el manantial oculto y eterno de todo lo que puede llenar nuestra naturaleza; La plenitud de Cristo es su revelación y comunicación renovada a la raza; la plenitud del EspÃritu Santo es su energÃa permanente dentro del alma y dentro de la Iglesia. Asà poseÃda, la Iglesia es verdaderamente el cuerpo de Cristo, Efesios 4:4 y la habitación de Dios. Efesios 2:21
Las palabras de Efesios 5:19 muestran que san Pablo está pensando en esa presencia del EspÃritu en la comunidad cristiana, que es el manantial de sus afectos y actividades. El EspÃritu de Jesús, el Hijo del hombre, es un EspÃritu bondadoso y misericordioso, el guardián de la hermandad y la amistad, el inspirador de la pura alegrÃa social y la conversación cordial.
El gozo del EspÃritu Santo que en su calidez y frescura llenó los corazones de los primeros cristianos, se elevó sobre las alas del canto. Su propia charla era música: "se hablaban entre sà en salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y cantando con el corazón al Señor". Al amor le encanta cantar. Sus alegrÃas
"Levántate de nuestro corazón, habla y brilla en nuestros ojos, y vibra en nuestra lengua".
Todo sentimiento exaltado tiende a expresarse rÃtmicamente. Existe una alianza mÃstica, que es uno de los hechos más significativos de nuestra constitución, entre la emoción y el arte. Las naturalezas más groseras, tocadas por un sentimiento elevado, se moldearán a sà mismas a algún tipo de belleza, a alguna gracia y refinamiento de expresión. Cada nueva conmoción del pulso de la vida común del hombre ha estado marcada por un renacimiento de la poesÃa y el arte.
Los cánticos de MarÃa y ZacarÃas fueron los padres y modelos de una multitud de cánticos santos. En los Salmos de las Escrituras, la Iglesia del Nuevo Testamento ya encontró un instrumento de amplio compás encordado y afinado para su uso. Podemos imaginar el deleite con el que los cristianos gentiles tomarÃan el Salterio y sacarÃan una y otra de sus perlas, y a su vez las recitarÃan en sus reuniones y las adaptarÃan a sus medidas y modos nativos de canto.
Después de un tiempo, comenzaron a mezclarse con los cánticos de alabanza de Israel nuevas variedades - "himnos" a la gloria de Cristo y el Padre, como el que abre esta epÃstola, necesitando muy pocos cambios de forma para convertirla en un verdadero poema, y ââcomo los que irrumpen en las espantosas visiones del Apocalipsis; y a ellos se añaden "cánticos espirituales" de carácter más personal e incidental, como el Nunc dimittis de Simeón o el canto del cisne de Pablo en su última carta a Timoteo.
En Efesios 5:14 arriba Efesios 5:14 , como pensamos, una paráfrasis de la Iglesia primitiva del Antiguo Testamento. En epÃstolas posteriores dirigidas a Ãfeso, hay fragmentos de cánticos tan ingenuos como los que los cristianos asiáticos, exhortados y enseñados por su apóstol, solÃan cantar en sus asambleas: ver 1 Timoteo 3:16 y 2 Timoteo 2:11 .
Sobre este suelo agradable, remontamos los comienzos de la salmodia cristiana. El texto paralelo de Colosenses 3:16 revela en los cantos de las Iglesias Paulinas un carácter tanto didáctico como lÃrico. El apóstol invita a sus lectores a "enseñarse y amonestarse unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales". La forma de la oración de Efesios 4:4 en esta carta, y 1 Timoteo 3:16 , sugiere que estos pasajes estaban destinados a usarse como un ensayo cantado de la fe cristiana. AsÃ, "la palabra de Cristo, que habita en abundancia" en el corazón, se derramó libremente de los labios y añadió a su discurso grave los encantos del canto de alegrÃa y conmoción del espÃritu.
Como en sus dÃas paganos estaban acostumbrados a "hablar entre ellos", en horas festivas o solemnes, con himnos a Artemisa de los Efesios, o Dioniso dador de la vid, o a Perséfone, triste reina de los muertos, en cantos alegres y alegre, demasiado a menudo suelto y desenfrenado; en canciones del inframundo oscuro y las Furias siniestras y el Destino inexorable, que contaban cómo la vida huye rápido y debemos arrancar sus placeres mientras podamos; -asà que ahora los cristianos de Ãfeso y Colosas, de Pérgamo y de Esmirna cantarÃan de lo universal.
Padre cuya presencia llena la tierra y el cielo, del Hijo de su amor, su imagen entre los hombres, que murió en sacrificio por sus pecados y pidió gracia para sus asesinos, de los gozos del perdón y del corazón limpio, de la vida eterna y del tesoro. guardado para los justos en los lugares celestiales, del regreso de Cristo en gloria y el juicio de las naciones y del mundo para disolverse rápidamente y perecer, de una hermandad más querida que los parientes terrenales, de los santos que duermen en Jesús y en paz esperan Su venida, del Buen Pastor que alimenta a sus ovejas y las conduce a fuentes de agua viva que llama a cada una por su nombre, de la creación redimida y glorificada por su amor, del dolor y la tristeza santificados y las pruebas que perfeccionan en la disciplina de Cristo, de la gozo que llena el corazón al sufrir por él,y la visión de su rostro esperándonos más allá de la tumba.
Asà que recitando y cantando -ahora en una sola voz, ahora en coro completo- cantando los Salmos de David con su música griega, o himnos compuestos por sus lÃderes, o en ocasiones improvisados ââen el éxtasis del momento, las Iglesias de Ãfeso y de los asiáticos. las ciudades alababan y glorificaban "el nombre de nuestro Señor Jesucristo" y los consejos del amor redentor. De modo que su adoración y comunión se llenaron de alegrÃa. AsÃ, en sus grandes reuniones de la Iglesia y en compañÃas más pequeñas, pasaron muchas horas de gozo; y todos los corazones fueron alentados y fortalecidos en el Señor.
"Cantando y tocando", dice el apóstol. Para canciones con música; voz e instrumento mezclados en su alabanza cuya gloria reclama el tributo de todas las criaturas. Pero fue "con el corazón", incluso más que con la voz o las cuerdas afinadas, que se hizo la melodÃa. Por esta música interior, el Señor escucha. Donde falta otra habilidad y ni la voz ni la mano pueden participar en el concierto de alabanza, Ãl escucha la gratitud silenciosa, la alegrÃa humilde que brota hacia arriba cuando los labios están quietos o el corazón lleno no puede encontrar expresión.
Pero el EspÃritu que habitaba en las alabanzas del nuevo Israel no se limitó a sus reuniones públicas. El pueblo de Cristo debe estar "dando siempre gracias por todas las cosas en el nombre de nuestro Señor Jesucristo". Es uno de los mandatos más comunes de San Pablo. "Den gracias en todo", escribió a los tesalonicenses en su primera carta que se conserva. 1 Tesalonicenses 5:18 "Por todas las cosas", les dice a los Efesios, "aunque cayeron en dÃas malos".
"¿No sabemos" que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien ", tanto en los dÃas malos como en los buenos? Nada le ocurre del todo mal al hijo de Dios. En la pérdida más pesada, el dolor más severo, el aguijón más agudo de injuria- "en todo" el ingenio del amor y la dulzura de la paciencia encontrarán alguna muestra de misericordia. Si el mal es a nuestros ojos todo mal y no podemos ver en él motivo de acción de gracias, entonces la fe dará gracias por ello. que "no conocemos ahora, pero conoceremos en el más allá".
Siempre, dice el apóstol, ¡para todas las cosas! No hay lugar para un momento de descontento. En este perfeccionamiento de la alabanza, él mismo habÃa pasado por una larga educación en sus cuatro años de prisión. Ahora, nos dice, "ha aprendido el secreto del contentamiento, en cualquier estado". Filipenses 4:12 Tratemos de aprenderlo de él.
Estas palabras, que tratamos, casi inconscientemente, como la exageración de la apelación homilética, no expresan más que la sobria posibilidad, la experiencia alcanzada por muchos cristianos en circunstancias de mayor sufrimiento y privación. El amor de Dios en Jesucristo nuestro Señor es suficiente para la vida y el gozo del espÃritu del hombre.
El verso vigésimo primero, que parece pertenecer a una lÃnea de pensamiento diferente, en realidad completa el párrafo anterior. En la Iglesia de Corinto, como recordamos, con su abundancia de dones espirituales, habÃa tantos listos para profetizar, tantos para cantar y recitar, que surgió la confusión y las reuniones de la Iglesia cayeron en un alboroto desedificante. 1 Corintios 14:26 El apóstol no querÃa que tales escenas volvieran a ocurrir.
Por eso, cuando insta a los cristianos asiáticos a buscar la plena inspiración del EspÃritu y a expresar libremente con cánticos los impulsos de su nueva vida, añade esta palabra de advertencia: "sujetos unos a otros en el temor de Cristo". Les recuerda que "Dios no es autor de confusión". Su EspÃritu es un EspÃritu de apariencia y reverencia. "En el temor de Cristo", el testigo invisible y presidente de sus asambleas, la Iglesia se comportará con el decoro que corresponde a Su esposa.
Los espÃritus de los profetas estarán sujetos a los profetas. Las voces de los cantores y las manos de los que tocan las cuerdas del arpa o las teclas del órgano, se sintonizarán con el culto de la congregación de Cristo. Cada uno debe considerar que es su parte servir y no gobernar en el servicio de la casa de Dios. En nuestro trabajo y adoración comunes, en todos los oficios de la vida esta es la ley cristiana.
Ningún hombre dentro de la Iglesia de Cristo, por más que domine sus poderes, puede ponerse por encima del deber de someter su juicio y voluntad al de sus semejantes. En el sometimiento mutuo está nuestra libertad, con nuestra fuerza y âânuestra paz.
VersÃculos 22-33
Capitulo 25
SOBRE LA VIDA FAMILIAR
Efesios 5:22 ; Efesios 6:1 .
MATRIMONIO CRISTIANO
Efesios 5:22
En la sujeción mutua, el espÃritu cristiano tiene sus pruebas más agudas y alcanza su mejor temperamento. "Someteos unos a otros", fue la última palabra de las instrucciones del apóstol respecto al "andar" de las Iglesias asiáticas. Por su orden y sujeción, los dones de todos los miembros del cuerpo de Cristo están disponibles para la edificación del templo de Dios. La comunión interior del EspÃritu se convierte en una fuerza constructiva y organizadora, que reconstituye la vida humana y enmarca al mundo en el reino de Cristo y Dios.
"Temeroso de Cristo" el cristiano leal se somete a la comunidad; no por el temor del disgusto humano, sino sabiendo que debe rendir cuentas al Jefe de la Iglesia y al Juez del último dÃa, si su voluntad propia debilita la fuerza de la Iglesia e interrumpe su obra santa. "Por amor del Señor" Sus hombres libres se someten a toda ordenanza de los hombres. Este es el miedo que tiene el siervo de un buen amo, Efesios 6:5 o la verdadera esposa por un esposo amoroso ( Efesios 5:33 ), no el que "el amor perfecto echa fuera", sino que profundiza y santifica. .
De esta sujeción a Cristo, la relación del matrimonio proporciona un ejemplo y un espejo. San Pablo pasa al nuevo tema sin ninguna pausa gramatical, siendo Efesios 5:22 simplemente una extensión de la cláusula participial que forma Efesios 5:21 : "Estar Efesios 5:21 unos a los otros por temor a Cristo, esposas a los suyos. maridos, como al Señor.
"La relación de los dos versÃculos no es la de lo particular con lo general, sino la de imagen y objeto, de tipo y antitipo. La sumisión a Cristo en la Iglesia sugiere por analogÃa la de la esposa con su esposo en la casa. . Ambos tienen su origen en Cristo, en quien todas las cosas fueron creadas, el Señor de la vida en su esfera natural, asà como en su esfera espiritual y regenerada. Colosenses 1:15 El vÃnculo que une marido y mujer, está en la base de la existencia humana colectiva, tiene a su vez su fundamento en la relación de Cristo con la humanidad.
La carrera no surge de una unidad, sino de un par unido. La historia de la humanidad comenzó en el matrimonio. La familia es la primera institución de la sociedad y la madre de todas las demás. Es la base de la vida, la célula primitiva del conjunto de ciudades y cuerpos polÃticos. En la salud y pureza de la vida familiar reside la riqueza moral, el vigor y la durabilidad de todas las instituciones civiles. El poderoso crecimiento de las naciones y los grandes logros de la historia germinaron en la guarderÃa del hogar y en el pecho de la madre.
El matrimonio cristiano no es un expediente âel último de muchos que se han probadoâ para la satisfacción del deseo y la continuidad de la especie humana. El Institutor de la vida humana estableció su principio en el primer marco de las cosas. Su establecimiento fue un gran misterio profético ( Efesios 5:32 ). Su ley está registrada en los estatutos eternos.
Y el Padre Todopoderoso vela por su observancia con terribles celos. ¿No está escrito: "Fornicadores y adúlteros juzgará Dios"; y otra vez, "¿El Señor es vengador de todas estas cosas"? San Pablo, con razón, da a este tema un lugar destacado en esta epÃstola de Cristo y de la Iglesia. Aquà se encuentra la piedra angular del nuevo orden social que el evangelio iba a establecer en el mundo. Toda la influencia de la Iglesia sobre la sociedad depende de los puntos de vista correctos sobre la relación del hombre y la mujer y sobre la ética del matrimonio.
En el matrimonio se mezclan más completamente los dos principios de asociación entre seres morales, a saber, autoridad y amor, sumisión y auto-entrega.
I Por un lado, sumisión a la autoridad.
"Las casadas estén sujetas como al Señor", como conviene en el Señor. Colosenses 3:18 Nuevamente, en 1 Timoteo 2:11 , el apóstol escribe: "No permito que una mujer enseñe, ni domine", o (como la palabra más bien significa) "actuar independientemente del hombre. .
"¿Fueron estas instrucciones temporales y ocasionales? ¿Se debieron, como se oye, a la condición inculta y subdesarrollada de la mujer en la época del apóstol? ¿O no afirman una ley que está profundamente arraigada en la naturaleza y en la constitución femenina? Las palabras de 1 Corintios 11:2 muestran que, en la visión de la vida del apóstol, esta subordinación es fundamental.
"La cabeza de la mujer es el hombre", como "la cabeza de todo hombre es el Cristo" y "la cabeza de Cristo es Dios". "La mujer", dice, "es del hombre" y "fue creada por causa del hombre". Ya sea que estas oraciones cuadren con nuestras concepciones modernas o no, ahà están, y su importancia es inconfundible. Enseñan que en el orden divino de las cosas es parte del hombre dirigir y gobernar, y parte de la mujer ser gobernada.
Pero la mujer cristiana no sentirá que hay ninguna pérdida o dificultad en esto. Porque en el orden cristiano, la ambición es pecado. Obedecer es mejor que gobernar. Recuerda quién ha dicho: "Yo soy entre vosotros como el que sirve". Los niños del mundo luchan por un lugar y poder; pero "no será asà entre ustedes".
Tal subordinación no implica inferioridad, más bien todo lo contrario. Una obediencia libre y solidaria -que es la verdadera sumisión- sólo puede subsistir entre iguales. El apóstol escribe: "Hijos, obedezcan; Siervos, obedezcan"; Efesios 6:1 , Efesios 6:5 pero "Las mujeres se someten a sus propios maridos, como al Señor.
"La misma palabra denota sumisión dentro de la Iglesia y dentro de la casa. Es aquà donde el cristianismo, en contraste con el paganismo, y notablemente con el mahometismo, eleva al sexo más débil al honor. En alma y destino declara que la mujer es hombre, dotado de todos los derechos y poderes inherentes a la humanidad. "En Cristo Jesús no hay hombre ni mujer", como tampoco hay "judÃo y griego" o "esclavo y libre".
"La misma sentencia que rompió las barreras de la casta judÃa y, con el tiempo, abolió la esclavitud, condenó las odiosas suposiciones del orgullo masculino. Una de las glorias de nuestra fe es que ha liberado a nuestras hermanas y las eleva en espiritualidad llamando al nivel completo de sus hermanos y maridos Ambos sexos son hijos de Dios por la misma primogenitura, ambos reciben el mismo EspÃritu Santo, según la predicción citada por S.
Pedro en el dÃa de Pentecostés: "Tus hijos y tus hijas profetizarán SÃ, sobre mis siervos y mis siervas en aquellos dÃas derramaré mi EspÃritu, dice el Señor". Hechos 2:17 Este único punto de liderazgo, autoridad y guÃa públicas, está reservado. Es el punto en el que Cristo prohÃbe la emulación entre su pueblo.
La cortesÃa cristiana trata a la mujer como "la gloria del hombre"; la rodea desde la niñez hasta la vejez con protección y deferencia. Este homenaje, debidamente rendido, es un pleno equivalente al honor del mando visible. Cuando, como ocurre no pocas veces en la sociedad de la vida, la sabidurÃa superior mora con el vaso más débil, no falta el don de oro de la persuasión, por el cual el gobernante oficial se guÃa, en su propio beneficio, y su consejero logra más que ella podrÃa hacerlo con cualquier liderazgo abierto.
La caballerÃa de la Edad Media, de la que surge el refinamiento de la sociedad europea, fue producto del cristianismo injertado en la naturaleza teutónica. A pesar de la locura y el exceso que se mezclaba con él, habÃa una hermosa reverencia en el antiguo servicio caballeresco y campeonato de mujeres. Humanizó la ferocidad de los tiempos bárbaros. Domesticaba la fuerza bruta de las razas belicosas y les enseñaba el honor y la gentileza. Su prevalencia marcó un avance permanente en la civilización.
¿Diremos que esta ley de San Pablo es la establecida especÃficamente para las mujeres cristianas? ¿No es más bien una ley de la naturaleza, la propiedad intrÃnseca del sexo, cuyos dictados son reforzados por la revelación cristiana? El apóstol nos lleva de regreso a la creación de la humanidad por la base de sus principios al tratar este tema ( Efesios 5:31 ).
Los nuevos mandamientos son los antiguos que estaban en el mundo desde el principio, aunque ocultos y cubiertos de corrupción. A pesar de la degradación del matrimonio bajo los sistemas no cristianos, los instintos de la religión natural le enseñaron a la esposa su lugar en la casa y dieron lugar a muchas costumbres agraciadas y apropiadas que expresaban el honor debido de un sexo al otro. De modo que el apóstol consideró la cabeza descubierta y rapada del hombre y los cabellos sueltos de la mujer como sÃmbolos de su lugar relativo en la Divinidad.
1 Corintios 11:13 Estas y otras distinciones, entre la dignidad de la fuerza y ââla belleza, ningún sentimiento artificial y ninguna rebelión caprichosa pueden dejar de lado. mientras el mundo permanece. San Pablo apela al sentido común de la humanidad, a lo que "la naturaleza misma enseña", al censurar el atrevimiento de algunas mujeres corintias que parecÃan pensar que la libertad del evangelio las liberaba de las limitaciones de su naturaleza.
Algunas promotoras fervientes de los derechos de la mujer han caÃdo en el error de que el cristianismo, al que deben todo lo que es mejor en su estado actual, es el obstáculo en el camino de su progreso futuro. Es un obstáculo para las reclamaciones que están en contra de la naturaleza y de la ley de Dios, afirmaciones sólo tolerables mientras sean excepcionales. Pero las barreras impuestas por el cristianismo, contra las cuales estas personas se preocupan, son su principal protección.
"En el momento en que el cristianismo desaparece, la ley de la fuerza revive; y bajo esa ley, las mujeres no pueden tener más esperanza que que su esclavitud sea suave y placentera". Escapar de la "esclavitud de la ley cristiana" significa volver a la esclavitud del paganismo. "Como al Señor" da el modelo y el principio de la sumisión de la esposa cristiana. No es que, como parece decir Meyer, el esposo en virtud del matrimonio "representa a Cristo para la esposa.
"Su relación con el Señor es tan plena, directa y personal como la de él. De hecho, la cláusula insertada al final de Efesios 5:23 parece expresamente diseñada para evitar esta exageración. La calificación de que Cristo es" El mismo Salvador del cuerpo , "entre las dos oraciones que comparan la jefatura matrimonial con la que Cristo sostiene hacia la Iglesia, tiene el efecto de limitar la primera.
La sujeción de la esposa cristiana a su esposo reserva para Cristo el primer lugar en el corazón y los derechos inalterables del Salvador. San Pablo indica un peligro real y no infrecuente. El esposo puede eclipsar a Cristo en el alma de la esposa y ser contado como ella en todo. Su absorción en él puede ser demasiado completa. De ahà la breve cláusula protectora: "Ãl mismo [y ningún otro] Salvador del cuerpo [al que pertenecen todos los creyentes].
"Como Salvador de la Iglesia, Cristo tiene un señorÃo incomparable e incondicional sobre cada miembro de la misma. Sin embargo, como la Iglesia está sujeta a Cristo, asà también las esposas [deben estar] a sus maridos en todo" ( Efesios 5:24 ). De nuevo en Efesios 5:33 : "Que la esposa vea que teme a su esposo, con el temor reverente y confiado que el amor Efesios 5:33 ".
Asà como la esposa cristiana obedece al Señor Cristo en la esfera espiritual, en la esfera del matrimonio está sujeta a su marido. Los lazos que la unen a Cristo la unen más estrechamente a los deberes del hogar. Estos deberes ilustran para ella el amor sumiso que el pueblo de Cristo, y ella misma como uno de ellos, le deben a su Divina Cabeza. Su servicio en la Iglesia, a su vez, la enviará a casa con un sentido vivo del carácter sagrado de su llamamiento doméstico.
Aligerará el yugo de la obediencia; frenará el descontento que provocan las exacciones masculinas; y le enseñará a ganar con paciencia y dulzura el poder dentro de la casa que es su corona de reina.
II. El apóstol alude a la sumisión como deber de la esposa; porque posiblemente se sienta tentada a pensar que esto está reemplazado por la libertad de los hijos de Dios. Amar no tiene por qué imponerle, pero escribe: "Esposos, amen a sus esposas, como también Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sà mismo por ella". comp. Colosenses 3:18 El peligro del egoÃsmo está en el lado masculino.
La naturaleza del hombre es más exigente; y el olvido de sà mismo y el afecto solÃcito de la mujer pueden cegarlo a su propia falta del amor más verdadero. Lleno de negocios y con un centenar de cuidados y atractivos que se encuentran fuera del cÃrculo doméstico, con demasiada facilidad forma hábitos de ensimismamiento y aprende a hacer de su esposa y su hogar una comodidad, de la que toma por derecho el consuelo que tienen para brindarle. impartiendo poca devoción y confianza a cambio.
Esta falta de amor niega los derechos superiores del matrimonio; hace que la sumisión de la esposa sea una restricción triste. Junto a este egoÃsmo y la inquietud de la conciencia que lo acompaña, sobreviene a veces una irritabilidad de genio que irrita los problemas domésticos y agrava el más insignificante percance o inadvertencia, ignorando el afecto paciente de la esposa y la ansiedad por complacer Demasiado a menudo de esta manera a los maridos crecen insensiblemente en tiranos familiares, olvidando los dÃas de la juventud y la bondad de sus esponsales.
"Hay muchos", dice Bengel (sobre este punto inusualmente cáustico), "que al aire libre son corteses y amables con todos; cuando están en casa, con sus esposas e hijos, a quienes no tienen por qué temer, practican libremente el secreto. amargura."
"Amen a sus esposas, como Cristo amó a la Iglesia". ¡Qué gloria confiere esto a la parte del marido en el matrimonio! Su devoción representa como ningún otro amor puede, la devoción de Cristo a su pueblo redimido. Su amor, por tanto, debe ser una pasión espiritual, el amor de alma a alma, que participa de Dios y de la eternidad. De las tres palabras griegas para amor, eros, familiar en la poesÃa y mitologÃa griegas, que denota la llama de la pasión sexual, no se menciona en el Nuevo Testamento; philia, el amor de la amistad, es tolerablemente frecuente, al menos en su verbo; pero el ágape absorbe al primero y trasciende a ambos.
Esta palabra exquisita denota amor en su pureza y profundidad espiritual, el amor de Dios y de Cristo, y de las almas entre sà en Dios. Este es el cariño cristiano especÃfico. Es el atributo de Dios que "amó al mundo y dio a su Hijo el Unigénito" del "Cristo" que "amó a la Iglesia y se entregó a sà mismo por ella". La devoción a uno mismo, no la autosatisfacción, es su nota. Utiliza su fuerza y ââautoridad como material de sacrificio e instrumentos de servicio, no como prerrogativas de orgullo o tÃtulos para disfrutar. Deja que esta mente esté en ti, oh esposo, para con tu esposa, que también estaba en Cristo Jesús, quien era manso y humilde de corazón, contando como Su honor servir y Su recompensa salvar y bendecir.
De Efesios 5:26 que Cristo es el modelo del esposo, no solo en la regla de la abnegación, sino en el fin hacia el cual se dirige esa devoción: "para santificar la Iglesia, para presentarla a Ãl mismo una Iglesia gloriosa sin mancha ni arruga, para que sea santa y sin mancha.
"La perfección del carácter de la esposa será para el esposo religioso uno de los objetos más preciados de la vida. Deseará para ella lo que es más elevado y mejor, como para él mismo. Está a cargo de un alma más preciosa para él que para él. cualquier otro, sobre el cual tiene una influencia incomparable, grande. Este cuidado no puede delegarlo en ningún sacerdote o padre confesor. El peligro de tal delegación y los agravios que surgen cuando no hay confianza espiritual entre marido y mujer, cuando por La incredulidad o la superstición de que el jefe de la casa entregue su sacerdocio a otro hombre, se muestran dolorosamente en la experiencia de los paÃses católicos romanos.
La irreligión de los laicos, el descuido y la indignidad de los padres y maridos, son responsables de las nefastas influencias del confesionario. El apóstol ordenó a las esposas corintias, ansiosas por el conocimiento religioso, que "preguntaran a sus maridos en casa". 1 Corintios 14:35 Los maridos cristianos deben tener más en cuenta su oficio que ellos; no deben ser ajenos a las pruebas espirituales y las experiencias del corazón tan cercanas a ellos.
PodrÃa llevarlos a caminar más dignamente y a buscar logros religiosos más elevados, si consideraran que el pastoreo de al menos un alma les incumbe a ellos mismos, que son indignos del nombre de esposo sin ese cuidado por el bienestar del alma vinculada a ellos. los suyos como Cristo lleva hacia "Su esposa la Iglesia". Aquellos que no tienen padre o esposo a quien acudir, o que buscan en vano ayuda espiritual en este barrio, St.
Pablo se refiere, además de la luz y el consuelo de las Escrituras y el ministerio público y la comunión de la Iglesia, a las "mujeres ancianas" que son las guÃas naturales y ejemplares de las más jóvenes en su propio sexo. Tito 2:3
El egoÃsmo del sexo más fuerte, apoyado por la fuerza del hábito y el uso social, era difÃcil de dominar en las iglesias cristianas griegas. A través de unos ocho versÃculos, San Pablo trabaja este punto. En el versÃculo 28 aduce otra razón, añadida al ejemplo de Cristo, por el amor prescrito. "Asà también los hombres deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, se ama a sà mismo". El "So" adquiere su fuerza del ejemplo anterior.
Al amarnos, Cristo no ama algo ajeno y, por asà decirlo, fuera de sà mismo. "Somos miembros de su cuerpo" ( Efesios 5:30 ). Es el amor de la Cabeza a los miembros, del Hijo del Hombre a los hijos de los hombres, cuya raza-vida está fundada en Ãl. Jesucristo lo estableció como la ley suprema, bajo la del amor a Dios: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Su amor por nosotros siguió esta regla. Su vida estaba envuelta en la nuestra. Mediante esta comunidad de vida, el amor propio se transfigura y se exalta en el más puro olvido de sà mismo.
Asà ocurre con el verdadero matrimonio. La boda de una pareja humana se convierte en propiedad del otro. Son "una sola carne" ( Efesios 5:31 ); y, mientras perdura la carne, permanece esta conciencia de unión, cuya violación es pecado mortal. Como la Iglesia no es suya, ni Cristo es suyo desde que se hizo hombre con los hombres, el marido y la mujer ya no son personalidades independientes y autocompletas, sino que se incorporan a una nueva existencia común a ambos.
Su amor debe corresponder a este hecho. "Si el hombre se ama a sà mismo, si valora sus propios miembros y cuida y protege de lesiones su cuerpo" ( Efesios 5:29 ), debe hacer lo mismo igualmente con su esposa; porque su vida y sus extremidades son parte de la suya. Esto el apóstol establece como un deber obvio. La naturaleza enseña la obligación, por cada instinto viril.
El dicho que el apóstol cita en Efesios 5:31 data del origen de la familia humana; es tomado de los labios del primer marido y padre de la raza, mientras que todavÃa no está manchado por el pecado. Génesis 2:23 Cristo infiere de él la unicidad y la indelebilidad del pacto matrimonial.
Pero esta doctrina, por natural que sea, no fue inferida por la religión natural. El griego cultivado tomó una esposa para la producción de hijos. Sus derechos no imponÃan restricciones a su apetito. El amor no estaba en el contrato matrimonial. Si recibÃa la pensión alimenticia debido a su rango y a la dueña de la casa, y era la madre de sus hijos legÃtimos, tenÃa todo lo que podÃa exigir una mujer nacida libre.
La esclava no tenÃa derechos. Su cuerpo estaba a disposición de su dueño. Nada en el cristianismo parecÃa más novedoso y más severo, en comparación con la moral disoluta de la época, que la visión cristiana del matrimonio. Incluso los discÃpulos judÃos de Cristo parecÃan pensar que el estado de matrimonio era intolerable bajo la condición que Ãl impuso. Esta falta de reverencia y constancia entre los sexos fue la principal causa de la degeneración de la época.
Todas las virtudes desaparecen con este. La hombrÃa y la rectitud romanas, la cortesÃa y el coraje griegos, la piedad filial, el valor cÃvico, la lealtad en la amistad, las cualidades que una vez adornaron en alto grado a las naciones clásicas, ahora eran raras entre los hombres. En las filas más elevadas florecieron vicios infames; y la pureza de vida era motivo de odio y sospecha.
En medio de esta masa hirviente de corrupción, el EspÃritu de vida en Cristo Jesús creó nuevos corazones y nuevos hogares. Encendió un fuego puro en el hogar profanado. Enseñó al hombre ya la mujer un amor casto; y sus alianzas se formaron "en santificación y honra, no en la pasión de la concupiscencia como ocurre con los gentiles que no conocen a Dios". 1 Tesalonicenses 4:3 Toda casa cristiana, basada asà en una unión honorable y religiosa, se convirtió en el centro de una levadura que influyó en la sociedad corrupta que la rodeaba.
Presentaba un ejemplo hermoso y extraño de lealtad matrimonial y alegrÃa doméstica en ese mundo pagano sin amor. Los niños crecieron educados de manera pura y amable. A partir de esa hora comenzó la esperanza de un dÃa mejor. La influencia del nuevo ideal, filtrándose por todas partes en el paganismo circundante y asimilándose incluso antes de convertir al mundo hostil, elevó a la sociedad, aunque gradualmente y con muchas recaÃdas, de la extrema degradación de la época de los césares. Nunca más tarde la moral de la humanidad civilizada se hundió a un nivel tan bajo. La concepción cristiana del amor y el matrimonio abrió una nueva era para la humanidad.
CapÃtulo 26
CRISTO Y SU NOVIA
Efesios 5:23
Hemos extraÃdo de la homilÃa del apóstol al casarse las frases que se refieren a Cristo y su Iglesia, para recoger su significado colectivo. El tema principal de la epÃstola aquà nuevamente se afirma; y bajo la figura del matrimonio san Pablo concluye su doctrina sobre el tema de la Iglesia. Este pasaje responde, teológicamente, a un propósito similar al de la alegorÃa de Agar y Sara en la epÃstola a los Gálatas: ilumina para la imaginación la enseñanza y el argumento de la primera parte de la epÃstola; muestra cómo la doctrina de Cristo y la Iglesia tiene su contraparte en la naturaleza, ya que la lucha entre el espÃritu legal y el evangélico tuvo su contraparte en la historia patriarcal.
Los tres párrafos anexos nos presentan tres consideraciones, de las cuales trataremos la segunda primera en orden de exposición: el amor de Cristo a la Iglesia; Su autoridad sobre la Iglesia; y el misterio del origen de la Iglesia en él.
I. "Esposos, amen a sus esposas, como también Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sà mismo por ella". Esto es paralelo a la declaración de Gálatas 2:20 : "Me amó; se entregó a sà mismo por mÃ". El sacrificio de la cruz tiene a la vez su propósito personal y colectivo. Ambos deben tenerse en cuenta.
Por un lado, debemos valorar infinitamente y afirmar con alegrÃa nuestra parte individual en el amor redentor del Hijo de Dios; pero también debemos admitir los derechos soberanos de la Iglesia en la pasión del Redentor. Nuestras almas se inclinan ante la gloria del amor con el que desde la eternidad la ha buscado para los suyos. Hay en algunos cristianos una absorción en la obra de la gracia dentro de sus propios corazones, una búsqueda individualista de la salvación que, como todo egoÃsmo, vence su fin; porque estrecha y empobrece la vida interior que tanto se acaricia con tanta diligencia.
La Iglesia no existe simplemente para el beneficio de las almas individuales; es una institución eterna, prometida a Cristo, con vocación y destino propios; dentro de esa esfera universal, nuestro destino personal ocupa su lugar particular.
Es "el Cristo" quien está, a lo largo de este contexto ( Efesios 5:23 ), frente a "la Iglesia" como su Amante y Esposo; mientras que en el contexto de Gálatas 2:20 leemos "Cristo", el nombre personal desnudo, repetido una y otra vez sin el artÃculo distintivo.
Cristo es la Persona a quien el alma conoce y ama, con quien tiene comunión en el EspÃritu. El Cristo es el mismo considerado en el amplio alcance de su naturaleza y oficio, el Cristo de la humanidad y de los siglos. "El Cristo" de esta epÃstola amplÃa el tÃtulo del Salvador a su significado ilimitado, y da amplitud y longitud a lo que en "Cristo" se reúne en un solo punto.
Este Cristo "se entregó a sà mismo por la Iglesia", se entregó a la muerte que los pecados de su pueblo merecÃan y le trajeron. Bajo el mismo verbo, el apóstol dice en Romanos 4:25 : Ãl "fue entregado a causa de nuestras ofensas, y resucitado a causa de nuestra justificación", siendo el sacrificio considerado allà en su lado pasivo.
AquÃ, como en Gálatas 2:20 , el acto se hace Suyo, una Entrega voluntaria. "Nadie me quita la vida", dijo. Juan 10:18 En su caso, el único entre los hijos de los hombres, la muerte no fue ni natural ni inevitable. Su entrega de la vida fue un sacrificio absoluto.
Ãl "dio su vida por sus amigos", como ningún otro amigo del hombre podrÃa hacerlo, Aquel que murió por todos. El amor medido por este sacrificio es proporcionalmente grande. Los dichos de Efesios 5:25 ponen la gloria de la muerte vicaria en una luz vÃvida. De tal valor fue la persona del Cristo, de tal significado y valor moral Su muerte en sacrificio, que pesó contra la transgresión, no de un hombre âPablo o cualquier otroâ sino de un mundo de hombres.
Ãl "compró por su propia sangre", dijo Pablo a los ancianos de Efeso, "la Iglesia de" Hechos 20:28 - todo el rebaño que pace en los pastos del Gran Pastor, que ha pasado o pasará por las puertas de Su pliegue. Grandes fueron el honor y la gloria con que fue coronado cuando fue llevado como vÃctima al altar de la expiación del mundo.
Hebreos 2:9 ¿Quién no dirá, como el manso Hijo del hombre camina con tanta voluntad su triste camino hacia el Calvario, "Digno es el Cordero"? ¿No es el Esposo celestial digno de la Esposa, a quien consiente en ganar por el sacrificio de Sà mismo? El es digno; y ella debe ser digna. "Se entregó a sà mismo para santificarla, para presentarse a sà mismo una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada por el estilo, para que sea santa y sin mancha.
"La santificación de la Iglesia es el gran propósito de la gracia redentora. Este fue el diseño de Dios para sus hijos en Cristo antes de la fundación del mundo," que seamos santos y sin mancha delante de él ". Efesios 1:4 Esto, por lo tanto, fue el final de la misión de Cristo en la tierra; esta fue la intención de Su muerte en sacrificio.
"Por ellos," dijo Jesús, refiriéndose a sus discÃpulos, "yo me santifico a mà mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad". Juan 17:19 Su compra de la Iglesia no es un acto egoÃsta. A Dios, su Padre, Cristo dedica todo espÃritu del hombre que se le entrega. Como sacerdote de la humanidad, era suyo. oficio de consagrar asà la humanidad, que ya está en finalidad y en esencia "santificada mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre".
Hebreos 10:10 Solo en este pasaje, donde está el apóstol. pensando en la preparación de la Iglesia para su 'perfecta unión con su Cabeza, nombra a Cristo como nuestro Santificador; en 1 Corintios 1:2 se acerca a esta expresión, dirigiéndose a sus lectores como.
hombres "santificados en Cristo Jesús". En la epÃstola a los Hebreos este carácter se le atribuye en gran parte a Ãl, siendo la función de Su sacerdocio. Uno en naturaleza con los santificados, Jesús nuestro Gran Sacerdote "nos santifica mediante su propia sangre", para que con la conciencia limpia podamos acercarnos al Dios vivo. Asà como Cristo el Sacerdote está para con Su pueblo, asà Cristo el Esposo para con Su Iglesia. La consagra consigo mismo a Dios. Ãl la limpia para que pueda morar con Ãl para siempre, una novia sin mancha, muerta al pecado y viva para Dios a través de Ãl.
"Para santificarla, habiéndola purificado en la fuente de agua con la palabra". La purificación de la Iglesia es antecedente en pensamiento a su santificación mediante el sacrificio de Cristo; y es un medio para lograrlo. "Habéis sido lavados, fuisteis santificados", escribe el apóstol en 1 Corintios 6:19 , poniendo las dos cosas en el mismo orden.
Es el orden de la doctrina que ha establecido en la epÃstola a los Romanos, donde la santificación se construye sobre el fundamento puesto en la justificación mediante la sangre de Cristo. Mediante la virtud de la muerte en sacrificio, la Iglesia en todos sus miembros fue lavada de las contaminaciones del pecado para poder entrar al servicio de Dios. De la misma purificación inicial del corazón escribe San Juan en su primera epÃstola: 1 Juan 1:7 "La sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado. Ãl es fiel y justo, para que nos perdone. nuestros pecados y lÃmpianos de toda maldad.
"Esta es" la redención por la sangre de Cristo ", por la cual San Pablo en sus primeras palabras de alabanza nos llamó a bendecir a Dios. Efesios 1:7 Es la distinción especial de la Nueva Alianza, que hace posible sus otros dones de gracia, que "los adoradores una vez purificados" no necesitan tener "más conciencia de los pecados.
" Hebreos 10:2 ; Hebreos 10:14 En el uso teológico que se hace aquà de la idea de la limpieza, San Pablo se alinea con San Juan: y la epÃstola a los Hebreos. La purificación no es otra cosa que lo que en otro lugar ha denominado justificación.
Emplea los términos como sinónimos en la última epÃstola a Tito. Tito 2:14 ; Tito 3:1
"Habiéndose limpiado" es una frase congruente con la figura de la fuente, o baño, comp. de nuevo Tito 3:5 -una imagen sugerida, como se podrÃa pensar, por el baño de la novia del dÃa de la boda en las antiguas costumbres matrimoniales. A esto, San Pablo ve una contraparte en el bautismo, "la fuente de agua en la palabra". Las virtudes limpiadoras y refrescantes del agua la convirtieron en un sÃmbolo obvio de la regeneración.
El emblema es doble; describe a la vez la eliminación de la culpa y la impartición de nuevas fuerzas. Uno entra al baño exhausto y cubierto de polvo; uno sale limpio y fresco. De ahà que el bautismo del nuevo creyente en Cristo tuviera, según San Pablo, un doble aspecto. Miró hacia atrás, a la vieja vida de pecado abandonada, y comenzó a avanzar hacia la nueva vida de santidad. Por lo tanto, correspondÃa al entierro de Jesús, Romanos 6:4 el punto de unión entre la muerte y la resurrección. El bautismo sirvió como expresión visible y formal del paso del alma a través de la puerta del perdón hacia la vida santificada.
Junto con esta antigua enseñanza, ahora se le da un significado adicional y afÃn al rito bautismal. Denota la alianza del alma con su Señor. Como el baño de la doncella en la mañana de su matrimonio presagió la pureza en la que se unió a su prometido, asà la pila bautismal convoca a la Iglesia a presentarse como "virgen pura a Cristo". 2 Corintios 11:2 Significa y sella su perdón, y la compromete en todos sus miembros a esperar al Esposo con vestiduras inmaculadas del mundo, con el amor puro y fiel que no se avergonzará ante Ãl en Su venida.
Con este fin, Cristo instaló la fuente bautismal. Tras nuestra construcción del texto, las palabras "para que Ãl la santifique" expresan un propósito completo en sà mismo, a saber, el de la consagración de la Iglesia a Dios. Luego siga los medios para esta santificación: "Habiéndola purificado en el baño de agua mediante la palabra", el cual lavar, al mismo tiempo, tiene su propósito de parte del Señor que lo designó, es decir, "que Ãl podrÃa presentársela a Sà mismo "una Iglesia gloriosa e inmaculada.
Al final de Efesios 5:27 la oración se duplica sobre sà misma, en la forma caracterÃstica de Pablo. El doble objetivo del sacrificio de amor de Cristo en nombre de la Iglesia, a saber, su consagración a Dios y su pureza inmaculada, que la capacita para la unión perfecta con su Señor, se reafirma en la cláusula final, en contraste con las "manchas y arrugas y cosas semejantes "que se borran:" pero para que sea santa y sin defecto ".
Dejamos de lado, por el momento, la frase final de Efesios 5:26 , Efesios 5:26 , con la que el apóstol califica su referencia a la purificación bautismal; de ninguna manera lo estamos olvidando. "Habiéndola limpiado", escribe, "con la fuente de agua en [la] palabra". Este adjunto es profundamente significativo. Imprime al bautismo un carácter espiritual y excluye toda concepción teúrgica del rito, toda doctrina que le confiera en el más mÃnimo grado una eficacia mecánica.
"Sin la palabra, el sacramento sólo podrÃa influir en el hombre por arte de magia, hacia afuera o hacia adentro" (Dorner). La "palabra" de la que habla el apóstol es la de Efesios 6:17 , "la palabra de Dios, la espada del EspÃritu"; de Romanos 10:8 , "la palabra de fe que proclamamos"; de Lucas 1:37 , "la palabra de Dios que no será impotente"; de Juan 17:8 , etc.
, "las palabras" que el Padre habÃa dado al Hijo, y el Hijo a su vez a los hombres. Es la expresión divina, hablada y creÃda. En este acompañamiento reside el poder de la fuente. La afusión bautismal es el sello exterior de una transacción interior, que tiene lugar en el espÃritu de creyentes que pronuncian y oyen la palabra del Evangelio. Esta palabra salvadora recibe en el bautismo su expresión concreta; se convierte en el verbum visible.
La "palabra" en cuestión se define en Romanos 10:8 : "Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo". Deje que el oyente responda: "Asà lo confieso y creo", sobre la fuerza de esta confesión es bautizado, y en el acto conjunto de fe y bautismo - en la obediencia de fe que significa su bautismo - es salvo de su pasado. pecados y hecho heredero de la vida eterna.
El rito es la aplicación más simple y universal que se pueda concebir. En los paÃses paganos el bautismo recupera su significado primitivo, como acto decisivo de ruptura con la idolatrÃa y aceptación de Cristo como Señor, que en nuestro uso a menudo se superpone y se olvida.
Esta interpretación da una clave para el oscuro texto de San Pedro sobre el mismo tema: 1 Pedro 3:21 bautismo te salva - "no la eliminación de las inmundicias de la carne, sino el cuestionamiento con respecto a Dios de una buena conciencia , mediante la resurrección de Jesucristo ". El componente vital del rito no es la aplicación de agua al cuerpo, sino el desafÃo que la palabra hace en él a la conciencia respecto a las cosas de Dios, la pregunta asà transmitida, a la que hace un sincero creyente en la resurrección de Cristo. alegre y pronta respuesta.
Es, en definitiva, la apelación a la fe contenida en el bautismo lo que le da a este último su valor salvÃfico. La "palabra" que hace que las ordenanzas cristianas sean válidas no es solo la expresión pasada de Dios, que puede permanecer como letra muerta, conservada en los oráculos de las Escrituras o en las formas oficiales de la Iglesia, sino esa palabra viva y activa, reexpuesta y transmitido de alma en alma por el soplo del EspÃritu Santo.
Sin esta animada palabra de fe, el bautismo no es más que derramar o rociar tanta agua sobre el cuerpo; La cena del Señor es solo el consumo de tanto pan y vino. Todas las naciones finalmente, en obediencia al mandato de Cristo, serán bautizadas en el Nombre tres veces santo; y la obra del bautismo estará completa. Entonces la Iglesia saldrá de su baño, limpia de manera más eficaz que el viejo mundo que emergió con Noé del diluvio.
Cada "mancha y arruga" desaparecerá de su rostro; Se desvanecerán las pasiones mundanas que mancharon sus facciones, los miedos y ansiedades que fruncieron su frente o su mejilla. En su belleza radiante, en su amor casto e inmaculado, Cristo conducirá a Su Iglesia ante Su Padre y los santos ángeles, "como una esposa adornada ante su esposo". Desde la eternidad Ãl puso su amor sobre ella; sobre la cruz.
Ãl la recuperó de su infidelidad al precio de Su sangre. A lo largo de los siglos, Ãl la ha cortejado para sà mismo y la ha educado de maneras sabias y variadas para que sea apta para su llamamiento celestial. Ahora ha llegado el final de esta larga tarea de redención. El mensaje se transmite a los amigos de Cristo en todos los mundos: "¡Venid, reunÃos para la gran cena de Dios! Han llegado las bodas del Cordero, y su mujer se ha preparado. Ãl le ha dado lino fino brillante y puro, para que ella se arregle.
¡Regocijémonos y regocijémonos, y démosle la gloria! "A través de qué fuegos purificadores, a través de qué bautismos, incluso de sangre, todavÃa tiene que pasar antes de que se alcance la consumación, Ãl sólo sabe quién la amó y se entregó a sà mismo por ella. no le dedique a Su Iglesia nada, ni de abundancia ni de prueba, que su perfección necesite.
II. En cuanto a la autoridad señorial de Cristo sobre su Iglesia, ya hemos tenido ocasión de hablar en otros lugares. Aquà se pueden agregar una palabra o dos.
Reconocemos que la Iglesia está "sujeta a Cristo en todo". Nos proclamamos, como el apóstol, "esclavos de Cristo Jesús". Pero esta sujeción es con demasiada frecuencia una forma más que un hecho. Al protestar por nuestra independencia de los señores sacerdotales y papistas de la herencia de Dios, a veces corremos el peligro de ignorar nuestra dependencia de Ãl y de destronar, en efecto, al único Señor Jesucristo. Las comunidades cristianas actúan y hablan demasiado al estilo de las repúblicas polÃticas. Asumen la actitud de cuerpos autodirigidos y auto-responsables.
La Iglesia no es democracia, como tampoco es una aristocracia o un absolutismo sacerdotal: es una cristocracia. El pueblo no es gobernante en la casa de Dios; son los gobernados, laicos y ministros por igual. "Uno es vuestro Maestro, el Cristo; y todos vosotros sois hermanos". Reconocemos esto en teorÃa; pero nuestro lenguaje y nuestro espÃritu a menudo serÃan diferentes de los que son, si fuéramos penetrados por el sentido de la presencia continua y la majestad del Señor Cristo en nuestras asambleas.
Las regalÃas y las noblezas, y los poseedores del poder popular, todos cuyos "nombres son nombrados en este mundo", junto con los principados en los lugares celestiales, cuando ingresan a los recintos de la Iglesia deben dejar a un lado sus vestiduras y olvidar sus tÃtulos, y habla humildemente como en presencia del Maestro. ¿Qué le importa a la gloriosa Iglesia de Jesucristo que el Señor Fulano de Tal lleve una corona y sea dueño de medio condado? ¿O que Midas puede llenar sus arcas, si está complacido y de buen humor? ¿O que tal o cual orador guÃa a su voluntad la fiera democracia? "¿No es más que un hombre que morirá y comparecerá ante el tribunal de Cristo?" La protección de la Iglesia de la tiranÃa humana, de los esquemas de ambición, de la intrusión de métodos y designios polÃticos, reside en su sentido del esplendor y la realidad del dominio de Cristo,
III. Llegamos ahora al misterio profundo revelado, o medio revelado al final de esta sección, el del origen de la Iglesia de Cristo, que da cuenta de Su amor a la Iglesia y Su autoridad sobre ella. Ãl nutre y aprecia a la Iglesia, se nos dice en Efesios 5:29 , "porque somos miembros de Su cuerpo".
Ahora bien, esta pertenencia es, en su origen, tan antigua como la creación. Dios "nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo". Efesios 1:4 Fuimos creados en el Hijo del amor de Dios, antes de nuestra redención por Ãl. Tal es la enseñanza de esta y la epÃstola acompañante. Colosenses 1:14 Cristo recupera a través de la cruz lo que le pertenece inherentemente, lo que le perteneció por naturaleza y es parte de él mismo.
Desde este punto de vista, la conexión de Efesios 5:30 vuelve inteligible. No es, estrictamente hablando, "a causa de esto"; pero "en correspondencia con esto" dice el apóstol, adaptando la frase original a su propósito. La derivación de Eva del cuerpo de Adán, como se afirma en las misteriosas palabras del Génesis, es análoga a la derivación de la Iglesia de Cristo.
La última relación existÃa en su ideal, y como se concibió en el propósito de Dios, antes de la aparición de la raza humana. En la teorÃa de San Pablo, el origen de la mujer en el hombre que forma la base del matrimonio en las Escrituras, mira más atrás al origen de la humanidad en Cristo mismo.
El hilo de pensamiento que el apóstol reanuda aquà lo siguió en 1 Corintios 11:3 : "Quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es el Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios. El hombre es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del hombre. Porque el hombre no es de la mujer, sino la mujer del hombre ". Asà es con Cristo y Su esposa la Iglesia.
"El Señor Dios hizo que un sueño profundo cayera sobre el hombre, y él se durmió; y tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar; y la costilla que el Señor Dios habÃa tomado del hombre, hizo a mujer, y la trajo al hombre. Y el hombre dijo: "
"Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne: Ella se llamará Mujer [Isshah], porque fue sacada del Hombre [Ish]. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa: Y serán una sola carne ". Génesis 2:21
Asà profetizó el primer padre de nuestra raza y cantó su cántico de bodas. En un sentido mÃstico, pero real, el matrimonio es una reunión, la reincorporación de lo que se habÃa separado. Buscando su otro yo, el complemento de su naturaleza, el hombre rompe los lazos del nacimiento y funda un nuevo hogar. De modo que el autor inspirado del pasaje del Génesis explica el origen del matrimonio y el instinto que atrae al novio hacia su novia.
Pero nuestro apóstol ve en esta declaración una verdad más profunda, mantenida en secreto desde la fundación del mundo. Cuando habla de "este gran misterio", no se refiere al matrimonio en sÃ, sino al dicho de Adán al respecto. Este texto era un problema permanente para los intérpretes judÃos. "Pero por mi parte", dice el apóstol, "lo refiero a Cristo ya la Iglesia". San Pablo, que tantas veces ha trazado el paralelo entre Adán y Cristo, a la luz de esta analogÃa percibe un nuevo y rico significado en lo antiguo.
oración oscura. Le ayuda a ver cómo los creyentes en Cristo, que forman colectivamente Su cuerpo, no solo están injertados en Ãl (como él lo dice en la epÃstola a los Romanos), sino que se derivan de Ãl y se forman en el mismo molde de Su naturaleza.
Lo que se afirma en Colosenses 1:16 , sobre el universo en general, es cierto en su perfecto grado de humanidad redimida: "En Ãl fueron creadas todas las cosas", asà como "por Ãl y para Ãl". Eva fue creada en Adán; y Adán en Cristo. Somos "participantes de una naturaleza divina", por nuestro origen espiritual en Aquel que es la imagen de Dios y la raÃz de la humanidad.
La unión de la primera pareja humana y todo matrimonio verdadero desde que, siendo en efecto, como dice Adán, una restauración y una reintegración, simboliza la comunión de Cristo con la humanidad. Esta intención estaba en la mente de Dios en la institución de la vida humana; tomó expresión en las palabras proféticas del Libro del Génesis, cuyo sentido más profundo San Pablo ahora por primera vez puede desplegar.
En nuestra unión por gracia y fe con Cristo crucificado, nos damos cuenta nuevamente del diseño original de nuestro ser. Cristo no ha comprado con Su sangre una novia nueva o extranjera, sino la que fue Suya desde la eternidad, la hija que se habÃa alejado de la casa del Padre, la prometida que habÃa dejado a su Señor y Esposo. Respecto a este "misterio de nuestra coherencia en Cristo", dice Richard Hooker, en palabras que sugieren muchos aspectos de esta doctrina: "La Iglesia está en Cristo, como Eva en Adán.
SÃ, por gracia somos cada uno de nosotros en Cristo y en Su Iglesia, como lo somos por naturaleza en nuestros primeros padres. Dios hizo a Eva de la costilla de Adán. Y Su Iglesia Ãl formó de la misma carne, el costado muy herido y sangrante del Hijo del Hombre. Su cuerpo crucificado y su sangre derramada por la vida del mundo son los verdaderos elementos de ese ser celestial que nos hace tal como Ãl es de quien venimos.
Por lo cual las palabras de Adán pueden ser apropiadamente las palabras de Cristo con respecto a Su Iglesia, 'carne de mi carne y hueso de mis huesos, un verdadero extracto nativo de mi propio cuerpo'. De modo que en él, según su virilidad, nosotros según nuestro ser celestial somos como ramas en esa raÃz de la que crecen ".