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Bible Commentaries
San Lucas 2

Comentario Crítico y Explicativo de toda la BibliaComentario Crítico

Versículos 1-52

EL NACIMIENTO DE CRISTO.

1. Augusto César—el primero de los emperadores romanos. toda la tierra—así se llamaba el inmenso Imperio Romano. empadronada—un registro de todos los habitantes del Imperio.

2. primero … siendo Cirenio gobernador de la Siria, etc.—un versículo que ofrece perplejidades, en que Cireneo, o Quirino, parece no haber sido gobernador de Siria sino como diez años después del nacimiento de Cristo, y el “empadronamiento” bajo su administración fué lo que dió ocasión para la sedición mencionada en Hechos 5:37. Que hubo un empadronamiento, sin embargo, de todo el Imperio Romano bajo Augusto, es admitido ahora por todos; y los críticos cándidos, y aun los de tendencia escéptica, están listos a reconocer que no hay probabilidad de alguna inexactitud real en el relato de nuestro evangelista. Muchos entendidos quieren traducir las palabras así: “Este empadronamiento fué previo a que fuera Cireneo gobernador de Siria”, como la palabra “primero” se traduce en Juan 1:15; Juan 15:18. En este caso, naturalmente, la dificultad desaparece. Pero es tal vez mejor suponer, con otros, que el registro fué decretado con fines de cobrar impuestos, cerca del tiempo del nacimiento de nuestro Señor, aunque la imposición misma, medida detestable en Palestina, no fué llevada a cabo sino en el tiempo de Cireneo.

3. E iban todos … cada uno a su ciudad—a la ciudad de su extracción o descendencia, según la costumbre judía, y no de su residencia, que era el método usual de los romanos.

4, 5. No sólo José, quien era del linaje real, tuvo que ir a Bethlehem ( 1 Samuel 16:1), sino María también, no por preferencia seguramente en su condición, sino probablemente, para su empadronamiento personal, como heredera. su mujer, desposada—ahora, sin duda, tomada a la casa de él, como se relata en Mateo 1:18; Mateo 25:6. estando ellos allí, etc.—Hasta ahora María había estado viviendo en lugar incorrecto para el nacimiento del Mesías. Si hubiera demorado un poco más en Nazareth, la profecía habría fallado. Pero ¡he aquí! sin ninguna intención de parte de ella, y mucho menos de parte de Augusto César, de cumplir la profecía, ella fué traída de Nazareth a Bethlehem, y al preciso momento se cumplió el tiempo de ella, y su niño nació (Salmo 118:23).

7. su hijo primogénito—Así Mateo 1:25, sin embargo, la ley al hablar del primogénito, no tiene en cuenta si algunos nacieron después o no, sino solamente que ninguno naciera antes. [Lightfoot]. le envolvió … acostóle—La madre misma lo hizo así. ¿No tuvo quién la ayudara? Así parece ( 2 Corintios 8:9). pesebre—artesa, donde se pone el alimento para los caballos y otros animales. no había lugar … en el mesón—edificio cuadrado, con patio abierto en el centro, donde se alojaban los viajeros, y cuyas partes posteriores se usaban como establos para los animales. Una tradición antigua, de que nuestro Señor nació en una gruta o caverna, es bien consecuente con la región, que es roqueña. En la condición de María, el viaje sería lento, y antes que llegaran, el mesón estaría lleno, como un presagio de la recepción que hallaría el Señor siempre ( Juan 1:11). Pero algunos huéspedes iban y venían, no rudamente, sino con reverencia. Dios envió visitantes suyos para rendir homenaje al Rey recién nacido.

8-20. El ANUNCIO ANGELICAL A LOS PASTORES—SU VISITA AL RECIEN NACIDO.

8. velaban—permanecian en el campo abierto, probablemente en chozas o carpas. guardaban las vigilias de la noche—“guardas nocturnos”. turnándose para velar los rebaños. Desde abril hasta el otoño en septiembre, los rebaños pacían constantemente en campos abiertos, permaneciendo siempre los pastores allí. (Por esto parece evidente que es muy tarde la fecha generalmente dada para el nacimiento de nuestro Señor). ¿Fueron escogidos esos pastores para tener la primera vista del bendito niño sin alguna referencia a su propio estado de mente? Este no es, por lo menos, el método de Dios “Sin duda, como Simeón (v. 25), ellos estaban entre los que esperaban la consolación de Israel” [Olshausen]; y, si la sencillez de su mente rústica, su empleo tranquilo, el sosiego de las horas nocturnas, y la amplitud de la bóveda asul sobre ellos para la música celestial que había de llenar sus oídos, los señalaban como recipientes idóneos para los primeros anuncios de un Salvador infante, las meditaciones y conversaciones simpáticas con las cuales, suponemos, harían pasar las horas pesadas, perfeccionarían su preparación para la visita inesperada. Así estaba ocupado Natanael, completamente solo, pero no invisible, bajo la higuera, en preparación inconsciente para su primera entrevista con Jesús. (Véase la nota acerca de Juan 1:48). Así estaba el vidente extasiado sobre su roca solitaria “en el espíritu el día del Señor”, sin pensar que esto era su preparación para oír tras sí la voz del Hijo del hombre ( Apocalipsis 1:10, etc.) Pero si los pastores en la vecindad inmediata tuvieron la primera vista, los sabios desde lejos tuvieron la segunda vista del Rey recién nacido. Aun así todavía, la sencillez primero, la ciencia después, hallan su camino hasta el Cristo.

9. la claridad de Dios—“la claridad o gloria que se representa como rodeando todas las visiones celestiales” [Olshausen]. tuvieron gran temor—así era siempre ( Daniel 10:7; Lucas 1:12; Apocalipsis 1:17). Los hombres nunca se han sentido cómodos con el mundo invisible repentinamente abierto ante su mirada. Esta experiencia no tenía que ser permanente; un propósito momentáneo fué todo lo que debía servir.

10. para todo el pueblo—para todo el pueblo de Israel; pero por ellos a ser extendido a todo el mundo después. (Véase la nota acerca del v. 14).

11. os ha nacido—a vosotros pastores, a Israel, a la raza humana [Bengel]. Cf. Isaías 9:6; “Un niño nos es nacido”. Es un Nacimiento: “El Verbo fué hecho carne”. ¿Cuándo? “Hoy”. ¿Dónde? “En la ciudad de David”; en el linaje correcto y en el lugar correcto; donde nos dijo la profecia que lo buscáramos, y donde la fe por lo tanto lo esperaba. ¡Cuán queridos para nosotros deberían ser estos anolajes históricos de nuestra fe! Si los perdemos, todo el cristianismo sustancial está perdido. Por medio de ellos ¡cuántos han sido guardados de hacer naufragio, y han alcanzado cierta admiración externa de él. aun antes que hayan contemplado de lleno “su gloria”. un Salvador—no uno que será Salvado, sino nacido Salvador, que es CRISTO el Señor—“¡ nombre magnífico!” [Bengel]. “Este es el unico lugar donde estas palabras aparecen juntas; y no conozco modo de entender este “Señor” sino correspondiendo al hebreo “JEHOVA” [Alford].

12. por señal—más bien “la señal”. al niño—“hallaréis un niño”. un pesebre—“el pesebre”. Había de consistir la señal, según parece, solamente en el contraste abrumador entre las cosas recién dichas acerca de él y la condición humilde en la cual le habían de hallar: a aquel cuyas “salidas son desde el principio, desde los días del siglo”. hallaréis un niño; a quien “los cielos de los cielos no pueden contener”, envuelto en pañales; al “Salvador, Cristo el Señor”, ¡echado en el pesebre! Así desde el principio fueron presentados estos contrastes asombrosos, los que son su manera de ser. (Véase la nota acerca de 2 Corintios 8:9).

13. repentinamente—como si sólo estuviesen esperando que terminara su acompañante. con el ángel—quien no se retira, sino que otros se unen con él, para sellar y celebrar las nuevas que había traído. ejércitos celestiales—un ejército que está celebrando la paz [Bengel] “transfiriendo la ocupación de su estación exaltada a esta pobre tierra, que tan rara vez resuena con la pura alabanza a Dios”. [Olshausen]; para hacer saber cómo este acontecimiento es considerado en el cielo y debería ser considerado en la tierra.

14. Gloria, etc.—un himno breve más conmovedor, no sólo claro en habla humana, sino en cadencia armoniosa, en forma de un paralelismo hebreo de dos cláusulas completas, y una tercera que sólo amplifica la segunda, y así sin la “y” de enlace. La “gloria a Dios”, que este “Salvador” recién nacido había de traer, es la primera nota de este himno sublime; y a ésta responde, en la segunda cláusula, la “paz en la tierra”, de la cual él había de ser “el Príncipe” ( Isaías 9:6); probablemente estas líneas fueron cantadas antifonalmente por el coro celestial; mientras que en seguida sigue el alegre eco de esta nota, probablemente por un tercer grupo de cantores angélicos: “Buena voluntad para con los hombres”. “Ellos no dicen: Gloria a Dios en los cielos, donde están los ángeles, sino, usando una expresión rara, ‘en lo altísimo’, a donde no aspiran los ángeles”, Hebreos 1:3. [Bengel]. Para traer esta paz y toda otra paz como resultado, fué la misión suprema del Salvador a la tierra, y junto con la paz, toda “la buena voluntad del Cielo para con los hombres”, la divina complacencia sobre una base nueva, desciende a descansar sobre los hombres, como sobre el Hijo mismo, en quien tiene Dios “contentamiento”. ( Mateo 3:17, la misma palabra como aquí.)

15. Pasemos pues, etc.—¡hermosa sencillez de devoción y fe es ésta! Ellos no se entusiasman con los ángeles, ni con la gloria que los cercó, ni con los hermosos acordes con que ellos llenaron el aire. Tampoco dice “Vayamos y veamos si esto es cierto”, pues no tienen dudas, Dicen: “Vayamos a ver esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado”. ¿No confirma esto la opinión dada sobre el v. 8, acerca del espíritu de estos hombres humildes?

16. vinieron apriesa—Cf. cap. 1:39; Mateo 28:8 (“corrieron”); Juan 4:28 (“dejó su cántaro”, como estos hombres a sus rebaños, en un éxtasis). hallaron a María, etc.—“guiados misteriosamente por el Espíritu al lugar preciso al través de la obscuridad de la noche” [Olshausen].

17. Y viéndolo, hicieron notorio—antes de su regreso (v. 20), y así eran los primeros evangelistas [Bengel].

20. glorificando y alabando a Dios, etc.—el segundo verbo, usado acerca del cántico de los ángeles (v. 13), y lo que dice en los caps. 19:37, y 24:53, nos inclina a creer que su mensaje era un cántico también, probablemente algún cántico de los Salmos, vehículo apto para las emociones que llenaban sus corazones, por lo que “habían oído y visto”.

21. LA CIRCUNCISION DE JESUS. Sólo aquí relatada, y aun aquí meramente mencionada, por causa del nombre dado entonces al santo niño, “Jesús”, o Salvador ( Mateo 1:21; Hechos 13:23). Sin embargo, en este acto de darle el nombre “Salvador”, en la circuncisión, que era el quite simbólico y sangriento del “cuerpo de pecado”, tenemos una intimación tácita de que ellos “tenían necesidad”, como dijo Juan del bautismo de él, más bien de ser circuncidados por él de la “circuncisión no hecha con manos, con el despojamiento del cuerpo de los pecados de la carne, en la circuncisión de Cristo” ( Colosenses 2:11), y que sólo lo permitió, “porque así le convenía cumplir toda justicia” ( Mateo 3:15). Además, la circuncisión de Jesús tuvo una impresión profunda en su obra, correctamente entendida por pocos. Porque el que “se circuncidare, está obligado a hacer toda la ley” ( Gálatas 5:3), Jesús así llevaba consigo en su misma carne el sello de una obligación voluntaria a cumplir toda la ley, cosa que era posible que él solo hiciera, después de la caida de Adán. Y cómo él fué “hecho súbdito a la ley”, no para fines suyos propios, sino sólo “para que redimiese a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” ( Gálatas 4:4), la obediencia a la cual su circuncisión le comprometió, era una obediencia redentora, la de un “Salvador”. Y, finalmente, como “Cristo nos redimió de la maldición de la ley,” por ser “hecho por nosotros maldición” ( Gálatas 3:13). tenemos que considerarlo, en su circuncisión, como metido bajo una fianza palpable de ser “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” ( Filipenses 2:8).

22-40. LA PURIFICACION DE LA VIRGEN—PRESENTACION DEL NIÑO EN EL TEMPLO—LA ESCENA ALLI CON SIMEON Y ANA.

22, 24. la purificación de ella—Aunque la mayoría y los mejores de los textos dicen “de ellos”, sólo la madre necesitaba una purificación de la inmundicia legal del parto. “Los días” de esta purificación por un niño varón eran cuarenta entre todos ( Levítico 12:2, Levítico 12:4), a la expiración de los cuales la madre estaba obligada a ofrecer un cordero para el sacrificio quemado, y un palomino o una tórtola para la explación. Si no podía proveer un cordero, la madre tenía que llevar un palomino o una tórtola más; y si aun esto estaba más allá de sus recursos, entonces una porción de harina fina, sin los acostumbrados acompañamientos fragantes de aceite e incienso, que representaba una ofrenda por el pecado ( Levítico 12:6; Levítico 5:7). Por la ofrenda intermedia de “un par de tórtolas o dos palominos”, entendemos que José y María estaban en circunstancias pobres ( 2 Corintios 8:9), aunque no en pobreza extrema. Siendo un varón primogénito, “le trajeron a Jerusalén, para presentarlo al Señor”. Todos los tales habían sido reclamados como “santos al Señor”, o destinados a usos sagrados, en memoria del libramiento de los primogénitos de Israel, de la destrucción en Egipto, mediante el rociamiento de la sangre ( Éxodo 13:2). Pero en lugar de éstos, sin embargo, fué aceptada toda una tribu, la de Leví, y dedicada a actividades exclusivamente sagradas ( Números 3:11); y como había 273 menos levitas que los primogénitos de todo Israel en el primer censo, cada uno de estos primogénitos tenía que ser redimido mediante el pago de cinco siclos, pero no sin ser “presentado al Señor”, en señal de su derecho justo a ellos y su servicio ( Números 3:44; Números 18:15). En obediencia a esta “ley de Moisés” la Virgen presentó su hijito al Señor, “en el portón oriental del atrio llamado Portón de Nicanor, donde ella misma sería rociada por el sacerdote con la sangre de su sacrificio”. [Lightfoot]. Por aquel Niño, en tiempo debido, nosotros habíamos de ser redimidos “no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo” ( 1 Pedro 1:18), y la quema de la ofrenda de la madre, y la rociadura de ella con la sangre de su ofrenda por el pecado, habían de hallar su realización permanente en el “sacrificio vivo” de la madre cristiana misma, en la plenitud de un corazón “purificado de mala conciencia” por “la sangre que límpia de todo pecado”.

25. justo—dereicho en su carácter moral. pío—de espíritu religioso. esperaba la consolación de Israel—hermoso título de la venida de Cristo, aquí indicada. el Espíritu Santo era—sobrenaturalmente—sobre él—Así estaba el Espíritu, después de una ausencia triste de casi 400 años, volviendo al pueblo escogido, para despertar la expectativa, y preparar para los acontecimientos venideros.

26. había recibido respuesta del Espíritu Santo—Dando a entender, fuera de toda duda, la personalidad del Espíritu. no vería la muerte antes que viese—“¡dulce antítesis!” [Bengel]. ¡Cómo la vista del uno doraría la lobreguez de la otra! Era probablemente, en ese momento, avanzado en años.

27, 28. El Espíritu lo guió hasta el templo en el mismo momento cuando la Virgen estaba por presentar a su hijo al Señor. le tomó en sus brazos—reconociendo inmediatamente en el niño, con certidumbre infalible, al Mesías prometido, sin necesitar que María le informara de lo que le había sucedido a ella. [Olshausen]. El notable acto de tomar en sus brazos al niño no debe ser descuidado. Fué como si él dijera: “Este es toda mi salvación, y todo mi deseo” ( 2 Samuel 23:5).

29. Señor—“Dueño”, palabra rara vez usada en el Nuevo Testamento, y elegida aquí con corrección peculiar, cuando el anciano santo, sintiendo ahora conseguido su final objeto en desear vivir, sólo esperaba la palabra de orden de su Dueño, para irse. Ahora despides—Más claramente, “ahora estás soltando a tu siervo”; manera paciente mas reverencial de expresar el deseo de irse.

30. han visto mis ojos tu salvación—Muchos vieron al niño, y aun al hombre crecido Cristo Jesús, que nunca vieron en él “la salvación de Dios.” Este aprecio de un objeto de vista, un niño, inconsciente, débil, fué acto de pura fe. Simeón “vió su gloria” ( Juan 1:14). En otra manera de verlo, fué una fe anterior recompensada por la vista presente.

31, 32. todos los pueblos—en aquel entonces en tinieblas. la gloria de tu pueblo Israel—ya de antes tuyo, y ahora, la parte creyente de él, ha de ser tuyo en un sentido más glorioso que nunca. Se notará que este cántico, como “el del cisne, despidiéndose de esta vida terrenal” [Olshausen], toma una vista más comprensiva del reino de Cristo que la de Zacarías, aunque es uno solo el reino del cual cantan.

34, 35. puesto—nombrado, destinado. para caída y para levantamiento de muchos en Israel; y para señal a la que será contradicho—tal vez la primera de estas cláusulas expresa las dos etapas de la “caída de muchos en Israel”, temporal por incredulidad, durante la carrera terrenal de nuestro Señor, y el “levantamiento” subsiguiente de las mismas personas después que el derramamiento del Espíritu en Pentecostés arrojara para ellos una luz nueva sobre el asunto; mientras que la segunda cláusula describe a los enemigos obstinados del Señor Jesús. Talés actitudes opuestas entre sí hacia Cristo se asumen de siglo en siglo.

35. Y, etc.—la conjunción enfática; “Aunque era bienaventurada entre mujeres, tendrás también tu porción enorme de luchas y sufrimientos, que este Niño ha de ocasionar”, señalando no la continua detracción y rechazo de éste su Hijo, aquellas agonías de él que ella había de presenciar en la cruz, y su situación desolada después, sino las terribles visicitudes de fe e incredulidad, de esperanza y temor acerca de él, por medio de las cuales ella había de pasar. que sean manifestados los pensamientos, etc.—las opiniones y decisiones acerca de Cristo son un espejo en el cual los mismos “pensamientos de sus corazones” se hacen ver.

36. Ana—o, Hannah—profetisa—otra evidencia de que estaban cerca “los últimos tiempos” en los cuales Dios había de “derramar su Espíritu sobre toda carne”. de la tribu de Aser—una de las diez tribus, de la cual muchos no fueron llevados al cautiverio, y no pocos de ellos se unieron a Judá después del regreso de Babilonia. La distinción de tribus, aunque prácticamente destruida por el cautiverio, era bien conocida hasta la dispersión final ( Romanos 11:1; Hebreos 7:14); ni está del todo perdida ahora. había vivido, etc.—ella había vivido siete años con el esposo, y hacía ochenta y cuatro años que era viuda; de modo que si se casó a la primera edad casadera, de doce años, ella no podría tener menos de 103 años.

37. no se apartaba del templo—se hallaba allí en todas las horas de culto de día, y aun durante los servicios nocturnos de los guardas del templo (Salmo 134:1), “sirviendo a Dios con ayunos y oraciones” (Véase 1 Timoteo 5:5, sugerido por esto).

38. sobreviniendo—“presentándose”. Ella ya había estado allí, pero ahora se hallaba “estando cerca”. como el testimonio de Simeón al bendito Niño estaba terminando; pronta a tomar el tema “a su vez”, o “en su turno”. hablaba de él a todos, etc.—el sentido es, “a todos los que en Jerusalén estaban esperando la redención”. diciendo en efecto: “En este Niño están envueltas todas nuestras esperanzas”. Si ésta era la hora de la oración, cuando grandes números acudían al templo, explicaría el que ella tuviera auditorio grande, como dan a entender las palabras. [Alford].

39. Nada es más difícil que el fijar el orden exacto en que ha de entenderse la visita de los magos, la huída a Egipto y el regreso, en relación con la circuncisión y la presentación de Cristo en el templo, aquí mencionada. Tal vez es mejor dejar este orden en la obscuridad en que lo hallamos, como el resultado de dos relatos independientes, que serían fácilmente reconciliables, si conociéramos todos los detalles de la historia.

40. Su desarrollo mental anduvo parejo con su desarrollo corporal, y “la gracia de Dios”, el favor divino, descansaba sobre él manifiestamente y de manera creciente. Véase el v. 52.

41-52. SU PRIMERA VISITA CONSCIENTE A JERUSALEN. “Florecita solitaria sacada del maravilloso jardín encerrado de los treinta años, cortada precisamente allí donde el pimpollo hinchado, en crisis distintiva, (a los doce años), se abre en flor. Señalar esto es seguramente el propósito y el sentido de este relato”. [Stier].

41. iban—“solían ir”. Aunque los varones solos eran obligados a ir a Jerusalén para las tres fiestas anuales ( Éxodo 23:14), iban también las mujeres piadosas, cuando permitían los deberes de familia. como hacía Ana ( 1 Samuel 1:7), y como vemos aquí, la madre de Jesús.

42. Y cuando fué de doce años—A esta edad todo varón judío era llamado “hijo de la ley”, siendo puesto bajo un curso de instrucción y enseñado en ayunos y asistencia al culto público, además a empezar a aprender un oficio. A esta edad, entonces, nuestro Señor es llevado por primera vez a Jerusalén, en la época de la Pascua, la principal de las tres fiestas anuales. Pero ¡con qué pensamiento habría ido este joven! Mucho antes de contemplarlo, sin duda él había amado la habitación de la casa de Dios, “el lugar del tabernáculo de tu gloria” (Salmo 26:8), un amor alimentado, podemos estar seguros, por aquella “palabra escondida en su corazón”. con la cual en su vida posterior mostró una familiaridad tan perfecta. Como se acercaba el tiempo para su primera visita, si el oído humano hubiera podido recoger los alientos de su joven alma, le habría podido oír susurrar: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Ama Jehová las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob. Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos. Nuestros pies estuvieron en tus puertas, oh Jerusalén”. (Salmo 42:1; Salmo 87:2; Salmo 122:1). Al alcanzar la primera vista de la “ciudad de sus solemnidades”, y alto sobre todo en ella, “el lugar del reposo” de Dios, le oímos diciendo para consigo: “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra es el monte de Sión, a los lados del aquilón, la ciudad del gran Rey. De Sión, perfección de hermosura, ha Dios resplandecido” (Salmo 48:2; Salmo 50:2). De sus sentimientos y actividades durante los ocho días de la fiesta no se dice ni una palabra. Como niño devoto, en compañía de sus padres, seguramente tomó parte en los servicios, guardando para sí sus pensamientos. Pero me parece que le oigo decir, después de los sublimes servicios de aquella fiesta: “Llevóme a la cámara del vino, y su bandera sobre mí fué amor; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fué dulce a mi paladar” (Cantares de los Cantares 2:3).

43. volviendo ellos—si los deberes de la vida tienen que dar lugar al culto, a su vez éste tendrá que darles lugar a aquéllos. Jerusalén es bueno, pero también lo es Nazareth; que el que descuida lo uno, bajo pretexto de atender a lo otro, piense en esta escena. se quedó el niño Jesús en Jerusalem, sin saberlo José y su madre—acostumbrados como estaban, a la discreción y obediencia del niño [Olshausen], estarían desprevenidos.

44. le buscaban entre los parientes y entre los conocidos—En estas peregrinaciones, los habitantes de aldeas enteras o regiones enteras viajaban juntos, en parte para protección, en parte por el compañerismo; y como los bien dispuestos entretendrían la fatiga del camino con buenos discursos, al cual el niño Jesús sería un oidor silencioso, ellos pensaban hallarlo en un grupo semejante.

45, 46. Después de tres días tristes, lo hallan todavía en Jerusalén. no contemplando su arquitectura, ni mirando sus formas de vida activa, sino en el templo; no en el “santuario” (como en el cap. 1:9), al cual los sacerdotes solos tenían entrada, sino en alguna de las cámaras alrededor donde los rabinos, o “doctores” enseñaban a sus alumnos. oyéndoles y preguntándoles—el método de preguntas y respuestas era la forma usual de la enseñanza rabínica; viniendo a ser maestro y alumno en turno preguntador y contestador, como puede verse en las obras existentes Esto daría amplio juego a todos aquellos que “se pasmaban de su entendimiento y de sus respuestas”. No que él pretendiera al oficio de enseñar; pues “su hora” para aquello “no había llegado”, y su preparación para lo mismo no fué completa; porque todavía tenía que “crecer en sabiduría” como en “estatura” (v. 52). En efecto, la hermosura del ejemplo de Cristo consiste en gran parte en que él nunca en una época de su vida anticipaba los deberes de otra época. Aquí todo estaría en el estilo y manera de un aprendedor. “Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo” (Salmo 119:20), y ahora más que nunca antes, al hallarse por primera vez en la casa de su Padre. Sin embargo, habría mucho más en las preguntas de él que en las respuestas de ellos; y si tomamos las interrogaciones frívolas que más tarde le hacían, acerca de la mujer que tenía siete esposos, y otras semejantes, como muestra de sus preguntas insulsas de ahora, tal vez no erraremos mucho, si suponemos que “las preguntas” que él les hacía a su vez, serían los gérmenes de aquellas preguntas fecundas con las cuales él los sorprendía y los hacía callar en años posteriores: “¿Qué os parece del Cristo? ¿de quién es Hijo? Si David le llama Señor, ¿cómo es su Hijo?” “¿Cuál es el primero y el grande mandamiento?” “¿Quién es mi prójimo?”

49. en los negocios de mi Padre—lit., “en lo de mi Padre”, lo que puede ser “en la casa de mi Padre”, o “en los asuntos de mi Padre” donde él mora y ha de hallarse, cerca de su mano, para decirlo así. Esta pequeña diferencia de sentido, que incluye también el primero, es tal vez el sentido verdadero. Aquí él se sentía como en su casa, respirando su atmósfera propia. Sus palabras encierran una suave reprensión por su torpeza en pedirle que explicara esto. “¿Una vez aquí, creísteis, que tan pronto me apresuraría en salir? Los adoradores ordinarios pueden estar contentos en guardar la fiesta y luego en irse; pero ¿es esto todo lo que habéis aprendido acerca de mí?” Aquí me parece que se nos deja entrar a lo secreto del hogar de Nazareth; por seguro lo que él dice que ellos deberían saber, él les habría dado ocasión de saber. Ella le habla del dolor con que su padre y ella le habían buscado. El no habla de ningún Padre sino uno, diciendo en efecto: “Mi Padre no estaba buscándome; he estado con él siempre: el Rey me ha introducido en sus cámaras. Su izquierda está bajo mi cabeza, y su derecha me abraza” (Cantares de los Cantares 1:4; Cantares de los Cantares 2:6). ¿Cómo es que no entendéis?” (Marco 8:21):

50, 51. Mas ellos no entendieron—probablemente él nunca había dicho expresamente tanto, y así los confundía, aunque esto no era sino la verdadera interpretación de muchas cosas que ellos habían visto y oído de él en casa. (Véase la nota acerca de Juan 14:4). Para que no se pensara que él rechazase el yugo filial, y viniera a ser señor de sí mismo, y de ellos también, se agrega a propósito: “Y descendió con ellos … y estaba sujeto a ellos”. La maravilla de esta condescendencia consiste en que viniera después de semejante escena, y de tal afirmación de su filiación superior; y evidentemente las palabras fueron agregadas para hacer entender esto. “Desde este momento no tenemos más mención de José. Lo que oímos después es de su “madre y sus hermanos” ( Juan 2:12); de donde se infiere que entre esta ocasión y el comienzo de la vida pública de nuestro Señor, murió José [Alford], habiendo servido el doble fin de ser protector de la madre virgen de nuestro Señor, y de proporcionarle a él la oportunidad de presentar un dechado incomparable de sujeción a ambos padres.

52. Véase la nota acerca del v. 40. edad—o, “estatura”, traducen algunos; se entienden ambas ideas. Esta es toda la historia que tenemos, de los diez y ocho años próximos de aquella vida maravillosa. ¡Qué época de meditación tranquila en los oráculos vivos, y santo compañerismo con su Padre; qué absorción de luz, amor y poder de lo alto, de una parte, y qué salidas de suplicación filial, libertad, amor y gozo, de la otra, contendrían estos diez y ocho años! ¿Y no parecían sino pocos días, si eran pasados así, por más ardientemente que pudiera desear estar más directamente “en los asuntos de su Padre”?

Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Luke 2". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/commentaries/spa/jfb/luke-2.html. 1871-8.
 
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