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Bible Commentaries
San Mateo 10

Comentario Crítico y Explicativo de toda la BibliaComentario Crítico

Versículos 1-42

La Misión de los Doce Apóstoles (Pasajes paralelos, Marco 6:7; Lucas 9:1). Los tres últimos versículos del cap. 9, forman la introducción propia a la Misión de los Doce, como es evidente por el hecho notable de que la Misión de los Setenta fué introducida por idénticas palabras. (Véase el comentario sobre Lucas 10:2).

1. Entonces llamando a sus doce discípulos, les dió potestad—La palabra significa tanto “virtud”, como “autoridad” o “derecho”. Aunque no fuera evidente que aquí estuviesen incluídas ambas ideas, hallamos estas dos palabras usadas en el pasaje paralelo de Lucas ( Lucas 9:1): “Les dió virtud y potestad”; en otras palabras, él los capacitó como también los autorizó. contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda dolencia. 2. Y los nombres de los doce apóstoles son estos—Los otros evangelistas enumeran a los doce en conexión inmediata con su nombramiento (Marco 3:13; Lucas 6:13). Pero nuestro evangelista, no pensando registrar el nombramiento, sino la Misión de los Doce, da aquí sus nombres. Y ya que en Hechos ( Lucas 1:13) tenemos la lista de los once que se reunían diariamente en el aposento alto con otros discípulos, después de la ascensión de su Maestro hasta el día de Pentecostés, son cuatro en total las listas que tenemos para cotejar. el primero, Simón, que es dicho Pedro [Véase Nota, Juan 1:42], y Andrés su hermano; Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano—nombrado después de Jacobo por ser el menor de los dos.

3. Felipe y Bartolomé—Que esta persona es la misma que se conocía con el nombre de “Natanael de Caná de Galilea”, se concluye razonablemente por los motivos siguientes: Primero, porque Bartolomé no es tan propiamente nombre personal como apellido de familia: segundo, porque no sólo en esta lista sino en las de Marcos y Lucas, su nombre sigue al de Felipe, quien fué el instrumento usado para traer a Natanael en primer lugar a Jesús ( Juan 1:45); y tercero, porque cuando nuestro Señor, después de su resurrección, apareció junto al mar de Galilea, “Natanael de Caná de Galilea” se menciona entre los otros seis, todos ellos apóstoles, como estando presente ( Juan 21:2). Mateo el publicano—En ninguna de las cuatro listas de los Doce es calificado así este discípulo sino en la suya propia, como si él quisiera que todos supiesen cuán deudor él había sido al Señor. (Véanse Notas, cap. 1:3, 5, 6; 9:9). Jacobo hijo de Alfeo—aparentemente el padre de Jacobo es la misma persona quien se llamaba Cleofas o Clofas ( Lucas 24:18; Juan 19:25); y, como era este Alfeo o Cleofas esposo de María la hermana de la Virgen, Santiago (o Jacobo) el menor debe haber sido primo de nuestro Señor. y Lebeo, por sobrenombre Tadeo—el mismo, sin duda, conocidos como “Judas hermano de Jacobo”, mencionado en ambas listas de Lucas ( Juan 6:16; Hechos 1:13), en donde no se menciona nadie de nombre de Lebeo o Tadeo. El es quien en Juan ( Hechos 14:22) se llama “Judas, no el Iscariote”. Que él, y no “Judas el hermano del Señor” (cap. 13:55), sea el autor de la Epístola de Judas, a no ser que sean una misma persona, es muy probable.

4. Simón el Cananita—No debemos confundir la palabra “cananita” con “cananeo”, o sea un habitante de Canaán. En Lucas 6:15 leemos “Simón el que se llama Celador”, donde debería haberse retenido el término usado en el original: “Simón llamado el Zelote”, como en Hechos 1:13, pues la palabra original “cananita” no es sino el término arameo, o sirocaldeo que significa “zelote”. Probablemente antes de conocer a Jesús, él pertenecía a la secta de los zelotes, quienes se comprometían, como una especie de policía eclesiástica voluntaria, a vigilar para que la ley no fuese violada impunemente. y Judas Iscariote—es decir, Judas de Kerioth, pueblo de Judá ( Josué 15:25); así llamado para distinguirlo de “Judas hermano de Jacobo” ( Lucas 6:16). que también le entregó—nota de infamia agregada a su nombre en todas las listas de los Doce Apóstoles.

5-42. LOS DOCE RECIBEN SUS INSTRUCCIONES. Esta serie de mandamientos se divide en tres partes distintas. La primera parte, que se extiende del v. 5 AL 15, contiene direcciones para la misión breve y temporal, que estaba por iniciarse entonces, respecto a los lugares a donde debían ir, las obras que tenían que hacer, el mensaje que iban a llevar, y la manera en que debían conducirse. La segunda parte, desde el v. 16 al 23, contiene direcciones, no de una naturaleza tan limitada y temporal, sino que abarca el ejercicio permanente del ministerio evangélico. La tercera parte, desde el v. 24 al 42, es de una aplicación todavía más amplia: abarca no sólo el ministerio del evangelio en todas las edades, sino el servicio de Cristo en el sentido más extenso. Una poderosa confirmación de esta división en tres partes, es que cada una de ellas termina con las palabras, “de cierto os digo” (vv. 15, 23, 42).

Las Direcciones para el Ministerio Presente (v. 5-15).

5. A estos doce envió Jesús, a los cuales dió mandamiento, diciendo: Por el camino de los Gentiles no iréis, y en ciudad de Samaritanos no entréis—Los samaritanos eran gentiles de sangre; pero siendo descendientes de los numerosos gentiles que habían sido transportados desde el Oriente por el rey de Asiria, para ocupar el lugar de las diez tribus llevadas cautivas, ellos habían adoptado la religión de los judíos, aunque la mezclaron con algunos elementos de sus religiones paganas; y, como eran los vecinos más cercanos de los judíos, ocupaban un lugar intermedio entre éstos y los gentiles. Por consiguiente, cuando esta prohibición fué levantada con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, se dijo a los apóstoles que deberían ser los testigos de Cristo primero “en Jerusalem, y en toda Judea”, y luego en “Samaria”, y finalmente “hasta lo último de la tierra” ( Hechos 1:8).

6. Mas id antes a las ovejas perdidas, de la casa de Israel—Hasta la muerte de Cristo, la cual derribó la pared intermedia de separación ( Efesios 2:14), la evangelización se limitaba a los judíos quienes, a pesar de ser el pueblo visible de Díos, eran “ovejas perdidas”, no meramente en el sentido en que lo son todos los pecadores ( Isaías 53:6; 1 Pedro 2:25; con Lucas 19:10), sino como abandonados y dejados a vagar lejos del camino verdadero guiados por pastores infieles (Jeremias 50:6, Jeremias 50:17; Ezequiel 34:2, etc.).

7. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado—(Véase el comentario sobre el cap. 3:2).

8. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios—Las palabras “resucitad muertos”, faltan en muchos manuscritos. Aquí por primera vez, Cristo transmite a sus seguidores un poder sobrenatural, anticipando así los dones de Pentecostés. Y con cuánta liberalidad dispensa este poder. de gracia recibisteis, dad de gracia—¡Dicho divino, pronunciado divinamente! (comp. Deuteronomio 15:10; Hechos 3:6). “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” ( Proverbios 25:11). Este dicho nos recuerda otro que fué pronunciado por Nuestro Maestro, el cual fué rescatado del olvido por Pablo: “Más bienaventurada cosa es dar que recibir” ( Hechos 20:35). ¡Quién puede calcular cuánto debe el mundo a tales dichos, y de qué hermoso follaje y ricos frutos ellos han cubierto, y todavía cubren esta tierra!

9. No aprestéis oro, ni plata, ni cobre en vuestras bolsas—literalmente “en vuestros cinturones”, en donde guardaban su dinero.

10. Ni alforja para el camino—mochila usada por los viajeros para llevar provisiones. ni dos ropas de vestir—túnicas, o sea un traje interior usado por los antiguos. El sentido es: “No llevéis cambio de ropa, ni ningunos artículos adicionales”. ni zapatos—es decir, ni un cambio de zapatos. ni bordón—queriendo decir que no de bían procurar ni aun esto para emprender el viaje misionero, sino que debían ir con lo que tenían. porque el obrero digno es de su alimento—su “comida” o “mantenimiento”; un principio que, siendo universalmente reconocido en asuntos seculares, aquí se aplica con autoridad a los servicios de los obreros del Señor, el cual es usado por Pablo con frecuencia y tiernamente, en sus exhortaciones a las iglesias ( Romanos 15:27; 1 Corintios 9:11; Gálatas 6:6), y una vez con referencia a las leyes del Antiguo Testamento ( 1 Timoteo 5:18, Deuteronomio 25:4).

11. Mas en cualquier ciudad, o aldea—“aldea o villa”—donde entrareis, investigad con cuidado quién sea en ella digno—o apto para hospedar a tales mensajeros; no en cuanto a rango social, sino de una disposición afable. y reposad allí hasta que salgáis—no cambiando de un lugar a otro, como si estuviesen descontentos, sino reconociendo la bienvenida que les fué dada, con una disposición cortés, agradecida y obsequiosa.

12. Y entrando en la casa—no se refiere a la casa “digna” donde habrán de hospedarse, sino a la casa donde entrarán primero para ver si es digna. saludadla—tributándole las cortesías acostumbradas.

13. Y si la casa fuere digna—mostrando esto al darles la bienvenida. vuestra paz vendrá sobre ella—Esto se explica mejor por el mandato dado a los Setenta: “En cualquiera casa donde entrareis, primeramente decid: Paz sea a esta casa” ( Lucas 10:5). Este es el saludo antiguo del Oriente, y prevalece hasta hoy. Pero en los labios de Cristo y de sus mensajeros, significa algo mucho más alto, tanto en el don como en el acto de darlo, que el saludo corriente de la región. (Véase el comentario sobre Juan 14:27). mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros—Es decir: “Si vuestra paz halla puerta cerrada en vez de puerta abierta, en el corazón de alguna familia, lleváosla de nuevo vosotros que sabéis apreciarla, y os parecerá tanto más dulce por haber sido ofrecida, aunque haya sido rechazada.

14. Y cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad—porque posiblemente en toda una ciudad no habrá uno que sea “digno” y sacudid el polvo de vuestros pies—“en testimonio contra ellos”, como explican Marcos y Lucas. Por medio de este acto simbólico ellos con vigor se libraban de toda conexión con aquellas personas, y de toda responsabilidad por haber sido rechazados ellos y su mensaje. Tales actos simbólicos eran comunes en los tiempos antiguos, aun entre otros pueblos, como tan notablemente se ve en el caso de Pilato (cap. 27:24). Y aun hasta ahora se acostumbran en el Oriente.

15. De cierto os digo, que el castigo será más tolerable—más soportable—a la tierra de los de Sodoma y de los de Gomorra en el día del juicio, que aquella ciudad—Aquellas ciudades de la llanura, que fueron victimas del fuego por sus impurezas repugnantes, serán consideradas como menos criminales, que aquellos otros lugares que, aunque se consideran moralmente respetables, rechazan el mensaje evangélico y afrentan a sus mensajeros.

Mandatos para el Ejercicio Futuro y Permanente del Ministerio Cristiano (v. 16-23).

16. He aquí, yo os envío—El “yo” es enfático, ya que él mismo se presenta como la Fuente del ministerio evangélico así como el tema del mismo. como a ovejas—indefensas—en medio de lobos—listos a hacer presa de vosotros ( Juan 10:12). El ser dejados expuestos como ovejas a los lobos, habría sido bastante sorprendente; pero que fuesen enviados entre lobos sonaría muy extraño de veras. Con razón esta declaración empieza con las palabras “He aquí”. sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas—¡Qué combinación tan maravillosa encontramos aquí! La prudencia de la serpiente no es más que astucia, y la inocencia de la palomo es un poco mejor que la debilidad: pero combinadas entre sí, la prudencia de la serpiente los salvaría de exponerse innecesariamente al peligro y la inocencia de la paloma los libraría de echar mano de los recursos para escaparse del peligro. ¡En la época apostólica del cristianismo cuán armoniosamente se manifestaron estas dos cualidades! En lugar del fanático deseo de sufrir el martirio que se engendró en una época posterior a la era apostólica habrá una combinación varonil de celo resuelto y discreción tranquila, ante la cual nada podía hacer frente.

17. Y guardaos de los hombres: porque os entregarán en concilios—o sean los tribunales locales. Este término se usa aquí refiriéndose a los magistrados civiles en general. y en sus sinagogas os azotarán—describiendo así la persecución que sufrirían a manos de los eclesiásticos.

18. Y aun a príncipes y a reyes seréis llevados—ante los gobernadores provinciales, así como ante los tribunales más altos—por causa de mí, por testimonio a ellos—más bien, “ante ellos”, para testificar a favor de la verdad y sus efectos gloriosos—y a los Gentiles—una insinuación de que su mensaje no sería limitado por mucho tiempo a las ovejas perdidas de Israel. Los Hechos de los Apóstoles son el mejor comentario sobre estas advertencias.

19. Mas cuando os entregaren, no os apuréis—o “no seáis solícitos”, o “ansiosos”. (Véase el comentario sobre el cap. 6:25). por cómo o qué hablaréis—es decir, de qué manera haréis vuestra defensa, o en qué consistirá la misma—porque en aquella hora os será dado qué habéis de hablar—(Véase Éxodo 4:12; Jeremias 1:7).

20. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros—Esto ha sido comprobado maravillosa y conmovedoramente en toda la historia de las persecuciones, desde los Hechos de los Apóstoles hasta el martirio más reciente.

21. Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir—ya sea dando informes contra ellos a las autoridades o denunciándolos en otra forma. La hostilidad maligna e intensa entre la naturaleza de las vidas viejas y las nuevas, como la hostilidad entre Belial y Cristo, había de resultar en terribles derrumbamientos de los vínculos más tiernos; y en vista de que los discípulos y su causa habían de ser lanzados entre la sociedad, ellos son aquí preparados para lo peor.

22. Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre—La universalidad de este odio hacia ellos sería una prueba evidente de que, como no era producido por alguna excitación momentánea, ni por una hostilidad local, o por un perjuicio personal de parte de sus enemigos, ni aun la más completa discreción de parte de ellos, compatible con una entera fidelidad a la verdad, serviría para acallar tal odio, aunque pudiera ser que aplacara su violencia y en algunos casos evitara la manifestación externa del mismo. mas el que soportare hasta el fin, éste será salvo—un dicho notable, repetido en conexión con advertencias similares en la profecía de la destrucción de Jerusalén (cap. 24:13) y frecuentemente reiterado por el apóstol como una advertencia para “mantener firme la profesión de nuestra fe” ( Hebreos 3:6, Hebreos 3:13; Hebreos 6:4; Hebreos 10:23, Hebreos 10:26, Hebreos 10:38,39, etc.). Así como el “retirarse para perdición” ( Hebreos 10:39) es simplemente la evidencia palpable de la falta de “raíz” desde el principio, en la profesión de fe de una persona ( Lucas 8:13), el “soportar hasta el fin” es una evidencia propia de la solidez y realidad de dicha profesión de fe.

23. Mas cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra—Este principio, aunque es aplicable a todos los tiempos y fué practicado por nuestro Señor mismo repetidas veces, tenía referencia especial a las oportunidades breves que había de tener Israel para “conocer el tiempo de su visitación”. porque de cierto os digo—lo que os asombrará, pero al mismo tiempo os mostrará la solemnidad de vuestra misión, y la necesidad de ahorrar tiempo al cumplir con ella. que no acabaréis de andar—es decir: “de ninguna manera habréis terminado”—todas las ciudades de Israel, que no venga el Hijo del hombre—Entender como Lange y otros, que este pasaje se refiere en primer lugar a las peregrinaciones de Cristo mismo, como si hubiera dicho: “No perdáis tiempo en lugares hostiles, porque yo mismo vendré tras vosotros, antes que terminéis vuestro trabajo”, es una opinión casi frívola. La expresión “la venida del Hijo del hombre” tiene un sentido doctrinario fijo, y aquí se refiere inmediatamente a la crisis de la historia de Israel como reino visible de Dios, cuando Cristo viniese a juzgarlo, cuando viniese “sobre ellos la ira hasta el extremo”, y cuando él, sobre las ruinas de Jerusalén y de la dispensación antigua, estableciese su propio reino. Esta es, según el lenguaje uniforme de la Escrítura, más inmediatamente “la venida del Hijo del hombre”, “el día de la venganza de nuestro Dios” (cap. 16:28; 24:27, 34; con Hebreos 10:25; Santiago 5:7), pero solamente como una anticipación viva de su segunda venida para venganza y para libramiento. Entendido así este pasaje, es paralelo con el cap. 24:14 (sobre el cual véase el comentario).

Instrucciones para el Servicio de Cristo en el Sentido más Amplio (v. 24-42).

24. El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor—ésta es otra máxima que repite nuestro Señor en varias conexiones ( Lucas 6:40; Juan 13:16; Juan 15:20).

25. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de la familia llamaron Beelzebub—En todos los manuscritos tos griegos aparece el término “Beelzebul”, que es sin duda la forma correcta de esta palabra. La otra forma se tomó sin duda del Antiguo Testamento ( 2 Reyes 1:2), donde se menciona a Baal-zebub, dios de Ecrón. Como toda idolatría se consideraba como culto a los demonios ( Levítico 17:7; Deuteronomio 32:17; Salmo 106:37; 1 Corintios 10:20), parece que algo peculiarmente satánico practicado en el culto de este dios aborrecible, fué lo que hizo que su nombre fuese sinónimo de Satanás. Aunque en ningún lugar leemos que nuestro Señor fuese realmente llamado “Beelzebul”, se le acusaba de estar en liga con Satanás bajo aquel nombre aborrecible (cap. 12:24, 26), y más de una vez fué acusado de “tener un espíritu inmundo” o “demonio” (Marco 3:30; Juan 7:20; Juan 8:48). Aquí se entiende como el lenguaje más injurioso que se pudiera usar contra otra persona. ¿cuánto más a los de su casa?—“los familiares”. En este versículo y el anterior, se mencionan tres relaciones que Cristo tiene para con su pueblo: El es su maestro, ellos sus discípulos: él es su Señor, ellos siervos; él es el amo de casa, ellos sus familiares o huéspedes. En las tres relaciones ellos están tan ligados a él, que no pueden esperar pasarlo mejor que él, y deberían estar contentos si no sufren más que él.

26. Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse—lo que quiere decir: “No hay necesidad de esconder nada; el bien y el mal, la verdad y el error, están por iniciarse en un conflicto abierto y mortal; y vendrá el día cuando todas las cosas escondidas serán descubiertas; todo será visto tal como es, y cada uno recibirá lo merecido” ( 1 Corintios 4:5).

27. Lo que os digo en tinieblas—privadamente, por ser una enseñanza para la cual los hombres todavía no están maduros—decidlo en la luz—porque cuando salgáis, todos estarán listos para recibirla—y lo que oís al oído, predicadlo desde los terrados—Dad expresión libre y valiente a todo lo que os he enseñado estando con vosotros. Objeción: ¿Puede esto costarnos la vida? Contestación: Puede ser; pero allí termina el poder de los enemigos.

28. Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar—En Lucas 12:4 : “y después no tienen más que hacer”. temed antes a aquel—en Lucas, esto es peculiarmente solemne: “Mas os enseñaré a quién temáis”. que puede destruir al alma y el cuerpo en el infierno—Prueba concluyente de que hay un infierno, tanto para el cuerpo como para el alma, en el mundo eterno; en otras palabras, el tormento que espera a los perdidos, tendrá elementos de sufrimiento que afectarán tanto la parte material como la espiritual de nuestra naturaleza, partes, se nos asegura, que existirán para siempre. En la advertencia correspondiente en el Evangelio de Lucas, Jesús llama a sus discípulos “amigos míos”, como si sintiera que sus sufrimientos constituían un vínculo de especial ternura entre él y ellos.

29. ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?—en Lucas ( Lucas 12:6) se dice: “cinco pajarillos por dos blancas”; de modo que si el comprador pedía pajarillos por valor de dos cuartos, eran de tan poco valor que recibía un pajarillo de más. Con todo, ni uno de ellos cae a tierra—agotado o muerto—sin vuestro Padre—“Ni uno de ellos está olvidado delante de Dios”, tal como está en Lucas.

30. Pues aun vuestros cabellos están todos contados—Véase Lucas 21:18. (y por el lenguaje compárese 1 Samuel 14:45; Hechos 27:34).

31. Así que, no temáis: más valéis vosotros que muchos pajarillos—¿Creyóse jamás que un lenguaje tan sencillo como éste fuese de tanto significado? Pero a esto se debe el encanto y el poder de las enseñanzas del Señor.

32. Cualquiera pues, que me confesare delante de los hombres—“menospreciando la vergüenza”—le confesaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos—No me avergonzaré de el, sino que le reconoceré ante la más augusta de todas las asambleas.

33. Y cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos—ante la misma asamblea: “El recibirá de mi parte el mismo tratamiento que recibí yo de él cuando estuve en la tierra”. Mas véase la Nota sobre el cap. 16:27.

34. No penséis que he venido para meter paz en la tierra: no he venido para meter paz, sino espada—contienda, discordia, conflicto; oposición implacable entre principios que son eternamente hostiles entre sí, que penetrará y cortará los vinculos más tiernos.

35. Porque he venido para hacer disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra—Véase el comentario sobre Lucas 12:51.

36. Y los enemigos del hombre serán los de su casa—Este dicho que, como todo el versículo anterior, se cita de Miqueas 7:6, no es sino una extensión de la queja del Salmista en el Salmo 41:9 y 55:12-14, la cual tuvo su elucidación más impresionante en la traición de Judas contra nuestro Señor mismo ( Juan 13:18; Mateo 26:48). De ahí surgiría la necesidad de hacer una decisión entre Cristo y los parientes más cercanos, la cual los expondría a la prueba más severa.

37. El que ama padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí, no es digno de mí—Compárese con Deuteronomio 33:9. Como la preferencia por el uno, en el caso ya supuesto, necesitaría el abandono del otro, nuestro Señor aquí, con un respeto de sí mismo sublime, pero a la vez majestuosamente arrobador, afirma su propio derecho al efecto supremo.

38. Y el que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí—un dicho que nuestro Señor reitera enfáticamente (cap. 16:24; Lucas 9:23; Lucas 14:27). Nos hemos acostumbrado tanto a esta expresión de “tomar uno su cruz” en el sentido de “estar preparado para todas pruebas por amor de Cristo”, que somos capaces de perder de vista su sentido primario y propio, que es el de “estar preparado a ir aun a la crucifixión”, así como Cristo tuvo que llevar su propia cruz en el camino al Calvario. Este dicho es aun más notable ya que nuestro Señor no había hecho una insinuación de que moriría esta muerte, ni era tampoco la crucifixión el uso judaico del castigo capital.

39. El que hallare su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará—este es otro de los dichos llamativos que nuestro Señor repite tan frecuentemente (cap. 16:25; Lucas 17:33; Juan 12:25). La fuerza de tales máximas paradójicas depende del sentido doble que tiene la palabra “vida”, una vida inferior y una superior, la natural y la espiritual, la temporal y la eterna. El sacrificio entero de la vida inferior, con todas sus relaciones e intereses, o, lo que es la misma cosa, la buena disposición de hacer este sacrificio, es indispensable para la conservación de la vida superior; y la persona que no pueda llegar a entregar la una por amor a la otra, eventualmente perderá las dos.

40. El que os recibe—para dar hospedaje—a vosotros, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió—Así como el trato que recibe un embajador, se entiende y considera como que expresa el concepto en que se tiene aquel que lo envió, en la misma forma, dice nuestro Señor, “Vuestra autoridad es la mía, así como la mía es la de mi Padre”.

41. El que recibe profeta—o sea, uno que está divinamente comisionado para entregar un mensaje desde el cielo. El predecir acontecimientos futuros no era necesariamente una de las funciones del profeta, especialmente cuando se usa esta palabra en el Nuevo Testamento. en nombre de profeta—por amor a su cargo y amor a su Señor. (Véase 2 Reyes 4:9). merced de profeta recibirá—¡Qué estímulo para los que no son profetas! (Véase Juan 3:5). y el que recibe justo en nombre de justo—por simpatía con su carácter y estimación por lo que él mismo es.—merced de justo recibirá—porque el que tiene simpatía por la justicia y complacencia en el que la posee, debe tener dentro de sí la simiente de la justicia.

42. Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos—¡Hermoso epíteto! tomado originalmente de Malaquías 13:7, donde se usa la palabra “chiquitos.” Aquí se hace referencia a su humildad de espíritu, su pequeñez en los ojos de un mundo falto de discernimiento, aun cuando son grandes en los ojos de Dios. un vaso de agua fría solamente—queriendo decir, el servicio más pequeño. en nombre de discípulo—o, como dice Marcos ( Malaquías 9:41): “en mi nombre, porque sois de Cristo”. Es decir, por amor a mí, y a aquél por su relación conmigo—de cierto os digo, que no perderá su recompensa—Hay aquí una gradación descendente: “un profeta”, “un justo”, “un pequeñito”; lo que da a entender que, por más humilde que sea nuestro servicio a los que son de Cristo, todo lo que se hace por bien de su causa, y que lleva el sello de amor a su bendito nombre, será divinamente apreciado, reconocido y recompensado.

Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Matthew 10". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/commentaries/spa/jfb/matthew-10.html. 1871-8.
 
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