Lectionary Calendar
Sunday, July 20th, 2025
the Week of Proper 11 / Ordinary 16
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Bible Commentaries
Comentario BÃblico de Sermón Comentario BÃblico de Sermón
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto CortesÃa de BibleSupport.com. Usado con Permiso.
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Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Peter 5". "Comentario BÃblico de Sermón". https://studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-peter-5.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Peter 5". "Comentario BÃblico de Sermón". https://studylight.org/
Whole Bible (29)New Testament (6)Individual Books (3)
VersÃculo 5
1 Pedro 5:5
¿Quién era tan apto para comunicar este mandato al hombre como el otrora arrogante y seguro de sà mismo Pedro? Podemos imaginar, mientras escribÃa las palabras, cómo su mente volverÃa, con recuerdos ruborizados, a muchos pasajes de su historia anterior; y al pensar en los dolorosos procesos a través de los cuales, por la gracia de Dios, habÃa desaprendido la impetuosidad, el egoÃsmo y el orgullo de su juventud, lo dirÃa con toda la seriedad y la fuerza de quien ha sentido la poder y la subyugación de un pecado acosador, "VestÃos de humildad".
I. "Humildad", ser "humildad" en verdad, no puede verse a sà mismo. Se esconde en Cristo; no deja ver nada más que a Cristo. La mejor "humildad" es Cristo; se hace humildad al perderse en la humildad de Jesús. Ahora, si se pregunta: "¿De qué material está hecha esta ropa de humildad?" DeberÃa tomarlo por la respuesta a esa maravillosa escena cuando, en el margen del cielo, Jesús se desnudó y se despojó de las prerrogativas de la Deidad, y se despojó de Su gloria, y se vistió de vergüenza y debilidad, para poder ser hermano de Dios. la gente a la que vino a salvar. Quisiera pedirle que recoja de todas las humildades de la historia del Redentor el verdadero tejido de la "humildad" que debe copiar y seguir.
II. Estoy convencido de que la primera forma de volverse humilde es asegurarse de ser amado. La educación de casi cualquier niño te enseñará que si tratas a ese niño con dureza, harás que su pequeño corazón se vuelva terco y orgulloso; pero si siente que lo amas, gradualmente adoptará un tono más suave. Lo mismo ocurre con la educación a través de la cual todos estamos pasando a la vida venidera. Lo primero que Dios hace con su hijo es hacerle sentir que lo ama.
Le muestra que está perdonado. Le da muchas muestras de su recuerdo; Ãl amontona sobre él ternuras, como la comida de los ángeles, para "humillarlos en el desierto". No hay nada que pueda hundir a un hombre en el polvo como la suave presión del sentimiento: "Soy amado". Ningún corazón se resistirá. El perdonado David; la mujer a los pies de Jesús; Peter bajo la mirada; Juan en el seno; el carcelero, primero precipitándose al suicidio, y luego arrojándose a los pies de los Apóstoles al oÃr una amable palabra "No te hagas daño, aquà estamos todos", todo testigo de esa única ley universal que el amor hace la humildad.
III. Hay una falsa "humildad", que ninguna puede ser más diferente a la de Cristo o destructiva para el carácter. Es de tres clases. Hay "humildad" de las cosas externas en una mortificación del cuerpo, cosa que a la naturaleza le gusta hacer y que los hombres generalmente admiran y llaman santa. Pero es un manto, no un manto; una mirada, una postura, una ceremonia. Hay mucho aplauso propio, justicia propia, bondad consciente.
Se le niega al yo por un lado para salir, gratificándose a sà mismo por el otro lado. El cuerpo es más vil, pero el espÃritu está lleno de consecuencias propias. Hay otra falsificación que Satanás hace y llama "humildad" (porque nunca hay una obra de Dios pero Satanás está dispuesto a falsificarla); es lo que San Pablo llama, en su epÃstola a los Colosenses, "una humildad voluntaria", personas que se creen indignas de venir a Dios.
Ponen otros asuntos que Dios no ha requerido y, por lo tanto, "adoran a los ángeles". Y hay quienes no lo saben, pero que, como Pedro, bajo una apariencia de "humildad", se entregan al orgullo desdeñoso. "No me lavarás los pies jamás". "No soy lo suficientemente bueno para ser salvo. No soy digno de asistir a la Cena del Señor. No puedo creer que Dios me ame". ¿Qué es eso sino la peor forma de orgullo, mentir a Dios y establecer la dignidad como condición para recibir el regalo gratuito de Dios? La verdadera humildad es arrojarse a sà mismo tan bajo que simplemente toma, como un pecador pobre e indefenso, sin lugar a dudas, todo lo que Dios es, y todo lo que Dios da, y todo lo que Dios emprende por usted, como toda su vida, y todo tu paz y toda tu salvación.
J. Vaughan, Fifty Sermons, 12ª serie, pág. 13.
Vestida de Humildad.
I. Humildad, ¿qué es? Es un don misericordioso del EspÃritu Santo. En cuanto tiene respeto a Dios, es esa docilidad la que está dispuesta a aprender lo que Dios enseña; esa miseria consciente que está dispuesta a aceptar todo lo que Dios le ofrece; esa sumisión que está dispuesta a hacer lo que Dios desea y a soportar lo que Dios considere necesario. Y, en lo que respecta al hombre, es ese olvido de sà el que no se indigna de ser pasado por alto; esa modestia que no es consciente de su propia importancia; esa consideración que, al reprender el pecado y al tratar de rescatar al pecador, reconoce a un hermano o hermana en la misma condenación; y en este desarrollo es pariente cercano a esa caridad que no tiene envidia, que no se jacta de sà misma, que no se envanece no se comporta indecorosamente, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente,
II. La humildad es la miseria consciente que está dispuesta a aceptar todo lo que Dios ofrece. Y hay dos cosas que en el Evangelio ofrece más particularmente: justicia y fuerza. Quizás, si aquellos que nunca han recibido el consuelo completo del Evangelio lo miran de cerca, podrÃan encontrar que el obstáculo es una falta de humildad. Junto a la puerta del Evangelio, un Dios de amor te invita a entrar en Su presencia pacÃfica; pero aunque es una puerta ancha, es maravillosamente baja, tan baja que nadie puede entrar si no se agacha.
III. Finalmente, la humildad es ese estado de ánimo sumiso y complaciente que está dispuesto a hacer, a sufrir y a convertirse en lo que sea el beneplácito de Dios. Si un espÃritu altivo viene antes de la destrucción, Dios da gracia a los humildes. La humildad afable, contenta, complaciente, agradecida crece en el favor de Dios y de las personas que la rodean, y nunca carece de los materiales de una fiesta continua.
J. Hamilton, Works, vol. VIP. 389.
1 Pedro 5:5
I. El hombre humilde debe ser un hombre espiritual un creyente en Cristo Jesús. Otros hombres pueden ser modestos, pueden retirarse, pueden ser altruistas; pero solo el cristiano puede ser humilde. Quieren la gran fuente, el punto central de la humildad. Saben que tal vez son débiles, yerran, inconsistentes; pero solo el cristiano sabe que es un pecador. Nadie sabe esto en lo más profundo de su corazón hasta que el EspÃritu Santo de Dios haya obrado allÃ, le haya abierto los ojos para ver aquello de lo que Cristo vino a salvarlo, y lo haya llevado humillado al pie de la cruz de Cristo.
Nada puede llevar a un hombre a la humildad excepto el EspÃritu bendito de Dios, que rompe la tierra dura y en barbecho interior, mostrándole al hombre lo que él mismo es y lo que es Cristo. Dos verdades que el hombre natural ignora: (1) Lo que él mismo es. El hombre humilde debe conocerse a sà mismo. El autoexamen que necesitamos es un hábito que, al igual que otros hábitos, se convierte en una segunda naturaleza. (2) Y lo que es Cristo. En la verdadera humildad, la fe es absolutamente necesaria.
II. "Dios da gracia a los humildes". No hay ninguna dificultad ahora para ver que esto es asÃ. Porque son los humildes los que siempre buscan esa gracia. Los orgullosos no sienten que lo necesitan; pero es el pan de cada dÃa de los humildes. Orar por ella no es para ellos un deber fastidioso, no una forma prescrita que se debe cumplir, sino la obra del corazón, la lucha de todo el hombre por más fuerza para caminar en los caminos de Dios. Es a los humildes, entonces, a quienes se hacen las promesas: "Busca, y encontrarás"; "Pide y tendrás"; "Llamad, y se os abrirá".
H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. ii., pág. 30.
1 Pedro 5:5
I. ¿Quiénes son los orgullosos? Uno tiene el orgullo de nacer. Una larga lÃnea de ascendencia honrada lo ha precedido; se jacta de la sangre de los héroes y de los prÃncipes. Realmente hermosa es su porción, y verdaderamente noble, si es como los siervos de Dios de la antigüedad, perfecto en su generación, sin deshonrar su descendencia con mezquindad de espÃritu, sino esforzándose, en el sentido más elevado, por ser el mejor de su lÃnea. Pero esto no es orgullo de nacimiento en el sentido ofensivo.
Es el orgullo de nacimiento permanecer al margen en el pensamiento de los pobres y humildes, negar en la práctica la hermandad universal de la humanidad, despreciar los dones de Dios y el pueblo de Dios. Dios resiste este orgullo de nacimiento.
II. Otro está orgulloso de su riqueza. Aquà también es cierto que Dios, por sus promesas, resiste a los soberbios. El mero orgullo de la posesión de este mundo significa cómo crea discordia en todo el curso del gobierno de Dios y la redención de Dios del mundo. Está el dÃa de la victoria final de Dios, cuando el rico también muere, cuando todos sus ingresos no pueden mantener su espÃritu aquà en la tierra, ni todo el esplendor de su tumba preserva de la decadencia la querida vivienda del espÃritu.
III. Otro está orgulloso de su poder. Pero aquà también Dios lucha contra el orgullo. El orgullo de otro es su talento, de otro aún su carácter. "Dios resiste a los soberbios". Mientras el corazón viva en una hermosa habitación propia, no tiene lugar en el templo espiritual de Dios; la autosatisfacción es una barrera insuperable para la recepción del Evangelio de Cristo.
H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. ii., pág. 15.
Referencias: 1 Pedro 5:5 . C. Kingsley, Town and Country Sermons, pág. 323; Revista del clérigo, vol. ii., pág. 10; FD Maurice, Sermons, vol. ii., pág. 171; J. Edmunds, Sixty Sermons, pág. 268.
VersÃculos 5-6
1 Pedro 5:5
La humildad y su grandeza.
I. Examinemos la fuente y el fundamento de la humildad. Esto se extrae del conocimiento de Dios. Por tanto, donde el conocimiento de Dios está ausente, el ejercicio de la humildad se vuelve imposible. Es en Su presencia y ante la luz de Su majestad que se debe aprender la lección, no en los rudos conflictos del mundo, ni en las ansiosas luchas del hombre con el hombre, no en el calor de la pasión, el interés o el interés humanos. ambición; sino en adoración y devoción, la elevación del corazón hacia Dios y el destello de la luz de Dios en el intelecto humano oscurecido. La humildad comienza con el conocimiento de Dios y avanza hacia el conocimiento de nosotros mismos.
II. Considere la práctica extrovertida de la humildad. (1) Produce una admiración absorbente y desmesurada. Cuanto peor pensemos de nosotros mismos, más adoración debe ser nuestro sentido del amor y la gracia soberanos, la justicia infinitamente perfecta y eficaz del Dios que nos ha redimido. La grandeza de Dios primero humilla el orgullo, y luego el conocimiento de nosotros mismos magnifica la grandeza de Dios.
(2) De la combinación de alabanza y confianza surgirá también la obediencia implÃcita. Porque la admiración y la confianza exaltan al más alto grado la gloria del Ser admirado y en quien se confÃa. Si la obediencia es dura, la confianza en Dios lo hace fácil, porque la confianza sale y sube en la oración, y la oración, elevándose como un mensajero, desciende como un ángel de la Divina presencia cargada de bendiciones y llevando los dones de la gracia y paz.
III. Estos tres sentimientos de adoración, confianza y obediencia afectan necesariamente nuestra relación con nuestros semejantes. Imaginémonos a nosotros mismos a un hombre asà humillado, y digamos si no es un hombre fuerte y noble y honorable en su fuerza. La fuerza es toda de Dios; el don es de Dios; el conocimiento es de Dios; el carácter en sus relaciones apropiadas es el carácter de Dios.
E. Garbett, Experiencias de la vida interior, pág. 223.
Referencia: 1 Pedro 5:6 . Spurgeon, Sermons, vol. xxix., No. 1733
VersÃculo 6
1 Pedro 5:6
Obra cristiana y descanso cristiano.
I. La mitad, y más de la mitad, de las fallas prácticas del mundo surgen de mirar la vida desde una perspectiva falsa y esperar de ella lo que Dios no quiere que encontremos en ella. Puede ser que muchas personas, al leer atentamente la vida de nuestro Señor y estudiar Su idioma, se sorprendan grandemente de la absoluta falta de mundanalidad de ambos. Aquel para quien todas las cosas futuras son como presentes, adaptó tanto su vida como sus palabras a lo que sabÃa que serÃa siempre el principal error de la humanidad.
SabÃa que las actividades sociales y civiles eran lo suficientemente naturales para el hombre como para no necesitar ningún estÃmulo. SabÃa que se perseguirÃa el conocimiento y se cultivarÃan las artes y las ciencias. Pero sabÃa que el reino de Dios y su justicia no serÃan buscados. SabÃa que los hombres observarÃan con suficiente atención las cosas de esta vida, pero que poco más allá de ella les importarÃan.
II. Para nosotros, entonces, y para nuestros hijos, la vida está ante nosotros como un tiempo de prueba de duración incierta, pero breve cuando más, en el que podemos encajarnos, si queremos, para la vida eterna más allá de ella. Esta es la vida para cada uno de nosotros, y este es nuestro verdadero negocio; todo lo demás que hacemos o podemos hacer, por espléndido, por útil que sea, se hace, o deberÃa hacerse, sólo de forma subordinada. No es cierto que nuestro gran negocio u objetivo en el mundo sea hacer todo el bien que podamos en él; Nuestro gran negocio y objetivo es hacer la voluntad de Dios, y asà ser transformados a través de Su EspÃritu a Su imagen para que seamos aptos para vivir con Ãl para siempre.
Esta, entonces, es la lección diaria de Cristo para nosotros: no ser ociosos y perezosos en nuestro trabajo, y santificarlo haciéndolo como para Ãl, y no como para los hombres; no estar ociosos como los que tienen meras facultades corporales, que viven sólo para comer, beber y dormir; no estar demasiado ocupados y cuidadosamente ocupados en nuestro propio trabajo, y menos aún por el mismo, como aquellos que viven solo para sà mismos y para este mundo, ya quienes Dios, Cristo y la vida eterna nunca han sido dados a conocer.
Trabajemos con fervor, porque también lo hizo Cristo; pero trabajemos también como haciendo la voluntad de Dios, y para el mejoramiento de nuestras propias almas, o de lo contrario nuestro trabajo no será el que Ãl reconocerá en su venida.
T. Arnold, Sermons, vol. ii., pág. 173.
VersÃculo 7
1 Pedro 5:7
La simpatÃa del Divino Cuidador.
Nada puede ser más fiel al verdadero significado e intención de este pasaje que esta traducción. Transmite exactamente lo que San Pedro quiere transmitir. Su ritmo es perfecto. Pero debemos estar en guardia para no caer en una confusión de pensamiento por la repetición de la palabra "cuidado". El "cuidado" nunca puede ser para Dios lo que es para nosotros. Para un Ser infinito en poder, amor y ocio, el "cuidado" nunca puede atribuirse en su sentido inferior "y más básico.
La misma razón por la que deberÃamos "echar" nuestro "cuidado" es que Dios no puede sentirse infeliz o cansado por ello. El hecho es que, en el original de este versÃculo, la palabra "cuidado" no se repite. Es una expresión muy diferente que se aplica a Dios de la que se usa con respecto a nosotros. Podemos escribirlo: "Echa toda tu ansiedad sobre Dios, porque para Dios todo lo que te concierne es querido". Sin embargo, nuestra versión es admirable e infinitamente mejor que cualquier otra. Lleva exactamente el pensamiento y el consuelo que Dios quiso que hiciera: "Ponga toda su preocupación en Ãl, porque Ãl se preocupa por usted".
I. "Cuidado" es una palabra que se usa tanto en el buen como en el mal sentido en la Biblia. "El cuidado ahoga la palabra". Sin embargo, debemos "cuidarnos unos a otros". Literalmente, la palabra usada para "cuidado", al comienzo de mi texto, es la misma que Cristo emplea cuando dice: "No te preocupes por el dÃa de mañana": y es: "No diviertas tu mente; no tienen un corazón dividido ". âEcha sobre Ãl todo tu pensamiento corrosivo, porque Ãl se preocupa por ti.
"Es una cosa deliciosa hacer" cuidar ". ¡Deja la vida tan liviana! Pero nunca pienses que es algo fácil. Aquà nuevamente la palabra que Dios usa, tanto en el griego como en el inglés, es muy discriminatoria, porque lanzar, lanzar, "lanzar", no es fácil. Implica un gran esfuerzo. Todo el que lo ha intentado lo ha encontrado asÃ. Es una cosa muy rara, y muy difÃcil, hacer lo que tenemos hacer, y luego no "preocuparme" por ello. No hay palabras que puedan decir cuán bendita es una cosa cuando se hace. Pero no es cosa fácil de hacer. No colocamos estas cosas, las "echamos".
II. Debe comenzar con la verdad fundamental de que Cristo es tanto "el portador del pecado" como "el cuidador" de su pueblo. No quiero decir que estas dos cosas sean realmente diferentes. El pecado es la más pesada de todas las "preocupaciones". Nadie que haya sentido su carga lo cuestionará. Pero, por extraño que parezca, a menudo es más difÃcil "echar" nuestras "preocupaciones" que nuestros pecados, de lo contrario, ¿por qué tantos cristianos están tan cargados con la vida diaria y deprimidos con tantas ansiedades? ¿Por qué los hombres que están seguros de su salvación pero no están seguros de su provisión constante? El hecho es que, en algunos aspectos, es una religión más elevada confiar en Dios y dejar todo en manos de Dios sobre las cosas temporales que sobre las espirituales.
Podemos engañarnos fácilmente acerca de nuestra fe espiritual y pensar que confiamos cuando no lo hacemos, porque el tema está muy lejos de la vista; pero las cosas temporales son visibles, reales y cercanas; y difÃcilmente podemos equivocarnos si confiamos en Dios acerca de ellos o no. Son pruebas diarias de fe. Y fallan aquà muchos que piensan que su fe espiritual es fuerte. Sin embargo, ¿podrÃa ser ese el caso? ¿Podemos realmente creer en un Dios de gracia cuando no descansamos en un Dios de providencia?
III. Pero ahora la pregunta importante es: ¿Qué haremos para "lanzar"? ¿Cómo cumpliremos este mandato bondadoso y duro? (1) Date cuenta y haz una gran estimación del Dios de tu vida y de tu providencia. Vea Su mano en todo. Sienta Su ojo siempre sobre usted y crea en Su cariño por usted. Nunca pienses en este mundo como gobernado por leyes generales y universales. Está. Pero piense en lo que es verdad, y es mucho mejor para nosotros pensar en ello, aunque no podamos ver la reconciliación entre los dos: que hay una providencia particular y especial en cada pequeña cosa, y que Dios anula todo para Su propia; que eres un centro alrededor del cual gira el universo de la providencia.
(2) Cuando diga sus oraciones, ore por las pequeñas cosas que están en su mente en este momento. Ore por las cosas, sean las que sean, que en ese momento le interesen más. No hagas oraciones vagas, las oraciones que se adapten a todos, sino tu propia oración personal, tanto sobre tu prueba mundana como sobre la celestial. (3) Vivir en el dÃa: en los deberes del dÃa; en las pruebas del dÃa; la fuerza del dÃa; las alegrÃas del dÃa. Vive dentro del dÃa. "La mañana y la tarde"; "la tarde y la mañana"; y mañana el cielo!
J. Vaughan, Sermones, 13ª serie, pág. 197.
Referencias: 1 Pedro 5:7 . Spurgeon, Sermons, vol. viii., núm. 428; IbÃd., Morning by Morning, pág. 6; E. Blencowe, Plain Sermons to a Country Congregation, pág. 297; WCE Newbolt, Consejos de fe y práctica, p. 149; WJ Knox-Little, Púlpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. VIP. 17; W. Arnot, Buenas palabras, vol.
iii., págs. 122, 124; E. White, Christian World Pulpit, vol. ii., pág. 40; H. VV. Beecher, IbÃd., Vol. xxx., pág. 177; Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 343; J. Keble, Sermones para los domingos después de la Trinidad, Parte II., P. 474. 1 Pedro 5:8 . E. Blencowe, Plain Sermons to a Country Congregation, vol. ii., pág. 375; J. Vaughan, Christian World Pulpit, vol. xviii., pág. 36; FW Farrar, En los dÃas de tu juventud, pág. 297.
VersÃculo 8
1 Pedro 5:8
Compañerismo en la tentación.
I. Es evidente que San Pedro pensó que la convicción de compañerismo en la tentación era por Dios una fuente de fortaleza. Cada hora y cada dÃa nos asaltan dolorosas tentaciones. Recordemos entonces que nuestro caso no es aislado. Otras personas, nuestros hermanos cristianos, están siendo tentados de la misma manera, no, de hecho, todas precisamente por las mismas tentaciones porque el tentador comprende el carácter y sabe cómo adaptar y ajustar sus trampas, pero aún de la misma manera, por el mejor motor. adecuado para romper los intentos de desafÃo de cada individuo.
II. Considera que un hombre sufre de la misma manera que tú mismo sufres como si sufriera la misma enfermedad, incapacitado por el mismo accidente, herido en la misma batalla. ¡Cómo se le abre el corazón! ¡Qué interés tan diferente inspira! Ya no es un simple hombre, ni un simple conocido, sino un hermano. El sufrimiento crea familias. Es el gran adoptante. ¿Y no se sostiene la analogÃa en el sufrimiento espiritual? Algunas biografÃas que nos hablan de luchas religiosas que han sido muy terribles nos conmueven hasta cierto punto.
Reconocemos al que sufre como más grande que nosotros, porque ha sufrido más. Y lo que sentimos instintivamente de los más grandes luchadores espirituales, debemos sentirlo en el debido grado de todos aquellos entre los que vivimos. ¡Qué sacralidad adquirirán asà a nuestros ojos! Nuestras tentaciones son sus tentaciones, y un alma tentada no puede carecer de interés. Cristo murió por eso. La muerte de Cristo da una vez por todas solemnidad a todas las vidas humanas.
III. La idea de que otros están siendo tentados como nosotros nos lleva (1) a hacerles justicia y (2) a ser nosotros mismos en guardia. El recuerdo de que no estamos solos en la tentación, sino que otros están cediendo a ella y causando infelicidad al ceder a ella, bien puede advertirnos de la gran potencia, el dominio ampliamente extendido, del enemigo común.
HM Butler, Harrow Sermons, pág. 320.
Referencias: 1 Pedro 5:8 ; 1 Pedro 5:9 . Spurgeon, Sermons, vol. vii., nº 419; FD Maurice, Sermons, vol. i., pág. 299. 1 Pedro 5:9 . W. Arnot, Buenas palabras, vol.
iii., págs. 125, 127; AP Stanley, Christian World Pulpit, vol. xviii., pág. 292; J. Keble, Sermones para los domingos después de la Trinidad, Parte I., pág. 74. 1 Pedro 5:10 . Revista homilética, vol. ix., pág. sesenta y cinco; Spurgeon, Sermons, vol. vi., núm. 262; vol. xxix., nº 1721; IbÃd., Morning by Morning, pág. 193; H.
J. Wilmot-Buxton, La vida del deber, vol. ii., pág. 26. 1 Pedro 5:14 . W. Peacock, Christian World Pulpit, vol. xxii., pág. 153.