Lectionary Calendar
Thursday, November 21st, 2024
the Week of Proper 28 / Ordinary 33
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Bible Commentaries
Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia Comentario Crítico
Declaración de derechos de autor
Estos archivos son un derivado de una edición electrónica preparada a partir de texto escaneado por Woodside Bible Fellowship. Esta edición expandida del Comentario Jameison-Faussett-Brown está en el dominio público y puede ser utilizado y distribuido libremente.
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Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre 1 Kings 20". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/commentaries/spa/jfb/1-kings-20.html. 1871-8.
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre 1 Kings 20". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/
Whole Bible (26)Individual Books (1)
Versículos 1-43
BEN-ADAD PONE SITIO A SAMARIA.
1. Ben-adad rey de Siria—Este monarca era hijo de aquel Ben-adad, quien, en el reinado de Baasa, hizo una incursión a las ciudades septentrionales de Galilea (cap. 15:20). Los treinta y dos reyes que estaban confederados con él, eran probablemente príncipes tributarios. Los antiguos reyes de Siria y Fenicia gobernaban ciudades solas, y eran independientes unos de otros, excepto cuando una ciudad grande como Damasco, adquiría la ascendencia, y aun entonces, ellos eran aliados sólo en tiempo de guerra. El ejército sirio acampó a las puertas y puso sitio a Samaria.
3. Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro es mío—A este mensaje enviado durante el sitio, Acab devolvió una respuesta mansa y sumisa, pensando probablemente que significaba sólo la exacción de un tributo. Pero la demanda fué repetida con mayor insolencia, y sin embargo, por el caracter abyecto de Acab, hay razones para creer que habría cedido a esta demanda arrogante también, si no se hubiese levantado la voz de sus súbditos en contra. El objeto de Ben-adad en estas amenazas jactanciosas fué el de intimidar a Acab. Pero el débil soberano empezó a mostrar un poco más de espíritu, como podemos verlo en el v. 11, al dirigirse a Bena-dad sin decir “rey señor mío” como lo hace en el v. 4, y al insinuarle sarcásticamente que “no se alabe” mientras no sea ganada la victoria. Encendiéndose de ira ante el desafío, Ben-adad dió orden para el saqueo inmediato de la ciudad.
12. estando bebiendo con los reyes en las tiendas—chozas hechas de ramas y matorrales, levantadas para los reyes en el campamento, como hacen todavía para los bajáes y agáes turcos en sus expediciones. (Keil). dijo a sus siervos: Poned—Para cercar la ciudad.
13-20. LOS SIRIOS SON MUERTOS.
13. he aquí un profeta se llegó a Achab—Aunque el rey y el pueblo lo habían ofendido, Dios no los había rechazado del todo. Todavía alentaba propósitos de misericordia para con ellos, y aquí aunque no fué pedida, les dió una prueba de su interés en ellos, mediante el anuncio animador del profeta de que el Señor aquel día entregaría las poderosas huestes del enemigo en mano de Acab por medio de una banda pequeña, débil e inadecuada. Conforme con las indicaciones del profeta, doscientos treinta y dos jóvenes salieron valientes hacia el campamento del enemigo, mientras siete mil más, evidentemente voluntarios, los seguían a cierta distancia, o se estacionaron junto a la puerta, listos a apoyar a los que iban más adelante, si la ocasión así lo demandaba. Ben-adad y los demás reyes que habían ido a ayudarle ya estaban a esa temprana hora—apenas mediodía—bebiendo. borrachos, y aunque fueron informados de la compañía que avanzaba, confiando en el número de sus tropas, o tal vez excitados por el vino, dió orden con indiferencia de que los intrusos fuesen tomados vivos, ya vinieran ellos con intenciones pacíficas u hostiles. Fué más fácil decir esto que hacerlo; los jóvenes cortaron a diestra y a siniestra, haciendo terrible estrago entre sus presuntos aprehensores; y su ataque, junto con la presencia de los 7.000, que se lanzaron a tomar parte en la contienda. creó tal terror en el ejército sirio, que inmediatamente huyó. Benadad mismo huyó sobre un caballo veloz, rodeado por un escuadrón de los guardas de a caballo. Esta gloriosa victoria, ganada tan fácilmente, y con una fuerza tan despreciable contra número abrumador, fué concedida para que Acab y su pueblo pudiesen saber (v. 13) que Dios es el Señor; pero no se menciona si ellos lo reconocieron así, ni si ofrecieron sacrificios en señal de su gratitud nacional.
22. Llegándose luego el profeta al rey de Israel, le dijo—El mismo profeta que había predicho la victoria, pronto volvió a aparecer, aconsejándole al rey que tomara toda precaución para prepararse porque el rey de Siria volvería a pelear en contra de él. pasado el año—es decir, en la primavera, al fin de la estación de las lluvias, cuando se empezaban antiguamente ( 2 Samuel 11:1) las campañas militares. Sucedió como el profeta habia amonestado de antemano. Los cortesanos de Ben-adad atribuían su derrota a dos causas: en primer lugar, como eran paganos, creían que habían sido vencidos porque los dioses de Israel eran “dioses de los montes”; pero que si la batalla hubiera sido en la llanura, sus dioses no hubieran podido ayudarles. La otra causa a la cual los cortesanos sirios atribuían su derrota en Samaria, fué la presencia de los reyes tributarios, quienes probablemente fueran los primeros en huir; y recomendaban que fueron puestos capitanes en el lugar de ellos. Aprobando estas recomendaciones, Ben-adad renovó la invasión en la primavera siguiente con el sitio a Afec en el valle de Jezreel ( 1 Samuel 29:1; con 28:4), no lejos de Endor.
27. como dos rebañuelos de cabras—Las cabras nunca se ven en grandes rebaños, ni esparcidas, como las ovejas; y por esto las dos pequeñas divisiones de las fuerzas israelitas son comparadas con las cabras, y no con las ovejas. Humanamente hablando, este pequeño puñado de hombres tendría que ser abrumado por el gran número de los contrarios, pero un profeta fué enviado al pequeño ejército israelita para anunciarle la victoria, a fin de convencer a los sirios de que el Dios de Israel era omnipotente en todas partes, así en el valle como en los montes. En efecto, después que los dos ejércitos estuvieron acampados frente a frente siete días, se emprendió la batalla. Cien mil sirios quedaron muertos en el campo, mientras que los fugitivos buscaron refugio en Afec, y allí, amontonados sobre la muralla de la ciudad, trataron de oponer resistencia a sus perseguidores; pero las murallas cedieron bajo su peso, cayeron y sepultaron 27.000 en las ruinas. Ben-adad logró librarse, y con sus cortesanos, buscó escondite en la ciudad, huyendo de “cámara en cámara”; o, como algunos piensan, en la cámara interior del harén; pero no viendo medios de escape finales, se le aconsejó entregarse a la tierna misericordia del monarca israelita.
32. sogas a sus cabezas—Los cautivos eran arrastrados en grupos, con sogas en sus cuellos, como se pinta en los monumentos de Egipto. Su actitud voluntaria y su lenguaje sumiso halagaban el orgullo de Acab, quien, sin importarle el mucho deshonor hecho al Dios de Israel por el rey sirio, y pensando nada más en la victoria, hizo alarde de su clemencia, llamó al rey derrotado “su hermano”, lo invitó a sentarse en el carro real, y lo despidió con un pacto de paz.
34. plazas en Damasco para ti—Dando a entender que la cuarta parte de aquella ciudad había de ser cedida a los judíos, con el libre ejercicio de su religión y sus leyes, bajo sus propios jueces. Esta bondad equivocada para con un idólatra orgulloso e impío, tan impropia de un monarca teocrático, expuso a Acab a la misma censura y suerte que Saúl ( 1 Samuel 15:9, etc.) Fué contraria al propósito que Dios tenía al concederle la victoria.
35-42. UN PROFETA REPRENDE A ACAB.
35. Hiéreme ahora—Se supone que este profeta era Miqueas. Este varón hizo mal al negarse a herír al profeta, porque fué negarle la ayuda necesaria en el cumplimiento de un deber al cual había sido llamado por Dios, y fué severamente castigado, pata que su castigo sirviera como un faro para advertir a otros (véase cap. 13:2-24). El profeta halló un ayudante voluntario, y luego, esperando a Acab, llevó al rey inconscientemente, de la misma manera parabólica que usó Natán (2 Samuel 12), a pronunciar su propia condena; y este castigo fué inmediatamente anunciado por un profeta.
39. un talento de plata—342 libras esterlinas.