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Friday, July 18th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
El Comentario BÃblico del Expositor El Comentario BÃblico del Expositor
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Leviticus 26". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/commentaries/spa/teb/leviticus-26.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre Leviticus 26". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/
Whole Bible (28)Individual Books (2)
VersÃculos 1-46
LAS PROMESAS Y AMENAZAS DEL PACTO
LevÃtico 26:1
UNO hubiera esperado que este capÃtulo hubiera sido el último en el libro de LevÃtico, ya que forma una aproximación natural y adecuada a toda la ley como se registró hasta ahora. Pero cualquiera que haya sido la razón de su forma literaria actual, el hecho es que mientras este capÃtulo es, en su forma externa, la conclusión de la ley levÃtica, otro capÃtulo lo sigue a la manera de un apéndice.
El capÃtulo 26 se abre con estas palabras ( LevÃtico 26:1 ): "No os haréis Ãdolos, ni os levantaréis estatua, ni columna, ni pondréis piedra figurada en vuestra tierra, para inclinaros". a él, porque yo soy el Señor vuestro Dios. Mis sábados guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia: Yo Jehová. "
Estos versÃculos, tal como aparecen en las versiones en inglés como prefacio de este capÃtulo, a primera vista parecen estar relacionados de manera distante con lo que sigue; y la paráfrasis caldea y otros, por lo tanto, las han agregado al capÃtulo anterior. Pero con eso tienen una conexión aún menos evidente. Sin embargo, el pensamiento del editor de esta parte del canon parece haber sido que los tres mandatos que se repiten aquà podrÃan considerarse como un resumen compendioso, en sus principios fundamentales, de toda la ley, las promesas y amenazas adjuntas. a lo que sigue inmediatamente. Y cuanto más pensemos en estos mandatos y en lo que implican, más evidente parecerá la idoneidad de su selección de toda la ley para introducir este capÃtulo.
Los comandos que se repiten aquà son tres: a saber,
(1) una prohibición detallada de la idolatrÃa en las formas predominantes entonces;
(2) un mandato de observar los sábados de Dios; y
(3) reverenciar su santuario.
Dado que las diversas formas de adoración de Ãdolos, que aquà están prohibidas, todas involucraron el reconocimiento de dioses distintos de Jehová, está claro que LevÃtico 26:1 incluye de hecho el primer y segundo mandamientos del decálogo. El mandato de guardar los sábados de Dios, aunque en principio incluye todos los tiempos sabáticos previamente señalados, evidentemente se refiere especialmente al sábado semanal del cuarto mandamiento; mientras que el mandamiento de reverenciar el santuario de Jehová cubre en principio el terreno del tercero.
Y asÃ, de hecho, estos tres mandamientos incluyen esencialmente los cuatro mandamientos del decálogo que tienen que ver con el deber del hombre para con Dios y, por tanto, son fundamentales para todos los demás deberes, tanto para con Dios como con el hombre. Muy apropiadamente, entonces, se dan estos versÃculos aquà como un breve resumen de la ley a la que se anexan las siguientes promesas y amenazas. Y su idoneidad para lo que sigue es más clara cuando recordamos que el sábado semanal, en particular, en otros lugares Ãxodo 31:12 declara ser una señal del pacto de Dios con Israel, al cual pertenecen estas promesas y amenazas; y que también la presencia del santuario de Jehová, que aquà se les encomienda a reverenciar, fue un testimonio visible continuo entre ellos de la presencia especial de Dios en Israel en cumplimiento de ese pacto.
Luego de este resumen pertinente de los mandamientos más fundamentales de la ley, el resto del capÃtulo contiene, primero ( LevÃtico 26:3 ), promesas de bendición de Dios, en caso de que obedezcan esta ley; en segundo lugar ( LevÃtico 26:14 ), amenazas de castigar el juicio, en caso de que desobedezcan: y, en tercer lugar ( LevÃtico 26:40 ), una predicción de su arrepentimiento final, y la promesa de su graciosa restauración en ese momento al favor de Dios, y la resistencia eterna del pacto de Dios para preservarlos en existencia como nación.
El capÃtulo luego cierra ( LevÃtico 26:46 ) con la declaración: "Estos son los estatutos, juicios y leyes que el Señor estableció entre él y los hijos de Israel en el monte Sinaà por mano de Moisés".
VersÃculos 3-13
LAS PROMESAS DEL PACTO
LevÃtico 26:3
"Si andad en mis estatutos, y guardáis mis mandamientos y los cumplÃs, yo daré vuestras lluvias a su tiempo, y la tierra dará su fruto, y los árboles del campo darán su fruto. llegue hasta la vendimia, y la vendimia llegará hasta el tiempo de la siembra: y comeréis vuestro pan hasta saciarse, y habitaréis en vuestra tierra con seguridad. te atemorizaré; y haré cesar de la tierra las malas bestias, y la espada no atravesará tu tierra.
Y perseguiréis a vuestros enemigos, y ellos caerán delante de vosotros a espada. Y cinco de ustedes perseguirán a cien, y cien de ustedes perseguirán a diez mil; y tus enemigos caerán delante de ti a espada. Y tendré respeto por ustedes, y los haré fructÃferos y los multiplicaré; y estableceré mi pacto contigo. Y comeréis lo viejo guardado desde hace mucho tiempo, y sacaréis lo viejo a causa de lo nuevo.
Y pondré mi tabernáculo entre vosotros, y mi alma no os aborrecerá. Y andaré entre ustedes, y seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. Yo soy el SEÃOR vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para que no fuerais sus siervos, y rompà las varas de vuestro yugo y os hice andar rectos ".
Las promesas del pacto son, pues, en el sentido de que si Israel guarda la ley, Dios les dará lluvias y temporadas fructÃferas, cosechas tan abundantes que "la trilla llegará hasta la vendimia, y la vendimia llegará hasta el tiempo de la siembra". ; seguridad interna; liberación de las fieras, que todavÃa son un flagelo en muchas partes del Este; y tal poder y espÃritu, que ningún enemigo podrá enfrentarse a ellos, pero cinco de ellos perseguirán a cien, y cien perseguirán a diez mil.
Luego ( LevÃtico 26:9 ) se renueva la promesa, dada mucho antes a Abraham, de un gran aumento en su número; y luego, muy naturalmente, se repite la promesa de cosechas abundantes, de modo que no obstante se multipliquen, no se consuma la cosecha de un año antes de tener que sacarla de los hórreos para dar cabida a la nueva ( LevÃtico 26:10 ).
Y luego esta sección termina con la seguridad que asegura todas las demás bendiciones, temporales y espirituales, que Dios morará entre ellos en Su tabernáculo, y será su Dios, y ellos serán Su pueblo. Y el cumplimiento de todo esto está garantizado por la persona, el propósito y el trato pasado del Promotor; Ãl mismo, Jehová; Su propósito, librarlos de la servidumbre; y su misericordia pasada, al romper las ataduras de su yugo.
VersÃculos 14-46
"LA VENGANZA DEL PACTO"
LevÃtico 26:14
"Pero si no me escucháis, y no cumplÃs todos estos mandamientos, y si rechazáis mis estatutos, y si vuestra alma aborrece mis juicios, de modo que no hagáis todos mis mandamientos, sino quebrantando mi pacto, yo También os haré esto: pondré sobre vosotros terror, tisis y fiebre, que consumirán los ojos y debilitarán el alma; y en vano sembraréis vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán.
Y pondré mi rostro contra ti, y serás herido delante de tus enemigos; los que te aborrecen se enseñorearán de ti; y huiréis cuando nadie os persiga. Y si todavÃa no me escucháis por estas cosas, os castigaré siete veces más por vuestros pecados. Y romperé el orgullo de tu poder; y haré vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce; y vuestras fuerzas se gastarán en vano; porque vuestra tierra no dará sus frutos, ni los árboles de la tierra darán su fruto.
Y si andáis en contra de MÃ, y no Me escucháis, traeré sobre vosotros siete veces más plagas conforme a vuestros pecados. Y enviaré entre vosotros las bestias del campo, que os despojarán de vuestros hijos, destruirán vuestros ganados y os reducirán en número; y tus caminos serán asolados. Y si por estas cosas no me seréis reformados, sino que andaréis en contra de MÃ; entonces yo también andaré en contra de ti; y yo te heriré siete veces por tus pecados.
Y traeré sobre vosotros una espada, que ejecutará la venganza del pacto, y seréis reunidos en vuestras ciudades; y enviaré pestilencia entre vosotros; y seréis entregados en mano del enemigo. Cuando yo parta vuestro báculo de pan, diez mujeres cocerán vuestro pan en un horno, y volverán a entregar vuestro pan por peso; y comeréis, y no os saciaréis.
Y si no queréis con todo esto, escúchame; pero camina en contra de MÃ; entonces caminaré contra ti con furor; y también te castigaré siete veces por tus pecados. Y comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis. Y destruiré tus lugares altos, cortaré tus imágenes solares, y arrojaré tus cadáveres sobre los cadáveres de tus Ãdolos; y mi alma te aborrecerá.
Y convertiré tus ciudades en una desolación, y asolaré tus santuarios, y no oleré el olor de tus fragancias. Y asolaré la tierra, y tus enemigos que la habitan se asombrarán de ella. Y yo esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de ti; y tu tierra será asolada, y tus ciudades serán asoladas.
Entonces la tierra disfrutará de sus sábados mientras esté desolada, y vosotros en la tierra de vuestros enemigos; aun entonces la tierra descansará y disfrutará de sus sábados. Mientras esté desolado, descansará; incluso el reposo que no tuvo en vuestros dÃas de reposo cuando habitáis en él. Y en cuanto a los que queden de vosotros, enviaré desfallecimiento en su corazón en la tierra de sus enemigos, y el sonido de una hoja que se despida los perseguirá; y huirán como quien huye de la espada; y caerán sin que nadie los persiga.
Y tropezarán unos con otros, como delante de la espada, cuando nadie los persigue; y no tendréis poder para hacer frente a vuestros enemigos. Y moriréis entre las naciones, y la tierra de vuestros enemigos os devorará. Y los que queden de ti se consumirán por su iniquidad en la tierra de tus enemigos; y también por las iniquidades de sus padres se consumirán con ellos. Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por la transgresión que cometieron contra mÃ, y también que por haber caminado en contra de mÃ, yo también anduve en contra de ellos, y los traje a la tierra de sus enemigos. : si entonces su corazón incircunciso se humilla, y entonces aceptan el castigo de su iniquidad; entonces me acordaré de mi pacto con Jacob; y también mi pacto con Isaac, y también me acordaré de mi pacto con Abraham; y recordaré la tierra.
También quedará la tierra de ellos, y disfrutará de sus sábados, mientras ella esté desolada sin ellos; y aceptarán el castigo de su iniquidad, porque aun porque rechazaron mis juicios, y su alma aborreció mis estatutos. Y sin embargo, cuando estén en la tierra de sus enemigos, no los rechazaré, ni los aborreceré, para destruirlos por completo y para quebrantar mi pacto con ellos, porque yo soy el Señor su Dios; pero Por ellos me acordaré del pacto de sus antepasados, que saqué de la tierra de Egipto a la vista de las naciones, para ser su Dios: Yo Jehová. Estos son los estatutos, los juicios y las leyes que estableció Jehová entre él y los hijos de Israel en el monte Sinaà por mano de Moisés ".
Entonces, si Israel no obedeciera los mandamientos del Señor, sino que rompiera el pacto que habÃan hecho con él, cuando dijeron al Señor: Ãxodo 24:7 "Todo lo que el Señor ha dicho, haremos y seremos obedientes. "; luego se ven amenazados, primero de manera general ( LevÃtico 26:14 ) con juicios terribles, que revertirán, y más que revertirán, todas las bendiciones.
Dios pondrá sobre ellos "terror"; la enfermedad los asolará, la tuberculosis y la fiebre; sus enemigos asolarán la tierra, los derrotarán en la batalla y dominarán sobre ellos; y en lugar de cinco de ellos persiguiendo a cien, debÃan huir cuando nadie los perseguÃa ( LevÃtico 26:17 ). Luego siguen cuatro series de amenazas, cada una condicionada por la suposición de que por lo que ya deberÃan haber experimentado del juicio de Jehová, no deberÃan arrepentirse; cada uno también introducido por la fórmula, "Te castigaré (o" golpearé ") siete veces por tus pecados.
En estas cuatro veces repetidas series de denuncias, asà introducidas, no debemos insistir en que se pretendÃa precisar numéricamente; tampoco podemos, con algunos, dar a los "siete tiempos" una referencia numérica o temporal. El pensamiento que atraviesa todo estas denuncias, y determina la forma que adoptan, es la siguiente: que los juicios que se amenazan después de cada nueva demostración de dureza e impenitencia por parte de Israel estarán marcados por una severidad cada vez mayor; y la frase "siete veces", por la referencia al número sagrado "siete", da a entender que la venganza debe ser "la venganza del pacto" ( LevÃtico 26:25 ), y también la espantosa minuciosidad e integridad con que los juicios amenazados, en caso de su continua obstinación,serÃa infligido.
Esta interpretación se sustenta en los detalles de cada sección. La primera serie ( LevÃtico 26:18 ), en la que se desarrollan las amenazas del LevÃtico 26:14 , se suma a lo previamente amenazado, la retención de cosecha por falta de lluvia.
El que habÃa prometido enviar las lluvias "a su tiempo", si eran obedientes, ahora declara que si no le escuchan por los otros castigos antes denunciados, Ãl hará "sus cielos como hierro y su tierra como bronce. . " La segunda serie amenaza además con su devastación por las fieras, que les robarán a sus hijos y su ganado; y también, como consecuencia de estos grandes juicios, con una gran disminución de su número.
La tercera serie ( LevÃtico 26:23 ) repite bajo formas aún más intensas, las amenazas de espada, pestilencia y hambre. Se partirá la vara de pan, y cuando, heridos de pestilencia, se reúnan en sus ciudades, un horno bastará para diez mujeres para su cocción, y el pan se repartirá por raciones y en cantidad insuficiente ( LevÃtico 26:25 ).
Se da a entender que con estos juicios extraordinarios se hará cada vez más evidente que es Jehová quien está tratando con ellos por el incumplimiento de Su pacto. Esto se sugiere ( LevÃtico 26:24 ) por el uso enfático del pronombre personal en hebreo, solo para ser traducido en inglés por un acento de voz; y por la declaración ( LevÃtico 26:25 ) de que la espada que debÃa llevarse sobre ellos debÃa "ejecutar la venganza del pacto".
La misma observación se aplica con aún más énfasis a la siguiente y última de estas subsecciones ( LevÃtico 26:27 ), cuyas terribles denuncias son introducidas por estas palabras, que casi parecen destellar con el fuego de la ira vengativa de Dios: " Si caminan en contra de MÃ, entonces yo caminaré en contra de ustedes con furor (lit.
, "Caminaré contigo en la furia de la oposición"); y también te castigaré siete veces por tus pecados. "Todo lo que ha sido amenazado antes se repite aquà con todas las circunstancias que podrÃan agregar terror a la imagen. ¿Estaba amenazada el hambre? Será tan terrible en su severidad que comerán el carne de sus propios hijos e hijas. Los lugares altos que habÃan sido el escenario de su culto licencioso deberÃan ser destruidos, y las "imágenes del sol" que habÃan adorado, yendo en pos de Baal, deberÃan ser cortadas; y, en señal visible de la ira divina y el santo desprecio de Dios por los Ãdolos impotentes por los cuales habÃan abandonado al Señor, sobre los Ãdolos caÃdos deberÃan estar los cadáveres de sus adoradores.
Los santuarios (con especial, aunque quizás no exclusiva, referencia, como muestran las siguientes palabras, a los lugares santos del tabernáculo o templo de Jehová) deberÃan convertirse en una desolación; el olor dulce de sus sacrificios debe ser rechazado. El pueblo santo deberÃa esparcirse a otras tierras; la tierra deberÃa volverse tan desolada que aquellos de sus enemigos que debÃan morar en ella deberÃan estar asombrados de su transformación.
Y entonces. si bien deberÃan ser esparcidos en la tierra de sus enemigos, la tierra "disfrutarÃa de sus sábados"; es decir , deberÃa asÃ, sin labrar y desolada, disfrutar del descanso que Jehová les habÃa mandado que le dieran a la tierra cada séptimo año, que no habÃan observado. Mientras tanto, la condición de la nación desterrada en las tierras de su cautiverio deberÃa ser muy lamentable: minados en número, los que quedaron con vida deberÃan consumirse en sus iniquidades y en la iniquidad de sus padres; tÃmidos y de espÃritu quebrantado, deberÃan huir ante el sonido de una hoja quebrada, y la tierra de sus enemigos deberÃa "devorarlos".
Y aquà termina la segunda sección de esta notable profecÃa. Prometiendo a Israel la mayor prosperidad en la tierra de Canaán, si guardan las palabras de este pacto, los amenaza con juicios sucesivos de espada, hambre y pestilencia, de severidad cada vez mayor, para culminar, si aún persisten en la desobediencia, en su expulsión de la tierra por un perÃodo prolongado; y predice su existencia continua, a pesar de las condiciones más angustiosas, en las tierras de sus enemigos, mientras que su propia tierra, mientras tanto, permanece desolada y sin labranza sin ellos.
La importancia fundamental y el carácter instructivo de esta profecÃa es evidente por el hecho de que todas las predicciones posteriores sobre la suerte de Israel no son más que su exposición más detallada y su aplicación a sucesivas condiciones históricas. Aún más evidente es su profundo significado cuando recordamos el hecho, que nadie disputa, que no solo es un epÃtome de todas las profecÃas posteriores de la Sagrada Escritura acerca de Israel, sino, no menos cierto, un epÃtome de la historia de Israel.
Esto es tan estrictamente cierto que podemos describir con precisión la historia de esa nación, desde los dÃas de Moisés hasta ahora, como la traducción de este capÃtulo del lenguaje de la predicción al de la historia.
Los hechos que ilustran esta afirmación son tan familiares que apenas es necesario hacer referencia a ellos. Las numerosas visitaciones en los dÃas de los Jueces, cuando una y otra vez el pueblo fue entregado en manos de sus enemigos por sus pecados, y tantas veces como entonces se arrepintieron, fueron entregadas una y otra vez; los juicios más duros de los últimos dÃas, primero en los dÃas de los primeros reyes, y luego culminando con el cautiverio de las diez tribus, tras el asedio y captura de Samaria, 721 B.
C., y, aún más tarde, el terrible asedio y captura de Jerusalén por Nabucodonosor, 586 aC, de cuyos horrores las Lamentaciones de JeremÃas dan testimonio de lo más doloroso; -¿Qué fueron todos estos hechos, con otros de menor importancia, pero un desenvolvimiento histórico de este vigésimo sexto capÃtulo de LevÃtico?
Y cómo, desde los dÃas del Antiguo Testamento, esta profecÃa se ha ilustrado continuamente en la historia de Israel, es, o deberÃa ser, familiar para todos. Asà como la apostasÃa ha sucedido a la apostasÃa, el juicio ha seguido al juicio. A un Nabucodonosor sucedió a AntÃoco EpÃfanes; y luego del juicio greco-sirio, luego del supremo crimen nacional del rechazo y crucifixión del MesÃas prometido, vino el cautiverio romano, el más terrible de todos; un juicio continuó incluso hasta ahora en los mil ochocientos años del exilio de Israel de la tierra del pacto, y su esparcimiento entre las naciones, mil ochocientos años de sufrimiento trágico, como ninguna otra nación ha conocido o, sabiendo, ha aún sobrevivió;
Existiendo, en lugar de vivir, bajo tales condiciones durante siglos, como resultado natural, el pueblo judÃo se volvió reducido en número, como aquà se predice; habiendo sido reducido de no menos de siete u ocho millones en los dÃas del reino, a un mÃnimo, hace unos doscientos años, de no más de tres millones. Y, lo más extraño de todo, a lo largo de este tiempo la tierra una vez fértil ha estado desolada, porque los gentiles nunca se han establecido en ella en gran número; y en lugar de una población de quinientos por milla cuadrada en los dÃas de Salomón, encontramos ahora solo unos pocos cientos de miles de personas miserables, y la mayor parte de la tierra, por falta de cultivo, en tal condición que nada puede fácilmente exceder su desolación.
Y cuando hemos dicho todo esto, y mucho más que podrÃa decirse sin exagerar, simplemente hemos testificado que el LevÃtico 26:31 de este capÃtulo se ha convertido en el más amplio sentido posible en un hecho histórico. Porque estaba escrito ( LevÃtico 26:32 ):
Pondré la tierra en desolación, y tus enemigos que la habitan quedarán atónitos de ella. Yo esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de ti; y tu tierra será desolación, y tu las ciudades serán asoladas. Entonces la tierra gozará de sus sábados, mientras esté desolada, y vosotros en la tierra de vuestros enemigos; entonces la tierra descansará y disfrutará de sus sábados. "
Estos hechos hacen de este capÃtulo una apologética de primordial importancia. Es esto, porque tenemos aquà evidencia de conocimiento previo, y por lo tanto de la inspiración sobrenatural del EspÃritu Santo de Dios en la profecÃa aquà registrada. Los hechos no pueden explicarse adecuadamente, ni sobre el supuesto de una conjetura afortunada ni de una coincidencia accidental. De hecho, no era imposible predecir por motivos naturales que Israel se volverÃa corrupto o que, de ser asÃ, sufrirÃa un desastre como consecuencia de su depravación moral.
Porque Dios no tiene una ley para Israel y otra para las demás naciones. El argumento tampoco descansa en los detalles de estos juicios amenazados, como si consistieran en la espada, el hambre y la pestilencia; porque otras naciones han experimentado estas calamidades, aunque, de hecho, pocas en igual medida con Israel; y de estos uno tiene una dependencia natural del otro.
Pero dejando a un lado estos elementos de la profecÃa, como si tuvieran un significado menos apologético, aún quedan dos detalles en los que esta experiencia predicha ha sido única, y antecedente del evento en un grado tan alto improbable, que no podemos pensar razonablemente aquà ni en el astuto pronóstico humano. ni de acuerdo casual de predicción y cumplimiento. Una es la supervivencia prevista del Israel exiliado como nación en la tierra de sus enemigos, su indestructibilidad a lo largo de siglos de sufrimiento inigualable; la otra, el hecho extraordinario de que su tierra, tan rica y fértil, que fue en ese momento y durante siglos después una de las principales carreteras del comercio y los viajes del mundo, la codiciada posesión de muchas naciones desde una remota antigüedad, debiera durante el todo el perÃodo de Israel '
En cuanto al primer particular, podemos buscar en vano en la historia un fenómeno similar. He aquà un pueblo que, en su mejor momento, en comparación con muchas otras naciones, como los egipcios, los babilonios y los romanos, eran pocos en número y en recursos materiales; que ahora han sido esparcidos de su tierra durante siglos, aplastados y oprimidos siempre, en un grado y por un perÃodo de tiempo nunca experimentado por ningún otro pueblo; sin embargo, nunca se fusionaron en las naciones con las que se mezclaron, ni perdieron en lo más mÃnimo sus caracterÃsticas raciales peculiares y su identidad nacional distintiva.
Esto, aunque ya desde hace mucho tiempo cuestión de historia, era todavÃa, a priori , tan improbable que toda la historia no registra ningún otro ejemplo de este tipo; y sin embargo, todo esto tenÃa que ser asà para que las palabras de LevÃtico 26:44 resultaran verdaderas: "Cuando estén en la tierra de sus enemigos, no los rechazaré, ni los aborreceré, para destruirlos por completo". Con mucha razón el profesor Christlieb se ha referido a este hecho como una apologética incontestable, asÃ:
"Señalamos al pueblo de Israel como un milagro histórico perenne. La existencia continua de esta nación hasta el dÃa de hoy, la preservación de sus peculiaridades nacionales a lo largo de miles de años, a pesar de toda la dispersión y opresión, sigue siendo un fenómeno sin igual , que sin la preparación providencial especial de Dios, y su constante interferencia y protección, serÃa imposible para nosotros explicarlo. Porque, ¿dónde más hay un pueblo sobre el cual tales juicios han pasado y, sin embargo, no terminan en destrucción? "
No menos notable y significativa es la despoblación prolongada de la tierra de Israel. Porque era y es por naturaleza una tierra ricamente fértil; y en el momento de esta predicción, ya sea que se asigne a un perÃodo anterior o posterior, estaba en una de las principales rutas comerciales y militares del mundo, y su posesión ha sido, por lo tanto, objeto de ambición para todas las naciones dominantes de historia.
Seguramente, uno hubiera esperado que si Israel fuera expulsado de tal tierra, estarÃa inmediatamente y siempre ocupado por otros que deberÃan cultivar su suelo proverbialmente productivo. Pero no fue asÃ, porque habÃa sido escrito de otra manera. Y, sin embargo, parece como si apenas hubiera sido posible que a lo largo de todos estos siglos posteriores de la historia de la cristiandad, la tierra hubiera permanecido desolada, excepto por el descubrimiento tan trascendental en 1497 de la ruta del Cabo a la India, por cuyo evento ... lo que nadie podrÃa haber anticipado bien en dÃas tan remotos: la marea del comercio con Oriente se alejó de Egipto, Siria y Palestina.
al Atlántico y al Ãndico; de modo que quedó la tierra de Israel, como una ciudad hecha solitaria en un desierto por el movimiento del cauce de un rÃo; y su desolación predicha pasó asà a recibir su cumplimiento más completo, consumado y ahora realizado desde hace mucho tiempo.
Entonces, asà está el caso. Es realmente difÃcil entender cómo se puede escapar con justicia a la inferencia de estos hechos, es decir, que implican en este capÃtulo una presciencia del futuro que no es posible para el hombre y, por lo tanto, demuestran que el EspÃritu de Dios debe, en el En el sentido más profundo y verdadero, han sido los autores de estas predicciones del futuro del pueblo elegido y de su tierra.
Y es de primera importancia, con referencia a las controversias de nuestros dÃas con respecto a esta cuestión, que notemos el hecho de que el argumento es de tal naturaleza que no depende en lo más mÃnimo de la fecha que cualquiera pueda haber asignado. al origen de este capÃtulo. Aunque deberÃamos, con Graf y Wellhausen, atribuir su composición a la época exiliana o postexiliana, seguirÃa siendo cierto que el capÃtulo contenÃa predicciones inconfundibles sobre la nación y la tierra; Predicciones que, si se cumplieron, sin duda, en cierto grado, en los dÃas del exilio babilónico y el regreso, aún no habÃan recibido un cumplimiento mucho más minucioso, exhaustivo e impresionante, en siglos que aún estaban en un futuro lejano. .
Pero si se concede esto, es evidente que estos hechos imponen una limitación a las conclusiones de la crÃtica. Ãsa es la única ciencia verdadera que tiene en cuenta todos los hechos con respecto a cualquier fenómeno por el que uno busca dar cuenta; y en este caso los hechos que han de ser explicados por cualquier teorÃa, no son meras peculiaridades de estilo y vocabulario, etc., sino también este fenómeno de un elemento demostrablemente predictivo en el capÃtulo; fenómeno que requiere para su explicación la asunción de una inspiración sobrenatural como uno de los factores de su autorÃa.
Pero si esto es asÃ, ¿cómo podemos reconciliar con tal inspiración divina cualquier teorÃa que haga que la última declaración del capÃtulo, que "estos son los estatutos que el Señor hizo en el monte Sinaà por mano de Moisés", que son falsos, ¿Y las "leyes" precedentes son asÃ, en lenguaje llano, una falsificación de los tiempos del exilio o del post-exilio?
VersÃculos 30-33
LA LEY DEL DIEZMO
LevÃtico 26:30
"Y todo el diezmo de la tierra, sea de la semilla de la tierra o del fruto del árbol, es del Señor; es santo al Señor. Y si alguno redimiere algo de su diezmo, añadirá a la quinta parte de ella. Y todo el diezmo del ganado o del rebaño, todo lo que pase debajo de la vara, el décimo será consagrado al Señor. No buscará si es bueno o malo, ni lo cambiará; y si lo cambia, entonces tanto él como aquello por lo que fue cambiado será santo; no será redimido ".
Por último de todas estas exclusiones del voto se menciona el diezmo. "Ya sea de la simiente de la tierra, o de las vacas, o de las ovejas", se declara que es "santo al Señor; es del Señor". Que debido a esto no se puede dar al Señor mediante un voto especial, aunque no se declare formalmente, es evidente por sà mismo. Ningún hombre puede regalar lo que pertenece a otro, ni darle a Dios lo que ya tiene. En Números 18:21 se dice que este décimo debe ser entregado "a los hijos de Levà para el servicio de la tienda de reunión".
Lo más extraordinario es el argumento de Wellhausen y otros, que dado que en Deuteronomio no se menciona ningún diezmo que no sea el producto de la tierra, por lo tanto, debido a la mención aquà también de un diezmo de la manada y el rebaño, debemos inferir que Tenemos aquà una interpolación tardÃa en el "código sacerdotal", que marca una época en la que ahora las exigencias de la casta sacerdotal se habÃan extendido hasta el lÃmite más extremo.
Este no es el lugar para entrar en la cuestión de la relación de la ley de Deuteronomio con lo que tenemos aquÃ; pero deberÃamos más bien, con Dillmann, a partir de las mismas premisas argumentar exactamente lo contrario, a saber, que tenemos aquà la forma más antigua de la ley del diezmo. Porque que una ordenanza que extendiera los derechos de la clase sacerdotal deberÃa haber sido "contrabandeada" en las leyes del Sinaà después de los dÃas de NehemÃas, como suponen Wellhausen, Reuss y Kuenen, es simplemente "impensable"; mientras que, por otro lado, cuando ya en Génesis 28:22 Jacob prometiendo al Señor la décima parte de todo lo que le darÃa, en un momento en que vivÃa la vida de un pastor nómada, es inconcebible que él deberÃa haber significado "todos, excepto el aumento de los rebaños y los rebaños",
La verdad es que la dedicación de un diezmo, en diversas formas, como reconocimiento de dependencia y reverencia a Dios, es una de las prácticas más difundidas y mejor atestiguadas de la antigüedad más remota. Lo leemos entre los romanos, los griegos, los antiguos pelasgos, los cartagineses y los fenicios; y en el Pentateuco, en total acuerdo con todo esto, encontramos no solo a Jacob, como en el pasaje citado, sino, en un tiempo aún anterior, a Abraham, más de cuatrocientos años antes de Moisés, dando diezmos a Melquisedec.
La ley, en la forma exacta en que la tenemos aquÃ, por lo tanto, está en perfecta armonÃa con todo lo que conocemos de las costumbres tanto de los hebreos como de los pueblos circundantes, desde una época incluso mucho anterior a la del Ãxodo.
Es muy natural que la referencia al diezmo, como asà desde antiguo perteneciente al Señor, y por tanto incapaz de ser prometido, da lugar a otras regulaciones al respecto. Al igual que los animales, las casas y las tierras inmundas que se habÃan prometido, asà también el diezmo, o cualquier parte de él, podrÃa ser redimido por el individuo para su propio uso, mediante el pago de la cuota habitual de una quinta parte adicional a su valor de tasación. .
Asà también se ordena, con especial atención al diezmo del ganado y del rebaño, "todo lo que pasa debajo de la vara" , es decir , todo lo que se cuenta, según la manera, al ser hecho entrar o salir del bajo el bastón del pastor, "el décimo", es decir, cada décimo animal que a su vez viene, "será santo para el Señor". El dueño no debÃa investigar si el animal asà seleccionado era bueno o malo, ni cambiarlo, para darle al Señor un animal más pobre y quedarse con uno mejor para él; y si quebrantaba esta ley, entonces, como en el caso de la bestia inmunda prometida, como castigo debÃa ceder al santuario tanto el original como el sustituto que intentaba sustituir, y también perder el derecho de redención.
Aquà surge una pregunta muy práctica, en cuanto a la obligación continua de esta ley del diezmo. Aunque no escuchamos nada sobre el diezmo en los primeros siglos cristianos, comenzó a ser defendido en el siglo IV por Jerónimo, AgustÃn y otros, y, como es bien sabido, el sistema del diezmo eclesiástico pronto se estableció como la ley de la Iglesia. Iglesia. Aunque el sistema de ninguna manera desapareció con la Reforma, sino que pasó de la Iglesia Romana a la Iglesia Reformada, sin embargo, el espÃritu moderno se ha vuelto cada vez más adverso al sistema medieval, hasta que, con la progresiva hostilidad en la sociedad hacia toda conexión de la Iglesia. y el Estado, y en la Iglesia el desarrollo de un voluntarismo a veces exagerado, el diezmo como sistema parece probable que desaparezca por completo, como ya ha sucedido en la mayor parte de la cristiandad.
Pero como consecuencia de esto, y la total separación de la Iglesia del Estado, en los Estados Unidos y el Dominio de Canadá, la necesidad de asegurar una provisión adecuada para el mantenimiento y la extensión de la Iglesia, está dirigiendo cada vez más la atención de los interesados ââen la economÃa práctica de la Iglesia, a esta venerable institución del diezmo como solución de muchas dificultades.
Entre ellos, hay muchos que, aunque se oponen bastante a la aplicación de una ley del diezmo en beneficio de la Iglesia por parte del poder civil, sin embargo mantienen fervientemente que la ley del diezmo, como la tenemos aquÃ, es de obligación permanente y vinculante en la conciencia de todo cristiano. ¿Cuál es la verdad en el asunto? en particular, ¿cuál es la enseñanza del Nuevo Testamento?
Al tratar de resolver por nosotros mismos esta cuestión, se debe observar, a fin de aclarar el pensamiento sobre este tema, que en la ley del diezmo, como aquà se declara, hay dos elementos, uno moral, el otro legal, que deben ser cuidadosamente distinguido. Primero y fundamental es el principio de que es nuestro deber apartar para Dios una cierta proporción fija de nuestros ingresos. El otro elemento de la ley, técnicamente hablando, positivo es el que declara que la proporción que se ha de dar al Señor es precisamente una décima parte.
Ahora, de estos dos, el primer principio es claramente reconocido y reafirmado en el Nuevo Testamento como de validez continua en esta dispensación; mientras que, por otro lado, en cuanto a la proporción precisa de nuestros ingresos para ser apartados para el Señor, los escritores del Nuevo Testamento guardan silencio en todas partes.
En cuanto al primer principio, el apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, ordena que "el primer dÃa de la semana" -el dÃa del culto cristiano primitivo- "todos le guardarán, como Dios le hizo prosperar. " Añade que habÃa dado el mismo mandato también a las Iglesias de Galacia. 1 Corintios 16:1 Esto le da una sanción apostólica muy clara al principio fundamental del diezmo, a saber, que una porción definida de nuestros ingresos debe ser apartada para Dios.
Mientras que, por otro lado, ni en este sentido, donde naturalmente se podrÃa haber esperado una mención de la ley del diezmo, si hubiera sido todavÃa vinculante en cuanto a la letra, ni en ningún otro lugar ni el apóstol Pablo ni ningún otro otro escritor del Nuevo Testamento dio a entender que la ley levÃtica, que requerÃa la proporción precisa de un décimo, todavÃa estaba en vigor; -Un hecho que es tanto más notorio cuanto se habla tanto del deber de la benevolencia cristiana.
A esta declaración general con respecto al testimonio del Nuevo Testamento sobre este tema, las palabras de nuestro Señor a los fariseos, Mateo 23:23 sobre el diezmo de "menta, anÃs y comino" - "esto debiste haber hecho". -no puede tomarse como una excepción, ni como prueba de que la ley es vinculante para esta dispensación; por la sencilla razón de que la presente dispensación aún no habÃa comenzado en ese momento, y aquellos a quienes Ãl hablaba todavÃa estaban bajo la ley levÃtica, cuya autoridad Ãl reafirma allÃ.
De estos hechos concluimos que la ley de estos versÃculos, en la medida en que requiere apartar para Dios una cierta proporción definida de nuestros ingresos, es sin duda una obligación continua y duradera; pero que, en la medida en que requiere de todos por igual la proporción exacta de un décimo, ya no es vinculante para la conciencia.
Tampoco es difÃcil ver por qué el Nuevo Testamento no deberÃa establecer esta o cualquier otra proporción precisa de dar a la renta, como una ley universal. Es sólo de acuerdo con el uso caracterÃstico de la ley del Nuevo Testamento dejar a la conciencia individual mucho respecto a los detalles de la adoración y la conducta, que bajo la ley levÃtica estaba regulada por reglas especÃficas; que el apóstol Pablo explica Gálatas 4:1 en referencia al hecho de que el método anterior estaba destinado y adaptado a una etapa más baja e inmadura del desarrollo religioso; incluso de niño, durante su minorÃa, es mantenido bajo tutores y administradores, de cuya autoridad, cuando llega a la mayorÃa de edad, es libre.
Pero, aún más, parece ser olvidado a menudo por aquellos que defienden la obligación presente y permanente de esta ley, que fue aquà por primera vez designado formalmente por Dios como una ley vinculante, en conexión con un cierto sistema instituido por Dios. de gobierno teocrático, que, si se lleva a cabo, como hemos visto, evitarÃa efectivamente la acumulación excesiva de riqueza en manos de los individuos y, por lo tanto, asegurarÃa para los israelitas, en un grado que el mundo nunca ha visto, una distribución equitativa de la propiedad. .
En tal sistema es evidente que serÃa posible exigir una cierta proporción fija y definida de ingresos para propósitos sagrados, con la certeza de que el requisito funcionarÃa con perfecta justicia y equidad para todos. Pero para nosotros, las condiciones sociales y económicas son tan diferentes, la riqueza está distribuida de manera tan desigual, que ninguna ley como la del diezmo podrÃa hacerse funcionar de otra manera que de manera desigual e injusta.
Para los muy pobres, a menudo debe ser una carga pesada; para los muy ricos, una proporción tan pequeña como para ser una exención práctica. Mientras que, para el primero, la ley, si se insistiera, a veces requerirÃa que un hombre pobre sacara el pan de la boca de la esposa y los hijos, aún dejarÃa al millonario con miles para gastar en lujos innecesarios. Este último a menudo podrÃa dar más fácilmente nueve décimas partes de sus ingresos que el primero podrÃa dar una vigésima parte.
Por tanto, no es de extrañar que los hombres inspirados que sentaron las bases de la Iglesia del Nuevo Testamento no reafirmaron la ley del diezmo al pie de la letra. Y sin embargo, por otro lado, no olvidemos que la ley del diezmo, en lo que respecta al elemento moral de la ley, sigue vigente. ProhÃbe al cristiano dejar, como tantas veces, la cantidad que dará por la obra del Señor, al impulso y al capricho.
De manera explÃcita y concienzuda, él debe "depositar junto a él como el Señor lo ha prosperado". Si alguien pregunta cuánto deberÃa ser la proporción, se podrÃa decir que, por inferencia justa, el décimo podrÃa tomarse con seguridad como un mÃnimo promedio de donaciones, contando a ricos y pobres juntos. Pero el Nuevo Testamento 2 Corintios 8:7 ; 2 Corintios 8:9 responde de una manera diferente y muy caracterÃstica: "Mirad que abundéis en esta gracia porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por vosotros se hizo pobre, para que a través de su pobreza podrÃa enriquecerse.
"Que haya donaciones regulares y sistemáticas a la obra del Señor, bajo la ley de una proporción fija de las donaciones a los ingresos, y bajo la santa inspiración de este sagrado recuerdo de la gracia de nuestro Señor, y entonces el tesoro del Señor nunca será vacÃo, ni el Señor sea despojado de su diezmo.
Y asÃ, el libro de LevÃtico se cierra con la declaración formal - refiriéndose, sin duda, estrictamente hablando, a las regulaciones de este último capÃtulo - que "estos son los mandamientos que el Señor ordenó a Moisés para los hijos de Israel en el monte SinaÃ. " Las palabras afirman explÃcitamente el origen y la autoridad mosaicos para estas últimas leyes del libro, como las palabras iniciales afirman lo mismo para la ley de las ofrendas con las que comienza. La importancia de estas repetidas declaraciones sobre el origen y la autoridad de las leyes contenidas en este libro se ha señalado repetidamente, y no es necesario agregar nada más aquÃ.
Para resumir todo: -lo que el Señor, en este libro de LevÃtico, ha dicho, no fue solo para Israel. La lección suprema de esta ley es para los hombres ahora, también para la Iglesia del Nuevo Testamento. Para el individuo y para la nación, la SANTIDAD, que consiste en la plena consagración del cuerpo y el alma al Señor, y la separación de todo lo que contamina, es el ideal divino, a cuyo logro son llamados tanto judÃos como gentiles.
Y la única forma de lograrlo es a través del Sacrificio expiatorio y la mediación del Sumo Sacerdote designado por Dios; y la única evidencia de su logro es una obediencia gozosa, sincera y sin reservas, a todos los mandamientos de Dios. Para nosotros todo está escrito: "Vosotros seréis santos, porque yo, Jehová, vuestro Dios, soy santo".
VersÃculos 40-45
LA RESTAURACIÃN PROMETIDA
LevÃtico 26:40
"Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por la transgresión que cometieron contra mÃ, y también que por haber caminado en contra de mÃ, yo también caminé en contra de ellos, y los traje a la tierra de su enemigos: si entonces su corazón incircunciso se humilla, y luego aceptan el castigo de su iniquidad, entonces me acordaré de mi pacto con Jacob; y también de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham, me acordaré; y recuerda la tierra.
También quedará la tierra de ellos, y disfrutará de sus sábados, mientras ella esté desolada sin ellos; y aceptarán el castigo de su iniquidad, porque aun porque rechazaron mis juicios, y su alma aborreció mis estatutos. Y sin embargo, cuando estén en la tierra de sus enemigos, no los rechazaré, ni los aborreceré, para destruirlos por completo. y para quebrantar mi pacto con ellos, porque yo soy el Señor su Dios; pero por ellos me acordaré del pacto de sus antepasados, a quienes saqué de la tierra de Egipto a la vista de las naciones, para ser su Dios: yo soy el Señor ".
Esta sección final de este capÃtulo extraordinario aún queda por considerar. Es el más notable de todos, ya sea desde un punto de vista histórico o religioso. Declara que incluso bajo visiones tan extremas de la ira divina, y por mucho tiempo que dure la rebelión obstinada y la impenitencia de Israel, la nación nunca debe extinguirse ni morir. Muy impresionantes son las palabras ( LevÃtico 26:43 ) que enfatizan esta predicción: "La tierra también quedará de ellos, y disfrutará de sus sábados, mientras ella yace desolada sin ellos; y aceptarán el castigo de sus iniquidad: porque, aun porque rechazaron mis juicios, y su alma aborreció mis estatutos.
Y sin embargo, cuando estén en la tierra de sus enemigos, no los rechazaré, ni los aborreceré, para destruirlos por completo y para quebrantar mi pacto con ellos, porque yo soy el Señor su Dios; pero Por ellos me acordaré del pacto de sus antepasados, a quienes saqué de la tierra de Egipto a la vista de las naciones, para ser su Dios: Yo Jehová.
En cuanto a lo que está incluido en esta promesa de misericordia eterna del pacto, se nos dice explÃcitamente ( LevÃtico 26:40 ) que como resultado final de estos juicios repetidos y prolongados, los hijos de Israel "confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, en la transgresión que cometieron "contra el Señor".
También reconocerán ( LevÃtico 26:41 ) que todas estas calamidades les han sido enviadas por el Señor; que es porque ellos han andado en contra de él que él también ha andado en contra de ellos, y los ha traÃdo a la tierra de sus enemigos. Y luego sigue la gran promesa ( LevÃtico 26:41 ): "Si entonces su corazón incircunciso se humilla, y luego aceptan el castigo de su iniquidad, entonces me acordaré de Mi pacto con Jacob; y también Mi pacto con Isaac. y también me acordaré de mi pacto con Abraham, y me acordaré de la tierra ".
Estas palabras son muy completas y explÃcitas. No se puede negar que ya han tenido un cumplimiento parcial e inadecuado en la restauración de Babilonia, y el avivamiento espiritual que lo acompañó. Pero uno solo necesita referirse a los pactos a los que se hace referencia, y especialmente al pacto con Abraham, como se registra en el libro de Génesis, para ver que de ninguna manera se puede decir que la reatoración babilónica haya agotado esta profecÃa.
Desde aquellos primeros dÃas, Israel ha vuelto a abandonar al Señor y ha cometido el mayor de todos sus pecados nacionales en el rechazo y la crucifixión del MesÃas prometido; y por lo tanto, nuevamente, de acuerdo con la amenaza de la primera parte de este capÃtulo, han sido echados de su tierra y esparcidos entre las naciones, y la tierra, nuevamente, durante siglos ha quedado desolada. Pero a pesar de todo esto, el pacto de Dios con Israel no ha caducado, ni, como se nos asegura aquà formalmente, nunca podrá caducar.
Para algunos, imaginar que debido a la nueva dispensación de la gracia a los gentiles que ha entrado, por lo tanto, las promesas de este pacto se han convertido en nulas, es un error que es fatal para todo entendimiento correcto de la palabra profética. En cuanto a la bendición espiritual del verdadero arrepentimiento y un giro nacional a Dios, ZacarÃas, después del cautiverio en Babilonia, representa la predicción que aún tendrá un cumplimiento mayor y mucho más bendito, en un dÃa que, más allá de toda controversia, nunca ha resucitado. en el mundo.
Porque está escrito: ZacarÃas 12:8 , ZacarÃas 13:1 "En aquel dÃa derramaré sobre la casa de David, y sobre los habitantes de Jerusalén, espÃritu de gracia y de súplica, y me mirarán. a quien traspasaron; y por él llorarán, como quien llora por su único hijo, y sentirán amargura por él, como quien tiene amargura por su primogénito; todas las familias que quedan, cada familia aparte, y sus esposas separadas.
En ese dÃa habrá una fuente abierta a la casa de David y a los habitantes de Jerusalén, por el pecado y por la inmundicia. "Y que esta gran promesa, que por sus mismos términos implica la previa" perforación "del MesÃas, es todavÃa válido para la nación en la nueva dispensación, es expresamente testificado por el apóstol Pablo, quien enseña formalmente, con respecto a Israel, que "Dios no desechó a su pueblo que antes conoció"; que "los dones y el llamamiento de Dios son sin arrepentimiento "; y que, por lo tanto, seguramente vendrán dÃas en que" todo Israel será salvo ".
Romanos 11:2 ; Romanos 11:29 ; Romanos 11:26
Y aunque no se dice nada en este capÃtulo de LevÃtico en cuanto a la relación de este arrepentimiento futuro de Israel con el establecimiento del reino de Dios, solo hablamos de acuerdo con la enseñanza expresa tanto de los profetas posteriores como de los apóstoles, cuando agregamos que no debemos pensar en este pacto de Dios con respecto a Israel como de poca importancia para nuestra fe y esperanza como cristianos. Porque se nos enseña claramente, con respecto a la actual exclusión e impenitencia de Israel, Romanos 11:15 que "el recibirlos" nuevamente será como "vida de entre los muertos"; que, de nuevo, es sólo lo que mucho antes habÃa sido declarado en el Antiguo Testamento; Salmo 102:13 que cuando Dios se levante y tenga misericordia de Sion, y venga el tiempo señalado para tener piedad de ella, las naciones temerán el nombre del Señor, y todos los reyes de la tierra su gloria.
Y aunque podemos conceder que el asunto es en sà mismo de menor importancia, es importante observar que el mismo pacto que promete misericordia espiritual al pueblo, como nos asegura explÃcitamente (ver.42) que, cuando Israel confiesa su pecado Dios "se acordará de la tierra" tanto como de la gente. Todo lo que se ha dicho sobre la validez presente e invariable de la primera parte de esta promesa, es necesariamente cierto también para esta última parte.
Afirmar lo primero, y sobre esa base mantener la fe y la expectativa del arrepentimiento futuro de Israel, y sin embargo negar la última parte de esta promesa, que no es menos verbalmente explÃcita, con respecto a la tierra de Israel, es una inconsistencia de interpretación que es tan asombroso como común. Porque la restauración de la nación esparcida a su tierra es repetidamente prometida, como aquÃ, en conexión con su conversión, y sin embargo en clara distinción de su conversión, tanto por los profetas anteriores como posteriores al exilio.
Y si, por razones que no son difÃciles de descubrir, la promesa sobre la tierra no se repite con tantas palabras en el Nuevo Testamento. su cumplimiento futuro es todavÃa, por decir lo menos, claramente asumido en la predicción de Cristo, Lucas 21:24 que Israel, debido a su rechazo de Ãl, deberÃa ser "llevado cautivo a todas las naciones, y Jerusalén ser pisoteada por los Gentiles ", no para siempre, sino solamente," hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles ". Seguramente estas palabras de nuestro Señor implican que, siempre que estos "tiempos de los gentiles" hayan terminado, su actual dominio sobre la Ciudad Santa y la Tierra Santa terminará.
La restauración de Israel a su tierra, con todo lo que implica, tampoco es incompatible, como algunos han instado, con el espÃritu y los principios del Evangelio. Muchas naciones gentiles son grandemente favorecidas por el Señor y, como una señal de ese favor, se les permite vivir en paz y prosperidad en su propia tierra. ¿Por qué deberÃa ser más extraño al espÃritu del Evangelio que el Israel arrepentido sea bendecido de la misma manera y, al volverse al Señor, también, como muchas otras naciones, se le permita habitar en paz y seguridad en esa tierra? que yace para ellos casi vacÃo y desolado hasta el dÃa de hoy? Y si se instara a que, admitiendo esta interpretación, también nos veremos obligados a admitir que Israel en el futuro será exaltado a una posición de preeminencia entre las naciones, lo cual, nuevamente, es inconsistente, se dice:
Si no es incompatible con el Evangelio de que la nación británica, por ejemplo, deberÃa ocupar hoy una posición de eminencia excepcional e influencia mundial entre las naciones, ¿cómo puede ser incompatible con el Evangelio que Israel, cuando se arrepiente ante Dios, deba estar en la misma forma? manera exaltado de Ãl a eminencia y gloria nacionales?
Si bien esta cuestión en sà misma puede tener pocas consecuencias, sin embargo, en otro aspecto, no es de poca importancia que afirmemos firmemente la validez permanente de esta parte de la promesa del pacto con Israel como se da en este capÃtulo. Porque no es exagerado decir que la lógica y la exégesis que hacen que la promesa de haberse convertido en nula con respecto a la tierra de Israel, si se acepta, justificarÃan igualmente a uno al afirmar la abrogación de la promesa del arrepentimiento final de Israel, si las exigencias de cualquier teorÃa escatológica deberÃa parecer que lo requiere.
O ambas partes de esta promesa en LevÃtico 26:42 siguen siendo válidas, o ninguna es válida ahora; y si alguno sigue vigente, el otro también lo está. Estos dos, la promesa acerca del pueblo y la promesa acerca de la tierra, permanecen o caen juntas.