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Saturday, July 19th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
Comentario CrÃtico y Explicativo de toda la Biblia Comentario CrÃtico
Declaración de derechos de autor
Estos archivos son un derivado de una edición electrónica preparada a partir de texto escaneado por Woodside Bible Fellowship. Esta edición expandida del Comentario Jameison-Faussett-Brown está en el dominio público y puede ser utilizado y distribuido libremente.
Estos archivos son un derivado de una edición electrónica preparada a partir de texto escaneado por Woodside Bible Fellowship. Esta edición expandida del Comentario Jameison-Faussett-Brown está en el dominio público y puede ser utilizado y distribuido libremente.
Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Leviticus 16". "Comentario CrÃtico y Explicativo de toda la Biblia". https://studylight.org/commentaries/spa/jfb/leviticus-16.html. 1871-8.
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Leviticus 16". "Comentario CrÃtico y Explicativo de toda la Biblia". https://studylight.org/
Whole Bible (28)Individual Books (2)
VersÃculos 1-34
COMO DEBE ENTRAR AL LUGAR SANTO EL SUMO SACERDOTE.
1. después que murieron los dos hijos de Aarón, cuando se llegaron delante de Jehová, y murieronâAlgunos piensan que este capÃtulo ha sido traspuesto fuera de su lugar correcto en la historia sagrada, el cual seguÃa inmediatamente al relato de la muerte de Nadab y Abiú. Aquella abrumadora catástrofe habrÃa llenado a Aarón con dolorosos temores de que la culpa de estos dos hijos fuese transmitida a su casa, o que otros miembros de su familia pudiesen compartir la misma suerte debido a alguna irregularidad o defecto en el cumplimiento de sus funciones sagradas. Por lo tanto fué establecida esta ley, para que por medio de la debida observancia de sus requisitos, el orden aarónico pudiese ser mantenido y aceptado en el sacerdocio.
2. Di a Aarón tu hermano que no en todo tiempo entre en el santuario del velo adentro, etc.âLos sacerdotes iban todos los dÃas a quemar incienso sobre el altar de oro en la parte del santuario fuera del velo. Pero a nadie excepto al sumo sacerdote le era permitido entrar dentro del velo, y esto sólo una vez por año con el mayor cuidado y solemnidad. Este arreglo evidentemente fué establecido por inspirar una reverencia por el lugar santÃsimo, y la precaución era necesaria en un tiempo cuando la presencia de Dios era indicada por sÃmbolos visibles, la impresión de lo cual podrÃa haber sido debilitada o perdida por una observación diaria y familiar. yo apareceré en la nubeâo sea, el humo del incienso que el sumo sacerdote quemaba en su entrada anual al lugar santÃsimo; y ésta era la nube que en aquella ocasión cubrÃa el propiciatorio.
3, 4. Con esto entrará Aarón en el santuarioâComo los deberes del gran dÃa de expiación conducÃan al acercamiento más Ãntimo y solemne a Dios, las direcciones en cuanto al curso correcto que habÃa que seguir eran minuciosas y especiales. con un becerro ⦠y un carneroâEstas vÃctimas eran traÃdas vivas, pero no eran ofrecidas en sacrificio, mientras el sacerdote no hubiera cumplido con las ceremonias descritas entre este versÃculo y el versÃculo once. El no debÃa vestirse en aquella ocasión de sus ropas espléndidas que eran propias de su puesto sagrado, sino de un manto de lino sencillo, como los levitas communes, porque como entonces él habÃa de hacer expiación por sus propios pecados como también por los del pueblo, él tenÃa que presentarse en el humilde papel de suplicante. Aquella ropa sencilla estaba más en armonÃa con una época de humillación, como también era más liviana y más cómoda para los deberes que en aquella ocasión él sin ayuda tenÃa que ejecutar, que el ropaje magnÃfico del pontificado. Demostraba que cuando todos aparecen como pecadores, el más elevado y el más humilde estaban sobre el mismo nivel, y que no habÃa distinción de personas delante de Dios.
5-10. de la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos de cabrÃo ⦠y un carneroâLos sacrificios habÃan de ser ofrecidos por el sumo sacerdote respectivamente por sà mismo y por los otros sacerdotes, como también por el pueblo. El becerro (v. 3) y las cabras eran como ofrendas por el pecado, y los carneros para ofrendas quemadas. Las cabras, aunque usadas de manera distinta, constituÃan una sola ofrenda. Las dos eran presentadas ante el Señor, y el destino de ellas era determinado por suertes, lo que los escritores judÃos describen asÃ: El sacerdote, colocando una cabra a su mano derecha y la otra a su izquierda, tomaba su lugar junto al altar, y echaba en una urna dos piezas de oro iguales, inscrita la una con las palabras âpara el Señorâ y la otra âpor Azazelâ (cabar de escape). Después de sacudir bien las dos piezas, metÃa sus dos manos en la urna y tomaba una pieza en cada mano: la que estaba en su mano derecha, ponÃa sobre la cabeza de la cabra a su derecha, y la que estaba en su mano izquierda, dejaba caer sobre la otra. De esta manera se decidÃa la suerte de cada una.
11-14. hará llegar Aarón el becerro que era suyo para expiación, etc.âLa primera parte del servicio tenÃa por motivo solemnizar su propia mente, como también la mente del pueblo, mediante el ofrecimiento de los sacrificios por sus pecados. Siendo sacrificadas las ofrendas por el pecado eran judicialmente transferidos a ellas los pecados del ofrecedor mediante la imposición de sus manos sobre las cabezas de los animales (cap. 4), y asà el becerro, que habÃa de hacer la expiación por él y por los otros sacerdotes (llamados âsu casaâ, Salmo 135:19), era muerto por manos del sumo sacerdote. Mientras la sangre de la vÃctima era recibida en una vasija tomando el sumo sacerdote en su mano derecha un incensario con carbones vivos, y un plato de incienso en su mano izquierda, entre la solemne atención y las oraciones ardientes de la multitud congregada, cruzaba él el pórtico y el lugar santo, abrÃa el velo exterior hacia el lugar santÃsimo, y luego el velo interior, y, estando ante el arca, depositaba el incensario en el suelo, y vaciando el plato de incienso en su mano, lo vertÃa sobre los carbones vivos, y el departamento se llenaba de humo fragante, destinado, según escritos hebreos, a evitar que algún curioso atisbara demasiado la forma del propiciatorio, que era el trono del Señor. Habiendo hecho esto el sumo sacerdote, perfumaba el santuario, se volvÃa a la puerta, tomaba la sangre del becerro muerto, y llevándola al lugar santÃsimo, la rociaba con el dedo una vez sobre el propiciatorio âhacia orienteâ, o sea, sobre el costado junto a él; y siete veces âhacia el propiciatorioâ. o sea, al frente del arca. Dejando las brasas y el incienso, salÃa una segunda vez, para sacrificar sobre el altar de los holocaustos el macho de cabrÃo, que habÃa sido traÃdo como expiación por el pueblo; y llevando la sangre de éste dentro del lugar santÃsimo, hacÃa las aspersiones como habÃa hecho antes con la sangre del becerro. Mientras el sumo sacerdote estaba ocupado asà en el lugar santÃsimo, no se les permitÃa a los sacerdotes ordinarios quedarse dentro de los lÃmites del tabernáculo. El santuario o lugar santo, y el altar de los holocaustos eran rociados de la misma manera con la sangre de los dos animales. El objeto de este solemne ceremonial era el de impresionar la mente de los israelitas con la convicción de que todo el tabernáculo estaba manchado por los pecados del pueblo culpable, que por sus pecados ellos habÃan perdido el privilegio de la presencia divina y del culto, y que una expiación tenÃa que hacerse como la condición de que Dios permaneciera con ellos. Como los pecados y las negligencias del año anterior habÃan contaminado el sagrado edificio, habÃa que renovar la expiación anualmente. La exclusión de los sacerdotes indicaba su indignidad y las impurezas de su servicio. La aspersión de la sangre mezclada de las dos vÃctimas sobre los cuernos del altar, indicaba que los sacerdotes y el pueblo, de igual modo necesitaban una expiación por sus pecados. Pero como el santuario habÃa sido asà ceremonialmente purificado, y el pueblo de Israel reconciliado por la sangre de las vÃctimas consagradas, Jehová continuaba morando en medio de ellos y honrándolos con su bendita presencia.
20-22. hará llegar el macho cabrÃo vivoâHabiendo sido ya presentado ante el Señor (v. 10), ahora era traÃdo al sumo sacerdote, quien, poniendo las manos sobre su cabeza y habiendo âconfesado sobre él todas las iniquidades del pueblo de Israel, y todas sus rebeliones y todos sus pecadosâ, los transferÃa por este acto al macho cabrÃo como sustituto de ellos. Era entonces entregado en manos de una persona, nombrada para llevarlo lejos a un lugar distante, solitario y desierto, donde en tiempos primitivos era soltado, para que escapara con vida, pero en el tiempo de Cristo, era llevado a una roca alta a 19 kilómetros de Jerusalem, y allÃ, siendo empujado desde un precipicio, era muerto. Los comentadores han discrepado entre sà en sus opiniones acerca del carácter y propósito de esta parte de la ceremonia; considerando, con la Septuaginta y nuestros traductores ingleses que Azazel quiere decir âchivo de escapeâ; otros, que es âuna roca alta escarpadaâ (Bochart); otros, âcosa separada de Diosâ (Ewald, Tholuck); mientras que otros todavia, que es Satanás (Gesenius, Hengstenberg). Esta última opinión se funda en la idea de que ambos machos cabrÃos formaban uno y el mismo sacrificio de expiación, y es apoyada por ZacarÃas capÃtulo 3, que presenta un comentario notable sobre este pasaje. Que hubiese en esta ceremonia singular alguna referencia a una superstición egipcia acerca de Tifón, el espÃritu del mal, que habitaba en el despoblado, y que el propósito fuera el de ridiculizarla por enviar un animal maldito a sus dominios lúgubres, el imposible decirlo. El asunto está envuelto en mucha obscuridad. Pero en cualquiera interpretación parece haber una referencia tÃpica a Cristo, quien llevó nuestros pecados.
23-28. vendrá Aarón al tabernáculo del testimonio, y se desnudará las vestimentas de linoâAl despedir el macho cabrÃo de escape, el sumo sacerdote se preparaba para las partes importantes del servicio que todavÃa quedaban; y para la ejecución de éstas se quitaba su ropa sencilla de lino, y habiéndose bañado, tomaba su ropa pontificia. Asà vestido magnÃficamente, iba a presentar las ofrendas quemadas, que eran señaladas para él y el pueblo, que consistÃan en dos carneros que habÃan sido traÃdos con las ofrendas de expiación, pero reservados hasta entonces. Se ordenaba que el sebo fuese quemado sobre el altar; y lo demás de los cuerpos cortado en pedazos se daba a algunos asistentes sacerdotales, para ser quemado fuera del campamento, conforme con la ley general de las ofrendas por el pecado (cap. 4:8-12; 8:14-17). Las personas empleadas en quemarlos, como también el conductor del animal de escape, eran obligadas a lavar su ropa y bañarse en agua antes que se les permitiera volver al campamento.
29-34. esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez del mes, afligiréis vuestras almasâEste dÃa de expiación anual por todos los pecados, irreverencias e impurezas de todas las clases en Israel, durante el año previo, habÃa de observarse como ayuno solemne, en el cual habÃan de âafligir sus almasâ; era considerado un âsabbathâ, y guardado como âconvocación santaâ, o asamblea para propósitos religiosos, y las personas que hicieran algún trabajo, estarÃan propensas a la pena de muerte. TenÃa lugar en el dÃa décimo del séptimo mes, que correspondÃa a nuestro tres de octubre, y este capÃtulo, junto con el cap. 23:27-32, como contenÃa alusión especial a las observancias del dÃa era leÃdo públicamente. La repetición de estos pasajes, que establecÃan el solemne ceremonial, era muy adecuada para la ocasión, y los detalles de las partes sucesivas del mismo, especialmente el espectáculo de la salida del macho cabrÃo de escape, bajo el cuidado de su conductor, deben haber producido impresiones saludables tanto del pecado como del deber, que no se borrarÃan pronto.