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Sunday, July 20th, 2025
the Week of Proper 11 / Ordinary 16
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Bible Commentaries
Notas de Mackintosh sobre el Pentateuco Notas de Mackintosh
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en dominio público.
Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Mackintosh, Charles Henry. "Comentario sobre Numbers 10". Notas de Mackintosh sobre el Pentateuco. https://studylight.org/commentaries/spa/nfp/numbers-10.html.
Mackintosh, Charles Henry. "Comentario sobre Numbers 10". Notas de Mackintosh sobre el Pentateuco. https://studylight.org/
Whole Bible (21)Individual Books (2)
VersÃculos 1-36
"Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Hazte dos trompetas de plata; de una pieza las harás, para que las uses para llamar a la asamblea, y para el camino del campamento. Y cuando tocad con ellos, toda la congregación se juntará a ti a la puerta del tabernáculo de reunión, y si tocareis con una sola trompeta, entonces los prÃncipes, que son cabezas de los millares de Israel, se juntarán a ti.
Cuando toquéis alarma, los campamentos que están al oriente avanzarán. Cuando toquéis alarma por segunda vez, entonces partirán los campamentos que están al sur; tocarán alarma para sus jornadas. Pero cuando la congregación se haya de reunir, tocaréis, pero no haréis sonar alarma. Y los hijos de Aarón, el sacerdote, tocarán las trompetas; y os serán por estatuto perpetuo por vuestras generaciones.
Y si saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os oprimiere, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados delante de Jehová vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos. Y en el dÃa de vuestra alegrÃa, y en vuestros dÃas solemnes, y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos, y sobre los sacrificios de vuestras ofrendas de paz; para que os sean por memorial delante de vuestro Dios. Yo soy el Señor tu Dios.â VersÃculos 1-10.
Hemos citado la totalidad de este interesante pasaje para el lector, a fin de que tenga ante sÃ, en el verdadero lenguaje de la inspiración, la hermosa institución de "Las trompetas de plata". Entra, con sorprendente adecuación, inmediatamente después de la instrucción respecto al movimiento de la nube, y está ligada, en un no muy marcado, con toda la historia de Israel, no sólo en el pasado sino también en el futuro.
El sonido de la trompeta era familiar para todo oÃdo circuncidado. Era la comunicación de la mente de Dios, en una forma clara y lo suficientemente simple para ser entendida por cada miembro de la congregación, sin importar lo lejos que pudiera estar de la fuente de donde emanaba el testimonio. Dios se encargó de que cada uno en esa vasta asamblea, por lejos que estuviera, escuchara los tonos plateados de la trompeta del testimonio.
Cada trompeta debÃa ser de una sola pieza, y cumplÃan un doble propósito. En otras palabras, la fuente del testimonio fue una, sin embargo, el objeto y el resultado práctico pueden variar. Todo movimiento en el campamento debÃa ser el resultado del sonido de la trompeta. ¿Se reunirÃa la congregación en alegrÃa festiva y adoración? Fue por un cierto sonido de la trompeta. ¿Se reunirÃan las tribus en forma hostil? Fue por un toque de trompeta.
En una palabra, la asamblea solemne y la hueste guerrera; los instrumentos de música y las armas de guerra, todo estaba regulado por la trompeta de plata. Cualquier movimiento, ya sea festivo, religioso u hostil, que no fuera el resultado de ese sonido familiar, podrÃa ser sino el fruto de una voluntad inquieta y no subyugada, que Jehová de ninguna manera podrÃa sancionar. El ejército de peregrinos en el desierto dependÃa tanto del sonido de la trompeta como del movimiento de la nube. el testimonio de Dios, comunicado de esa manera particular, debÃa gobernar cada movimiento a lo largo de los muchos miles de Israel.
Además, correspondÃa a los hijos de Aarón, los sacerdotes, tocar las trompetas, porque la mente de Dios solo puede ser conocida y comunicada en la cercanÃa y comunión sacerdotal. Era el alto y santo privilegio de la familia sacerdotal agruparse alrededor del santuario de Dios, para captar allà el primer movimiento de la nube y comunicarlo a las partes más distantes del campamento. ellos eran responsables de dar un cierto sonido, y cada miembro de la hueste militante era igualmente responsable de prestar una pronta e implÃcita obediencia.
HabrÃa sido inmediatamente una rebelión positiva que cualquiera intentara moverse sin la orden, o rehusarse a moverse una vez dada la orden. Todos tenÃan que esperar el testimonio divino y andar a la luz del mismo en el mismo momento en que fue dado. Moverse sin el testimonio serÃa moverse en la oscuridad; negarse a moverse, cuando se dio el testimonio, serÃa permanecer en la oscuridad.
Esto es muy simple y profundamente práctico. No podemos tener dificultad en ver su fuerza y ââaplicación, en el caso de la congregación en el desierto. Pero recordemos que todo esto era un tipo; y, además, que está escrito para nuestra enseñanza. Estamos solemnemente obligados, por lo tanto, a investigarlo; somos llamados imperiosamente a buscar reunir y atesorar la gran instrucción práctica contenida en la ordenanza singularmente hermosa de la trompeta de plata.
Nada podrÃa ser más oportuno para el momento presente. Enseña una lección a la que el lector cristiano debe prestar su más profunda atención. Establece, de la manera más clara posible, que el pueblo de Dios debe depender absolutamente y estar completamente sujeto al testimonio divino, en todos sus movimientos. Un niño puede leer esto en el tipo que tenemos ante nosotros. La congregación en el desierto no se atrevió a reunirse para ningún objeto festivo o religioso hasta que oyeron el sonido de la trompeta; ni los hombres de guerra podÃan abrocharse las armaduras hasta que la señal de alarma los convocaba para enfrentarse al enemigo incircunciso.
Adoraron y lucharon, viajaron y se detuvieron, en simple obediencia al llamado de la trompeta. No era, de ninguna manera, una cuestión de sus gustos o disgustos, sus pensamientos, sus opiniones o su juicio. Era simple y enteramente una cuestión de obediencia implÃcita. Cada uno de sus movimientos dependÃa del testimonio de Dios, dado por los sacerdotes del santuario. El canto del adorador y el grito del guerrero eran cada uno el simple fruto del testimonio de Dios.
¡Qué hermoso! ¡Qué llamativo! ¡Qué instructivo! Y, añadamos, ¡cuán profundamente práctico! ¿Por qué nos detenemos en ello? Porque creemos firmemente que contiene una lección necesaria para el dÃa en que nos toque la suerte. Si hay un rasgo más caracterÃstico que otro de la hora presente, es la insumisión a la autoridad divina: la resistencia positiva de la verdad cuando exige una obediencia incondicional y entrega de uno mismo.
Todo está bastante bien siempre que sea la verdad exponiendo, con plenitud y claridad divinas, nuestro perdón, nuestra aceptación, nuestra vida, nuestra justicia, nuestra seguridad eterna en Cristo. Esto será escuchado y se deleitará. Pero en el mismo momento en que se convierte en una cuestión de los reclamos y la autoridad de ese bendito que dio Su vida para salvarnos de las llamas del infierno e introducirnos en los goces eternos del cielo, se inician toda clase de dificultades; se plantean todo tipo de razonamientos y preguntas; nubes de prejuicio se juntan en torno al alma y oscurecen el entendimiento, el filo agudo de la verdad se embota o se desvÃa, de mil maneras.
No hay que esperar el sonido de la trompeta; y cuando suena, con un estallido tan claro como el mismo Dios puede dar, no hay respuesta a la convocatoria. Nos movemos cuando deberÃamos estar quietos; y nos detenemos cuando deberÃamos estar en movimiento.
Lector, ¿cuál debe ser el resultado de esto? O ningún progreso en absoluto, o un progreso en la dirección equivocada, que es peor que nada. es absolutamente imposible que podamos avanzar en la vida divina, a menos que nos entreguemos, sin reservas, a la palabra del Señor. Salvos podemos ser, a través de las ricas abundancias de la misericordia divina, ya través de las virtudes expiatorias de la sangre de un Salvador; Pero, ¿estaremos satisfechos con ser salvados por Cristo, y no buscaremos, en alguna medida débil, caminar con él y vivir para él? ¿Aceptaremos la salvación a través de la obra que Ãl ha realizado, no mucho después de una intimidad más profunda de comunión con Ãl y una sujeción más completa a Su autoridad en todas las cosas? ¿Cómo habrÃa sido para Israel en el desierto si hubieran rehusado prestar atención al sonido de la trompeta? Podemos verlo de un vistazo.
Si, por ejemplo, se hubieran atrevido, en cualquier tiempo, a reunirse para un objeto festivo o religioso, sin la convocatoria divinamente señalada; cual hubiera sido el resultado O, más aún, si se hubieran propuesto seguir adelante en su viaje, o salir a la guerra, antes de que la trompeta hubiera sonado una alarma; ¿Cómo hubiera sido? O, finalmente, si se hubieran negado a moverse, cuando fueron llamados por el sonido de la trompeta, ya sea a la asamblea solemne, a la marcha hacia adelante o a la batalla, ¿cómo les habrÃa ido?
La respuesta es tan clara como un rayo de sol. Meditémoslo. Tiene una lección para nosotros. Apliquémosle nuestros corazones. la trompeta de plata asentó y ordenó todo movimiento para el Israel de antaño. El testimonio de Dios debe asentar y ordenar todo para la Iglesia ahora. Esa trompeta de plata fue tocada por los sacerdotes de antaño. Ese testimonio de Dios se conoce ahora en la comunión sacerdotal. Un cristiano no tiene derecho a moverse o actuar aparte del testimonio divino.
Debe esperar la palabra de su Señor. Hasta que lo consiga, debe quedarse quieto. Cuando lo ha conseguido, debe seguir adelante. Dios puede y comunica Su pensamiento a Su pueblo militante ahora, tan claramente como lo hizo con Su pueblo de antaño. Cierto, no es ahora por el sonido de una trompeta, o el movimiento de una nube; sino por Su palabra y EspÃritu. No es por nada que hiera a los sentidos que nuestro Padre nos guÃa; sino por lo que actúa sobre el corazón, la conciencia y el entendimiento. No es por lo que es natural, sino por lo que es espiritual, que Ãl comunica Su mente.
Pero estemos bien seguros de esto, que nuestro Dios puede y da a nuestros corazones plena certeza tanto de lo que debemos hacer como de lo que no debemos hacer; en cuanto a dónde debemos ir, y dónde no debemos ir. Parece extraño verse obligado a insistir en este extraño pasaje que cualquier cristiano debe dudar, y mucho menos negarlo. Y sin embargo asà es. A menudo estamos en duda y perplejidad; y hay algunos que están dispuestos a negar que pueda haber algo parecido a la certeza en cuanto a los detalles de la vida y la acción diarias.
Esto seguramente está mal. ¿No puede un padre terrenal comunicar su mente a su hijo en cuanto a los más mÃnimos detalles de su conducta? ¿Quién negará esto? Y nuestro Padre no puede comunicar Su mente a nosotros, en cuanto a todos nuestros caminos, de dÃa en dÃa Incuestionablemente Ãl puede; y que el lector cristiano no sea despojado del santo privilegio de conocer la mente de su Padre en referencia a cada circunstancia de su vida diaria.
¿Debemos suponer, por un momento, que la Iglesia de Dios está peor, en materia de guÃa, que el campamento en el desierto? Imposible. ¿Cómo es, entonces, que a menudo uno encuentra a los cristianos perdidos en cuanto a sus movimientos? Debe ser debido a la falta de un oÃdo circuncidado para oÃr el sonido de la trompeta de plata, y de la voluntad de un súbdito para dar una respuesta al sonido.
Sin embargo, puede decirse que no debemos esperar oÃr una voz del cielo diciéndonos que hagamos esto o aquello, o que vayamos aquà o allá; ni tampoco encontrar un texto literal de las Escrituras que nos guÃe en los asuntos menores de nuestra historia cotidiana.
¿Cómo, por ejemplo, puede uno saber si debe visitar cierta ciudad y permanecer allà por cierto tiempo? Respondemos: Si se circuncida la oreja, ciertamente oiréis la trompeta de plata. Hasta que suene, nunca te muevas: cuando suene, nunca te detengas. Esto hará que todo sea tan claro, tan simple, tan seguro, tan cierto. Es la gran cura para la duda, la vacilación y la vacilación. Nos salvará de la necesidad de correr a pedir consejo a tal y cual, sobre cómo debemos actuar, o hacia dónde debemos ir.
y, además, nos enseñará que no es asunto nuestro intentar controlar las acciones o movimientos de los demás. Que cada uno tenga el oÃdo abierto, y el corazón sujeto, y entonces, con seguridad, poseerá toda la certeza que Dios le puede dar, en cuanto a cada uno de sus actos y movimientos, de dÃa en dÃa. Nuestro siempre misericordioso Dios puede dar claridad y decisión en cuanto a todo. Si él no lo da, nadie puede. Si lo hace, nadie necesita.
Tanto en cuanto a la hermosa institución de la trompeta de plata, que no seguiremos ahora, aunque, como hemos notado anteriormente, no se limita, en su aplicación a Israel en el desierto, sino que está ligada a toda su historia. derecho adelante hasta el final. Asà tenemos la fiesta de las trompetas; la trompeta del jubileo; el toque de trompetas sobre sus sacrificios, sobre el cual no nos detenemos ahora, ya que nuestro objetivo inmediato es ayudar al lector a captar la gran idea presentada en el párrafo inicial de nuestro capÃtulo. ¡Que el EspÃritu Santo grabe en nuestros corazones la lección necesaria de "las trompetas de plata"!
Hemos recorrido ahora, en nuestras meditaciones sobre este precioso libro, el momento en que el campamento está llamado a seguir adelante. Todo está debidamente ordenado, según ese gran regulador "El mandamiento del Señor". Cada hombre según su pedigrÃ, y cada tribu según su estándar, está en el lugar divinamente señalado. Los levitas están en sus puestos, cada uno con su propio trabajo claramente definido que hacer.
Se hace provisión completa para la limpieza del campamento de toda especie de contaminación; y no sólo eso, sino que se despliega el alto estandarte de la santidad personal y se presentan los frutos de la benevolencia activa. Luego tenemos el candelero de oro y sus siete lámparas, dando su luz pura y preciosa. Tenemos la columna de fuego y de nube; y, finalmente, el doble testimonio de la trompeta de plata.
En definitiva, nada le falta a la hueste peregrina. Un ojo vigilante, una mano poderosa y un corazón amoroso han provisto todas las contingencias posibles, para que toda la congregación en el desierto, y cada miembro en particular, puedan estar "completamente equipados".
Esto es sólo lo que podrÃamos esperar. Si Dios se compromete a proveer para alguien, o para cualquier pueblo, la provisión, por necesidad, debe ser perfecta. Es totalmente imposible que Dios pueda omitir cualquier cosa necesaria. Ãl sabe todas las cosas y puede hacer todas las cosas. Nada puede escapar a Su ojo vigilante; nada está más allá de Su mano omnipotente. Por lo tanto, todos aquellos que pueden decir verdaderamente: "El Señor es mi pastor", pueden agregar, sin vacilación ni reserva: "Nada me faltará.
'' el alma que está, en verdad y en realidad, apoyada en el brazo del Dios viviente, nunca jamás podrá carecer de ningún bien. El pobre corazón necio puede imaginar mil deseos; pero Dios sabe lo que realmente queremos, y Ãl proveerá para TODOS.
Asà pues, el campamento está listo para moverse; pero, por extraño que parezca, hay una desviación del orden establecido en la apertura del libro. El arca del pacto, en lugar de reposar en el seno del campamento, va al frente mismo. En otras palabras, Jehová, en lugar de permanecer en el centro de la congregación para ser atendido allÃ, en realidad condesciende, en Su maravillosa e inimitable gracia, a hacer la obra de un avant-courier para Su pueblo.
Pero veamos qué es lo que conduce a esta conmovedora demostración de gracia. âY Moisés dijo a Hobab, hijo de Ragüel madianita, suegro de Moisés: Vamos al lugar del cual dijo el Señor: Te lo daré; ven con nosotros y te haremos bien. porque Jehová ha hablado bien de Israel. Y le dijo: No iré, sino que me iré a mi tierra y a mi parentela. Y él dijo: Te ruego que no nos dejes, puesto que tú tú sabes cómo acamparemos en el desierto, y tú nos serás en lugar de ojos".
Ahora bien, ¡si no supiéramos algo de nuestro propio corazón, y la tendencia del mismo a apoyarse en la criatura! en lugar del Dios viviente, bien podrÃamos maravillarnos de lo anterior. PodrÃamos sentirnos dispuestos a preguntar: ¿Qué podrÃa querer Moisés con los ojos de Hobab? ¿No fue Jehová suficiente? ¿No conocÃa Ãl el desierto? ¿PermitirÃa que se extraviaran? ¿Qué o [la nube y la trompeta de plata? ¿No eran mejores que los ojos de Hobab? ¿Por qué, entonces, Moisés buscó ayuda humana? ¡Pobre de mÃ! ¡Pobre de mÃ! Pero podemos entender muy bien la razón.
Todos conocemos, para nuestro pesar y pérdida, la tendencia del corazón a apoyarse en algo que nuestros ojos pueden ver. No nos gusta ocupar el terreno de la dependencia absoluta de Dios en cada paso del viaje. nos resulta difÃcil apoyarnos en un brazo invisible. Un Hobab que podemos ver inspira como con más confianza que el Dios vivo a quien no podemos ver. Avanzamos con consuelo y satisfacción cuando poseemos el semblante y la ayuda de algún pobre mortal que falla; pero dudamos, vacilamos y nos acobardamos cuando nos llaman a seguir adelante con una fe desnuda en Dios.
Estas declaraciones pueden parecer fuertes; pero la pregunta es, ¿son ciertas? ¿Hay algún cristiano que lea estas lÃneas que no reconocerá libremente que es asÃ? Todos somos propensos a apoyarnos en un brazo de carne y hueso, y eso, además, frente a mil y un ejemplos de la locura de hacerlo. Hemos probado, incontables veces, la vanidad de todas las confidencias de la criatura, y sin embargo confiaremos en la criatura.
Por otro lado, hemos probado una y otra vez la realidad de apoyarse en la palabra y en el brazo del Dios vivo. Hemos descubierto que Ãl nunca nos ha fallado, nunca nos ha defraudado, no, que Ãl siempre ha hecho mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos; y, sin embargo, estamos siempre dispuestos a desconfiar de Ãl, siempre dispuestos a apoyarnos en cualquier caña quebrada, y acudir a cualquier cisterna rota.
Asà es con nosotros; Pero, bendito sea Dios, su gracia abunda para con nosotros, como abundó para con Israel, en la ocasión a que ahora nos referimos. Si Moisés buscará la guÃa de Hobab, Jehová le enseñará a Su Siervo que Ãl mismo es suficiente como guÃa. ây partieron del monte del Señor camino de tres dÃas; y el arca del pacto del Señor iba delante de ellos en el camino de tres dÃas, buscándoles un lugar de descanso.
¡Qué rica, qué preciosa gracia! En lugar de encontrar un lugar de descanso para Ãl, Ãl encontrarÃa un lugar de descanso para ellos. ¡Qué pensamiento! ¡El Dios poderoso, el Creador de los confines de la tierra, atravesando el desierto en busca de un lugar adecuado para acampar para un pueblo que estaba listo, en cada recodo de su camino, para murmurar y rebelarse contra Ãl!
Asà es nuestro Dios, siempre "paciente, misericordioso, poderoso, santo" siempre levantándose, en la magnificencia de Su gracia, sobre toda nuestra incredulidad y fracaso, y probándose a Sà mismo superior, en Su amor, a todas las barreras que nuestra infidelidad levantarÃa. Ãl, con toda seguridad, probó a Moisés ya Israel que Ãl era mucho mejor como guÃa que diez mil Hobabs. No se nos dice en este lugar si Hobab fue o no.
Ciertamente rechazó la primera apelación, y quizás también la segunda. Pero se nos dice que el Señor fue con ellos. "La nube de Jehová estaba sobre ellos de dÃa, cuando salÃan del campamento". ¡Bendito refugio en el desierto! ¡Bendito, recurso inagotable, en todo! Fue delante de Su pueblo para buscarles un lugar de descanso, y cuando hubo encontrado un lugar adecuado a sus necesidades, se detuvo con ellos y extendió Su ala protectora sobre ellos, para protegerlos de todo enemigo.
Lo halló en tierra desierta, y en desierto aullador yermo; lo guió, lo instruyó, guardó la voluntad como la niña de sus ojos. Como el águila que agita su nido, revolotea sobre sus polluelos, se extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus alas; asà el Señor solo lo guió, y no hubo dios extraño con él". ( Deuteronomio 32:10-12 .) "Ãl extendió una nube por cubierta, y fuego para alumbrar en la noche". Salmo 105:39 .
Asà pues, todo fue provisto, según la sabidurÃa, el poder y la bondad de Dios. Nada faltaba ni podÃa faltar, puesto que Dios mismo estaba allÃ. âY aconteció que cuando el arca se puso en marcha, Moisés dijo: Levántate, Señor, y sean esparcidos tus enemigos, y huyan de delante de ti los que te aborrecen. Y cuando se detuvo, dijo: Vuélvete, oh Señor, a los muchos miles de Israel".