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Thursday, July 17th, 2025
the Week of Proper 10 / Ordinary 15
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Bible Commentaries
El Comentario BÃblico del Expositor El Comentario BÃblico del Expositor
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesÃa de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Kings 12". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/commentaries/spa/teb/2-kings-12.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Kings 12". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/
Whole Bible (20)Individual Books (1)
VersÃculos 1-21
ATHALA
(BC 842-836)
JOASH BEN AHAZIAH DE JUDAH
(BC 836-796)
2 Reyes 11:1 ; 2 Reyes 12:1
" Par cette fin terrible, et due a ses forfaits,
Apprenez, Roi des Juifs, et n'oubliez jamais,
Que les rois dans le ciel ont un juge severa,
L'innocence un vengeur, et les orphelins un pere! "
- RACINE, " Athalie ".
"Independientemente del vaivén del torbellino,
Que, callado en un reposo lúgubre, espera su presa vespertina ".
- GRIS.
ANTES de seguir los destinos de la Casa de Jehú, debemos volver a Judá y observar las consecuencias finales de la ruina que vino en el tren del matrimonio tirio de Acab, y trajo el asesinato y la idolatrÃa a Judá, asà como a Israel.
AtalÃa, quien, como reina madre, era más poderosa que la reina consorte ( malekkah ), era la verdadera hija de Jezabel. Ella exhibe la misma fiereza impávida, el mismo fanatismo idólatra, la misma resolución rápida, la misma maldad cruel y sin escrúpulos.
Se podrÃa haber supuesto que la miserable enfermedad de su esposo Joram, seguida tan rápidamente por el asesinato, después de un año de reinado, de su hijo OcozÃas, podrÃa haber ejercido sobre su carácter la influencia suavizante de la desgracia. Por el contrario, solo vio en estos eventos un camino corto hacia la consumación de su ambición.
Bajo Joram habÃa sido reina: bajo OcozÃas habÃa ejercido una influencia aún más poderosa como Gebirah , y habÃa ejercido su dominio por igual sobre su marido y sobre su hijo, cuyo consejero debÃa obrar mal. Su intención distaba mucho de hundirse dócilmente de su puesto de mando en la abyecta nulidad de una viuda envejecida y despreciada en un aburrido serrallo provincial. Ella incluso pensó que
"Para reinar vale la ambición aunque en el infierno
Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo ".
La familia real de la Casa de David, numerosa y floreciente como lo fue antes, habÃa sido diezmada recientemente por crueles catástrofes. Joram, instigado probablemente por su esposa pagana, habÃa matado a sus seis hermanos menores. 2 Crónicas 21:2 Más tarde, árabes y filisteos, en su insultante invasión, no sólo saquearon su palacio, sino que se llevaron a sus hijos; de modo que, según el Cronista, "nunca le quedó un hijo, salvo Joacaz [ i.
mi. , OcozÃas], el menor de sus hijos ". 2 Crónicas 21:17 Es posible que haya tenido otros hijos después de esa invasión; y OcozÃas habÃa dejado hijos, quienes, sin embargo, debÃan haber sido todos muy jóvenes, 'ya que sólo tenÃa veinte años. dos o veintitrés cuando los sirvientes de Jehú lo asesinaron. AtalÃa, naturalmente, podrÃa haber esperado la regencia, pero esto no la satisfizo.
Cuando vio que su hijo OcozÃas estaba muerto, "se levantó y destruyó toda la simiente real". En aquellos dÃas se pensaba poco en la vida de un niño; y a AtalÃa le pesaba menos que nada que estos inocentes fueran sus nietos. Ella mató a todos de cuya existencia estaba consciente, y audazmente se apoderó de la corona. Ninguna reina jamás habÃa reinado sola ni en Israel ni en Judá. Judá debe haber caÃdo muy bajo, y los talentos de AtalÃa deben haber estado dominando, o ella nunca podrÃa haber establecido un precedente nunca antes soñado, al imponer al pueblo de David durante seis años el yugo de una mujer, y esa mujer media -Idólatra fenicia. ¡Sin embargo, asà fue! Athaliah, como su prima Dido, se sentÃa lo suficientemente fuerte como para gobernar.
Pero la crueldad de una mujer fue burlada por la astucia de una mujer. OcozÃas tenÃa una media hermana por parte del padre, la princesa Josaba, o Josabeat, que estaba entonces o después (se nos dice) casada con Joiada, el sumo sacerdote. Los secretos de los harenes están ocultos profundamente, y es posible que AtalÃa se haya mantenido deliberadamente en ignorancia del nacimiento de OcozÃas de un bebé cuya madre era SibÃas de Beerseba, y que habÃa recibido el nombre de Joás.
Si ella sabÃa de su existencia, se le debió haber lanzado alguna artimaña, y debió haberle hecho creer que él también habÃa sido asesinado. Pero no lo habÃan matado. Josaba "lo robó de entre los hijos del rey que habÃan sido muertos" y, con la connivencia de su nodriza, lo escondió de los asesinos enviados por AtalÃa en el almacén del palacio en el que se guardaban camas y sillones. De allÃ, en el primer momento favorable, trasladó al niño y a la niñera a una de las cámaras de los tres pisos que rodeaban el templo y que se utilizaban de diversas formas como guardarropas o como habitaciones.
El escondite estaba a salvo; porque bajo AtalÃa, el Templo de Jehová cayó en descuido y descrédito, y sus ministros residentes no serÃan numerosos. No habrÃa sido difÃcil, en la reclusión de la vida oriental, para Josaba hacer pasar al bebé como su propio hijo a todos menos a los pocos que conocÃan el secreto.
Pasaron seis años y la mano de hierro de AtalÃa aún mantenÃa al pueblo en sujeción. Ella habÃa establecido valientemente en Judá el culto a Baal de su madre. Baal tenÃa su templo no lejos del de Jehová; y aunque AtalÃa no imitó a Jezabel al perseguir a los adoradores de Jehová, hizo a su propio sumo sacerdote, Matán, una persona mucho más importante que Joiada para todos los que deseaban propiciar los favores de la corte.
Joás habÃa llegado ahora a su séptimo año, y un prÃncipe judÃo en su séptimo año es considerado algo más que un simple niño. Joiada pensó que habÃa llegado el momento de asestarle un golpe a su favor y de librarlo del espantoso confinamiento que le impedÃa salir del recinto del templo.
En secreto, comenzó a manipular a los guardias tanto del templo como del palacio. Sobre los guardias LevÃticos, indignados por la intrusión del culto a Baal, podrÃa contar con seguridad, y los caritas y los corredores de la reina probablemente no fueran muy devotos del gobierno de la reina alienÃgena idólatra y parecida a un hombre. Haciendo un juramento de ellos en secreto, los obligó a ser fieles al niño que trajo de la cámara del templo como su legÃtimo señor, y el hijo de su difunto rey.
La trama estaba bien trazada. HabÃa cinco capitanes de los quinientos guardaespaldas reales, y el sacerdote los alistó a todos en secreto en el servicio. El Cronista dice que también envió a todos los principales levitas y los recogió en Jerusalén para la emergencia. Los arreglos del sábado le dieron una facilidad especial a sus planes; porque ese dÃa sólo una de las cinco divisiones de guardias montó guardia en el palacio, y las otras fueron puestas en libertad para el servicio del Templo.
Evidentemente, se habÃa anunciado que se llevarÃa a cabo una gran ceremonia en el santuario de Jehová; porque todo el pueblo, se nos dice, estaba reunido en los atrios de la casa del Señor. Joiada ordenó a una de las compañÃas que custodiara el palacio; otro para estar en la "puerta Sur ", o la puerta "de la Fundación"; otro en la puerta detrás del cuartel (?) de los corredores de palacio, para ser una barrera contra cualquier incursión del palacio.
Dos más fueron para garantizar la seguridad del pequeño rey al vigilar los recintos del Templo. Los oficiales levÃticos debÃan proteger la persona del rey con filas apretadas. Joiada los armó con lanzas y escudos que David habÃa colocado como trofeos en el pórtico; y si alguien intentaba abrirse paso dentro de sus lÃneas, lo mataban.
El único peligro que habÃa que aprehender era el de los mercenarios caritas o los sirvientes de palacio de la reina: entre todos los demás, Joiada encontró una deserción generalizada. El pueblo, los levitas, incluso los soldados, todos odiaban al usurpador adorador de Baal.
En el fatÃdico momento, los guardias se dispusieron en dos filas densas, comenzando desde ambos lados del pórtico, hasta que sus filas se encontraron más allá del altar, para formar un seto alrededor del niño real. En este espacio triangular, el sumo sacerdote condujo al joven prÃncipe, y lo colocó junto al maststsebah, un pilar prominente en el atrio del templo, ya sea uno de los pilares de Salomón, Jachin y Booz, o alguna construcción especial de dÃas posteriores.
A su alrededor estaban los prÃncipes de Judá, y allÃ, en medio de ellos, Joiada colocó la corona sobre su cabeza, y en un sÃmbolo significativo también colocó ligeramente sobre ella por un momento "El Testimonio", tal vez los Diez Mandamientos y el Libro de el Pacto, el fragmento más antiguo del Pentateuco que estaba guardado con la olla de maná dentro o frente al Arca. Luego derramó sobre la cabeza del niño el aceite consagrado y dijo: "¡Viva el rey!"
La finalización de la ceremonia estuvo marcada por el sonido de los cuernos de los carneros, el sonido más suave de las trompetas de plata y los gritos de respuesta de los soldados y del pueblo. El tumulto, o la noticia del mismo, llegó a oÃdos de AtalÃa en el palacio vecino y, con todo el coraje impávido de su madre, llamó instantáneamente a su escolta y entró en el templo para ver por sà misma lo que estaba sucediendo.
Probablemente realizó el ascenso que Salomón habÃa hecho desde el palacio hasta el patio del templo, aunque durante mucho tiempo le habÃan robado sus metales preciosos y sus maderas perfumadas. Ella abrió el camino y pensó en sobrecoger con su ascendencia personal cualquier irregularidad que pudiera estar ocurriendo; porque en el silencio mortal al que habÃa reducido a sus súbditos, no parece haber soñado con la rebelión. Tan pronto como ella entró, los guardias se cerraron detrás de ella, excluyendo y amenazando a su escolta.
Una mirada fue suficiente para revelarle el significado de toda la escena. AllÃ, con túnicas reales y coronada con la corona real, estaba su pequeño nieto desconocido junto a la matstsebah , mientras a su alrededor estaban los lÃderes del pueblo y los trompetistas, y las multitudes seguÃan haciendo sonar su tumulto de aclamación desde el patio de abajo. En esa vista ella leyó su perdición. Rasgando su ropa, se volvió para volar, gritando, "¡Traición! ¡Traición!" Entonces sonaron las órdenes del sacerdote: "Mantenla entre las filas, hasta que la hayas sacado del área del Templo; y si alguno de sus guardias la sigue o trata de rescatarla, mátalo con la espada".
Pero que los atrios sagrados no se contaminen con su sangre. Asà que le abrieron paso, y como no podÃa escapar, pasó entre las filas de levitas y soldados hasta que llegó a la carretera privada de carruajes por la que los reyes iban en coche. Allà cayó la espada de la venganza. AtalÃa desaparece de la historia, y con ella la raza oscura de Jezabel. Pero su historia vive en la música de Handel y el verso de Racine.
Esta es la única revolución registrada en la historia de Judá. En dos casos posteriores, un rey de Judá fue asesinado, pero en ambos casos "el pueblo de la tierra" restauró al heredero davÃdico. La vida en Judá fue menos dramática y emocionante que en Israel, pero mucho más estable; y esto, junto con la inmunidad comparativa frente a invasiones extranjeras, constituÃa una inmensa ventaja.
Joiada, por supuesto, se convirtió en regente del joven rey y continuó siendo su guÃa durante muchos años, de modo que incluso las dos esposas del rey fueron seleccionadas por su consejo. Como la nación se habÃa distraÃdo con idolatrÃas, hizo el pacto entre el rey y el pueblo de que serÃan leales entre sÃ, y entre Joiada y el rey y el pueblo de que serÃan el pueblo de Jehová. Tales pactos no fueron infrecuentes en la historia judÃa.
Tal pacto habÃa sido hecho por Asa 2 Crónicas 15:9 después de la apostasÃa de Abiam, como fue hecho posteriormente por EzequÃas 2 Crónicas 29:10 y por JosÃas. 2 Crónicas 29:31 El nuevo pacto y la sensación de despertar del sueño de la apostasÃa culpable provocaron un arrebato de entusiasmo espontáneo en los corazones de la población.
Por su propio impulso, se apresuraron al templo de Baal que habÃa levantado AtalÃa, lo desmantelaron y rompieron en pedazos sus altares e imágenes. El motÃn solo estuvo manchado por un solo asesinato. Mataron a Matán, el sacerdote Baal de AtalÃa, ante los altares de su dios.
Con Joiada comienza el tÃtulo de "sumo sacerdote". Hasta ahora no se le habÃa dado ni siquiera a Aarón, o Elà o Sadoc un nombre más alto que el de "sacerdote"; pero a partir de entonces se da el tÃtulo de "sumo sacerdote" a sus sucesores, entre los que inauguró una nueva época.
Ahora, el objetivo de Joiada era restaurar todo el esplendor y la solemnidad que pudiera al culto abandonado del templo, que habÃa sufrido en todos los sentidos por las invasiones de Baal. Hizo esto antes de la segunda inauguración solemne del rey. Incluso los cargadores habÃan sido eliminados, de modo que el templo podÃa ser contaminado en cualquier momento por la presencia de impuros, y todo el servicio de sacerdotes y levitas habÃa caÃdo en desuso.
Luego tomó a los capitanes, a los carianos y a los prÃncipes, y condujo al niño-rey, en medio de la multitud de su gente que gritaba y se regocijaba, desde el templo hasta su propio palacio. Allà lo sentó en el trono de león de su padre Salomón, en el gran salón de la justicia, y la ciudad quedó en silencio y la tierra descansó. Según el historiador, "Joás hizo bien todos sus dÃas, porque el sacerdote Joiada lo instruyó.
"La adición común de que" aunque no se quitó el bamot , y el pueblo todavÃa sacrificaba y ofrecÃa incienso allà ", no es una derogación de los méritos de Joás, y tal vez ni siquiera de Joiada, ya que si entonces existiera la ley contra el bamot , se habÃa vuelto absolutamente desconocido, y estos santuarios locales se consideraban propicios para la religión verdadera.
Era natural que el hijo del Temple tuviera en su corazón los intereses del Templo en el que habÃa pasado sus primeros dÃas, y al refugio al que debÃa su vida y su trono. La casa sagrada habÃa sido insultada y saqueada por personas a quienes el Cronista llama "los hijos de AtalÃa, esa mujer malvada", es decir, 2 Crónicas 24:7 , probablemente, sus seguidores.
No solo se habÃan robado sus tesoros para enriquecer la casa de Baal, sino que se habÃa dejado que se deteriorara por completo. Las brechas se abrÃan en los muros exteriores y los mismos cimientos eran inseguros. La necesidad de restaurarlo ocurrió, no, como deberÃamos haber esperado, a los sacerdotes que vivÃan en su altar, sino al niño-rey. Ordenó a los sacerdotes que se hicieran cargo de todo el dinero entregado al Templo por las cosas sagradas, todo el dinero pagado en moneda corriente, y todas las cuotas por diversas multas y votos, junto con cada contribución voluntaria.
DebÃan tener todos estos ingresos a su disposición y hacerse responsables de las reparaciones necesarias. Según el Chronicler, además iban a obtener una suscripción en todo el paÃs de todos sus amigos personales.
La orden del rey habÃa sido urgente. El dinero habÃa llegado al principio, pero no se hizo nada. Joás habÃa cumplido los veintitrés años de su reinado y tenÃa treinta años; pero el Templo permaneció en su antiguo y sórdido estado. El rey pasa por alto el asunto de la manera más liviana, cortés y considerada que pudo; pero si no acusa a los sacerdotes de malversación franca, les reprocha la negligencia más reprobable.
Eran los guardianes designados de la casa: ¿por qué sufrÃan sus ruinosos para permanecer intactos año tras año, mientras seguÃan recibiendo la corriente dorada que se derramaba -pero ahora, debido al disgusto de la gente, en volumen disminuido- en sus arcas? "No tomes más dinero, por lo tanto", dijo, "de tus conocidos, sino entrégalo para las brechas de la casa". Por lo que ya habÃan recibido, no los llama a rendir cuentas, sino que de ahora en adelante toma todo el asunto en sus propias manos.
Los sacerdotes negligentes no recibirÃan más contribuciones y no serÃan responsables de las reparaciones. Sin embargo, Joás ordenó a Joiada que tomara un cofre y lo pusiera junto al altar de la derecha. Todas las contribuciones debÃan depositarse en este cofre. Cuando estuvo lleno, los levitas lo llevaron sin abrir al palacio, 2 Crónicas 24:11 y allà el canciller del rey y el sumo sacerdote hicieron pesar los lingotes y contar el dinero; se sumó su valor y se entregó inmediatamente a los arquitectos, quienes lo pagaron a los carpinteros y albañiles.
Los sacerdotes se quedaron en posesión del dinero para las ofrendas por la culpa y para las ofrendas por el pecado, pero con el resto de los fondos no tenÃan nada que hacer. De esta manera se restauró la confianza que evidentemente habÃa perdido la dirección de la jerarquÃa, y con renovada confianza en la administración se vertieron nuevos regalos. Incluso en la cautelosa narración del Cronista, está claro que los sacerdotes apenas salÃan de estas transacciones con colores de vuelo.
Si su honestidad no está formalmente impugnada, al menos su letargo es obvio, como lo es el hecho de que no habÃan logrado inspirar el celo del pueblo hasta que el joven rey tomó el asunto en sus propias manos.
El largo reinado de Joás terminó en eclipse y asesinato. Si la tradición posterior es correcta, también se oscureció con una ingratitud y un crimen atroces.
Porque, según el Cronista, Joiada murió a la avanzada edad de ciento treinta años, y fue sepultado, como un honor insólito, en los sepulcros de los reyes. Cuando murió, los prÃncipes de Judá vinieron a Joás, que habÃa sido rey durante muchos años, y con una extraña rapidez tentó al celoso reparador del templo de Jehová a una apostasÃa idólatra. Con palabras suaves lo sedujeron para que adorara a Asherim.
Verdaderamente serÃa maravilloso que el hijo del templo se convirtiera en su enemigo, y el que habÃa hecho un pacto con Jehová se apartara de los baales. Pero lo peor siguió. Los profetas lo reprendieron, y él no les hizo caso, a pesar de "la grandeza de las cargas", es decir , la multitud de amenazas que se le imponÃan. 2 Crónicas 24:27 Se despreciaron las severas arengas denunciantes.
Por último, ZacarÃas, hijo de su benefactor Joiada, reprendió al rey y al pueblo. Gritó en voz alta desde alguna eminencia en el patio del templo, que "habiendo transgredido los mandamientos de Jehová, no podÃan prosperar; lo habÃan abandonado, y él los abandonarÃa". Enfurecido por esta profecÃa de aflicción, el pueblo culpable, por orden de su rey más culpable, lo apedreó hasta la muerte. Mientras agonizaba, exclamó: "¡El Señor lo mire y lo requiera!"
El completo silencio del anciano y la mejor autoridad podrÃan llevarnos a esperar que haya lugar para dudar de la veracidad de la tradición mucho más tardÃa. Sin embargo, ciertamente habÃa una creencia persistente de que ZacarÃas habÃa sido martirizado de esa manera. Una leyenda salvaje, relatada, en el Talmud, nos dice que cuando Nabuzaradán conquistó Jerusalén y entró al Templo, vio sangre burbujeando desde el piso de la corte, y masacró noventa y cuatro mirÃadas, de modo que la sangre fluyó hasta tocar la sangre. de ZacarÃas, para que se cumpliera lo dicho: Oseas 4:2 "La sangre toca la sangre.
"Cuando vio la sangre de ZacarÃas, y notó que estaba hirviendo y agitada, preguntó:" ¿Qué es esto? "Y le dijeron que era la sangre derramada de los sacrificios. Al encontrar que esto era falso, amenazó con peinar la carne de los sacerdotes con panales de hierro si no decÃan la verdad. Luego confesaron que era la sangre del asesinado ZacarÃas. "Bueno", dijo, "lo pacificaré.
"Primero mató al SanedrÃn mayor y menor, pero la sangre no reposó. Luego sacrificó a jóvenes y doncellas; pero la sangre aún burbujeaba: Al final gritó:" ZacarÃas, ZacarÃas, ¿debo entonces matarlos a todos? " la sangre estaba quieta, y Nabuzaradán, pensando cuánta sangre habÃa derramado, huyó, se arrepintió y se convirtió en un prosélito judÃo.
Quizás la peor caracterÃstica de la historia contra Joash podrÃa haber sido susceptible de una coloración menos impactante. Naturalmente, toda su vida habÃa estado bajo la influencia de la dominación sacerdotal. La ascendencia que habÃa adquirido Joiada como sacerdote-regente se habÃa mantenido hasta mucho después de que el joven rey llegara a la plena madurez. Sin embargo, finalmente chocó con el cuerpo sacerdotal. Ãl tenÃa razón; estaban claramente equivocados.
El cronista, e incluso los historiadores más antiguos, suavizan la historia contra los sacerdotes tanto como pueden; pero en las dos narraciones es evidente que Joiada y toda la jerarquÃa habÃan sido más cuidadosos con sus propios intereses que con los del Templo, del cual ellos eran los guardianes designados. Incluso si pueden ser absueltos de posibles actos ilÃcitos, han sido culpables de un descuido reprensible.
Está claro que en este asunto no se ganaron la confianza del pueblo; Durante el tiempo que tuvieron la administración de los asuntos, las fuentes de munificencia se secaron o solo fluyeron en escasos arroyos, mientras que se derramaron con alegre abundancia cuando la administración de los fondos se colocó principalmente en manos de laicos bajo la autoridad del rey. canciller. Es probable que cuando Joiada murió, Joás pensó que era correcto afirmar su autoridad real en una mayor independencia del grupo sacerdotal; y ese grupo estaba encabezado por ZacarÃas, hijo de Joiada.
El Cronista dice que profetizó: eso, sin embargo, no lo constituirÃa necesariamente en profeta, como tampoco lo constituÃa Caifás. Si él era un profeta, y todavÃa estaba a la cabeza de los sacerdotes, proporciona un ejemplo casi solitario de tal posición. La posición de un profeta, ocupado en la gran obra de la reforma moral, era tan esencialmente antitética a la de los sacerdotes, absortos en ceremonias rituales, que no hay ningún cuerpo de hombres en las Escrituras de quienes, en su conjunto, tengamos una relación más lamentable. registro que de los sacerdotes judÃos.
Desde Aarón, que hizo el becerro de oro, hasta UrÃas, que sancionó el altar idólatra de Acaz, y asà hasta Anás y Caifás, que crucificaron al Señor de la gloria, prestaron pocos servicios destacados a la religión verdadera. Se opusieron a UzÃas cuando invadió sus funciones, pero aceptaron todas las idolatrÃas y abominaciones de Roboam, AbÃas, OcozÃas, Acaz y muchos otros reyes, sin una sola sÃlaba de protesta registrada.
Cuando un profeta surgió de sus filas, se pusieron de acuerdo y se aliaron contra él. Se burlaron y ridiculizaron a IsaÃas. Cuando JeremÃas se levantó entre ellos, el sacerdote Pasur lo golpeó en la mejilla, y todo el cuerpo lo persiguió hasta la muerte, dejándolo protegido solo por la piedad de eunucos y cortesanos. Ezequiel era el sacerdote más sacerdotal de los profetas y, sin embargo, se vio obligado a denunciar las apostasÃas que permitÃan en el mismo templo.
Las páginas de los profetas resuenan con denuncias de sus contemporáneos sacerdotales. IsaÃas 24:2 ; Jeremias 5:31 ; Jeremias 23:11 ; Ezequiel 7:26 ; Ezequiel 22:26 ; Oseas 4:9 ; Miqueas 3:11 , etc .
No sabemos lo suficiente de ZacarÃas para decir mucho sobre su carácter; pero los sacerdotes de todas las épocas se han mostrado como los enemigos más inescrupulosos e implacables. Probablemente Joás tenÃa para él la misma relación que Enrique II tenÃa con Thomas a Becket. El asesinato del sacerdote puede haber sido debido a un arrebato de pasión por parte de los amigos del rey, o del propio rey, como parece haber sido amable su carácter, sin ser el acto de negra ingratitud que las tradiciones tardÃas representaron.
La leyenda sobre la sangre de ZacarÃas representa el espÃritu del sacerdote tan implacablemente implacable que despierta el asombro e incluso las reprimendas del idólatra babilónico. DifÃcilmente podrÃa haber surgido una leyenda asà en el caso de un hombre que no fuera un oponente formidable. El asesinato de Joás pudo haber sido, a su vez, el resultado final de la venganza del partido sacerdotal. Los detalles de la historia deben dejarse a la inferencia y la conjetura, especialmente porque ni siquiera se mencionan en los analistas anteriores y más imparciales.
Es al menos singular que mientras se culpa a Joás, el rey, de continuar la adoración en el bamot , no se culpa a Joiada, el sumo sacerdote, aunque continuaron durante su larga y poderosa regencia. Además, tenemos un ejemplo de la autocracia del sacerdote regente que difÃcilmente puede considerarse que redunde en su mérito. Se conserva en una alusión accidental en la página de JeremÃas.
En Jeremias 29:26 leemos su reprensión y condenación de la profecÃa mentirosa del sacerdote SemaÃas el nehelamita, porque como sacerdote habÃa enviado una carta al sumo sacerdote SofonÃas y a todos los sacerdotes, instándolos como sucesores de Joiada a seguir la decisión de Joiada, que iba a poner a JeremÃas en un collar.
Porque Joiada, dijo, "habÃa ordenado a los sacerdotes, como oficiales [ pakidim ] en la casa de Jehová, que pusieran en el cepo a todo aquel que enloqueciese y se hiciese profeta. Jeremias 29:24 Si, pues, el Joiada al que se refiere es el sacerdote-regente, como indudablemente parece ser el caso, vemos que odiaba toda interferencia de los profetas de Jehová con su gobierno.
Que los profetas solÃan ser considerados por el mundo y por los sacerdotes como "locos", lo vemos por el hecho de que el tÃtulo lo dan los capitanes de Jehú al emisario de Eliseo; 2 Reyes 9:11 y que este continuó siendo el caso, lo vemos por el hecho de que los sacerdotes y fariseos de Jerusalén dijeron de Juan el Bautista que tenÃa un diablo, y de Cristo que era un samaritano, y que él también , tenÃa un diablo.
Si Joás estaba en oposición al partido sacerdotal, estaba en la misma posición que todos los más grandes santos y reformadores de Dios desde los dÃas de Moisés hasta los dÃas de Juan Wesley. El dominio del sacerdocio es la muerte invariable e inevitable de la religión verdadera, aparte de la funcional. Los sacerdotes siempre tienden a concentrar su atención en sus templos, altares, prácticas religiosas y ritos; en una palabra, en los aspectos externos de la religión.
Si logran una supremacÃa total sobre sus hermanos en la fe, los fieles se convierten en sus esclavos absolutos, la religión degenera en formalismo, "y la vida del alma se ahoga por la observancia de la ley ceremonial". Fue una desgracia para el Pueblo Elegido que, salvo entre los profetas y los sabios, se pensara mucho más en el culto exterior que en la ley moral. âPara el hombre corrienteâ, dice Wellhausen, âno eran actos morales sino litúrgicos los que parecÃan religiosos.
"Esto explica la repetición monótona de juicios sobre el carácter de los reyes, basados ââprincipalmente, no en su carácter esencial, sino en su relación con el bamoth y los terneros. Aunque el historiador de los reyes no da ninguna pista de esta oscura historia de ZacarÃas asesinato, o de la apostasÃa de Joás, y de hecho no narra ningún otro acontecimiento del largo reinado de cuarenta años, nos habla del deplorable final.
La ambición de Hazael habÃa sido fatal para Israel; y ahora, en el cese de las incursiones asirias en Aram, extendió sus brazos hacia Judá. Subió contra Gat y la tomó, y acarició planes contra Jerusalén. Al parecer, no dirigió la expedición en persona, y el historiador da a entender que Joás pagó el ataque de su "general". Pero el Cronista empeora las cosas. Dice que el ejército sirio marchó a Jerusalén, destruyó a todos los prÃncipes del pueblo, saqueó la ciudad y envió el botÃn a Hazael, que estaba en Damasco.
Judá, dice, habÃa reunido un vasto ejército para resistir la pequeña fuerza de la incursión siria; pero Joás fue derrotado ignominiosamente y se vio obligado a pagar un chantaje al invasor. En cuanto a esta derrota en la batalla, el historiador guarda silencio; pero menciona lo que el Cronista omite, a saber, que la única manera en que Joás podÃa obtener el soborno requerido era despojando una vez más el Templo y el palacio y enviando a Damasco todos los tesoros que sus tres predecesores habÃan consagrado, aunque nosotros Les sorprende saber que después de tantos despojos y saqueos aún podrÃa quedar alguno de ellos.
La angustia y la mortificación mental causadas por estos desastres, y quizás las heridas que habÃa recibido en la derrota de su ejército, arrojaron a Joás a "grandes enfermedades". Pero no se le permitió morir por estos. Sus sirvientes, tal vez, si esa historia es auténtica, para vengar al hijo asesinado de Joiada, pero sin duda también disgustados por la humillación nacional, se levantaron en conspiración contra él y lo golpearon en Bet-Millo, donde yacÃa enfermo.
La Septuaginta, en 2 Crónicas 24:27 , agrega el oscuro hecho de que todos sus hijos se unieron a la conspiración. Esto no puede ser cierto en el caso de AmasÃas, que dio muerte al asesino. Sin embargo, tal fue el lamentable final del rey que habÃa estado junto al pilar del templo en su hermosa infancia, en medio de los gritos y trompetas de un pueblo regocijado.
En ese momento todo parecÃa lleno de promesas y esperanzas. ¿Quién podrÃa haber anticipado que el niño cuya cabeza habÃa sido tocada con el aceite sagrado y ensombrecida por el Testimonio, el joven rey que habÃa hecho un pacto con Jehová y habÃa iniciado la tarea de restaurar el Templo en ruinas a su prÃstina belleza? terminarÃa su reinado en terremoto y eclipse? Si en verdad habÃa sido culpable de la negra ingratitud y la apostasÃa asesina que la tradición le imputaba, vemos en su fin la némesis de sus malas acciones; sin embargo, no podemos dejar de sentir lástima por uno que, después de un reinado tan largo, pereció en medio del expolio de su pueblo, y ni siquiera se le permitió terminar sus dÃas por la dolorosa enfermedad en la que habÃa caÃdo, sino que fue apresurado al otro mundo por el cuchillo de asesino.
Es imposible no esperar que sus hazañas fueran menos negras que las que pintó el Cronista. HabÃa hecho que los sacerdotes sintieran su poder y resentimiento, y era probable que su registrador de LevÃtico no tomara una visión indulgente de sus ofensas. Dice que aunque Joás fue sepultado en la Ciudad de David, no fue sepultado en los sepulcros de sus padres. El historiador de los Reyes, sin embargo, dice expresamente que "lo sepultaron con sus padres en la Ciudad de David", y fue sucedido pacÃficamente por AmasÃas su hijo.
Hay una circunstancia curiosa, aunque puede ser accidental, sobre el nombre de los dos conspiradores que lo mataron. Se les llama "Jozacar, hijo de Simeat, y Jozabad, hijo de Shomer, sus siervos". Los nombres significan "Jehová recuerda", el hijo de "Oyente", y "Jehová premia", el hijo de "Vigilante"; y esto recuerda extrañamente las últimas palabras atribuidas en el Libro de Crónicas al martirizado ZacarÃas.
"¡Jehová mÃralo y lo requiera!" El cronista convierte los nombres en "Zabad, el hijo de Simeat, una amonita, y Jozabad, el hijo de Simrith, una moabita". ¿Registra esto para dar cuenta de su acto asesino con la sangre de naciones odiadas que corrÃa por sus venas?