the Week of Proper 13 / Ordinary 18
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Daily Devotionals
De día en día
“¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor”
(Lamentations 1:12).
Algunas veces cuando estoy sentado en la Cena del Seρor, me pregunto: “ΏQuι me sucede? ΏCσmo puedo sentarme aquν y contemplar la pasiσn del Salvador sin deshacerme en lαgrimas?”
Un poeta desconocido afrontσ las mismas preguntas; escribiσ: “ΏSoy una piedra, y no un hombre, que puedo estar, / Oh Cristo, bajo Tu cruz, / Y gota a gota contar, / La pιrdida lenta de Tu sangre, / Y sin embargo no llorar? / No asν el sol y la luna, / que bajo el cielo de la noche sus rostros quieren esconder, / mientras la tierra se convulsiona y se queja, sσlo yo / impasible e imperturbable puedo ver. / Gran Dios, asν no deseo ser, ni la ira que El llevσ conocer, / ΅Oh Seρor, oro a ti, vuιlvete y mνrame una vez mαs, y hiere esta roca, mi corazσn”.
Otro escribiσ en un espνritu similar: “Oh, me sorprendo al contemplarte, / a ti, Cordero amante, agonizante, / que al escrutar este misterio, no pueda ser movido mαs a amarte”.
Admiro a aquellas almas sensibles que se conmueven tanto con los sufrimientos del Redentor agonizante que rompen a llorar. Me acuerdo de mi peluquero cristiano, Ralph Ruocco. Con frecuencia cuando me atendνa, me hablaba de la agonνa que padeciσ el Salvador. Entonces, con lαgrimas que caνan sobre el peinador me decνa: “No sι por quι quiso morir por mν. Soy tan miserable y sin embargo, ιl llevσ el castigo de mis pecados en Su cuerpo sobre la Cruz”.
Pienso en la mujer pecadora que lavσ los pies del Salvador con sus lαgrimas, los enjugσ con sus cabellos, los besσ, y los ungiσ con perfume ( 7:38). Aunque vivνa al otro lado de la Cruz, fue mαs perceptiva y sensible emocionalmente que yo con todo mi conocimiento superior y privilegio.
ΏPor quι soy como un bloque de hielo? ΏEs que he crecido en una cultura donde se considera que llorar es impropio del hombre? Si es asν, desearνa no haber conocido esa cultura. No es una desgracia llorar a la sombra del Calvario; la desgracia estα en no hacerlo.
Con las palabras de Jeremνas, de hoy en adelante debo orar: “΅Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lαgrimas, para que llore dνa y noche!” (Jeremiah 9:1); es decir, llorar por los sufrimientos y muerte que mis pecados trajeron al Salvador sin pecado. Deseo hacer mνas las palabras inmortales de Isaac Watts:
Podrνa esconder mi avergonzada faz,
Viendo Su querida cruz aparecer;
Derretir mi corazσn en gratitud
Y en lαgrimas mis ojos deshacer.
Seρor, ΅lνbrame de la maldiciσn de un cristianismo de ojos secos!