Las ceremonias para la restauración del leproso, una vez sanado de su enfermedad, a los privilegios del pacto completo, se comprenden en dos series distintas. La primera parte del ceremonial se llevó a cabo fuera del campamento, y solo fue suficiente para poner fin a su condición de ceremonialmente muerto y permitir su regreso al campamento y su asociación, aunque todavÃa bajo restricciones, con sus compañeros israelitas.
La segunda parte del ceremonial retomó su caso en el octavo dÃa siguiente, donde el primer ceremonial lo habÃa dejado, como un miembro, de hecho, del pueblo santo, pero un miembro todavÃa bajo la contaminación que le impidió acercarse a la presencia. de Jehová; y, mediante una ofrenda cuádruple y una unción, lo restauró al pleno disfrute de todos los privilegios del pacto ante Dios.
Esta ley para la limpieza del leproso ciertamente implica que la enfermedad, aunque incurable por la habilidad humana, sin embargo, ya sea por el poder directo de Dios, como en varios casos en las Sagradas Escrituras, o por alguna causa desconocida, puede ocasionalmente cesar sus estragos. En este caso, aunque los efectos visibles de la enfermedad aún podrÃan permanecer, en mutilaciones y cicatrices, sin embargo, serÃa un hombre curado.
Ciertas cosas sobre este simbolismo parecen muy claras. En primer lugar, mientras que el leproso, afligido, por asà decirlo, de muerte en vida, se habÃa convertido, respecto a Israel, en un hombre legalmente muerto, rociado con sangre, en virtud de lo cual se le permitió volver a ocupar su lugar en el el campamento como un israelita viviente, simbolizaba la impartición de vida; y, de nuevo, en la medida en que la muerte contamina, la sangre se mezcló con agua, sÃmbolo uniforme de la limpieza.
Hasta ahora todo está claro. Pero, ¿cuál es el significado de matar a un pájaro y luego soltar el otro, humedecido con la sangre de su compañero? Algunos han dicho que los dos pájaros simbolizaban al leproso: el que fue asesinado, el leproso como era, es decir, como un muerto o condenado a muerte por su plaga; el otro, naturalmente, entonces, el leproso curado, que, asà como el pájaro viviente se deja volar a donde quiera, ahora está en libertad de ir a donde le plazca.
Pero cuando consideramos que es por medio de ser rociado con la sangre del ave muerta que se limpia al leproso, parece imposible que esta ave muerta tipifique al leproso en su estado de contaminación. De hecho, si este pájaro lo simbolizaba bajo su enfermedad, esta suposición parece incluso absurda; ¡Porque la sangre que limpió debe haber representado entonces su propia sangre, y su sangre como enferma e inmunda!
tal importancia; ya que la noción de una libertad dada serÃa totalmente inaplicable en el caso de una casa. Pero cualquiera que sea el verdadero significado del simbolismo, está claro que debe ser uno que se aplique igualmente bien en cada uno de los dos casos, la limpieza de la casa leprosa, no menos que la del leproso.
Por lo tanto, nos vemos obligados a considerar la matanza de un pájaro como un verdadero sacrificio. Sin duda hay dificultades en el camino, pero no parecen insuperables, y son, en todo caso, menores que las que acosan otros supuestos. Es cierto que las aves no se presentan ante Jehová en el tabernáculo; pero como la ceremonia tuvo lugar fuera del campamento y, por lo tanto, a cierta distancia del tabernáculo, esto puede explicarse simplemente por la necesidad del caso.
Es cierto, nuevamente, que la elección del pájaro no se limitaba, como en los sacrificios del tabernáculo, a la tórtola o al pichón; pero podrÃa ser fácilmente que cuando, como en este caso, el sacrificio fuera en otro lugar que en el tabernáculo, las reglas para el servicio allà no se aplicaran necesariamente. Finalmente y de manera decisiva, cuando nos dirigimos a la ley para la limpieza de la casa leprosa, encontramos que la virtud expiatoria se atribuye explÃcitamente a este rito con los pájaros ( LevÃtico 14:53 ): "Ãl hará expiación por la casa".
Pero el sacrificio se presenta aquà en un aspecto diferente al de otras partes de la ley. En este ceremonial, el pensamiento central no es la consagración mediante sacrificio, como en el holocausto; ni expiación de la culpa mediante sacrificio, como en la ofrenda por el pecado; ni tampoco satisfacción por la ofensa cometida, como en la ofrenda por la culpa. Es el sacrificio como procuración para el hombre por quien se ofrece pureza y vida, que es el pensamiento principal.
Pero, según LevÃtico 14:52 , la expiación se hace tanto con el pájaro muerto como con el vivo. El pensamiento especial que se enfatiza con el uso de este último, parece ser simplemente la plenitud total del trabajo de limpieza que se ha logrado mediante la muerte de la otra ave. Porque el pájaro viviente se representaba como idealmente identificado con el pájaro que habÃa sido sacrificado, al ser sumergido en su sangre; y en el hecho de que ahora fue liberado de su cautiverio, esto fue una muestra del hecho de que el pájaro, habiendo dado ahora su vida para impartir limpieza y vida al leproso, ha logrado plenamente ese fin.
De especial importancia a este respecto, además del lavado, es el afeitado del cabello, será evidente para todos los que sepan cuán peculiarmente retentivo es el cabello de olores e infecciones de todo tipo.
El hombre limpio podrÃa entrar ahora en el campamento; es restaurado a su lugar como israelita viviente. Y, sin embargo, es posible que no venga al tabernáculo. Porque ni siquiera un israelita podrÃa venir si se contamina por los muertos; y este es precisamente el estado del leproso en este punto. Aunque liberado del poder de la muerte, todavÃa persiste tal conexión de su nuevo yo con su viejo yo leproso que le impide entrar todavÃa en la presencia más inmediata de Dios.
La realidad de esta analogÃa le aparecerá a cualquiera que compare los ritos que ahora siguen ( LevÃtico 14:10 ) con los designados para el nazareo, cuando los profanan los muertos. Números 6:9
32 qts.) De aceite. Luego se mecÃa el aceite como ofrenda mecida ante el Señor, asà como todo el cordero de la ofrenda por la culpa (algo inusual), y luego se sacrificaba el cordero y se ofrecÃa según la forma de la ofrenda por la culpa.
Y ahora siguió la parte más distintiva del ceremonial. Como en el caso de la consagración de los sacerdotes se hizo con la sangre de la ofrenda de paz y con el aceite santo, asà se hizo aquà con la sangre de la ofrenda por la culpa y con el aceite común, ahora por su mecido consagrado a Jehová -que habÃa traÃdo el leproso limpiado. El sacerdote unge la oreja derecha del hombre, el pulgar de su mano derecha y el pulgar de su pie derecho, primero con la sangre de la ofrenda por la culpa, y luego con el aceite, habiendo rociado previamente el aceite siete veces con su dedo. delante del Señor.
Pero en el hecho de que el leproso, a diferencia de cualquier otra persona contaminada, era considerado ceremonialmente muerto, obviamente la coherencia en el simbolismo hacÃa imposible considerarlo como si hubiera rendido honor o servicio a Dios en algún sentido mientras continuara como leproso, al igual que si hubiera estado muerto y enterrado. Por tanto, tenÃa que traer una ofrenda por la culpa, como quien, aunque inevitablemente, habÃa cometido "una transgresión en las cosas santas del Señor".
"Y asà esta ofrenda por la culpa, en el caso del leproso, como en todos los demás, representó la satisfacción de la deuda; y como la realidad o el monto de una deuda no puede verse afectada por la pobreza del deudor, la ofrenda que simbolizaba la satisfacción porque la deuda debe ser la misma para el leproso pobre que para el leproso rico.
Y la aplicación de la sangre en orejas, manos y pies significaba lo mismo que en el caso de la consagración de los sacerdotes. Incorporado, como ahora resucitado de entre los muertos, al número del pueblo sacerdotal, recibe la consagración sacerdotal, dedicando orejas, manos y pies al servicio del Señor. Y como convenÃa que los sacerdotes, por estar en una relación de especial cercanÃa con Dios, para ser ministros de reconciliación con Israel, fueran consagrados con la sangre de la ofrenda de paz, que enfatizaba especialmente la realización de la reconciliación, -asà que el leproso purificado, que fue restablecido como miembro vivo de la nación sacerdotal, más especialmente por la sangre de la ofrenda por la culpa, fue representado oportunamente como consagrado en virtud y por ese hecho.
Recordando en todo esto cómo la lepra se erige como un tipo preeminente de pecado, en su aspecto de muerte y corrupción, la aplicación de estas ceremonias a la limpieza antitÃpica, al menos en sus aspectos principales, es casi evidente. Como en todos los tipos levÃticos, en este caso, en la entrada misma de la vida redimida se encuentra el sacrificio de una vida y el servicio de un sacerdote como mediador entre Dios y el hombre.
La sangre debe ser derramada si el leproso ha de ser admitido nuevamente en el pacto con Dios; y la sangre del sacrificio en la ley siempre apunta al sacrificio de Cristo. Pero ese gran sacrificio puede considerarse en varios aspectos. El pecado es un mal de muchas caras, y en todas partes debe ser enfrentado. Se repite con tanta frecuencia, porque el pecado como culpa requiere expiación, de ahà el tipo de ofrenda por el pecado; en cuanto a defraudar a Dios de sus justos derechos sobre nosotros, se requiere satisfacción, de ahà el tipo de ofrenda por la culpa; ya que es ausencia de consagración, vida para uno mismo en lugar de vida para Dios, de ahà el tipo del holocausto.
Y, sin embargo, no se enumeran todos los múltiples aspectos del pecado. Porque el pecado, de nuevo, es muerte espiritual; y, como muerte, implica corrupción y contaminación. Es con especial referencia a este hecho que se nos presenta aquà la obra de Cristo. En el pájaro limpio, sacrificado para que su sangre pueda ser aplicada al leproso para purificación, vemos a Cristo tipificado, entregándose a sà mismo, para que su misma vida nos sea impartida por nuestra vida.
AsÃ, el mensaje que, como el pájaro liberado vuela villancico, dulce como un canto celestial, parece caer sobre el oÃdo, es este: "Entregado por nuestras ofensas, y resucitado para nuestra justificación". Romanos 4:25 ; ver Gr.
Pero quizás veamos un significado más profundo en esta semana de demora y en su comparecencia señalada ante el Señor en el octavo dÃa. Si todo el curso del leproso, desde el momento de su infección hasta su reaparición final en la presencia de Jehová en la tienda de reunión, tiene la intención de tipificar la historia y la experiencia de un pecador como salvo del pecado; y si la purificación del leproso fuera del campamento, y su reinstalación como miembro del Israel de Dios, representa en tipo la reinstalación judicial del pecador limpiado, mediante la aplicación de la sangre y el EspÃritu de Cristo, en el número del pueblo de Dios. ; entonces difÃcilmente se puede dejar de reconocer en la demora de la semana que se le asignó, antes de que pudiera llegar a la presencia inmediata de Dios, un esbozo del hecho de que entre el pecador '
Y cuando llegue ese dÃa, asà como cuando el hombre purificado apareció en la tienda de reunión, presentó la ofrenda por la culpa, la ofrenda por el pecado y el holocausto, como garantÃa de su presencia allÃ, y la base de su aceptación, asà será. será en ese dÃa de la resurrección, cuando cada uno de los hijos de Dios, antes leprosos, pero ahora lavados y aceptados, se presenten en Sion ante Ãl. Todos aparecerán allà suplicando la sangre, la sangre preciosa de Cristo; Cristo, finalmente aprehendido y recibido por ellos en toda su plenitud, como expiación, satisfacción y justicia.
Porque asà lo representa Juan en la visión apocalÃptica de la multitud lavada con sangre en la gloria celestial: Apocalipsis 7:14 "Estos son los que salieron de la gran tribulación, y lavaron sus vestiduras, y las blanquearon en el sangre del Cordero. Por tanto, están delante del trono de Dios, y le sirven dÃa y noche en su templo ".
Y como está escrito en Romanos 8:11 que la vivificación final de nuestros cuerpos mortales será realizada por el EspÃritu de Dios, asà el leproso, ahora en la presencia de Dios, recibe una unción especial; un tipo de la unción del EspÃritu Santo en el poder de la resurrección, que consagra la oreja, la mano y el pie que alguna vez fueron leprosos, y con ellos todo el cuerpo, ahora limpiado de toda contaminación, al alegre servicio de Jehová nuestro Dios y nuestro Redentor.
Tal parece ser, al menos en lÃneas generales, el significado tÃpico de este ceremonial de limpieza del leproso. De hecho, algunos detalles aún quedan sin explicar, pero, probablemente, la razón principal de algunas de las regulaciones es que sean formales en las necesidades prácticas inmediatas de la condición del leproso.
Y tomará para limpiar la casa dos pájaros, madera de cedro, escarlata e hisopo; y degollará una de las aves en una vasija de barro sobre agua corriente; y tomará madera de cedro, hisopo y la escarlata y el ave viva, y mojarlos en la sangre del ave muerta y en el agua corriente, y rociar la casa siete veces; y limpiará la casa con la sangre del ave y con el agua corriente y con el pájaro viviente, y con la madera de cedro, y con el hisopo, y con la escarlata; pero el pájaro viviente dejará ir de la ciudad al campo abierto; asà hará expiación por la casa; y será limpio ".
Pero todavÃa no tenemos suficiente observación cientÃfica para resolver la cuestión de si esto es realmente asÃ; Sin embargo, podemos decir con seguridad que, en cualquier caso, la descripción que se da aquà indica un crecimiento en la prenda o casa afectada de algún tipo de moho; que, como sabemos, es una forma de vida producida en condiciones que siempre implican un estado malsano del artÃculo o casa en que aparece.
Si el lugar sospechoso estaba en una casa o en algún artÃculo que contenÃa, el artÃculo o la casa (esta última previamente vaciada) se cerró primero durante siete dÃas. LevÃtico 13:50 , LevÃtico 14:38 Si en la prenda u otro artÃculo afectado se encontraba entonces esparcido, quedaba sin más ceremonia para ser quemado.
LevÃtico 13: 51-52 Si no se habÃa extendido, debÃa lavarse y encerrarse siete dÃas más, al cabo de los cuales, aunque no se hubiera extendido, si el color verdoso o rojizo permanecÃa inalterado, seguÃa siendo para ser declarado inmundo y para ser quemado. LevÃtico 13:55 Si, por el contrario, el color se habÃa "atenuado" un poco, la parte afectada debÃa recortarse; cuando, si no se extendÃa más, debÃa lavarse por segunda vez y declararse limpio.
LevÃtico 13:58 Si, sin embargo, luego de la extirpación de la parte afectada volvÃa a aparecer la mancha, el artÃculo, sin más dilación, debÃa ser quemado. LevÃtico 13:57
La ley, en el caso de la aparición de una lepra en una casa, LevÃtico 14: 33-53 era mucho más elaborada. Como en el primer caso, cuando el ocupante de la casa sospecha, "como si hubiera una plaga en la casa", debe ir a avisar al sacerdote; quien es, en primer lugar, para ordenar el vaciado de la casa antes de entrar, no sea que lo que hay en la casa, si resulta ser la plaga, se ensucie ( LevÃtico 14:36 ).
El diagnóstico nos recuerda el de la lepra en el cuerpo; vetas verdosas o rojizas, en apariencia "más bajas que la pared" , es decir , profundamente asentadas ( LevÃtico 14:37 ). Donde se observe esto, la casa vacÃa se cerrará durante siete dÃas ( LevÃtico 14: 38-39 ); y al final de ese tiempo, si la mancha se ha extendido, "las piedras en las que está la plaga" se quitarán, se raspará el yeso de las paredes de la casa y se sacará todo a un lugar inmundo fuera de la casa. ciudad, y piedras nuevas y yeso nuevo en lugar de lo viejo ( LevÃtico 14: 40-42 ).
Y de esto a la verdad antitÃpica prefigurada por estas leyes no es más que un paso; y un paso que damos con toda la luz del Nuevo Testamento para guiarnos. Porque si la lepra en el cuerpo tipificaba visiblemente la obra del pecado y la muerte en el alma del hombre, entonces, con la misma claridad, la lepra en la casa debe estar destinada en esta ley a simbolizar la obra del pecado en la creación material terrenal, que es la morada del hombre.
En otras palabras, aquellas relaciones y compromisos en los que, a pesar de todos los cuidados y precauciones posibles, encontramos que el pecado manifiesto reaparece persistentemente, como si hubiera en ellos, aunque sea inexplicablemente, una tendencia ineludible al mal, estos debemos desechar resueltamente ". odiando hasta el vestido manchado por la carne ".
La prenda leprosa debe quemarse. Para su restauración o purificación la ley no hizo ninguna provisión. Porque aquÃ, en el antitipo, estamos tratando con relaciones terrenales, que solo tienen que ver con la vida y el orden presentes. "La moda de este mundo pasa". 1 Corintios 7:31 Habrá "cielos nuevos y tierra nueva", pero en esa nueva creación ya no se encontrará el medio ambiente antiguo.
Información bibliográfica Nicoll, William R. "Comentario sobre Leviticus 14". "El Comentario BÃblico del Expositor". https://studylight.org/commentaries/spa/teb/leviticus-14.html.
VersÃculos 1-32
LA LIMPIEZA DEL LEPER
LevÃtico 14:1
Las ceremonias para la restauración del leproso, una vez sanado de su enfermedad, a los privilegios del pacto completo, se comprenden en dos series distintas. La primera parte del ceremonial se llevó a cabo fuera del campamento, y solo fue suficiente para poner fin a su condición de ceremonialmente muerto y permitir su regreso al campamento y su asociación, aunque todavÃa bajo restricciones, con sus compañeros israelitas.
La segunda parte del ceremonial retomó su caso en el octavo dÃa siguiente, donde el primer ceremonial lo habÃa dejado, como un miembro, de hecho, del pueblo santo, pero un miembro todavÃa bajo la contaminación que le impidió acercarse a la presencia. de Jehová; y, mediante una ofrenda cuádruple y una unción, lo restauró al pleno disfrute de todos los privilegios del pacto ante Dios.
Esta ley para la limpieza del leproso ciertamente implica que la enfermedad, aunque incurable por la habilidad humana, sin embargo, ya sea por el poder directo de Dios, como en varios casos en las Sagradas Escrituras, o por alguna causa desconocida, puede ocasionalmente cesar sus estragos. En este caso, aunque los efectos visibles de la enfermedad aún podrÃan permanecer, en mutilaciones y cicatrices, sin embargo, serÃa un hombre curado.
Observadores competentes atestiguan que ocasionalmente se han producido casos de tal detención de la enfermedad, y la ley que tenemos ante nosotros prevé la restauración del leproso en tales casos a la posición de la que su lepra lo habÃa excluido.
La primera parte del ceremonial ( LevÃtico 14:3 ) se desarrolló fuera del campamento; porque hasta que fue legalmente limpio, el hombre seguÃa siendo leproso a los ojos de la ley y, por lo tanto, estaba condenado al destierro de la congregación de Israel. AsÃ, como el paria no podÃa acudir al sacerdote, el sacerdote, al recibir la noticia de su deseo, se dirigió a él.
Para la ceremonia que se iba a realizar, se proveyó de dos pájaros vivos y limpios, y de madera de cedro, escarlata e hisopo; También llevó consigo una vasija de barro llena de agua viva, es decir., con agua de algún manantial o arroyo, y por lo tanto presumiblemente pura y limpia. Luego se mató a una de las aves de tal manera que su sangre fue recibida en el recipiente con agua; Luego, el ave viva y el hisopo, atado, como se nos dice, con la cinta escarlata a la madera de cedro, se sumergieron en la mezcla de sangre y agua, y por medio de ellos el sacerdote roció con ella siete veces al leproso, y luego fue pronunciado limpio; cuando el pájaro vivo, manchado con la sangre del pájaro que fue matado, se le permitió volar. Entonces, el leproso se lavó la ropa, se afeitó todo el cabello, se bañó en agua y entró en el campamento. Esto completó el primer estadio de su restauración.
Ciertas cosas sobre este simbolismo parecen muy claras. En primer lugar, mientras que el leproso, afligido, por asà decirlo, de muerte en vida, se habÃa convertido, respecto a Israel, en un hombre legalmente muerto, rociado con sangre, en virtud de lo cual se le permitió volver a ocupar su lugar en el el campamento como un israelita viviente, simbolizaba la impartición de vida; y, de nuevo, en la medida en que la muerte contamina, la sangre se mezcló con agua, sÃmbolo uniforme de la limpieza.
Los sÃmbolos restantes enfatizan pensamientos estrechamente relacionados con estos. La madera de cedro (o enebro), que es casi incorruptible, significaba que con esta nueva vida se impartÃa también la libertad de la corrupción. El escarlata, como color, es el sÃmbolo constante, nuevamente, como la sangre, de la vida y la salud. Lo que era el hisopo todavÃa está en debate; pero al menos podemos decir con seguridad que era una planta que se suponÃa que tenÃa virtudes curativas y purificadoras.
Hasta ahora todo está claro. Pero, ¿cuál es el significado de matar a un pájaro y luego soltar el otro, humedecido con la sangre de su compañero? Algunos han dicho que los dos pájaros simbolizaban al leproso: el que fue asesinado, el leproso como era, es decir, como un muerto o condenado a muerte por su plaga; el otro, naturalmente, entonces, el leproso curado, que, asà como el pájaro viviente se deja volar a donde quiera, ahora está en libertad de ir a donde le plazca.
Pero cuando consideramos que es por medio de ser rociado con la sangre del ave muerta que se limpia al leproso, parece imposible que esta ave muerta tipifique al leproso en su estado de contaminación. De hecho, si este pájaro lo simbolizaba bajo su enfermedad, esta suposición parece incluso absurda; ¡Porque la sangre que limpió debe haber representado entonces su propia sangre, y su sangre como enferma e inmunda!
Tampoco es posible que la otra ave, que fue puesta en libertad, represente al leproso curado, y su liberación, su liberación; por muy plausible que pueda parecer a primera vista esta explicación. Para la misma ceremonia que esta con. las dos aves también iban a ser utilizadas en la limpieza de una casa de leprosos ( LevÃtico 14:50 ), donde es evidente que la desaparición del ave viviente no podÃa tener ninguna.
tal importancia; ya que la noción de una libertad dada serÃa totalmente inaplicable en el caso de una casa. Pero cualquiera que sea el verdadero significado del simbolismo, está claro que debe ser uno que se aplique igualmente bien en cada uno de los dos casos, la limpieza de la casa leprosa, no menos que la del leproso.
Por lo tanto, nos vemos obligados a considerar la matanza de un pájaro como un verdadero sacrificio. Sin duda hay dificultades en el camino, pero no parecen insuperables, y son, en todo caso, menores que las que acosan otros supuestos. Es cierto que las aves no se presentan ante Jehová en el tabernáculo; pero como la ceremonia tuvo lugar fuera del campamento y, por lo tanto, a cierta distancia del tabernáculo, esto puede explicarse simplemente por la necesidad del caso.
Es cierto, nuevamente, que la elección del pájaro no se limitaba, como en los sacrificios del tabernáculo, a la tórtola o al pichón; pero podrÃa ser fácilmente que cuando, como en este caso, el sacrificio fuera en otro lugar que en el tabernáculo, las reglas para el servicio allà no se aplicaran necesariamente. Finalmente y de manera decisiva, cuando nos dirigimos a la ley para la limpieza de la casa leprosa, encontramos que la virtud expiatoria se atribuye explÃcitamente a este rito con los pájaros ( LevÃtico 14:53 ): "Ãl hará expiación por la casa".
Pero el sacrificio se presenta aquà en un aspecto diferente al de otras partes de la ley. En este ceremonial, el pensamiento central no es la consagración mediante sacrificio, como en el holocausto; ni expiación de la culpa mediante sacrificio, como en la ofrenda por el pecado; ni tampoco satisfacción por la ofensa cometida, como en la ofrenda por la culpa. Es el sacrificio como procuración para el hombre por quien se ofrece pureza y vida, que es el pensamiento principal.
Pero, según LevÃtico 14:52 , la expiación se hace tanto con el pájaro muerto como con el vivo. El pensamiento especial que se enfatiza con el uso de este último, parece ser simplemente la plenitud total del trabajo de limpieza que se ha logrado mediante la muerte de la otra ave. Porque el pájaro viviente se representaba como idealmente identificado con el pájaro que habÃa sido sacrificado, al ser sumergido en su sangre; y en el hecho de que ahora fue liberado de su cautiverio, esto fue una muestra del hecho de que el pájaro, habiendo dado ahora su vida para impartir limpieza y vida al leproso, ha logrado plenamente ese fin.
Evidentemente, esta explicación no se aplicará menos fácilmente a la purificación de la casa de los leprosos que a la de los leprosos. Porque la lepra en la casa significa el trabajo de la corrupción y el deterioro y la muerte en la pared de la casa, de una manera adaptada a su naturaleza, tan realmente como en el caso de la persona; y el ceremonial con los pájaros y otro material prescrito significa lo mismo con él que con el otro, a saber, la eliminación del principio de corrupción y enfermedad, y la impartición de pureza y salubridad.
En ambos casos, la aspersión séptuple, como en casos análogos en otras partes de la ley, significaba la integridad de la limpieza. al cual no le faltaba nada, y también certificó al leproso que por esta impartición de nueva vida, y por su purificación, fue nuevamente puesto en relaciones de pacto con Jehová.
Con estas ceremonias, la purificación del leproso se efectuó de tal manera que pudo entrar en el campamento; sólo que primero debe lavarse él mismo y su ropa con agua y afeitarse el cabello, ceremonias que, en su significado principal, se explican de manera más natural por la importancia de una limpieza fÃsica real en tal caso. Deben tomarse todas las precauciones posibles para que no traiga el contagio de su última enfermedad al campo.
De especial importancia a este respecto, además del lavado, es el afeitado del cabello, será evidente para todos los que sepan cuán peculiarmente retentivo es el cabello de olores e infecciones de todo tipo.
El hombre limpio podrÃa entrar ahora en el campamento; es restaurado a su lugar como israelita viviente. Y, sin embargo, es posible que no venga al tabernáculo. Porque ni siquiera un israelita podrÃa venir si se contamina por los muertos; y este es precisamente el estado del leproso en este punto. Aunque liberado del poder de la muerte, todavÃa persiste tal conexión de su nuevo yo con su viejo yo leproso que le impide entrar todavÃa en la presencia más inmediata de Dios.
La realidad de esta analogÃa le aparecerá a cualquiera que compare los ritos que ahora siguen ( LevÃtico 14:10 ) con los designados para el nazareo, cuando los profanan los muertos. Números 6:9
Siete dÃas, entonces, como en ese caso, permanece alejado del tabernáculo. Al séptimo dÃa, se vuelve a afeitar hasta las cejas, asegurando asà la limpieza más absoluta, y se lava a sà mismo y a su ropa con agua. La ceremonia de restauración final tuvo lugar en el octavo dÃa, el dÃa simbólico de la nueva creación, cuando se presentó ante Jehová en la tienda de reunión con un cordero como ofrenda por la culpa, otro como ofrenda por el pecado y un cordero para holocausto; también una ofrenda de harina de tres décimas, una décima por cada sacrificio, mezclada con aceite, y un tronco (3.
32 qts.) De aceite. Luego se mecÃa el aceite como ofrenda mecida ante el Señor, asà como todo el cordero de la ofrenda por la culpa (algo inusual), y luego se sacrificaba el cordero y se ofrecÃa según la forma de la ofrenda por la culpa.
Y ahora siguió la parte más distintiva del ceremonial. Como en el caso de la consagración de los sacerdotes se hizo con la sangre de la ofrenda de paz y con el aceite santo, asà se hizo aquà con la sangre de la ofrenda por la culpa y con el aceite común, ahora por su mecido consagrado a Jehová -que habÃa traÃdo el leproso limpiado. El sacerdote unge la oreja derecha del hombre, el pulgar de su mano derecha y el pulgar de su pie derecho, primero con la sangre de la ofrenda por la culpa, y luego con el aceite, habiendo rociado previamente el aceite siete veces con su dedo. delante del Señor.
El remanente del aceite en la mano del sacerdote lo vierte sobre la cabeza del leproso purificado; luego ofrece por él la ofrenda por el pecado, el holocausto y la ofrenda vegetal; y con ello, por fin, se completa la expiación, y el hombre recupera todos sus derechos y privilegios como miembro vivo del pueblo del Dios viviente.
El significado principal de este ceremonial radica en la prominencia que se le da a la ofrenda por la culpa. Esto se evidencia, no solo por el uso especial y peculiar que se hace de su sangre, al aplicarla al leproso, sino también en el hecho de que en el caso del pobre, mientras se disminuyen las demás ofrendas, no hay Disminución permitida en cuanto al cordero de la ofrenda por la culpa y el log de aceite.
¿Por qué la ofrenda por la culpa deberÃa haber recibido en esta ocasión un lugar de especial prominencia? La respuesta la han dado acertadamente quienes señalan la importancia de la ofrenda por la culpa como representación de reparación y satisfacción por la pérdida del servicio debido. Por el hecho de la lepra del hombre, y la consiguiente exclusión del campamento de Israel, Dios habÃa sido, durante todo el perÃodo de su escisión, defraudado, por asà decirlo, de las debidas cuotas que le correspondÃan con respecto al servicio y las ofrendas; y la ofrenda de culpa simbolizaba precisamente la satisfacción hecha por este incumplimiento en el servicio que de otro modo habrÃa podido prestar.
Tampoco es una objeción fatal a esta comprensión del asunto que, según este principio, también él, que durante mucho tiempo habÃa tenido un problema, debió haber sido obligado, por su prolongada falta de servicio, a presentar una ofrenda por la culpabilidad a fin de restauracion; mientras que de él no se hizo tal exigencia. Porque la necesidad, ante la ley, de la ofrenda por la culpa no radicaba en la duración de la lepra, como tal la aprehenden, sino en la naturaleza de la lepra, como siendo, a diferencia de cualquier otra visita, en un sentido peculiar, una muerte. en la vida.
Incluso cuando el hombre con un flujo fue excluido del santuario, no era, como el leproso, considerado por la ley como un hombre muerto; pero todavÃa se contaba entre los que vivÃan en Israel Y si se le excluÃa por tiempo indefinido del servicio y adoración de Dios en el tabernáculo, él, por su sumisión pública a las demandas de la ley, en presencia de todos, rendÃa todavÃa a Dios el honor debido a un miembro del Israel viviente.
Pero en el hecho de que el leproso, a diferencia de cualquier otra persona contaminada, era considerado ceremonialmente muerto, obviamente la coherencia en el simbolismo hacÃa imposible considerarlo como si hubiera rendido honor o servicio a Dios en algún sentido mientras continuara como leproso, al igual que si hubiera estado muerto y enterrado. Por tanto, tenÃa que traer una ofrenda por la culpa, como quien, aunque inevitablemente, habÃa cometido "una transgresión en las cosas santas del Señor".
"Y asà esta ofrenda por la culpa, en el caso del leproso, como en todos los demás, representó la satisfacción de la deuda; y como la realidad o el monto de una deuda no puede verse afectada por la pobreza del deudor, la ofrenda que simbolizaba la satisfacción porque la deuda debe ser la misma para el leproso pobre que para el leproso rico.
Y la aplicación de la sangre en orejas, manos y pies significaba lo mismo que en el caso de la consagración de los sacerdotes. Incorporado, como ahora resucitado de entre los muertos, al número del pueblo sacerdotal, recibe la consagración sacerdotal, dedicando orejas, manos y pies al servicio del Señor. Y como convenÃa que los sacerdotes, por estar en una relación de especial cercanÃa con Dios, para ser ministros de reconciliación con Israel, fueran consagrados con la sangre de la ofrenda de paz, que enfatizaba especialmente la realización de la reconciliación, -asà que el leproso purificado, que fue restablecido como miembro vivo de la nación sacerdotal, más especialmente por la sangre de la ofrenda por la culpa, fue representado oportunamente como consagrado en virtud y por ese hecho.
Asà que, como los sacerdotes, también él fue ungido por el sacerdote con aceite; ciertamente no con el óleo santo, porque no fue admitido en la orden sacerdotal; sin embargo, con aceite común, santificado por su ondulación ante Dios, en señal de su consagración como miembro del pueblo sacerdotal. Especialmente adecuada en su caso fue esta unción, que el aceite se erige constantemente como un sÃmbolo de la virtud curativa, que en su experiencia habÃa recibido tan maravillosamente.
Recordando en todo esto cómo la lepra se erige como un tipo preeminente de pecado, en su aspecto de muerte y corrupción, la aplicación de estas ceremonias a la limpieza antitÃpica, al menos en sus aspectos principales, es casi evidente. Como en todos los tipos levÃticos, en este caso, en la entrada misma de la vida redimida se encuentra el sacrificio de una vida y el servicio de un sacerdote como mediador entre Dios y el hombre.
La sangre debe ser derramada si el leproso ha de ser admitido nuevamente en el pacto con Dios; y la sangre del sacrificio en la ley siempre apunta al sacrificio de Cristo. Pero ese gran sacrificio puede considerarse en varios aspectos. El pecado es un mal de muchas caras, y en todas partes debe ser enfrentado. Se repite con tanta frecuencia, porque el pecado como culpa requiere expiación, de ahà el tipo de ofrenda por el pecado; en cuanto a defraudar a Dios de sus justos derechos sobre nosotros, se requiere satisfacción, de ahà el tipo de ofrenda por la culpa; ya que es ausencia de consagración, vida para uno mismo en lugar de vida para Dios, de ahà el tipo del holocausto.
Y, sin embargo, no se enumeran todos los múltiples aspectos del pecado. Porque el pecado, de nuevo, es muerte espiritual; y, como muerte, implica corrupción y contaminación. Es con especial referencia a este hecho que se nos presenta aquà la obra de Cristo. En el pájaro limpio, sacrificado para que su sangre pueda ser aplicada al leproso para purificación, vemos a Cristo tipificado, entregándose a sà mismo, para que su misma vida nos sea impartida por nuestra vida.
En que la sangre del pájaro se mezcla con el agua, sÃmbolo de la Palabra de Dios, se simboliza la verdad, que con la sangre expiatoria está siempre unida inseparablemente la energÃa purificadora del EspÃritu Santo a través de la Palabra. No salva el agua sin sangre, ni la sangre sin agua, sino la sangre con el agua y el agua con la sangre. Asà se dice de Aquel a quien apuntaba la ceremonia: 1 Juan 5:6 "Este es el que vino por agua y sangre, Jesucristo; no sólo con agua, sino con agua y con sangre".
Pero el tipo todavÃa carece de algo de completitud; y por esta razón tenemos el segundo pájaro, quien, cuando por sus medios la sangre ha sido rociada sobre el leproso, y el hombre ahora es declarado limpio, es liberado y vuela hacia el cielo. ¡Qué hermoso sÃmbolo de esa otra verdad, sin la cual ni siquiera la expiación del Señor serÃa nada, que el que murió, habiendo obtenido nuestra vida con esa muerte para nosotros, fue entonces liberado de los lazos de la muerte, resucitando de entre los muertos al tercer dÃa! dÃa, y ascendiendo al cielo, como el pájaro liberado, en señal de que Su obra purificadora y dadora de vida habÃa terminado.
AsÃ, el mensaje que, como el pájaro liberado vuela villancico, dulce como un canto celestial, parece caer sobre el oÃdo, es este: "Entregado por nuestras ofensas, y resucitado para nuestra justificación". Romanos 4:25 ; ver Gr.
Pero aunque asà y luego fue restaurado a su condición de miembro del pueblo vivo de Dios, todavÃa no se le permitió al leproso purificado aparecer en la presencia de Dios en la tienda de reunión. Hubo una demora de una semana, y solo entonces, en el octavo dÃa, el dÃa tÃpico de la resurrección y la nueva creación, aparece ante Dios. ¿Hay un significado tÃpico en este retraso? No estarÃamos demasiado confiados. Es muy posible que esta demora de una semana, antes de que se permitiera que el hombre purificado se presentara para la finalización del ceremonial que lo reintegraba al disfrute plenario de todos los derechos y privilegios de un hijo de Israel, pudiera haber tenido la intención meramente como regla de precaución, cuyo propósito era proteger contra la posibilidad de infección y la profanación del santuario por su presencia, a través de la actividad renovada de la enfermedad; mientras que, al mismo tiempo, servirÃa como disciplina espiritual para recordarle al hombre, ahora purificado, el cuidado extremo y el santo temor con que, después de su profanación, se aventurarÃa en la presencia del Santo de Israel; y asÃ, por analogÃa, se convierte en una lección similar para los purificados espiritualmente de todas las edades.
Pero quizás veamos un significado más profundo en esta semana de demora y en su comparecencia señalada ante el Señor en el octavo dÃa. Si todo el curso del leproso, desde el momento de su infección hasta su reaparición final en la presencia de Jehová en la tienda de reunión, tiene la intención de tipificar la historia y la experiencia de un pecador como salvo del pecado; y si la purificación del leproso fuera del campamento, y su reinstalación como miembro del Israel de Dios, representa en tipo la reinstalación judicial del pecador limpiado, mediante la aplicación de la sangre y el EspÃritu de Cristo, en el número del pueblo de Dios. ; entonces difÃcilmente se puede dejar de reconocer en la demora de la semana que se le asignó, antes de que pudiera llegar a la presencia inmediata de Dios, un esbozo del hecho de que entre el pecador '
Porque solo después de eso, finalmente, completamente perfeccionado, aparece ante Dios en la Sión celestial. Pero antes de aparecer asÃ, el hombre aceptado tenÃa que limpiar una y otra vez su ropa y su persona, para poder quitar todo aquello en lo que, por casualidad, la impureza aún pudiera acechar. El cual, traducido al lenguaje del Nuevo Testamento, nos da el encargo del apóstol Pablo 2 Corintios 7:1 dirigido a aquellos que habÃan recibido la vida nueva, pero todavÃa estaban en la carne: "Limpiémonos de toda contaminación de la carne y espÃritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios ".
Pero, por fin, se acaba la semana de espera. Después de su séptimo dÃa sigue un octavo, el primer dÃa de la mañana de una nueva semana, la mañana tÃpica de la resurrección y la redención completa, y el leproso ahora, completamente restaurado, aparece ante Dios en el santo tabernáculo. Asà será el amanecer del octavo dÃa para todos los que por la sangre purificadora hayan sido recibidos en el número del pueblo de Dios.
Y cuando llegue ese dÃa, asà como cuando el hombre purificado apareció en la tienda de reunión, presentó la ofrenda por la culpa, la ofrenda por el pecado y el holocausto, como garantÃa de su presencia allÃ, y la base de su aceptación, asà será. será en ese dÃa de la resurrección, cuando cada uno de los hijos de Dios, antes leprosos, pero ahora lavados y aceptados, se presenten en Sion ante Ãl. Todos aparecerán allà suplicando la sangre, la sangre preciosa de Cristo; Cristo, finalmente aprehendido y recibido por ellos en toda su plenitud, como expiación, satisfacción y justicia.
Porque asà lo representa Juan en la visión apocalÃptica de la multitud lavada con sangre en la gloria celestial: Apocalipsis 7:14 "Estos son los que salieron de la gran tribulación, y lavaron sus vestiduras, y las blanquearon en el sangre del Cordero. Por tanto, están delante del trono de Dios, y le sirven dÃa y noche en su templo ".
Y como está escrito en Romanos 8:11 que la vivificación final de nuestros cuerpos mortales será realizada por el EspÃritu de Dios, asà el leproso, ahora en la presencia de Dios, recibe una unción especial; un tipo de la unción del EspÃritu Santo en el poder de la resurrección, que consagra la oreja, la mano y el pie que alguna vez fueron leprosos, y con ellos todo el cuerpo, ahora limpiado de toda contaminación, al alegre servicio de Jehová nuestro Dios y nuestro Redentor.
Tal parece ser, al menos en lÃneas generales, el significado tÃpico de este ceremonial de limpieza del leproso. De hecho, algunos detalles aún quedan sin explicar, pero, probablemente, la razón principal de algunas de las regulaciones es que sean formales en las necesidades prácticas inmediatas de la condición del leproso.
VersÃculos 33-53
DE LA LEPRA EN UNA PRENDA O CASA
LevÃtico 13: 47-59 ; LevÃtico 14: 33-53
"La prenda también en la que está la plaga de lepra, sea de lana o de lino, sea de urdimbre o de trama, de lino o de lana, de piel o de cualquier cosa hecha de piel; si la plaga es verdosa o rojiza en el vestido, o en la piel, o en la urdimbre, o en la trama, o en cualquier cosa de piel; es plaga de lepra, y será manifestada al sacerdote. : y el sacerdote mirará la plaga, y cerrará la plaga por siete dÃas; y mirará la plaga en el séptimo dÃa; si la plaga se esparce en el vestido, en la urdimbre o en la urdimbre. en la tela, o en la piel, para cualquier servicio que se use la piel; la peste es lepra irritante, es inmunda.
Y quemará el vestido, sea la urdimbre o la trama, de lana o de lino, o de cualquier cosa de piel en que esté la plaga; porque es una lepra irritante; será quemada en el fuego. Y si el sacerdote mirare, y he aquà que la plaga no se ha extendido en el vestido, ni en la urdimbre, ni en la trama, ni en cualquier cosa de piel, el sacerdote mandará que laven la cosa en la que está la plaga. y la cerrará siete dÃas más; y el sacerdote mirará, después de que la plaga haya sido lavada; y he aquÃ, si la plaga no ha cambiado de color, y la plaga no se ha extendido, es inmunda que la quemarás. en el fuego; es un traste, ya sea que la desnudez sea con n o sin.
Y si el sacerdote mira, y he aquà que la plaga se ha atenuado después de su lavado, la rasgará del vestido, o de la piel, o de la urdimbre, o de la trama; y si aparezcan aún en el vestido, ya sea en la urdimbre, o en la trama, o en cualquier cosa de piel, se rompe: quemarás con fuego aquello en que está la plaga. Y la prenda, o la urdimbre, o la trama, o cualquier cosa de piel que lavéis, si la plaga se apartó de ellos, se lavará por segunda vez y quedará limpia.
Esta es la ley de la plaga de lepra en un manto de lana o de lino, ya sea en la urdimbre, o en la trama, o en cualquier cosa de piel, declararlo limpio o inmundo.Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando entréis en la tierra de Canaán, que yo os doy en posesión, y ponga plaga de lepra en una casa de la tierra de vuestra posesión; Entonces vendrá el dueño de la casa y avisará al sacerdote, diciendo: Me parece que hay como una plaga en la casa; y el sacerdote mandará que vacÃen la casa antes que el sacerdote entre para ver la plaga. para que no sea inmundo todo lo que hay en la casa; y después el sacerdote entrará para ver la casa; y mirará la plaga, y he aquÃ, si la plaga estuviese en los muros de la casa con tramas huecas. , verdoso o rojizo,Â
Entonces el sacerdote saldrá de la casa, a la puerta de la casa, y cerrará la casa por siete dÃas; y el sacerdote volverá el séptimo dÃa, y mirará; y he aquÃ, si la plaga se esparce en los muros. de la casa; Entonces el sacerdote mandará que saquen las piedras en las que está la plaga y las echen en un lugar inmundo fuera de la ciudad; y hará raspar la casa por dentro, y derramarán el mortero que hayan Sacarán fuera de la ciudad a un lugar inmundo; y tomarán otras piedras y las pondrán en lugar de esas piedras; y tomará otro mortero y revestirá la casa.
Y si vuelve la plaga y estalla en la casa, después de haber quitado las piedras, y después de haber raspado la casa, y después de haberla enlucido; Entonces el sacerdote entrará y mirará, y he aquÃ, si la plaga se esparce en la casa, es lepra irritante en la casa; es inmunda. Y derribará la casa, sus piedras y sus vigas, y todo el mortero de la casa; y los sacará de la ciudad a un lugar inmundo.
Además, el que entre en casa mientras esté cerrada, será inmundo hasta la tarde. Y el que duerma en casa lavará su ropa; y el que coma en casa lavará su ropa. Y si entrare el sacerdote y mirare, y he aquà que la plaga no se ha extendido por la casa después que la casa fue revestida; entonces el sacerdote declarará limpia la casa, porque la plaga ha sanado.
Y tomará para limpiar la casa dos pájaros, madera de cedro, escarlata e hisopo; y degollará una de las aves en una vasija de barro sobre agua corriente; y tomará madera de cedro, hisopo y la escarlata y el ave viva, y mojarlos en la sangre del ave muerta y en el agua corriente, y rociar la casa siete veces; y limpiará la casa con la sangre del ave y con el agua corriente y con el pájaro viviente, y con la madera de cedro, y con el hisopo, y con la escarlata; pero el pájaro viviente dejará ir de la ciudad al campo abierto; asà hará expiación por la casa; y será limpio ".
Se ha debatido mucho sobre qué debemos entender por lepra en la ropa o en una casa. ¿Era una afección de naturaleza idéntica a la lepra del cuerpo? ¿O fue simplemente llamado asà por una cierta similitud externa con esa plaga?
Por extraordinaria que alguna vez haya parecido la suposición anterior, en el estado actual de la ciencia médica podemos al menos decir que no hay nada inconcebible en ella. Tenemos abundantes pruebas experimentales de que un gran número de enfermedades, y no es improbable que la lepra entre ellas, son causadas por diminutas formas parasitarias de vida vegetal; y, también, que en muchos casos estas formas de vida pueden existir, y existen, y multiplicarse en varios otros medios adecuados además de los fluidos y tejidos del cuerpo humano.
Si, como es muy probable, la lepra sea causada por alguna vida parasitaria en el cuerpo humano, entonces es evidentemente posible que tales parásitos, en condiciones favorables de calor, humedad, etc., existan y se propaguen, como en otros análogos. casos, fuera del cuerpo; como, por ejemplo, en tela, cuero o yeso de una casa; en cuyo caso es evidente que las prendas de vestir o los utensilios domésticos, o las viviendas, que pudieran estar asà infectadas, serÃan ciertamente insalubres y presumiblemente capaces de transmitir la lepra al sujeto humano.
Pero todavÃa no tenemos suficiente observación cientÃfica para resolver la cuestión de si esto es realmente asÃ; Sin embargo, podemos decir con seguridad que, en cualquier caso, la descripción que se da aquà indica un crecimiento en la prenda o casa afectada de algún tipo de moho; que, como sabemos, es una forma de vida producida en condiciones que siempre implican un estado malsano del artÃculo o casa en que aparece.
También sabemos que si se permite que tales crecimientos continúen sin control, implicarán procesos de descomposición más o menos rápidos en el afectado. AsÃ, incluso desde un punto de vista meramente natural, se puede ver la gran sabidurÃa del Divino Rey de Israel al ordenar que, en todos esos casos, el hombre cuya vestimenta o casa fue asà afectada debe notificar de inmediato al sacerdote, que fue venir y decidir si la apariencia era de tipo nocivo e inmundo o no, y luego actuar en consecuencia.
Si el lugar sospechoso estaba en una casa o en algún artÃculo que contenÃa, el artÃculo o la casa (esta última previamente vaciada) se cerró primero durante siete dÃas. LevÃtico 13:50 , LevÃtico 14:38 Si en la prenda u otro artÃculo afectado se encontraba entonces esparcido, quedaba sin más ceremonia para ser quemado.
LevÃtico 13: 51-52 Si no se habÃa extendido, debÃa lavarse y encerrarse siete dÃas más, al cabo de los cuales, aunque no se hubiera extendido, si el color verdoso o rojizo permanecÃa inalterado, seguÃa siendo para ser declarado inmundo y para ser quemado. LevÃtico 13:55 Si, por el contrario, el color se habÃa "atenuado" un poco, la parte afectada debÃa recortarse; cuando, si no se extendÃa más, debÃa lavarse por segunda vez y declararse limpio.
LevÃtico 13:58 Si, sin embargo, luego de la extirpación de la parte afectada volvÃa a aparecer la mancha, el artÃculo, sin más dilación, debÃa ser quemado. LevÃtico 13:57
La ley, en el caso de la aparición de una lepra en una casa, LevÃtico 14: 33-53 era mucho más elaborada. Como en el primer caso, cuando el ocupante de la casa sospecha, "como si hubiera una plaga en la casa", debe ir a avisar al sacerdote; quien es, en primer lugar, para ordenar el vaciado de la casa antes de entrar, no sea que lo que hay en la casa, si resulta ser la plaga, se ensucie ( LevÃtico 14:36 ).
El diagnóstico nos recuerda el de la lepra en el cuerpo; vetas verdosas o rojizas, en apariencia "más bajas que la pared" , es decir , profundamente asentadas ( LevÃtico 14:37 ). Donde se observe esto, la casa vacÃa se cerrará durante siete dÃas ( LevÃtico 14: 38-39 ); y al final de ese tiempo, si la mancha se ha extendido, "las piedras en las que está la plaga" se quitarán, se raspará el yeso de las paredes de la casa y se sacará todo a un lugar inmundo fuera de la casa. ciudad, y piedras nuevas y yeso nuevo en lugar de lo viejo ( LevÃtico 14: 40-42 ).
Si, después de esto, la plaga vuelve a aparecer, la casa será declarada inmunda, y será completamente demolida, y todo el material será llevado a un lugar inmundo fuera de la ciudad ( LevÃtico 14: 44-45 ). Si, por el contrario, después de esta renovación del interior de la casa, las manchas no reaparecen, el sacerdote "declarará limpia la casa, porque la plaga ha sanado" ( LevÃtico 14:48 ).
Pero, a diferencia del caso de la prenda leprosa, ésta no acaba con el ceremonial. Se ordena que el sacerdote lleve para limpiar (lit. "para purificar la casa del pecado") ( LevÃtico 14:49 ) dos pájaros, escarlata, cedro e hisopo, que luego se usan precisamente como en el caso de la purga del leproso; y al final, "soltará el pájaro viviente de la ciudad al campo abierto; asà hará expiación por la casa, y será limpia" ( LevÃtico 14: 50-53 ).
Por el momento presente, difÃcilmente se puede dejar de ver en este ceremonial, en primer lugar, una misericordiosa intención sanitaria. Mediante la observancia de estos reglamentos, no solo se salvarÃa a Israel de muchas enfermedades y diversos males, sino que se le recordarÃa constantemente que el Dios de Israel, como un Padre sabio y bondadoso, se preocupaba por todo lo que pertenecÃa a su bienestar; no solo para sus personas, sino también para sus viviendas, e incluso para todos los diversos artÃculos de uso diario.
La lección siempre está vigente, porque Dios no ha cambiado. Ãl no es un Dios que se preocupa solo por las almas de los hombres, sino también por sus cuerpos y todo lo que los rodea. Sus siervos hacen bien en recordar esto, y en esto lo imitan, como felizmente muchos lo están haciendo cada vez más. Las Biblias y los tratados son buenos, y la exhortación religiosa; pero aquà nos hemos dejado una orden Divina de no contentarnos solo con estas cosas, sino de cuidar la ropa y los hogares de aquellos a quienes alcanzarÃamos con el Evangelio.
En todas las grandes ciudades de la cristiandad debe confesarse que el principio que subyace a estas leyes relativas a las casas y las vestimentas, a menudo se descuida terriblemente. Esté o no la verdadera plaga de la lepra en las paredes de muchas de nuestras casas de vecindad, no cabe duda de que no podrÃa ser mucho peor si lo estuviera; y la filantropÃa y la legislación cristianas difÃcilmente podrÃan hacer mejor en muchos casos que hacer cumplir vigorosamente la ley levÃtica, derribar, revocar o, en muchos casos, destruir desde los cimientos, casas de vecindad que podrÃan, con poca exageración, ser justamente descritas como leprosas. a lo largo de.
Pero todo lo que está en esta ley no puede explicarse asÃ. Incluso el israelita debe haber mirado más allá de esto en busca del significado de la ordenanza de las dos aves, el cedro, el escarlata y el hisopo, y la "expiación" por la casa. HabrÃa percibido fácilmente que no solo la lepra en el cuerpo, sino esta lepra en la ropa y la casa, era una señal de que tanto el hombre mismo como todo su entorno estaban sujetos a la muerte y al deterioro; que, como ya habrÃa aprendido del Libro del Génesis, incluso la naturaleza estaba bajo maldición a causa del pecado del hombre; y que, como en el plan divino, se requerÃa una limpieza sacrificial para la liberación del hombre, asà también se requerÃa de alguna manera misteriosamente para la limpieza de su morada terrenal y sus alrededores, a falta de cuya purificación debÃan ser destruidos.
Y de esto a la verdad antitÃpica prefigurada por estas leyes no es más que un paso; y un paso que damos con toda la luz del Nuevo Testamento para guiarnos. Porque si la lepra en el cuerpo tipificaba visiblemente la obra del pecado y la muerte en el alma del hombre, entonces, con la misma claridad, la lepra en la casa debe estar destinada en esta ley a simbolizar la obra del pecado en la creación material terrenal, que es la morada del hombre.
AsÃ, el tipo nos presenta la verdad que establece el apóstol Pablo en Romanos 8: 20-22 , donde se nos enseña en palabras expresas que, no solo el hombre, sino toda la creación también, a causa del pecado, ha sido sometida. una "esclavitud de la corrupción". "La creación fue sujeta a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de quien la sujetó. Porque sabemos que toda la creación gime y sufre dolores de parto hasta ahora". Esta es una verdad que se ensombrece en este tipo.
Pero el tipo también nos muestra cómo, como enseña claramente la Escritura en otros lugares, si después de una purificación parcial como la que se efectuó por medio del diluvio, la esclavitud de la corrupción aún persiste, entonces la morada del hombre debe ser destruida; "la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas". 2 Pedro 3:10 Nada menos que el fuego será suficiente para poner fin al trabajo en la naturaleza material de esta misteriosa maldición.
Y, sin embargo, más allá del fuego está la redención. Porque la expiación beneficiará no sólo al leproso, sino también a la purificación de la morada del leproso. La aspersión de sangre y agua de sacrificio por medio de cedro, hisopo, escarlata y ave viva, que efectuó la liberación del leproso, se usa también de la misma manera y con el mismo fin, para la casa de los leprosos. Y asà "según su promesa, esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los que mora la justicia"; 2 Pedro 3:13y será introducido mediante la virtud de la expiación hecha por un Salvador inmolado, y aplicada por un Salvador vivo de entre los muertos; de modo que, como el pájaro libre vuela en señal de la plena consumación de la liberación de la maldición, asà "la creación misma también será liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios". Romanos 8:21
Pero también habÃa una lepra del manto. Si la lepra en el cuerpo tipificó el efecto del pecado en el alma, y ââla lepra en la casa, el efecto del pecado en la creación terrenal, que es el hogar del hombre; la lepra del vestido apenas puede tipificar otra cosa que la presencia y los efectos del pecado en las diversas relaciones de la vida que constituyen nuestro entorno actual. Siempre que, en cualquiera de estos, sospechemos la obra del pecado, en primer lugar debemos presentar el caso ante el Sacerdote celestial.
Y luego, si Ãl con los "ojos como llama de fuego" Apocalipsis 1:14 ; Apocalipsis 2:16 declara inmundo cualquier cosa, entonces aquello en lo que se encuentra la mancha debe cortarse y desecharse sin dudarlo. Y si aún, después de esto, encontramos que el mal reaparece, entonces toda la prenda debe irse, hermosa y buena, aunque la mayor parte todavÃa pueda aparecer.
En otras palabras, aquellas relaciones y compromisos en los que, a pesar de todos los cuidados y precauciones posibles, encontramos que el pecado manifiesto reaparece persistentemente, como si hubiera en ellos, aunque sea inexplicablemente, una tendencia ineludible al mal, estos debemos desechar resueltamente ". odiando hasta el vestido manchado por la carne ".
La prenda leprosa debe quemarse. Para su restauración o purificación la ley no hizo ninguna provisión. Porque aquÃ, en el antitipo, estamos tratando con relaciones terrenales, que solo tienen que ver con la vida y el orden presentes. "La moda de este mundo pasa". 1 Corintios 7:31 Habrá "cielos nuevos y tierra nueva", pero en esa nueva creación ya no se encontrará el medio ambiente antiguo.
Las prendas viejas, incluso las mejores, ya no se usarán. Los redimidos caminarán con el Rey y Redentor, vestidos con las vestiduras blancas que Ãl les dará. ¡No más lepra que en persona, casa o vestido! Porque seremos puestos delante de la presencia de la gloria del Padre, sin tacha, con gran gozo, "sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante". Por tanto, "al único Dios nuestro Salvador, por Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, imperio y poder, antes de todos los tiempos, y ahora y para siempre. Amén".